Crítica y selección de poemas por Aleyda Quevedo Rojas
Crédito de la foto (izq.) Ed. En danza /
(der.) el autor
Los finos bordes de la palabra.
La poesía de Alfredo Luna
Toda la intemperie que la poesía es capaz de entregar. Todos los finos bordes brillantes de las palabras convertidas en versos, poemas, música… todo eso es posible tocar en el poemario Testigo infiel del argentino Alfredo Luna. Quizá, porque casi todo lo que está adentro, siempre impacta sobre lo que está afuera, y viceversa. En éste libro, el ingenio y el dolor, son capaces de sostener hasta la nausea el peso del cuerpo de la poesía y desde allí saber volar (hábil y silencioso) bajo el signo del viento. Levedad y fuerza le han sido entregados a éste poeta. El poeta sabe que desnuda su alma y vestido de palabras decodifica sueños y deseos, angustias y hastío. Una poesía limpia y sin pretensiones, transparente y muy trabajada hasta el centro de la luz.
Alfredo Luna ha escrito siete libros de poesía y mantiene dos inéditos, en casi todos, la constante es el deslumbramiento doloroso por la vida y la muerte. Enfermero profesional, la mayor parte de su tiempo está consagrada a cuidar de los demás y a contemplar de cerca el milagro de la vida y el asombro ante la muerte, y en ese tránsito la enfermedad, único estadio donde el ser humano se despoja de toda vanidad y del fuego del odio. Ese estadio lo conmueve y purifica. La otra parte del tiempo lo dedica a la lectura y a su promoción. Su amor por los libros y su generosidad para difundir los poemas de los otros, hacen que ese trabajo de las noches y los días tejiendo y destejiendo palabras viejas y nuevas que luchan en su memoria, sea en verdad admirable. Y el amor, toda la intemperie del amor salvándolo de la locura. Conversar con él es un viaje aleccionante. Todavía recuerdo las historias que me contó en torno a su amistad con Olga Orozco.
7 poemas de Alfredo Luna
V
beberás todo el plasma de la noche
para que sea posible hundirse
en la carne luminosa de la palabra
desbordarás el duelo
y tendrás que ser la lluvia
y decirlo.
Los gestos se ajustan en el revuelo
quiero devolver
la llaga viva de amarte
la música del perfume
que abre las puertas del frío
y toda la intemperie.
Un vaso de sed colma el regreso
yo
el de antes intrépido ángel obsceno
el mismo que se ha perdido
en las puertas del abismo
y del milagro
con el hocico disidente
y los huesos de la noche
voy volviendo a este regazo de viento
sin tribu
sin dios.
Esta luna en acuario
cuando el diablo soltó sus cabellos a la siesta
y las piedras hablaban
de nosotros desde una edad sin memoria
esta fantástica tierra me trajo desde el viento
una triste melodía de retamas
alza su letanía de fuego
y la noche se enturbia
y siento un súbito silbo de ángeles viejos.
Esta sed, esta lumbre
señor
que mi corazón sea más grande que yo
y guarde constelaciones de pájaros
en cada agujero de luz
que mis manos sean más dulces que esta boca de decir
y ponga las espinas en el sitio preciso
porque la enfermedad se estanca igual que fango ardiente
dios
un día te soñé bueno
y querido amigo de la alegría pero
pusiste el dolor
para que nos falte el respeto
con la argamasa de ese hambre
te suplico
¿me oyes?
Tanto silencio no indulta
…aquí estoy con el sueño y el deseo
gastado de palabras y desnudo.
Enrique Molina
después de tu boca la mía es otra
la ternura de tus manos hizo fuego
con la madera de mi cuerpo
el tiempo, harina
harina, no pan
¡ay, si pudieras decapitar mis heridas!
La palabra no deja dormir
Poesía:
estoy listo
implacablemente listo
para arder.