El poeta Carlos López Degregori entrega Variaciones Victoria (2022) con el sello Máquina Purísima, una pelea poética mano a mano con la muerte y la condición humana.
Por José Carlos Picón*
Crédito de la foto (der.) www.ulima.edu.pe /
(izq.) Ed. Máquina Purísima
Los latidos de la vida en la muerte
El punto de vista interior desde el que la vida se aborda, va reforzado de tensiones. Pero cuando ese punto de vista se ubica, además, en el crepúsculo de un recorrido, la propia auscultación es refractada en múltiples estancias de reflexión y sabiduría.
En su nueva entrega, Variaciones Victoria, el poeta Carlos López Degregori, no solo desnuda los motivos de su viaje íntimo por el alma mediante un repaso, también va en búsqueda infinita hacia el significado escurridizo de su existencia.
¿Quién es Victoria? ¿Aquel cráneo vacío al que lúdicamente nombró, que interpela al poeta durante una lluvia de meteoritos musicales lanzados por Bach? Desde su estante, esa olvidada presencia ambigua, ha sido recordada por capricho del tiempo. Y el confinamiento forzado abrió camino al ejercicio de la escritura, al autoconocimiento.
La madurez de López Degregori permite, en este libro, que sus composiciones en prosa hilvanen la vida de Victoria, una pieza ósea inerte, metáfora de hueso de la humanidad, con los trazos más variados, referencias culturales, anécdotas de vida, recuerdos, lecturas, confesiones.
Es decir, los textos de Variaciones Victoria, título dialogante con las variaciones Goldberg de Bach, son híbridos, recogen herramientas del diario, las memorias, el ensayo, la poesía lírica y la visual, el aforismo, la prosa poética; es inabarcable como incatalogable. Su lectura exige de soltura, como un procedimiento psicodélico, invita a dejar, estoico, que la sustancia opere en el organismo.
Treinta y dos fragmentos de existencia, de investigación, de asombro, de juego. De esto está compuesto el libro publicado impecablemente por Máquina Purísima. Una suerte de memoria fragmentaria, un collage verbal ―como la galería visual que acompaña la edición―, articulado por las edades que habitó y habita el poeta. Este pequeño laboratorio de explosiva y a la vez, decantada y contenida contemplación, funciona como pretexto para deambular por una historia cultural personal, aquella que López Degregori evoca, como caudal alterno al de una megaestructura de redes y circuitos orgánicos parecidos al micelio de los hongos silvestres.
Así, además de Bach, van apareciendo disímiles, Gould, Rubén Darío, Poe, Pessoa, Keats, Andy Warhol. Asimismo, menciona el poeta, durante su descarga, museos del mundo que visitó, piezas artísticas y arqueológicas como la momia Juanita, la dama de Ampato. Igualmente, como hitos en el camino, hace un recuento gramatical de relatos míticos, ecuaciones matemáticas, personajes históricos, poemas, películas. Busca los recursos para dar forma a su Vanitas (subgénero artístico que enfatiza la importancia de la muerte como fin de los placeres mundanos), como él mismo llama a su obra última, ya que, Memento mori (frase latina, en español, “recuerda que morirás), a través de un Extispicium (predicción mediante la lectura de las vísceras).
Llamando al doctor Borg
-Doctor Borg, acercarse a la mesa de vivisección. El doctor Borg en su escritorio, inicia, en la película de Bergman, a examinar sus sueños, emprende el periplo por una secuencia de hechos irresueltos en su vida. Heridas que son las de la humanidad golpeada, las del poeta. Ventilar las grietas puede ser peligroso pues revienta la vulnerabilidad en el rostro del mundo. No obstante, si el proceso va relatándose ad portas los setenta años, es el momento. Victoria está lista. El cráneo, el hogar, el refugio. La sonoridad del eco dentro del vacío.
Carlos López Degregori, ha elaborado, en 32 movimientos y una coda, el registro de la pertinacia al enfrentar, con dolor y con risa, con estoicismo y drama, las fracturas, los pánicos silentes, la angustia como abultada alergia bajo la piel, en el músculo, en las vísceras, en los huesos. Un registro, qué duda cabe, parcial, incompleto, finito. Qué poco se puede hacer ante la muerte, que acecha, como una hiena herida, entre las matas, la caída de una cría de antílope.
*(Lima-Perú, 1979). Poeta. Periodista por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Se desempeñó, recientemente, como periodista en la Presidencia del Consejo de Ministros del Perú y redactor en el suplemento “Luces” del diario El Comercio. Ha publicado en poesía Tiempo de veda (2006) y Canciones de un disco cualquiera (2013).
**(Lima-Perú, 1952). Poeta y ensayista. Se desempeña como docente en la Universidad de Lima (Perú). Ha publicado en poesía Las conversiones (1983), Cielo forzado (1988), El amor rudimentario (1990), Aquí descansa nadie (1998), Retratos de un caído resplandor (2002), Una mesa en la espesura del bosque (2010), La espalda es frontera (2016), entre otros. Sus poemarios son los capítulos de un único libro titulado Lejos de todas partes 1978 – 2018, escrito a lo largo de cuarenta años y publicado a finales del 2018. A la vez, ha publicado en poesía las antologías de su obra Campo de estacas (Colombia, 2014), Herida de mi herida (Chile, 2015) y 99 púas (España, 2017). Su último libro es A mano umbría, un volumen de límites borrosos que reúne memoria, testimonios, poemas en prosa, componentes de ficción y ensayos.