Por Marina Casado*
Crédito de la foto (izq.) Ed. Cátedra /
(der.) www.ideal.es
Mariluz Escribano Pueo**:
un verso libre en la historia de la literatura
Al margen de corrientes estéticas y de grupos, yo soy un verso libre.
Mariluz Escribano Pueo
La historia continúa escribiéndose cada día. Es un libro en constante crecimiento, pero los nuevos capítulos no solo se componen de presente. A menudo debemos viajar en el tiempo, añadir partes del pasado que no conocíamos o que no habíamos valorado. Lo hacemos desde el tiempo actual, desde una joven mentalidad que aspira a liberarse de prejuicios, de etiquetas; con la necesidad de ser justos y dar voz a los olvidados o silenciados, a aquellos que merecen un lugar mucho más sobresaliente que el que la historia, con sus errores y sus crisis de ceguera, les había concedido.
En el terreno artístico, esta idea se ha visto reflejada en la recuperación de la obra de mujeres pretéritas que, inmersas en una sociedad fundamentalmente machista, no fueron valoradas. Gracias a la labor de numerosos estudiosos y especialistas, en la última década han salido a la luz nombres que permanecían en la penumbra: se han elaborado documentales, ediciones, exposiciones… La sociedad actual está adquiriendo un compromiso.
El magnífico trabajo de Remedios Sánchez —investigadora, crítica literaria y profesora en la Universidad de Granada— llega, pues, en el momento preciso. Ella es la responsable de la edición de la poesía completa de Mariluz Escribano Pueo, publicada en 2022 por Cátedra. Una labor necesaria —porque Mariluz Escribano es una poeta que todos los amantes del género deberían conocer—, realizada por la persona indicada, puesto que Remedios no solo profundizó en su poesía, sino que conoció y labró una amistad con la persona. El resultado es una obra completísima, que reúne seis poemarios de Mariluz y un precioso apéndice final con inéditos y manuscritos. Y una introducción, a cargo de Remedios, que es un certero y dilatado estudio de la biografía y la poética de la autora. Escribe Remedios: “Solo la verdad nos salva: decir lo que ha sucedido, contar la Historia y las historias (nombrar la vida, la muerte, el desamparo, la melancolía, la guerra, aquel jardín)”.
A Mariluz la salvó la verdad. Fue una niña nacida meses antes de estallar la Guerra Civil, en una Granada que cometió la monstruosidad de asesinar a Federico García Lorca y a tantos otros represaliados; entre ellos, el padre de Mariluz, Agustín Escribano, director de la Escuela Normal de Magisterio desde 1931, fusilado en septiembre de 1936, pero vivo siempre en sus versos: “en qué lugar encontrarás sus manos,/ en dónde su palabra y su sonrisa,/ en qué lugar sus ojos apagados,/ cegados por cemento y tierra roja”. La poeta creció bajo la sombra del padre ausente, oyendo hablar de él y tratando de seguir sus pasos: “Ahora sé que mi padre/ edificó mi estampa,/ despacito en las noches/ en que crecen las lunas”. Y a la evocación del padre se une también la de Federico, convertido también en símbolo como otro ejemplo de humanidad e inocencia destruido por el odio: “Un golpe duro en el pecho,/ un cuerpo en tierra tendido,/ último aroma del alba,/ ¡Dios te salve, Federico!”.
Fue educada en la bondad, en la tolerancia y en el sentido de la justicia, alejada del rencor, gracias a la fortaleza de su madre, Luisa Pueo, también maestra de profesión que llegó a ser apartada de su puesto de trabajo y multada por la “responsabilidad civil” de su marido. La figura de su madre resultó fundamental, como una columna erguida sobre la desgracia que la mantuvo siempre a flote y, después de su muerte, Mariluz vuelve a ella en su poesía: “Si pudiera destejer tu sonrisa,/ si pudiera encontrarla entre la gente/ que rodea mi vida”.
Gracias a los valores transmitidos por Luisa y a su propia valía, Mariluz llegó a ser una persona reconocida en el ámbito académico granadino: profesora de literatura en la universidad y colaboradora habitual en prensa. Construyó su eje en la memoria. Comprendió la necesidad de recordar y dar voz a quienes no pudieron tenerla y adquirió ese compromiso. No resultó tarea fácil en la época: a muchos sectores de la literatura granadina no les agradaba que fuera con la verdad por delante, porque la verdad escocía en una sociedad que la había ocultado durante décadas. Por eso, su faceta poética no tuvo en vida la valoración que hubiera merecido. Tampoco contribuyó a ello el hecho de que empezara a escribir y a publicar poesía a una edad madura o que se mantuviera alejada de grupos, corrientes y modas literarias. Siempre enarboló la bandera de su independencia estilística, siempre se definió como “un verso libre”, y eso que ahora la hace tan especial y tan fascinante, a la hora de analizar su obra, también fue un obstáculo en aquel momento.
Para muchos, entre los que me incluyo, esta obra ha supuesto uno de los grandes descubrimientos poéticos de los últimos años. Cómo no emocionarnos ante el delicado despliegue de evocaciones que Mariluz Escribano nos regala, entre bellísimas imágenes que sangran y alumbran, como esta sencilla metáfora: “Una silla vacía es el corazón del tiempo”. Hay que agradecer a Remedios Sánchez esta recuperación tan necesaria, porque Mariluz fue triplemente silenciada: por ser mujer, por pertenecer a una familia de represaliados políticos y por mantenerse fiel a sus principios. Qué importante es recordar, también para cumplir aquel deseo de Mariluz, que fue el de tantos: “Devolvedme la infancia que he perdido/ porque quiero marcharme”.
*(Madrid-España, 1989). Poeta y ensayista. Periodista por la Universidad Carlos III de Madrid (España) y doctora en Literatura Española. Profesora de Lengua castellana y Literatura en la Comunidad de Madrid y colaboradora habitual en El País con reportajes sobre el Madrid literario e histórico. Ha obtenido el Premio Carmen Conde, el I Premio del VII Certamen de Poesía Rafael Morales y el Primer Premio del Certamen de Relato por el XX Aniversario de la UC3M (Universidad Carlos III de Madrid), el Primer Premio del VI Certamen Literario Ser Madrid Sur y el del XV Certamen de Relato Corto Eugenio Carbajal, así como ha sido finalista del Premio Adonáis de Poesía en 2018, 2019 y 2020. Ha publicado en poesía Los Despertares (2014), Mi nombre de agua (2016), De las horas sin sol (2019) y Este mar al final de los espejos (2020); y en ensayo El barco de cristal. Referencias literarias en el pop-rock (2014) y La nostalgia inseparable de Rafael Alberti. oscuridad y exilio íntimo en su obra (2017).
**(Granada-España, 1935 – Granada-España, 2019). Poeta y narradora. Doctora en Filosofía y Letras y Diplomada en Magisterio. Se desempeñó como docente en Antioch College de la Universidad de Ohio (EE.UU.) y luego como catedrática de Didáctica de la Lengua y la Literatura de la Universidad de Granada (España). Al regresar a España, en la década de 1960, se vinculó a los movimientos ciudadanos de su ciudad a través de organizaciones como Mujeres Universitarias o Mujeres por Granada. Dirigió las revistas EntreRíos y Revista de Artes y Letras. Obtuvo el Premio Andalucía de la Crítica (2013), el Premio de las Letras Elio Antonio de Nebrija (2019) y la Bandera de Andalucía (2018). Publicó en poesía Sonetos del alba (1991, 2005), Desde un mar de silencio (1993), Canciones de la tarde (1995), Umbrales de otoño (2013), El corazón de la gacela (2015), Azul melancolía (2016), Geografía de la memoria (2018) y Poesía reunida (póstumo, 2022); y en narrativa Diálogos en Granada (junto a Tadea Fuentes, 1995), Papeles del diario de doña Isabel Muley (junto a Tadea Fuentes, 1996), Cartas de Praga (1999) y Los caballos ciegos (2008).