LUIGI STORNAIOLO: CORRER PAREJO CON LO INCURABLE

Por: Andrés Villalba

Andrés Villalba  Becdach (Quito, 1980) le corresponde la autoría del libro: Luigi Stornaiolo: el arte de la digresión, bajo el sello Gescultura, 2010. Se trata de un diálogo llevado a cabo durante un periplo de 18 meses en la casa-taller de Stornaiolo en el barrio La Floresta.

Villalba, amigo y colaborador de esta revista, fue registrando la voz y el pensamiento del notable artista ecuatoriano hasta conseguir un retrato lúdico, visceral y conmovedor, el cual consigue arrebatar al olvido la hondura del antiguo arte de la conversación.

 Luigi Stornaiolo, quien revuelca sobre la tela del lienzo sus propias experiencias a través de un viaje por el infierno de la propia memoria –que es, a veces, el infierno- es uno de los artistas más fascinantes que hayamos conocido. Como anota acertadamente Villalba “para para la gente que recién lo conoce, no deja de resultar paradójico que sus cuadros descarnados, provocadores, de colores estridentes y atiborrados con personajes que han llevado sus vidas a oscuros extremos sean pintados por un individuo tan amable, ligero, volátil y dócil de tratar…”. Sin duda Villalba no exagera al calificar a Stornaiolo como un personaje mitificado: “alguien que lo tuvo todo y lo perdió, una vida dedicada a la pintura, sin ejercitar otro oficio. De un momento a otro, cuando Stornaiolo estaba en la cresta más alta de su labor pictórica, fue víctima de una progresiva esclerosis múltiple que ha mermado y paralizado el lado derecho de su cuerpo, hasta que tuvo que aprender a pintar con su mano izquierda”, situación  que lo lleva a una nebulosa de soledad infranqueable y automarginación, “donde habita hasta cortar los vínculos con la realidad, para crear otra más hostil, desenfrenada y descabellada”.

 Pero, ¿para qué abundar? Cedamos mejor la voz a los personajes a través de los cuales el diálogo reverbera consonante con la esencia, tantas veces olvidada, de nuestra propia humanidad.

 

 

Es sábado, son las 2:300 am. Llego a casa completamente prendido después de una fiesta donde desbordaba la hospitalidad de la alcoholemia y demás. La verbena no se sosiega en la cabeza, la quietud del hogar me pone nervioso, intento hacer algo, pero no puedo. Estoy sediento de caos. El alcohol pide más rechinar de copas. Tomo los dos últimos vasos de una botella de whisky. Quiero más. ¿Qué hago? No sé qué hacer, necesito hablar urgente con alguien. Tengo un funeral en el cerebro. La ciudad se agazapa como un animal que inverna. La mayoría de los bares están por cerrar. No hay nadie. Sólo tengo 10$, no puedo hacer nada con eso. Me queda una última posibilidad para vencer esta desazón. Llamo por teléfono.

–Bueno– responden.

–Aló…Luigi, perdón que le moleste a estas horas, ¿cree que pueda ir a su casa un ratito para hacerle un par de preguntas?

–Encantado Andrés, no hay problema, vente no más, ¿puedes traerte unos tabaquitos por favor?

–Seguro que sí, no se preocupe. Muchísimas gracias.

Luigi trabaja toda la noche y se duerme al alba. Voy a por los tabacos y por una botella de aguardiente.

Timbro el apartamento 3, donde sólo dice: Luigi. Me abre. Entro a su taller, le entrego la cajetilla de tabacos y la botella de aguardiente. Luigi está entusiasmado viendo una película mexicana de los años 40. Época de oro del cine mexicano. Además alterna la película con el programa –Derbez en cuando-. Sirvo dos copetines de aguardiente.

–Que tal Luigi, perdonará que le moleste a estas horas. Muchas gracias por recibirme. Sé que a estas horas usted está siempre activo. 

–Muchísimas gracias Andrés, no te preocupes, chuta, ya nos jodimos con esa botellita, yo me hago leña con dos sorbos no más. Es temprano todavía, son recién las 2:30 am. Estoy  jodido porque la pelada me abandonó otra vez y me dejó pringado. (Luigi corea la canción de Amistades Peligrosas): “me quedaré solo sin vida, sin tu alegría seré un pringao, yo no merezco la pena sin vida, sin tu valía caeré en picao”. Estoy desesperado. Me tiene atormentado. Me tiene contra la pared. Pero bueno, ¿qué voy a hacer si esto es siempre así? Esto es lo que me tiene mal. Hoy no comí nada, apenas un pancito. Ayer tampoco ni salí ni comí nada. ¿Será de pedir algo de comer? A esta hora no ha de haber nada, que bajo es todo. Este aguardiente sí aguanta por lo menos.

 ¿Quizá sea mejor venir a esta hora porque está más despierto que en la tarde?

Parece que a esta hora es más fácil cualquier cosa, que sería más fácil pintar pero no dejan, cuando estoy solo me desespero más. Ese actor mexicano Arturo Córdova resultó un cobarde. El tieso es Ignacio López Paz. Con el “rey” José Alfredo Jiménez nunca tuve tanto vínculo, no sé por qué. El bailarín duro era Adalberto Martínez Resortes. Y la hembrita buena era Sasha Montenegro. Esto es bajísimo, encima El Nacional pierde 5-3 con Espoli, qué triste. La mentira del fútbol ya no tiene paragón.

¿Siempre fue hincha del cine mexicano?

Muchas de las películas que veo ahora, las vi con mi padre en un cine que había en el centro. Veíamos los descuartizamientos del luchador mexicano “El Santo”. Mi abuela también me llevaba al cine “Colón” a ver películas de Pedro Armendáriz. Pero lo que no hay que olvidarse es que billetera mata galán. Después suspendí el contacto visual con la imagen cinéfila por muchos años, además no vivía en Quito y era imposible desplazarse al cine a ver una película. Ahora la  televisión tranquiliza y sosiega la inmovilidad. He sacrificado la pintura por la farándula, antes pintaba mucho más. La televisión también me ha coartado la lectura, antes leía mucho más, ahora casi nada. El cuento se hizo mierda, no hay por dónde, por qué, para qué y para quién. Hace como dos años que volví a ver cine mexicano, ahora veo tres o cuatro películas diarias. ¿Qué más voy a hacer? De toda esa farándula seguro salen unos cuadritos pequeños. Ahora no hay otra que no sea el cine mexicano. Hay un idilio permanente que resulta inquebrantable. Pero ayer me entusiasmé porque dieron “Resplandor en la hierba” con Warren Betty y Natalie Wood, que era la actriz que más me fascinaba de todas. Estamos más cerca de los mexicanos por indígenas mismo. Con esto se advierte la diálisis que se produce por el registro visual.

¿Esas imágenes cinéfilas las retiene en la memoria para pintarlas después?

Me acongojo, he ahí el reporte de la memoria que es más pírrico que nunca. Quizá queda una imagen, pero nunca se sabe mucho. Cinthya llamó el otro día, me desubica más, y no agarro fuerza para pintar. Lo que me da pena es que no hay fotos de muchos cuadritos que pinté y no hay posibilidad remota de tener un registro homogéneo. La intención siempre es otra. Lo peor es que no he pintado nada los últimos meses. Antes podía pintar, eso es lo único que sé.

¿Está seguro que hay un Luigi antes y uno después?

Ni antes ni después, ni hay. Hay un individuo que ni pinta y se pasa colgado todo el día.

Luigi, no nos engañe, sí ha pintado…

Qué va, no se pinta, no hay como y no hay derecho. Mientras menos pinte mejor. Encima todo es al canje, a mí nunca me ha servido la plata porque se me acaba súbito, no conviene tener plata. A mí me sapean siempre, eso es peor, tenía que pintar un Adán y Eva, y cuando me pagaron me dieron la mitad de lo que habían ofrecido, y encima el comprador quería otro cuadro más, yo no entiendo nada. Me tienen arruinado. Yo me acoquino tanto que no puedo reclamar. Esto no puede ser, pero es. Es injusto, pero ¿qué se puede hacer? Te repito, billetera mata galán.

Pero antes cuando salía tanto de noche, quizá usted sí se supo galán…

Qué va, nunca me supe galán, nunca tuve personalidad en ese sentido. Tenía que mendigar para que me den un besito.

¿Hace cuánto tiene este horario ácrata y nocturno?

Hace muchos años ya, cuando se trastornó todo mi desenvolvimiento, es una locura, paso despierto toda la noche. Es que el determinismo mío es vergonzoso, yo no soy regente de mi vida, sufro de un yugo severo. El otro día lo bonito fue que dieron un programa sobre el célebre y fabuloso cuadro de Rembrandt: “La ronda nocturna”, intentaron hacer una serie de trazados igualitos para comprobar que era imposible. Ayer también estuvo buenísimo “Derbez”, es difícil hacer lo que él hace. Es multifacético y polisémico. Es buenísimo, él me alimenta para pintar. La pintura en el cine entra siempre muy apretada, es difícil advertirla. La cabeza es la que está escondida, sin poder hacer nada de nada, esto es un discurso a pérdida. Ya no me alcanza nada, ya nadie para bola, esto es un desastre.

¿O sea, ahora que son las 3:00 am, es como si fuesen las 9:00 pm para usted?

Prácticamente así resulta, depende del alimento, de la neurosis evolutiva, de la dormida del día anterior, de la pelada, y de la peladera de cable. No se sabe, no hay cómo remitirse y planear algún programa porque todo se boicotea al día siguiente. El protagonismo postergado que uno remite se abolla en su porosidad y por eso quedo más colgado que nunca. El otro día tenía unas buenas ideas que quería decirte y ahora que estás aquí no me acuerdo ni mierda, eso pasa siempre, siempre es la misma huevada. Tenía unos embriones de ideas pero al rato de los ratos se me trizan las palabras. Son pensamientos errados porque las palabras se hacen humo, debe ser imposible poner orden a este desastre. La pintura es la que ya no sale, no puedo forzar más esta parálisis, se advierte el proceso de creación cuando es forzado y es natural, por eso creo que prefiero ver todos esos programas faranduleros, pero, ¿habría que pintar no?  A mí como unos malandros me obligan a pintar para que les regale los cuadros, no me queda otra. Los cuadros que ni pinto, ¿te das cuenta la locura que es esta vida? No me alcanza tener mucha atención, sólo queda el regente del contacto visual para apaciguar el desgaste de la parálisis en el mismo eje. Todo se acaba, no hay cómo seguir creyendo en esa ilusión de la durabilidad. Habría que irse no más. Ahora que descuido la pintura, se gana en hueveo, pero no es que se gane ni se pierda, uno se abstrae de cualquier dominio serio. Porque el yo ya era, pero a día seguido es otro. Es que no puedo pintar, el individuo no puede pintar, no hay chance, y eso que me siento más sano que antes. Esto es un riesgo tremendo, con una mano estoy demasiado jodido. No tengo ni un cuadro, pero todo es peor, ¿para qué voy a tener cuadros? sería vergonzoso y bajísimo. Uno tiene que olvidarse de eso. Es el tiempo el que se redujo y tengo que acomodarme a las carencias.

¿Está seguro que tiene que ser tan recalcitrante con este discurso?

Es que el morbo ya se constituye en la normalidad, lo mismo con la sensualidad entendida, ya todo se agotó, por lo menos para mí ya se agotó. Yo no entiendo ni mierda, sólo quisiera que esto pase rápido. Lo dramático siempre será fuente inspiradora. Se agudiza la debacle. No hay remedio posible.

¿Y qué pasaba con Luigi hace cinco y diez años?

La misma huevada, con el reporte ya no hay chance, era de filmar una película de una vez. Ese es el único mérito del cine, el que reproduce los trucos y alimañas de la especie, al mismo tiempo reproduce la cojudez o la virtud. Es que no hay chance de catalogarse porque uno al día siguiente ya es otro. La gente se burla de uno, es como los carros que parecían eternos y se desgastan a los dos años. Es que no puede haber un balance de nada y peor un reporte del registro de la exploración a sí mismo.

¿Siempre se adelanta y proyecta visualmente el desgaste del día después?

Es que ya todo está trazado, ya todo está hecho. Es tan limitada la noción de saberse y por eso no conviene pensar en lo que sucederá, qué terror. Ahora estaba pensando que siempre hay un enemigo, pero el peor enemigo es uno mismo y en ese caso es ir en contra de los decretos divinos, así uno vaya en contra de todo, no va a poder, uno siempre se hunde y se atasca entre una idea y otra.

No creo, la exploración hilarante que usted tiene con el lenguaje es algo que siempre ha llamado la atención, además este libro es una garantía de humor, quizá usted no se da cuenta de eso.

Una vergüenza total, un papelón solemne es este libro. Pero muchas gracias Andrés. El otro día vino un amigo pintor que no veía hace mucho tiempo y se reía de las huevadas que hablaba. ¿Qué será no?, yo no me doy cuenta de nada. Es todo un trastorno temporal, por eso se habla de que la juventud no existe y de que todo aquel que no muere joven, merece morir. Un tornasol a mansalva. Después se hacen cobardes los amigos y eso es peor. Uno se puede mover con diálogos libreteados, pero igual se desgastan. Cambia todo por la mecánica temporal, nada está quieto, lo que está bien empeora y lo que empeora muere. No se sabe los detalles de lo que realmente ocurra en el cerebro, es mejor no darse cuenta de nada. Por lo visual queda la imagen de lo que puede ser, pero es inútil y bochornoso cualquier intento, los cuadros sinópticos son arcaicos y no se usan hace años.

¿A qué se debe todo ese desentendimiento y esa obstinación por la negación? Insisto en que detrás de esa vorágine de ideas siempre hay algo más, quizá ese impostor del que hablábamos.

Puede ser un entendimiento mayor incluso. No se puede catalogar, especificar y encima determinar cualquier experimento porque uno ya no experimenta con nada. Más bien como postor de pérdidas, pero no estoy en nada. Una especie de represión en sí misma, en todo ámbito, sobre todo en el económico, que es lo más bajo. No hay referido, no hay cómo meterse con lo que uno hace, no hay como ser paladín del determinismo intrínseco. Te repito que mientras menos mano meta, menos cago la fiesta. Parece que esa es la única verdad y el único punto a seguir. El planteamiento es tímido y cobarde, pero no hay otro, ya no tengo chance de nada. La pintura era una entrega seria, es mejor no saberse. Esto acarrea con una culpa inconsciente, uno siempre es culpable. Es que nada puede ser obligatoriamente guionizado, no hay cómo seguir fingiendo, por eso no alcanzo a hacer lo que debería. Y no me veo al espejo, pero doy la cara dizque, como los actores de cine mexicano. Los chapas son los que cada vez la cagan más, eso sí es auténtica miseria humana, uno ve un chapa y se muere del terror, esos operativos que hacen son cada vez peores. Esos balances son tan sórdidos, que no alcanzan los calificativos de desprecio. Más fácil sería decir: verás, yo tengo tantas bacterias en el sistema que los glóbulos blancos no pueden vencer. Son huevadas de ese tipo. Como los creativos que han cagado cualquier ensamble porque coartaron la imaginación en minga. No se puede hacer publicidad, qué triste. A la larga uno no es tan bacán, porque la gente que uno más quiere es la que más te obstruye, pero eso es falso, porque ni pinto. Tal vez tenga que jubilarme, para no seguir arruinando las telas. Si se burlan de uno, la otra vez se acerca un individuo que era enemigo y me da un beso. Está loco el pelado. El equívoco es la virtud de cualquier ensamble, no hay otra. El juicio de lo bueno y lo malo no se puede hacer, yo ya no tengo la capacidad del juicio, quizá sólo en la pintura como un ejercicio que me sobrepasó. En la última muestra que hice en la Universidad Católica, alguien escribió en ese cuadernito de comentarios que soy una cagada total, eso resulta más importante y pesa más que doscientos que digan otra cosa. No debería ser así, pero en el fondo uno sólo piensa eso. Mejor veamos Derbez un ratito para que veas lo fabuloso que es, jode como bestia. (Luigi se pone atento porque empieza Derbez en cuando, de un comediante mexicano, enseguida se alegra y sonríe). Esta es la parte del día donde me alegro. Quiero que me atiendan hoy, hoy, hoy. El pelado te envuelve de una, esa es, así resulta todo al final. Esto es buenazo, es una parodia de la humillación diaria. Es como reflejo del desgaste y de la cojudez de uno. No conviene ser impositivo con ningún discurso ni seguir buscándole adjetivos a la vergüenza. El individuo sufre, tampoco me alcanza para ser impostor. Llega la horca de la verdad, porque la iluminación es sobre la marcha. Derbez empecé a ver como hace diez años con Soledad. Hay que reírse y burlarse no más, no hay otra. (Durante la media hora del programa no pregunté nada, y Luigi soltaba frases sueltas e inconexas). No tengo otro chance y otra posibilidad más que ver estos programas. No se sabe si podría estar pintando o no, eso nunca se sabe, ahora sólo me dedico a quemar el tiempo. Antes uno se podía poner contento con los cuadritos.

Los primeros tres años del 2000 fueron muy agitados y turbulentos para usted, sufrió una reclusión carcelaria y un incendio severo. Además tuvo su relación con Cinthya Bayona, madre de su cuarto hijo Luca. ¿Podría hablarme de esas anécdotas?

Ahora que estoy solo tengo más amplitud y profundidad de campo, pero descubro los límites en su grado máximo. ¿Qué tristeza no? Los culpables siempre son los porteros, la madre del árbitro y el linesman, no se puede así. El dinero es el engendro del averno, tampoco conviene mercantilizar tanto el discurso. Ahí se afirma la cohesión de que el amor es la armonía de los contrarios, es lo que pasa con Quito y Guayaquil, que son dos ciudades imposibles de pensar que hagan parte de un mismo país, el antagonismo funciona así, es un caso curioso este regionalismo, y no se da en ninguna otra parte de América.

Con las chicas así pasa, cuando uno hace un buen gesto, ellas te devuelven el doble, pero para mal. Sucede que en julio del 2002 nos íbamos con Cinthya a Guayaquil en avión, era viernes y salimos a las 11 de la mañana. Teníamos cada uno un paquete de mota. Ella en el zapato y yo en la maleta. Mi maleta pasó el control, pero a ella le encontraron lo que tenía en el zapato. Yo pude haberme ido porque mi maleta ya estaba en el avión, pero me preocupé porque vi que estaba rodeada de policías de Interpol. Regresé, y uno de esos perros me preguntó si yo era algo para Cinthya, le dije que sí, que era mi novia y que no se preocupe porque yo tenía más mota. Ahí me jodí porque fueron a buscar mi maleta y encontraron el resto. Es que siempre fui un payaso. “La verdad es que soy un payaso, pero qué le voy a hacer”, así canta José José. Después nos llevaron a una oficina de arriba en el aeropuerto y fue un escándalo total. Íbamos rumbo a Guayaquil, porque un mes antes había tenido una muestra en la Galería Madeleine Hollaender, se vendieron unos cuadritos y yo iba a retirar $4000. Esa muestra hicimos para reforzar el romance que ya estaba cojo. Esa platita sólo sirvió para pagar a los abogados. Ese abogado era tan perro que se encabronó de Cinthya y me hizo unas canalladas después. Encima yo le pagaba. Al otro día ella me dijo que todo era mi culpa. Su madre iba y me puteaba fuerte. Cinthya es aceleradísima, una vez fuimos al banco y me hizo sentar en una silla de ruedas para avivar la cola, yo me dejaba mangonear no más. Estuvimos una semana detenidos en la celda de la Interpol del aeropuerto que es en la calle Río Napo. Ahí estuvimos juntos y ahí se quedó embarazada. Cinthya es muy seductora, es una linda y rica hembrita. He ahí el equívoco de la piedra angular en el abuso de la sexualidad, el ángulo de toque: la manzana de Adán, es que no puede haber culpables en la traición de la esencia de la creación. La pretensión humana es terrorífica, más que en su aspecto perverso de acaparamiento. Por eso recomiendan el celibataje. Y recomiendan no exceder con la masturbación, porque desgasta energía en el ser. Parece que recién a esta edad uno se da cuenta de eso. Ya de viejo. Tarde piace, dicen los italianos, ya cuando no lo tienes te gusta la vaina. Y antes uno creía que era el gran cojudo. Es vergonzoso todo lo relativo al pretérito sexual, se piensa que es “particulear” o privado, pero es falso, porque si puedes llevarte a la mujer de tu mejor amigo lo harías. Los goles de la acumulación remiten al valor del paquete testicular que uno tiene. Muy bien. La segunda semana estuve en el CDP, en la cárcel ya no podía jugar a nada, ahí se cagó todo, ¡qué miseria! Después pasamos a la cárcel cuatro que era más fresca, estuvimos como tres meses ahí y veía a Cinthya todos los días cuando nos tomaban lista. Cuando salimos de esos cuatro tenebrosos meses de encierro, ella fue a mi casa un día, me pidió el carro, le presté, y cuando regresó, me dijo: “me robaron el carro”. ¿Qué podía hacer yo? Absolutamente nada. Pero ahí está Luca, nuestro hijo. Sólo puedo agradecer. Esta hueveando Cintyha, cuando me he querido acercar a ella, ella se escapa y no da rastro. Sí nos quisimos también. Recién le di un autorretrato mío que pinte en el 80, y estaba dedicado a mi abuela. Muchas veces yo intenté darle todo lo que no tengo. Le hice unos buenos retratos a ella. Como te digo, cuando uno se acerca para hacer algún favor, ella me devuelve el doble, pero al revés, me hace flecos. Pero sí hubo buena onda, sí nos divertimos mucho con Cinthya y pasamos una buena época. Es jodido el equilibrio de la mancuerna. Yo me hacía a ella, hacía lo que decía. Cuando Luca tenía un año, le hice un buen retrato. Ella es muy despierta, además es mucho más joven que yo.

¿Cómo ocurrió el incendio de su casa, y cuánto tiempo después de su estadía carcelaria sucedió?

 Cinthya ya estaba embarazada de cinco meses, pero no se solidificó el romance cuando salimos del régimen carcelario. Yo era un canalla, porque pobre chica, cómo le hago eso. Yo tenía una bronca que me carcomía por todo lo que había pasado y por ese encierro desastroso que me privó de libertad cuatro meses. Una noche yo regresé caminando cabreadísimo desde lejos por ni sé qué vaina que había sucedido. Y bueno, a la semana de lo que salí de la cárcel tuve el percance con la quemazón del departamento. Lamentablemente ya había entrado en ritmo de delirio, no era un ritmo tan lapidario, pero ya estaba volviendo a enloquecer. Los meses de encierro estuve sobrio total. No sé cómo mismo ocurrió el incendio, no era justo, todo por un fosforito mal apagado que encendió la cortina y expandió el fuego, ahí sí me desesperé. Además justo ese día no había agua. Tenía más de cien cuadros pequeños que pinté en la cárcel. Tenía el historial de las diapositivas de casi todos los cuadros que había pintado, tenía muchos libros, todo se quemó. Se quemó hasta un dormitorio del tercer piso de este edificio, yo vivo en la planta baja. Fue una desgracia total, fue miserable, los bomberos como se sabe, se demoraron más de media hora en llegar, pero si no llegaban se quemaba todo el edificio, estaba negro de hollín todo, todo, todo, todo. Pero ahora estoy más perdido que nunca, ese es el participio presente de uno mismo. Como el amor, que resulta ridículo a cierta edad, y peor después de que uno ve prácticas vergonzosas como en la película “Tabú”, resulta miserable, se advierten unas orgías incestuosas,  impías y bochornosas de diez personas. De vez en cuando compraba esas revistas, y empezaron a verse ciertas películas que le trastocaron a uno. Tipo el pornógrafo de Tinto Brass, pero no llega a tanto. La pornografía es de niños, es un juguete, ya no es gráfica sino televisada. No llega a ser una práctica vital. Ese tipo de fantasías en la pintura siempre son un límite. Yo no excedía ni hacía el papel de malandro, eso es puro parapeto, quizá en la inspiración que uno saca de una mujer, pero es igual que hacer un retrato.

 No deja de resultar curioso que su nieto Tomás, que nació en el 2001, sea mayor que su hijo Luca, son situaciones bizarras y que seguramente sólo suceden a individuos como usted…

Y ahora Tomás está altísimo. Es curioso porque Tomasito nació en Roma en agosto del 2001, pero vino con Silvia a vivir en Quito en marzo del 2003, justo la época en que Cinthya estaba por  dar a luz, entonces conocí a Luca y Tomás de forma paralela, yo no entendía nada. Sí puede ser extraño conocer a mi último hijo y a mi nieto casi juntos. Ese es el semblante de la vida que uno crea. La relación con Tomás fue importante cuando nos fuimos a Buenos Aires en el 2008 a una exposición que hice, ahí empatamos y nos llevamos muy bien. Ahora ya crece y está en otro cuento. Quizá como dijo Silvia, él reemplazo mi ausencia cuando estuve lejos de mis hijas. Lo bonito es que mis hijos sí me han querido muchísimo. Eso quiere decir algo.

En el 2003 hay otro hallazgo en su vida, conoce a María Rosalba Pérez, su novia actual. ¿Cierto?

Yo conocí a María diez años antes en un festival de baile, ella es bailarina de las buenas, era lindísima la pelada, la más bonita de todas las bailarinas, quedé deslumbrado. Después la vi una que otra vez también. Pero una noche a comienzos del 2003 nos encontramos afuera del Seseribó, ella ya se iba, yo atravesaba por períodos nuevos de soledad. Así que me lancé y le propuse que vayamos a bailar a otro sitio, fuimos no más, y así empezó todo. Supuestamente hasta ayer era mi novia, no se sabe nada. Sin ella yo me arruino más todavía. Es buena onda Rosalba. Dizque más vale malo conocido, que bueno por conocer, no mentira, no se puede decir eso. Ahora quiero y quiero pintar, pero no puedo, algo falta. Ahora ya ni de las broncas saco sustancia para el ejercicio pictórico. Lo triste es que creo que se acabó, fueron treinta años de pintura y ya es suficiente. ¿Qué más voy a pintar?, parece que ya no puedo. Ahora toda mecánica es adversa. Y el drama de siempre es que nunca hay fósforos, no hay providencia de fósforos en el stock. Esto es terrorífico. Si puedes traerte unos fosforitos sería fabuloso, porque de lo único que se trata todo es de quemar el tiempo. Yo iría pero se me complica el traslado, es que el principio de la incertidumbre es la mecánica cuántica.

En el 2005, hubo una monumental muestra retrospectiva de su obra en el Centro Cultural Metropolitano, con una asistencia de público desproporcionada y nunca antes vista. ¿Significa algo eso para usted?

No se sabe, son ya treinta años que me hago el pintor. Pintar uno cree que es para sufrir o divertirse, ese sería el único referente que tengo acerca de mí mismo, como un gilipollas. Me queda agradecer a toda la gente que hizo posible esa muestra. Es curioso porque cuando empecé a pintar, pensé que muchos años después, los cuadros tendrían que reunirse algún día. Sí creo que estuvo bien puesta esa muestra. Y eso que una muestra retrospectiva es vanidosa, no hay derecho. Creo que se lograron reunir cien cuadritos, muchos eran formatos grandes. Las retrospectivas se practican más cuando el individuo ya está muerto. Así resulta, las últimas muestras ya han sido póstumas. Pueden ser nocivas porque uno deja de pintar, es como jubilarse. Con el régimen de la edad ya no estoy muy atento porque cada vez va a ser peor. Lo de la convocatoria de público no hay que parar bola, eso es cuestión del azar.

Estos últimos años han sido homogéneos con su ritmo de vida, usted se vuelve cada vez más insular y son raras las veces que sale de su casa, ¿por qué?

Han sido los años más decadentes y galopantes, sabiéndome casi terminal, pero siento una cura en el brazo, la salud determina el funcionamiento decrépito. Creo que hace dos años me sentía peor y poco a poco me estoy enderezando. Las peladas siempre me han hueveado. En pleno proceso de curación, todo salió peor. (Luigi se pone a cantar): “soy el remedio sin receta y tu amor mi enfermedad”, como dice la canción de Los Rodríguez. Así sale, me curé y me cagué. Uno reclama motivación para poder pintar pero dizque al buen escribano las barbas le estorban. Es falla mía, falta de todo, sustancial, carencia de fuerza inspiradora, porque se quiere y no se puede. Quizá en esta insularidad es cuando más conectado estoy con el mundo. Ahí está el encuentro con el desequilibrio.

 ¿Siente que la enfermedad se detuvo y no va a progresar?

¡Es que ya se pelaron los cables! Calculo que en un 40% avanzaron la enfermedad y la peladera de cables, vislumbré más claro al tiempo cuando se desplumó la mielina que cubría los evocados potenciales de la neurotransmisión diestra.

¿Los evocados potenciales de la neurotransmisión?

Es como los pollos, se pulieron los envolventes, esa es la enfermedad. Cuando entendí de qué se trata el proceso vital de la cojudez, por eso decrepita uno y está sometido a esta galopancia senil, esta senectud. Es la motricidad, son los evocados que el cerebro dispone para ordenar el movimiento. Los nervios quedaron a la intemperie, pero por lo menos se salvaron en un 60%. La mano izquierda adquirió la musculatura que perdía la derecha, pero en cambio en materia dialéctica se avanzó entendiendo cierta introspección, entonces el orgullo resultaría estar enfermo, quizá nadie pueda estar orgulloso sino de sus enfermedades. La enfermedad ya no avanza, eso creo, parece que está bloqueada. ¿Pero qué más va a avanzar, si estuvo dieciocho años mermándome?, ya me dejó el brazo prácticamente mutilado. El cuerpo ahora es ese anticalambre, las neuronas quedaron sueltas, al pelar el cable por dónde se iban, quedaron las neuronas flotantes. El embate es contra el doctorcito cabrón que me dejó metida esa esquirla en el pie y fue cuando empezó la enfermedad, dizque era un médico importante del medio. ¡Qué va! Nadie es importante. Algunos médicos se dan de altruistas y te joden más. No hay dignidad. Ya está pasando la basura, más bien aprovechemos para entregarnos. Esa esquirla fue como en el 89, quiere decir que hay que estar enfermo para progresar porque después pude pintar unos buenos y grandes cuadros, entonces no puedo atacar a nadie porque no se sabe. Todo está al revés, cosas que sucedieron hace veinte años están más cerca que situaciones que transcurrieron hace tres. La zona visual representa la vergüenza y de ahí el embrujo que ocurre a diario, los últimos cuadros yo los pintaba con la cabeza no más, esos cuadros ya son póstumos, los cuadros tienen que estar pintados antes, porque los mejores cuadros son los que nunca pintaste. Ahora existe cierta mecánica que es la que determina que yo me pueda parar, a veces me quedo todo el día sentado por el incremento de la neurosis, esto a larga sólo elimina la pintura. Hay que ser recalcitrante porque ya no puedo regresar a ver para atrás. Regreso a ver y me acuerdo de unas buenas peladas. Me estuve acordando de Marisol Cárdenas, cuando salíamos ella tenía veinte años y yo cuarenta, una locura, buena onda era esa chica. No se sabe porqué uno se pone a pensar en mujeres con las que hubo entusiasmo, puede ser que hace falta verlas. Recuerdo a mujeres que adquieren importancia porque jamás ejercí la cópula con ellas. Es que me encontré con una ex novia de hace más de treinta años y quedé descontrolado, pero ya no se pude hacer nada, qué va, imposible. Yo dizque era un enamoradizo platónico de joven, pero no concretaba nada. He quedado destrozado por las chicas. Las peladas se dan cuenta que uno es un botadito no más. Hace años una chica me dijo: “quiero darte un beso”. Yo temblaba, no sabía cómo hacer nada, le doy un beso en la rodilla, y le digo: “ya te lo di”. Un pendejo resulté.

 Se advierte una melancolía esencial en sus respuestas…

De muerto no se puede pintar. Es la inopia, la desidia, el tedio, el hastío y el fastidio. Uno busca un dopaje para neutralizar el desgaste. Sólo para aguantar. Esa melancolía debe ser una especie de desenchufe.

¿A partir de qué año “la zurdificación del individuo es total para el ejercicio pictórico”?, para decirlo con sus palabras.

El tiempo se me redujo en una proporción de diez a uno con el desarrollo de la zurda. Ya no tengo opciones, me toca obedecer no más. La disposición motriz es a obediencia, no se puede forzar el engranaje. Se cambia para mal y se hace mierda el discurso. Creo que a partir del 2005 la zurdificación se globaliza y agudiza. Se acrecienta la cojudez, es molestosa la mecánica corporal. Suena el teléfono y me desespero, es tremendo. Todavía hay esperanza de volver a pintar. Lo que pasa es que yo no decido. Hay que ver cómo se hace. Ahorita me dan ganas de bailar, vamos a dar una vuelta por ahí si quieres, ya que hoy es jueves y no conviene acobardarse. Es triste todo, porque perdí dos casas, dos carros, el brazo, después voy a perder más, sólo queda seguir perdiendo. Lo bueno fue que vi tres películas de María Félix con Pedro Armendáriz, lo máximo. Pedro Armendáriz Junior ahora trabaja con Derbez. Jorge Negrete era un duro que se casó con María Félix. Pero la más bonita era la actriz Alma Muriel. Y el más seductor seguro era Andrés García, le superó a Pedro Infante. El color en el cine mexicano recién llega en el 56, por ahí. La lucha libre mexicana es un tongo camuflado que no convoca tanto, o quizá sí porque inconscientemente extraje sustancia para la pintura de esas luchas. No conozco México, me encantaría ir algún día. Marcelo Aguirre ganó un premiazo en Monterrey: el premio “Marco”. El actor gringo que siempre me interesó por atrevido es Mickey Rourke, él se lanzó a ser boxeador profesional y parece que le desfiguraron el rostro y ahora está medio hecho flecos. Pero todo lo que se ve en el cine ya estuvo pintado antes. Es todo una confusión, y en todo caso los mejores polvos son lo que no tuve, ese es el amor, así como los cuadros. Yo no puedo referirme a los cuadros porque una vez pintados no los volveré a ver más. Puede haber cierta emoción, pero resulta que ayer está más lejos que hace veinte años, esa es la dislexia del tiempo. Pero bueno, sí parece que está saliendo bien este librito, es cuestión tuya, no sé cómo irás a hacerlo. Te deseo mucha suerte. Parece que yo hago una especie de comparsa porque la groserización es más franca y natural en mí. Si de atacar se trata, ahí está el cuadrito, es como deslindarse y lavarse las manos, eso puede ser importante en la representación pictórica, pero no es el leitmotiv: eso ya no existe. No me conviene ser tan méndigo. (Paola, Luigi pronuncia el acento a propósito en la primera sílaba, igual que en un capítulo anterior cuando lo hizo con óscuro). No importa si se está de tercerón o de más, está tipificado el papel de cada uno, hay una especie de orden de corte por mora.

¿Cuándo dejó el óleo para pintar sólo con acrílico?

El acrílico empecé a utilizar desde el 2002 por ahí, desde la vergüenza carcelaria. Si da nostalgia del óleo. Es por la evolución del tiempo, eso es lo único que me ha enseñado esta motricidad. Esos evocados potenciales de la neurotransmisión también determinan la conciencia del tiempo. Es que antes tenía talleres grandes donde podía pintar cinco cuadros a la vez y esperar a que se seque el óleo, ahora eso resulta imposible. Si bien antes tenía menos, la riqueza era mayor. También me entretenía haciendo ensambles de personajes y caritas con arcilla.

¿Me podría hablar de una escultura suya construida con piezas oxidadas de motores de automóvil, habitada por los personajes que usted siempre ha pintado?

Esa escultura envié a Guayaquil a un Salón de Julio, fue bajísimo porque me dieron una mención-adquisición. El primer premio ganó un grupo de bailarines de danza jazz, olvídate, es todo una locura, se suponía que era Salón de Julio. En Guayaquil siempre quieren hacer relajo y revolucionar, ahí está el ejemplo de Barcelona. ¿Dónde está ese equipo? Marcelo Aguirre mandó una vez un cuadro copiado del pintor italiano Giorgione, y se hacen los difíciles. ¿Qué significa mención-adquisición? Eso no existe creo. Era una escultura con personajes, una orquesta de seis músicos que se movían, el ensamblaje era con figuras de arcilla. Era un carburador montado en un tocadiscos muy antiguo que se movía. Salieron unos buenos muñequitos. Alguna vez hice como sesenta personajes, también un individuo que rebotaba contra la pared y se llamaba “Resortaje”, y con los tubos vacíos del óleo hice una chompa llamada “Óleo sobre chaquetín”. Ahora me dan ganas de volver a hacer un ensamblaje con todos los ceniceros, encendedores y botellas vacías de trago que tengo. Ahí viene el “ready made”, esa escuela es la brava. Existe la disposición del artista norteamericano Robert Rauschenberg cuando en 1950 despuntó con sus “Combines” de pintura y escultura. Ahora el más loco es el iconoclasta gringo Jeff Koons, él se casó con la Ciciolina e hizo unas fotos pornográficas gigantescas. Pero mejores eran los neoyorkinos llamados Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis: Robert Longo, David Salle, Eric Fischl y Julian Schnabel, que además es director de cine y ha pintado cuadros de formatos impensables, enormes. Yo hubiera querido pintar así y hacer mil caras, pero no se puede. Ellos vienen de los beatniks en los cincuenta, de los hippies, y de ahí a la Transvanguardia italiana en los setenta, donde destacaba Sandro Chia, y los nuevos salvajes en Alemania, que son grupos cohesionados. Son importantes para mí también el holandés Karel Appel, y el grupo Cobra que se formó en París en 1948. El otro día fui a la muestra de Jorge Velarde en la Galería “Ileana Viteri”, y se portó muy bien conmigo Oswaldo Viteri, él es un gran pintor ambateño y siempre será un referente. Ese día un amigo galanteaba, dijo que se compró un miembro viril inflable y afirma que ya no tiene problemas.

En los cuadros que ha pintado con la zurda estos últimos años, desaparece el figurativismo y la meticulosidad del delineamiento del dibujo, la pincelada se confunde entre la materia, los colores desbordan la tela, crecen en potencia, tonalidad y registros gestuales, ¿qué significa esa transición en su obra?

Quedo impávido, el que sigue pensando, sigue perdiendo. Debería ser así, pero ya ni es. Ya está pintado y ya no puedo hablar. Es la evolución de cualquier ser porque va decrepitando. Para los viejitos resulta imposible jugar fútbol. Antes creía que había que meter mano sin miedo y abusar con los detalles en el cuadro. Ahora son pequeños zarpazos en el cuadro porque no me alcanza más. Falta coraje, se difumina la voluntad y todo es consumido. Todo fastidia y uno se queda perplejo porque la pintura sólo vacila por la inmediatez. No tengo que sentirme culpable por haber pintado tampoco. Esta es la resultante de la desdicha, es matemático, por ahí viene, y siempre tuve problemas con las ciencias exactas. Es una combustión instantánea. Acuérdate siempre que los mejores cuadros son los que no he pintado. Por eso dicen: “qué pinta de esa pelada”. La pintura era esa pinta, y el tiempo lo trasciende. La pictorización sirve para decir todo lo que no se quiere. Uno está jugado al albur. Ahí está el riesgo de pintar, hay que jugársela porque parece que todo está penalizado, el senso visual es más lapidario que el del olor. ¿Para qué voy a pintar si después seguro me roban los cuadros? Son todos unos perros auténticos. Me hacen mierda estos condenados. La intención de ellos es arruinarle al otro, conviene ir a una iglesia para caerles a patadas a los mendigos. Es muy bajo eso. A la larga todo resulta más fácil que pintar.  

Luigi, le cuento que estamos haciendo un libro muy bueno, aunque resulte difícil hacerle ciertas preguntas, ya usted tiene una preferencia por la desintegración. ¿Siempre fue austero con las respuestas cuando se habla de su obra, y por eso tiene esas salidas tan particulares?

Son respuestas irónicamente cojudas, al final arremeten contra uno mismo porque eliminan el diálogo interno. Todo está inclinado a la desintegración. Una de las primeras entrevistas me hizo Polo Barriga, yo me quise hacer el interesante, él se descontroló, se fue y dijo: “esto no es lo mío”. No hay determinación posible ni absoluta. Parece que es mejor desentenderse no más del yo pretencioso que quería siempre cosas que nunca se llevaron a cabo, o tal vez sí, ¿qué será no?, lo único que sé es que no dejan.

Alguna vez usted dijo que “la provocación y el desquicio son ejercicios a los que los artistas deben estar sometidos, y que la demencia es el único territorio posible”, ¿sigue pensando lo mismo?

Ahora más que nunca, o menos, no sé. Ese el territorio de la amplitud. El cuerpo era un territorio. Esa puede ser la digresión posible del reaccionario por el arrebato, ya que no hay discurso hilarante suficiente. Los criterios son vacuos y no hay cómo reforzarlos ni rebatirlos. Lo que conviene leer es un libro llamado “Manual para reaccionarios” de Otrova Gomas. Ahora me emocioné con un libro que habla sobre la teoría de la Malinche, ahí pueden haber muchos secretos que desenmarañen porqué somos tan gilipollas de este lado del mundo. Aquí los arqueros creen que pueden ir a meter las manos en el área rival. El fútbol es más falso que el amor. Con la digresión se pueden dilucidar muchos conceptos. La pintura trasciende los linderos de la democracia dialéctica y específica del gusto, trasciende lo bueno o lo malo. La pintura tiene esa virtud más que cualquier otra arte. Si bien la música ofrece garantías de placer, no es concreta, es abstracta. Pero parece que la música y la melancolía son verdaderas, ahora no se sabe porque estoy más loco que nunca.

Pero su locura es a través de la pintura y no al revés…

Quizá un tiempo pintaba como salvaje, la época cuando regresamos de Australia. Estaba estrenando nueva hija, nueva casa, nueva vida. Era mejor. Sólo el almuerzo era malísimo, porque una señorita que iba a cocinar no tenía idea, pero me la bancaba. Estaba en deuda con saberme, no me las daba de pintor ni nada. Es curioso porque ahora me podría dar de pintor, pero ya no pinto. No puedo forzar la máquina porque se avería el tubo de escape. La derrota es el único triunfo.

¿La libertad del trazo siempre va de la mano de una profunda catarsis existencial?

La pintura debe reflejar eso, mejor si es libre o temerosa, he ahí el registro de la danza de la mano. En oriente el trazo es la danza de la mano. Eso es lo que hablaba Katsushika Hokusai, un grandísimo grabador y pintor japonés del siglo XVIII. Se intelectualiza el proceso y se preconcibe en la cabeza. Después quise pintar sin hacerlo, pero cuando quise saber lo que quería pintar se me jodió todo. La única mente libre es aquella que se repliega en su vacuidad. Sucede que no hay muletas, sólo tropezones y lava pies. Como en Buenos Aires, cuando paré el tráfico, lo paré porque me caí y me pegué una revolcada en plena avenida Libertador. En Madrid hay la famosa plaza Lavapiés, es una vergüenza, ahora no es que se van a lavar los pies ahí. ¿Cómo habrá sido Goya y Lucientes? Ese era pintor, ahí sí está clarito, la pintura es lo más claro. Te prometo que de los géneros artísticos la pintura es la más generosa, es todo, es la historia. Ahora resulta heroico para el que se atreva a pintar, porque fotoshop destroza cualquier pretensión, es una trampa y en minutos se puede hacer cualquier garabato. Es un severo error. Que se vayan a la mierda. Con eso se desnudan las incapacidades y la incompetencia de cualquiera. ¡Ya qué trazo ni qué trazo! Yo sigo de bajada, chocado, sin licencia, no ha de haber parqueo y encima con pico y placa. Hay demasiados cojudos en carro. Esto es una panacea al revés. (Luigi vuelve a cantar): “Estoy cansado porque el mundo me hizo así, no puedo cambiar”…No conviene el ejercicio del cambalache. Encima Andrés Iniesta, el que hizo el gol del campeonato mundial de España en Sudáfrica, resulta que es cobarde, o sea joto. Pobre Iniesta. (Luigi vuelve a cantar, esta vez una canción de Julio Iglesias): “dicen tantas cosas, que ya no se saben qué decir”. El otro día estuvo buena esa fiesta a la que fuimos, estaban los amigos escribientes colombianos Antonio Correa y Omar Ospina, son buena onda ellos, son muy despiertos. Pero se confundían entre mi hijo Cayetano y Calamaro, para ellos son una misma persona, yo no entendía nada. Cayetano tiene once años, está en clases de teatro, y sale en un concurso televisado. Él tenía que haber ganado el otro día. Es que el triunfo es mentira, es ilícito, no se puede ver cuál gana, ahora resulta que el amor es eso, saber quién gana entre el hombre y la mujer, esa es la sapada y no es por ahí la cosa. No puede haber jerarquía en la potestad del triunfo. No hay que advertir juicios del fruto del árbol de la sabiduría. Caminante no hay camino…

¿Sólo hay chaquiñán?…

Sí pues. Sólo se quema el tiempo. Por eso no conviene hacer daño a nadie. Pero parece que el objeto de la vida es ese. ¿Sí has oído esa canción del uruguayo Jaime Roos?, (Luigi canta otra vez): “y fue así que me dijo, no te enamores de nadie, me dijo, no te enamores de nadie…” Los uruguayos son tiesos. Forlán es el más bravo ahora. Hace un tiempo también estuvo aquí Eduardo Galeano en una entrevista con Xavier Lasso.

El arte es una ilusión eficaz psíquicamente, y sus cuadros han cacheteado la imaginación de mucha gente, ¿cuál cree que es el papel que la imaginación tiene en la vida anímica?

¿Crees que he hecho eso?, yo no creo, no he podido, tampoco era mi objetivo porque mis intentos son limitados. He fracasado en la búsqueda de un papel digno. La pintura entonces es un papelón, la gran pavada de mi vida. Esa ilusión artística es poderosísima. El poder de la imaginación es no darle la posibilidad de elegir. Imagínate, figúrate. La figuración libre. En ese caso la pintura es la libertad, pero si vienen a obligarle a uno, entonces estoy jodido. Resulta espeluznante que para ser auténticos tengamos que desechar cualquier talento que creamos tener.

Siempre ha llamado la atención su visión fatalista de la vida desde la ironía y el pesimismo llevados con humor y desvergüenza.

No era así la cosa. La mofa, el sarcasmo, la ironía y el cinismo transformáronse en tedio y rutina. Esa es la incongruencia y la cojudez. Uno es como un panfletario testimonial y absurdo de información, encima hecho el chistosito con el sexo, es un discurso reñido, con sexo y humor se hiperboliza la incompetencia de la especie, a veces me excedo y traslado una carroña burlesca en la tela. La propia canción es la de Los Iracundos que dice (Luigi vuelve a cantar): “fatalidad aquel encuentro fue/ siendo tú como yo/ fatalidad mañana ¿dónde vas?/ no lo sé / ya veré dónde voy / en el bar estabas tú el día aquel en yo te conocí…hablando contigo pensé jugar con tu amor / fatalidad…” Pero acá el más duro creo que es Gerardo Morán, él está revolucionado el medio de la desvergüenza, está loco el pelado. Hay que poner mucha atención cuando se dice indio ca soy, a la larga ese es el único orgullo, yo me aferro de gana a esa intencionalidad porque de origen quiteño no tengo mucho, pero la crianza en el medio ya justifica el deterioro.

¿Hasta qué punto usted vive con esos personajes atormentados que lo arrastran y que siempre retrata?

Quizá me deshice de ellos y estoy más limpio. Esa es mi propia digresión, tipo una defunción de miembro viril. Es vergonzosa toda práctica. He pintado muchísimas caras, eso sí, acumulo, y lleno y lleno y lleno la tela. No tengo idea, lo único bueno es que no me he visto al espejo en meses. El referido de uno mismo es caduco porque la verdadera guerra es entre jóvenes contra viejos. Parece que el verdadero sentido es el de dar, sacar partido y luego ser expulsado. Se entiende que en el amor hay que dar y no recibir, entonces si la función de vivir es el amor, ¿a qué estamos jugando?, ¿no lo sé? Ya se acaba la fiesta y no hay nada que hacer.

Usted es un cronista de la ciudad decadente, viciosa, sórdida, abyecta, ruin y marginal. Pero su testimonio parte siempre desde la burla, nos lleva del humor a la reflexión, donde cruje el cruel reflejo de uno mismo. ¿Siempre quiso retratar las pasiones y aberraciones más perversas del hombre? 

Y más altas también, supuestamente, en el espectro de lo posible. El testimonio también puede partir de la reflexión a la burla. La mofa de espécimen humano es fundamental. Pero no sé si sea burla, no tengo derecho de burlarme de nada. El escritor francés Rabelais en el siglo XVI hablaba de una mofa conductora en su libros “Pantagruel”, escrito en 1532, y en “La obra Gargantua”, escrito en 1534. Yo no sabía qué era lo que había que hacer, pero así salió lo que hice. No es lo que uno quiere, sino lo que a uno le sale. El que escupe al cielo no puede burlarse mucho. Hay que someterse a este castigo no más: si vas a pecar con tu mano derecha córtatela. Ya no sé lo que es el pecado. La opción de la pintura debería ser la de crujir, tiene que ser automáticamente lícita, hágase lo que se haga, por eso permiten hacer malandreses, pero no hay juicio, eso dice la canción de Chico Buarque de Hollanda y Milton Nacimento: “Oh qué será qué será/ Oh, qué será que será/ Qué anda suspirando por las alcobas /Que anda susurrando versos y trovas /Que andan escondiendo Bajo las ropas /Que anda en las cabezas y anda en las bocas /Que va encendiendo velas en los callejones /y están hablando alto En los bodegones /Que no tiene vergüenza Ni nunca tendrá Lo que no tiene juicio… No sé si fue mi intención pintar esas aberraciones del hombre, he fracasado en ese intento, es que la mayor facultad de la mente es el olvido. Yo ya me olvidé de pintar, y no como un registro escolástico. Todo es como un periódico de ayer. Me olvidé de vivir, así dicen unos que hacen relajo. La gente huevea tanto que en el 2004 cuando tuve una exposición en el Museo Municipal de Guayaquil, se acercó un individuo y me dijo: “mucho gusto Luigi, yo soy el pintor Enrique Tábara”. Y no era, estaba farseando, no sabía qué hacer porque yo sí le conozco a Tábara. En el 2004 creo que pintaba más, estaba Rosalba al lado mío, eso quiere decir que ella sí se la bancó. La intencionalidad mía a larga puede ser irritante para muchos, es difícil decir cualquier cosa. Ese puede ser el valor del contacto de la sensibilidad: los méritos que devienen gravámenes. Sucede que después ocurren cosas que uno creía que tenían que haber ocurrido antes, es mejor que no haya metido mano y estar al margen de cualquier discurso. A lo mucho les ponía apodos a los compañeros del colegio y les hacía los dibujos de ciertos deberes. Fuimos a Galápagos en el paseo de fin de año de sexto curso, algunos amigos fumaban grifita sin miedo, y yo no fumé. Quizá yo era como medio deslindado, por eso me hice arquero, dizque el arquero es el especial, pero es el sobrero de siempre. Aquí ya le nacionalizaron al guardameta argentino Marcelo Elizaga, no se entiende nada. Si apuestas a ganador, pierdes. Es igual que ahora, que quiero hacer con la palabra la pintura, pero no sale.

Pero con la palabra usted tiene una facilidad que asusta, y esa es precisamente una de las intenciones que tuvimos para hacer este libro: extraer el poeta de oralidad que es latente en Luigi…

Todo va a resultar pírrico, porque es un parapeto local. Más que sea eso, dejar que hable, pero para qué. Cuando se aprehende la palabra en exceso puede resultar perturbador para el interlocutor y uno no sabe cuando callarse. Me dicen: “¡ya pues, deja hablar!”. Ojalá alguien dijera: “déjenle pintar al cojudo”. Es que inmediatamente agarro un trampolín y empiezo a hablar huevadas, una digresión vergonzosa. Es como ser un gregario, ahí viene el problema del verbo cuando se hace carne: el drama de la cruz. Perdonarás Andrés que te quite el tiempo y hable demasiado, que hagas este esfuerzo de venir a soportarme es mucho pedir. Si es que hablo tanta huevada, quizá algún mérito tenga el ejercicio pictórico de tantos años. Después de pintar conviene callarse, ya no hay nada de qué hablar. Pintar es más digno que hablar porque la palabra está en constante proceso de mutación y se corroe. Las palabras duelen, el adjetivo toma partido y es un universo propio. Lo triste es que todo esto se dice a duras penas en español, si estuviese hablando en otro idioma quizá todo sería mejor. Es que en el sentido estético de la observancia se advierte el color de mundo, la estridencia visual es lapidaria e inmediata. Pero entendí que artísticamente los poetas siempre estuvieron en el primer nivel. Conviene desechar la confrontación, quizá por eso no queda más que estar solo y vivir bajo estas circunstancias.

Pero usted eligió esta especie de auto marginación en la que vive…

No tengo otra, no puedo ser selectivo y pretencioso. Es triste porque no tengo ni un cuadro mío, si quisiera tener, pero no hay como: se me llevan todo. Me extorsionan, y por gil me han hecho claudicar, ese debe ser el objeto de vivir. Lo triste es pensar que ya no se puede. Toca hacerse como el terrible Martínez que se suicidó en la Plaza Grande.

Pero Luigi no tiene una vocación suicida, es un término demasiado hedonista…

Quizá a corto plazo, porque el suicidio llega pero demasiado tarde. Tampoco tengo una vocación vitalicia. Es que el escarnio y el premio son relativos a la nada. El tiempo es lamentable para cualquier alcance y todo desgaste es vital. Quizá por eso no puedo devolver el cariño que mi familia me ha dado. Ahora seguro me quedo prendido hasta que salga el sol forzándome hasta que me duelan los tendones, aquí no hay nada mejor ni peor. Lo que tú estás haciendo es muy gentil, deber ser arduo, es como hacer bocetos y enseñarle al retratado a ver cuál le gusta. Mucha vaina. El referido que sale de la boca es peligroso, no lo que entra.

Luigi, un poco para atar los últimos cabos que quedaron sueltos, aunque con usted nunca se sabe qué pueda pasar, me podría decir: ¿cuál es la riqueza de lo grotesco?

La que fuere, si es que es. Quizá sea una pobreza. Hernán Rodríguez Castello hablaba del esperpento en mis cuadros, puede ser, yo no sé. Pero no creo que hice mucho esperpento, ni groserización algo habrá salido en algún rostro que pinté. La mofa es fruto para la creación. El rostro transmite el tema y esa puede ser la exigencia en la tela. Esa riqueza es la única que hay a nivel humano, el espécimen es eso: una desgracia total. Peor para establecer cánones de conducta de lo que está bien o mal. Ahora todo se rige por ahí, y peor con la complicidad de la prensa que es pura chismografía. Entonces el error ya no es decir yo sino nosotros. De ahí resultan las confrontaciones y eso no se puede: no puede ser que uno tenga que esperar a ver cuál gana. Es que un principio el pintor era valioso, por eso fue tan necia la práctica de insistir en pintar: pintar era bellísimo, y no hay rivalidad, tiene que ser un empate con uno mismo.

 ¿La autodestrucción es una forma de sobrevivencia que el artista debe pagar por su obra?

Eso ya no depende de él, siempre se baila al son que le pongan. Cuando uno va a una fiesta no es que puede exigirle al disckjocker la música, ya no permiten eso. Ya no hay comodín. El tiempo es el determinante y eso no es potestad de nadie. La pintura destruye más que la autodestrucción, eso es más delicado, pero puede ser constructivo también. Es un cuestionamiento muy severo. Eso de la eliminación del diálogo interno me enseñó el amigo poeta Pedrito Moreno que murió hace diez años cuando él sólo tenía 40.

¿El alcohol y las drogas son una especie de defensa y muro que usted opone a la realidad, son un escape a la enfermedad o son una forma de ver las cosas más claras sin verlas?

Eso y todo lo contrario. Ya está tipificado en el código penal y por eso no dejan tener hábeas corpus. Sí debe ser una cobardía. Un escape a cierta soledad insobornable, al ahueve y al hecho de ser así. Ahí viene el querer sacar ventaja y agarrarse de alguien para ganar el partido de cualquier relación, por eso no se puede jugar fútbol solo. Todo adjetivante confluye y esto ya empata, pero igual se pierde porque va a tocar entregarse al primer carro de policía que pase. Así decía Luis Aguilar en una película.

¿La pintura puede derrumbar las barreras entre arte y vida?

Durante la ejecución, ese es el enajenamiento. Da lo mismo la culpa o el mérito. Es la dopamina de una hormona externa. Por cientos de años han intentado ese derrumbe, pero de puro necios. Pintar era el punto, sembraba la historia y sembraba las fotos que no existían. La fotografía también fue perjudicial. El derrumbamiento implica aplacar, es un derrotero, es como robarle los centavos a los ciegos que piden caridad, así de pírrico resulta todo intento. Y el dinero dibuja eso, el billetaje del monto: esa es la miseria. Más bajo y absurdo son las operaciones de implantes que se hacen unas actrices jóvenes argentinas.

¿Quizá la obra en su conjunto no sea más que una excusa para no morirse?

Fue, fue, parece que pintar ahora es de giles.

Si tan dramática se volvió la pintura, ¿cree que se podría dedicar a escribir?

Imposible. La escritura también era, los poetas tendrían que haber muerto. El inglés era el idioma de la poesía, por eso se abrevian las raíces lingüísticas. Dizque todos los gringos son poetas. El español al ser tan barroco se enmaraña más. La conducción política de izquierda o derecha es mentira. Moliere, Jean-Baptiste Poquelin, se empezó a burlar de todo y elevaba a mofa la conducta mezquina de la raza humana. Un trazo pictórico sería bellísimo, más que sea siniestro. Y con lenguaje taurino huevean cuando dicen: ese matador es diestro. Para evitar el confronto entre hombre con hombre, crean la lucha de hombre contra animal, que puede ser lo mismo.

Óscar Wilde decía que hay dos tragedias en la vida: la una es no conseguir lo que sueñas, la otra es alcanzarlo…

Se puede quizá dejar todo a medias, ni lo uno ni lo otro. Es lo que me pasa con las películas gringas, que la mayoría sólo puedo verlas hasta la mitad. Es escandalosamente miserable el reporte estadístico, que a lo sumo viene un indicador financiero que se balancea, vayan a la mierda. No hay chance de nada. Un tiempo leí con devoción a Giovanni Bocaccio, Rimbaud, Antonin Artaud, de él vi unos dibujos bellísimos que hizo en Venecia. Leí recién “Club de la Pelea” de Chuk Palahniuk, lógicamente es mejor el libro que la película, es que un libro no es un guión. A Cioran siempre lo releo. Ahora no tengo tiempo de leer esos libros gruesos que quisiera, ni de ver películas tampoco. Tendría que estar haciendo un retrato para Tomasito (nieto) porque pasado mañana es el cumpleaños, pero se me complica y no me puedo ilusionar, es mejor retirarse y renunciar.

Un cuadro es una cosa que exige tanta picardía, malicia y vicio como cometer un crimen, y quizá haya que falsificarlo y añadir un toque de naturaleza…

Esa falsedad se ve clarita en el cine. Hecha la ley hecha la trampa.

Alguna vez le preguntaron acerca del erotismo agresivo y violento que existe en su obra y usted respondió: “que pintar esos cuadros fue como volver a perder la virginidad”. ¿Todavía sucede lo mismo?

Seguro que sí, y cada vez más. No creo que pinté la malsanidad ni el deprave corrosivo. Nunca alcanza para ser transgresor tampoco, ni con el bagaje de acumulación de experiencia. Ninguna respuesta mía es definitiva ni conclusoria, no hay verdad ni autoridad, no pasa de ahí. Hay que quedar en suspenso, no se puede ser jefe de nada. El objeto de vivir no puede ser poner nombres y apellidos y la cantidad de coitos que cada individuo ha tenido. Es una miseria, es como el dictamen del diagnóstico de los médicos para contar la cantidad de glóbulos blancos, la mielina y demás.

¿Cree que hubiese sido un buen arquitecto?

Quizá era más fácil, ahora hay tercer asistente de diseño creativo y más muletas. Es que yo no sabía qué estudiar y estudié arquitectura porque quería complacer a mi padre, ¿qué más iba estudiar? Un buen pintor hubiese querido ser.

¿Cuándo fue la última vez que hizo un boceto para un cuadro?

Hoy mismo con el humo. Antes hacía como diez bocetos para un cuadro. Ahora no hay ni tiempo de pintar cuadros originales.

¿Cómo titularía a toda su obra?

Irresoluta.

¿Con qué personaje de ficción se siente identificado?

Con Flash Gordon y el Hombre Araña.

¿Qué piensa de la posteridad?

 Tendría que haberme preocupado antes, si es que había que preocuparse, pero no pude. Soy ajeno a eso, nadie pasa a la posteridad, aunque se intente aportar en algo. La antropometría del cuadro es importante. Si tengo que escoger me quedo con los cuadros grandes. ¿Pero cuál es el objetivo mismo de vivir? Sólo es tiempo, nunca va a ser completo lo que uno crea o alcance. Por eso en México se traicionan tanto.

 Si tendría que escoger tres libros que lo acompañen hasta su muerte en un estado de aislamiento, ¿cuáles serían?

 Los que quieran dar, los que haya. Pero bueno, serían: “El Jugador” de Dostoievski, “La puta de Babilonia” de Fernando Vallejo y “De lágrimas y santos” de Emil Michel Cioran. Pero acuérdate que Jesús es importantísimo en mi vida.

 Estos últimos años un escritor importante para usted ha sido el colombiano Fernando Vallejo, quizá porque es una extensión de la sensibilidad de Cioran, ya que los dos autores comparten el mismo cinismo, nihilismo, desgarradura e ironía, componentes esenciales para usted.

 Sí pues, es que no queda otra más que esos componentes. Es como el arquero que va a tapar un penal al final del partido, pero uno siempre va a volar para el otro lado, es miserable esa condición que dibuja la vergüenza. Tú me introdujiste a Vallejo, con ese libro buenísimo llamado: “El desbarrancadero”. El cabreo de Vallejo es porque está muy dolido, pero es un gran provocador y humorista, como cuando dice: “Iba el bus atestado de gentuza, que es lo que produce hoy día esta mala raza paridora. ¿Cuántos hay que contar en la monstruoteca para encontrar una belleza? ¿Mil? ¿Diez mil? ¿Cien mil adefesios? Mírense en el espejo antes de copular, de engendrar, de concebir, de parir, cabrones, ¿o es que tienen miedo que se les pierda el molde, el excelso molde?…Está loco rematado el pelado

 Aparte del cine mexicano, ¿qué otras preferencias cinematográficas tiene?

 Todo lo de Marlon Brando y Natalie Wood. Pero al igual que Fellini, yo lo que quiero es tomarles el pelo a todos. ¿Crees que el actor mexicano Anthony Quinn sea familiar del guardameta español Pepe Reina? No se sabe, quizá sí.

 ¿Hay algún pintor cuya obra le desagrade?

 Todos, son unos gilipollas, la televisión cagó la pintura, y con Plasma peor. Al comienzo no me interesaban mucho los impresionistas, pero después resulta que eran los mejores.

 ¿A quién considera una gran pintora?

 A Mary Casatt, la pintora impresionista. De aquí me gustaba la pintora Carol Linberg, con ella bailamos una vez en la 18 en Guayaquil, además de Verónica León y Pilar Bustos. La poesía es pintura también, dibujadamente las letras desprecian el alma, que es a lo que se reduce la pintura.

 ¿Su predilección musical?

 Los Iracundos. Pero nadie va a alcanzarte a decir la plena.

 ¿Qué les diría a los jóvenes que empiezan a pintar?

 Que se vayan a la mierda, pinches cabrones, están hueveando, no jodan. No pues, que va, cómo voy a decir eso, ellos ya saben que la pintura es lo más lindo y hermoso que hay.

¿Y a sus amigos pintores?

 Que no hueven más…, no pues, eso tampoco puedo decir, que muchas gracias por todo siempre. Al final resulta que mientras más canalla es la persona más buena gente es, o al revés.

 ¿Qué es lo mejor que se extrae del fracaso?

 Ese es el único triunfo.

 ¿Hasta cuándo cree que será abrumado por el tedio?

 Cada vez peor y más. Conforme más lúcido entiéndase uno más hecho flecos sale.

 ¿Qué cuadro le hubiera gustado pintar?

 “La muerte de Marat” de Jaques-Louis David, él es el pintor más grande para mí, murió en 1825 cuando tenía 37 años.

¿Cuántos cuadros calcula que usted ha pintado?

 No se sabe, no se podría decir eso, quizá unos dos mil o cuatro mil. Yo no sé.

 ¿Cómo quisiera que lo recuerden?

 Ni recuerdan ya, ¿ya te recordaste?, ¿cómo te vas a recordar si estás dormido? Si es que uno ha sido, porque parece que ni he sido.

¿Qué escribiría en su epitafio?

 “Aquí yace el que vivió desde siempre registrado y tipificado”. Lo curioso es que la única vez que tomé hongos cuando tenía 22 años, vi que se me salían los dedos por las venas del brazo, y ahora veo y siento eso todos los días. “El mundo es ancho y ajeno” como diría Ciro Alegría, no hay posibilidad de nada. A lo sumo dárselas de pintor por treinta años, sin afanes sempiternos ni de reconocimiento, peor del tipo epitafio.

 Inevitablemente cito a Cioran cuando dice: “resulta increíble que la perspectiva de tener una especie de biógrafo, no haya hecho renunciar a nadie a tener una vida”.

Ahí está todo pues, ¿qué más se puede decir?

¿Hay algo más que quisiera decir?

 Don`t speak. Say no more. Ojalá pueda decir algo más pictóricamente. (Luigi se para, cierra los ojos y canta el tango “Balada para un loco”): Ya sé que estoy piantao, piantao, piantao,/no ves que va la luna rodando por Callao/ y un coro de astronautas y niños con un vals/ me baila alrededor/ Ya sé que estoy piantao, piantao, piantao,/ yo miro a Buenos Aires del nido de un gorrión/ y a vos te vi tan triste; vení, volá, sentí/ el loco berretín que tengo para vos/ loco, loco, loco, cuando anochezca en tu porteña soledad/ por la ribera de tu sábana vendré con un poema/ y un trombón, a desvelar tu corazón/ loco, loco, loco, como un acróbata demente saltaré,/ sobre el abismo de tu escote hasta sentir/ que enloquecí tu corazón de libertad, ya vas a ver…

 Salgo del taller de Luigi a las 7:00 am. Dichosamente abrumado por toda esta caótica información. Estas últimas cinco horas con Luigi fueron maravillosas y sagradas. Ya tenemos librito. Amén.

 

 

Luigi Stornaiolo: Quito, 1956. Ha realizado más de una decena de exposiciones individuales en Ecuador, y ha participado en exposiciones colectivas nacionales y extranjeras (Perú, Brasil, Canadá, Australia, México, Bélgica, Puerto Rico, Miami, Nueva York, Venezuela). Obtuvo los premios: el de Caricatura en el Salón Municipal de Quito (1986), y el Mariano Aguilera de la misma ciudad en 1989 por su obra Gavillas advenedizas haciendo tabla rasa II. También ha participado en las Bienales Internacionales de Cuenca (Ecuador), Sao Paulo (1987, 1994), Trujillo (Perú, 1988), Venecia (Italia, 1995).

 

 

Andrés Villalba Becdach: Quito, 1981. Estudió Comunicación Social en Quito y Literatura Hispanoamericana en la Universitá La Sapienza en Roma. Colaborador de varias revistas culturales, ha publicado los libros de poesía: ‘Cuaderno Zero’ (Eskeletra, 2010), ‘Obscenidad del vencido’ (catafixia, 2010), ‘Menos que cero’ (Honda Nómada, 2011) y ‘Muñones’ (Eskeletra, 2011).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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