[Pocos poetas del siglo XX cuentan tal vez con una bibliografía secundaria tan amplia como la que se ha dedicado a Paul Celan (Czernowitz-Rumania, 1920 – París-Francia, 1970). Sin embargo, también son pocos los poetas que han visto su obra tan menoscabada o falseada por interpretaciones erróneas o deliberadamente interesadas, por entusiastas pero muchas veces endebles aproximaciones de aficionados o instrumentalizaciones que tienen en cuenta sólo unos aspectos de su obra y ocultan de manera concienzuda otros no menos relevantes. Si bien el origen de esas visiones falseadas hay que ir a buscarlo a la propia Germanística alemana de la década de 1950, el mundillo literario de habla castellana ha ejercido, en el caso de la obra de Paul Celan, de alborozado portavoz de visiones sesgadas, promovidas por un academicismo hermenéuticamente desfasado o las deliberadas estrategias de autopromoción de autores, poetas y letra-heridos que, desconocedores de la obra de Celan —algunos incluso incapacitados para leer en profundidad los originales—, continúan el proceso de disolución homeopática que reduce drásticamente el potencial de la obra celaniana y la convierte en algo irreconocible. Las reflexiones incluidas en este libro se ocupan, entre otras cosas, de esa «farmacéutica» operación banalizadora.]
Por José Aníbal Campos
Crédito de la foto (izq.) www.altrianimali.it /
(der.) el autor
Memoriosa encrucijada de amapolas (I parte).
Los meses vieneses de Paul Celan
(diciembre de 1947-junio de 1948)
Viena, 20 de diciembre de 1947
Sabemos muchas cosas de ese día. Sabemos, por ejemplo, a qué hora exacta salió el sol: las 7 y 42 de la mañana. También que el pronóstico del tiempo para ese sábado anunciaba «vientos del noroeste que darían lugar a leves nevadas en algunas zonas, una disminución de las heladas y un aumento de la nubosidad». Tenemos, asimismo, el documento que acredita la llegada, un día antes, de 30 vagones cargados de cerdos, gracias a lo cual la ciudad y su periferia disponían ya, casi en su totalidad, de los 350 000 kg de esa carne necesarios para cubrir los abastecimientos de cara a las fiestas navideñas. Las estadísticas al respecto son de una puntillosidad casi irritante: con un peso medio de 70 kg. por animal, sería preciso traer, para esos días, 5 000 cerdos; 3 000 habían sido sacrificados ya en los mataderos vieneses, pero, aparte de las cargas de animales vivos, cada día arribaban a la capital transportes de la Baja, la Alta Austria o Estiria con otros ya sacrificados. El diario, además, promete: «En poco tiempo habrá, por lo tanto, buenas morcillas» (una palabra que, en alemán, viene cargada de gráfica expresividad: Blutwurst, embutido de sangre)[1].
Pero no son los cerdos los únicos que fluyen en masa hacia la capital austriaca. Dos días después, el mismo periódico informaba con cierta alarma de la existencia en Viena de 130 000 «extranjeros»:
Viena, 22 de diciembre […]. El departamento de Extranjería de la Policía de Viena ha experimentado un incremento muy intenso de su actividad en los últimos dos años, ya que, junto con los integrantes de las minorías de habla alemana y de otras nacionalidades, han llegado a Viena muchos «visitantes» indeseados que conforman esa gran masa de «indocumentados» de los que hablan una y otra vez los informes policiales.
Solamente en Viena residen actualmente 130 000 extranjeros que están alojados en campos de acogida o en domicilios privados. El mayor grupo de extranjeros residentes en la ciudad lo conforman personas de etnia alemana naturales de las regiones del este, cuya cifra no es menor a 93 000 personas. Le siguen griegos y rumanos, con una cifra de 10 000 residentes en cada grupo[2].
Entre esos 10 000 residentes rumanos está también Paul Celan. Aunque sabemos que a esas alturas no cuenta como «indocumentado», sigue siendo, en todo caso, un número más en las estadísticas. No será hasta menos de un mes después que el poeta de Czernowitz se empadrone oficialmente e inicie una vida «por su cuenta». Lo hace el 15 de enero de 1948, y un trozo de papel oficial nos informa de su alojamiento la pensión Pohl y de su anterior paso por el número 2 de la Arzbergergasse, en el 17mo distrito, una escuela pública que durante esos años sirvió de centro de acogida para refugiados. El documento de viaje del apátrida ha sido extendido por un (así consignado) International Committee for Jews y lleva el número 27790.
A pesar de la abundantísima bibliografía existente sobre Celan, los meses que el poeta pasó en Viena no han sido objeto del estudio detallado que merecen. La información sigue estando dispersa en diferentes fuentes, y los esfuerzos, hasta ahora, por compilarla, no parecen haber tenido en cuenta lo que significó ese periodo crucial de seis meses en la vida, la obra y la trayectoria posterior del poeta hasta su muerte, ocurrida el día 20 de abril de 1970.
Creo que va siendo hora de decirlo: aunque Celan, ciertamente, se suicidó, puede decirse que en realidad acabó matándolo el mundillo literario alemán. Un concierto macabro (como el de la propia Todesfuge) de mutuos malentendidos, instrumentalizaciones interesadas, intrigas, envidias y maledicencias fueron minando las fuerzas de un hombre hipersensible y de infinito talento que, por su consecuencia y su compromiso intransigente con su verdad poética, se convirtió en un estorbo para ese mundillo, aun a contrapelo de los reconocimientos dispensados a su obra en la última etapa de su vida.
Viena fue la ciudad bisagra: la estancia transitoria entre una infancia y una adolescencia relativamente felices, entre la terrible vivencia juvenil del Holocausto y un periodo inmediatamente posterior lleno de esperanzas, de euforia optimista. Todo ese entramado empezó a resquebrajarse en la ciudad del Danubio, en su «medio exilio», como define esa estancia la breve pero espléndida monografía de Wolfgang Emmerich.
De ello queremos hablar en esta serie dedicada a Paul Celan.
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[1] Welt am Abend (20 de diciembre de 1947), pág. 2.
[2] Welt am Abend (22 de diciembre de 1947), pág. 2.
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Memoriosa encrucijada de amapolas (II parte). Los meses vieneses de Paul Celan