Loretto Rafanelli, los recintos de su mirada

 

Por Sofía Gamboa Duarte

Colaboración Víctor Rodríguez Núñez

Crédito de la foto www.la-convencion.blogspot.com

 

 

Loretto Rafanelli,

los recintos de su mirada

 

 

Basta leer un solo poema de Loretto Rafanelli* para sentir de golpe su intensa sensibilidad. En un mundo donde sus habitantes se han acostumbrado a la violencia y transitan sus días indiferentes al otro; donde las noticias de suicidios, atentados, secuestros, asesinatos, invasiones y guerras son reseñas ajenas para el autómata trabajador que se mantiene inmerso de forma pasiva en su cotidianeidad, el poeta siente el dolor de los protagonistas de aquellas noticias, vive la tragedia en carne propia y frente a sus ojos, es capaz de trasladarse a cada individuo y a sus familias en una profunda empatía que lo lleva frente a su ordenador para escribir y hacer de cada historia un homenaje y una plegaria.

Loretto Rafanelli entrega su llanto sin lágrimas en un poema a los estudiantes de Ayotzinapa, en México, por su sangre esparcida en la matanza infinita frente a la impunidad descarada de un gobierno y de oportunistas políticos; o bien, declama la voz del desierto que nos trae el pan del tiempo entre Saltillo y Torreón como un transeúnte de la luz sobre océanos y continentes.

Un hombre que sabe lo que es el dolor, la muerte, la ausencia y la distancia, nacido en la posguerra del 48, Loretto Rafanelli grita en sollozos de poesía, como desgarradoras notas de un violonchelo, el llanto de la humanidad. Pero no toda su obra versa sobre la tragedia o el dolor, hay elementos recurrentes como la calidez, la humedad, la esperanza, la vida y la blancura; también escribe poemas inspirados en sus padres, su hijo, el hogar conyugal, la belleza femenina y los amores.

 

 

Las imágenes literarias, la metáfora y la belleza lírica, son las formas mediante las cuales el poeta pone de manifiesto los rincones del mundo donde se detiene su mirada, recintos de sublimidad concentrados en un acontecimiento, en una historia o en un concepto abstracto que se vuelven alabanza en las palabras del poeta boloñés.

Loretto Rafanelli encuentra el blanco en un latido y en un amanecer, están fijos en su memoria los níveos vestidos de las madres, de las novias y de los ángeles; de las niñas y adolescentes. El verano y la calidez son los momentos más disfrutados por el poeta, contemplar y sentir la humedad en mojados campos o en los adoquines de antiguas ciudades. El mar, ese universo azul inconmensurable, es para el poeta italiano aquel refugio a dónde acudir en visitas furtivas para ataviarse de luz y nutrirse de color.

Antes de concluir el año 2017 la editorial Valparaíso, en México, hizo una selección de poemas de Loretto Rafanelli publicados en tres libros: El silencio de los nombres, El tiempo de la espera y El índice de las distancias,  con este material y dos poemas inéditos basados en experiencias del sensible boloñés durante sus visitas a la tierra azteca, se conformó la antología Decir alba y crepúsculo presentada en la Feria Internacional del libro organizada por la Universidad Autónoma de Nuevo León, en la ciudad de Monterrey, México, donde Italia fue el país invitado en abril de 2018, cabe decir que se trata de la única fuente del trabajo de Loretto Rafanelli en español y la única presentación de la publicación con su autor. A continuación hago un breve comentario a cada una de las partes del libro y lo cierro con un poema del autor para que el lector se encuentre directamente con su obra.

 

El poeta Loretto Rafanelli

 

Primera selección de El silencio de los nombres

Las entrañas de occidente están llenas de miedo, de invasión, de llanto y de vacío. Tierra donde los hijos que quieren encontrar a sus padres deben ir a buscar su sangre con ayuda de sus propios hijos. ¿Cómo asimilar semejante devastación interior? Loretto Rafanelli lo intenta con palabras mudas.

Desde la impotencia frente a la crueldad del hombre o de la vida, nuestro poeta escribe para los más lastimados, como el niño que deja la infancia entre velos oscuros, desconsolado por la verdad que lo ha vuelto hombre cuando su cuerpo pide juego y su corazón amor; las mujeres que invocan con ojos de sal o los expatriados que se ahogan en ella, todos en busca de una manera de vivir porque la existencia hace mucho perdió su sentido. Padres lacerados en la guerra que rezan en el recuerdo ciego de indiferentes ventanas la soledad de un vacío que no traerá luz ni amparo ni salida del despiadado hastío. Hombres y mujeres con los ojos llenos de cadáveres, con los corazones en pedazos colgando de sus dedos deambulan en el frio sobre mármol o concreto sin saber por qué la muerte pasó sin llevarlos.

Guerra infinita que estalla en un lugar o en otro, de un mundo siempre bombardeado, aniquilado, devastado frente a los ojos de sus habitantes, de los más humildes dedicados a obtener el sustento diario y en un instante perecen o son mutilados desde el anonimato o por los repulsivos intereses de poderosos administradores. En tanto, quienes hacen la guerra, la dirigen y se aprovechan de ella reposan en cómodos sillones frente a pantallas donde eligen con qué distraerse, divertirse o darse placeres.

 

HANA

Hana S., 16 años, de Mostir.

Su padre e hijo de 5 años fueron asesinados.

 

Hana sonreía atontada

en el guijarral del río;

lo peor de su vida

ya había pasado, el sol era una lumbre

y hacía calor en la fosa,

en la roja primavera

de los Balcanes, Hana miraba

silenciosa y dócil, llevaba

el corazón en la mano, hecho añicos,

quebrado.

 

 

El tiempo de la espera

Aguardar que las calles de una pequeña ciudad italiana se cubran de blanco cada invierno y con ellas las madres, las novias, los ángeles, un latido y un amanecer conlleva para Loretto Rafanelli a la espera de los recuerdos en la escuela de la plaza en Porretta.

Nuestro poeta enuncia la espera de la muerte, de la paz, del amor y del olvido. Espera la separación del hijo; el legado de memorias del padre y la madre, de su sabiduría adquirida con lucha y fatiga, invaluable tesoro para generaciones que quizás, no nacerán. Espera la dulzura de su madre sobre la incertidumbre de una sociedad implacable y la paz en los ojos maternos.

Loretto Rafanelli evoca la espera de las temporadas mudas y de las temporadas cálidas, de tórridos momentos en compañía, en la memoria, en los sueños o en un poema. Espera del mar, del fuego, del sol, de sensualidad sobre la arena, sobre la yerba y en el agua salada. En la alegría de la vida espera dulzura en la niebla, en el pan, en las flores, en la luz, en los labios; espera el amor y la ensoñación. El boloñés espera vivir lo que dura una sonrisa de mujer y no sobrevivir décadas sin plenitud.

Aún en el optimismo más defendido, la humanidad espera guerra, ataques o la muerte en una ambulancia como atajo al descanso eterno. Sin embargo, el mundo actual espera también la hermandad entre religiones iniciada por la muerte de una pareja y de muchos más en ataques de la intolerancia.

 

Reconocer las estrellas

 

Estarás en la dulce niebla que suspende

a los cuerpos en la oscuridad habitual,

cuánto quisiera reconocer las estrellas,

la flor de ese verano,

recuerdo las vestiduras enlazadas de oro,

las piernas desnudas y fuertes

de la luz azul

y aquella belleza que fluía

en los labios como el movimiento

incansable de las mareas.

Y ciertamente, vendrás en esa estación

que evoco y en nosotros se revelará

el bautismo de una hora santa.

 

El poeta Rafanelli participando en el evento Isola Poesia, 2010

 

El índice de las distancias

Loretto Rafanelli ha transitado las distancias entre los refugios del mundo, entre sus horrores y dolores pero también entre sus bellezas y motivaciones. Ha presenciado la magia donde nace una sonrisa, se ha bañado con los matices creadores de risas y ataviado con las caricias de un deseo.  

Las distancias para el poeta italiano traen todo lo que se acumula en el paso de los años: rostros, secretos, palabras, gritos, personas, sombras, el decoro y la lucha por sobrevivir. Nuestro poeta escribe sobre la distancia entre los latidos de una anciana y entre las plegarias, cual burbujas de aliento que surcan el cielo. Distancias entre cada invocación en el corazón de la fe y una respiración consagrada que Loretto Rafanelli mantiene compacta.

Distancias entre la ola de hierro que terminó la historia sin que los niños interrumpieran sus juegos y aquel bebé, aún sin nombre, asesinado de un golpe contra la pared a unos días de nacer. O bien, las distancias entre los indiferentes comensales ante el suicidio de una mujer en el mismo café.

Distancias entre las habitaciones de la casa familiar y la partida de su único hijo. Entre la sobriedad y templanza de la ciudad natal cubierta con nieve y Nueva York, metrópoli infinita donde sus habitantes viven pendidos de un último fugitivo instante. Y las distancias con Chicago, la ciudad fundada en el vértigo, con demasiada luz.

Loretto Rafanelli escribe sobre las aterradoras distancias entre el cuerpo que es carne huérfana nutrida de nada y un parto de hambre. Sobre las crudas distancias entre la lluvia nocturna y épocas de luto. Sobre las distancias entre la felicidad inocente en la nieve y el tiempo abandonado.

El autor hace poesía también sobre las distancias en el aire de mar y el punto que llega a la unión con la alegría. Distancias entre el verano y su encuentro; entre los labios que guardan los signos de un viaje. Nuestro poeta detiene las distancias en las miradas veloces porque la vida, para Loretto Rafanelli, tiene el sonido del mar; su misterio, belleza y profundidad.

 

Decir alba y crepúsculo

 

El verano en la casa de la frontera,

era una soga de calor y de algas,

un mapa de fijos resplandores avanzando

sobre los confines de los Apeninos

extendidos en la rompiente del límite

toscano. Pasajes

escritos en la niebla de la montaña,

en la teoría de las aldeas desiertas.

ahora no sé quién pueda decir: alba

y crepúsculo. O medir

la distancia entre nosotros. Pero conocemos

el sentido que regula el manantial,

la mano que clava la bandera,

la gota que vierte oro,

nuestro encuentro.

 

Loretto Rafanelli siente un gran afecto por Iberoamérica y constantemente participa en Encuentros y Festivales de poesía en España, México y Sudamérica. Hizo una antología de poetas contemporáneos de varios países de América latina que tradujo al italiano en el libro: La nuova poesía dell´America latina, 2016. Para conocer más sobre su obra y sobre el mismo autor en español se puede consultar la entrevista que le hizo el escritor peruano Mario Pera en 2013 a propósito de la participación del autor italiano en el II Festival Internacional de Poesía de Lima, publicada el 6 de Mayo de ese mismo año en su blog La Convención (ver en la página: http://la-convencion.blogspot.mx/2013/05/entrevista-loretto-rafanelli-la-poesia.html). A pesar de que Loretto Rafanelli es uno de los autores más importantes de la poesía italiana contemporánea, cuya obra ha sido traducida a varios idiomas, este es el primer libro de poesía publicado en español y desde entonces no se ha hecho ninguna otra edición. Cito a continuación una reflexión sobre la poesía de Loretto Rafanelli escrita por Roberto Mussapi que define con claridad el estilo del boloñés: “Rafanelli es un poeta con un estilo lírico original, que yo, practicando o al menos esperando un «lirismo épico», definiría «lirismo ético». Porque el mundo en su dolor, las guerras, el tormento, son el primer escenario de la poesía de Rafanelli, al mismo tiempo que una compasión muy lírica por el mínimo sentimiento, por el contacto, por el encuentro, por el rostro.”[1] Concluyo esta reflexión con los dos poemas escritos para México, El pozo del dolor y De Saltillo a Torreón, y con ellos dejo saborear al lector hispano de una delicada y sensible poesía italiana en su propia lengua.

 

El pozo del dolor

 

para los estudiantes de Ayotzinapa

 

Los quemados lamentos, gotas de ayuda perdida

a la Virgen María, luego los alientos suspendidos,

los desgarrados cuerpos, los huesos calcinados

por el fuego que encaramaba una larga

columna de humo y dolor en el gran

México. El sol encendido de un amarillo

insaciable apagaba los ojos de los padres,

campesinos acurrucados en el confín,

las oscuras luces de las casas, en la tierra

dura, cegada por el viento, los rostros marcados

en la vena matriz de la pena,

las miradas traídas al umbral del mudo

grito. Y cuando las plegarias

son ya desierto,

pido, pido fuerte por José Navarrete,

grito el nombre de José, con la garganta

abrasada por el fuego de la muerte, José

está en un aterrorizado plano de llagas

y su madre que se ha transformado en fosa común

y llanto ciego, grita:

 

“Quién habla contigo,

quién habla de mí en la muerte

que me mata el corazón”.

 

Hay un milenario silencio

que desgarra los labios y las sienes,

vivo con ustedes, con la mirada

perdida en el dolor de los poetas que hielan

las páginas con llanto, y de las tantas

personas que vi en México

poner una flor, una foto, una carta,

que dicen justicia, colgados

al árbol más yermo. Personas

de esta tierra, que hablan de cadenas

afiladas en la carne, de ansias desoladas

que bajaban al corazón, de aquella violencia

que los labios han callado,

de las cruces de mármol

que visten los cuarenta y tres jóvenes, inmersos

en el frío misterioso de una poza

infame, con los rostros duros de la pobreza,

con las profundas historias de la mendicidad,

siento que la vida está en un espacio

osificado, en el discurrir enfermo

del tiempo, en la caridad que aprieta

los cuerpos torturados, la pena

de un abrazo calcinado en nada

a José Luna, a Luis Abarca,

a Miguel Mendoza, a Jorge Cruz,

 

a todos, a todos

los asesinados, a los estudiantes,

 

 

a los jóvenes a quienes quitaron la vida

porque creían en la vida

para todos, para todos

 

a aquellos rostros que pasan el océano, el aire,

el cielo, que desafían los ojos

nivelados en la luz débil que lleva

al vacío, a las espinas sangrantes

que sentimos dentro

que devuelven la salud enferma

de nuestros sueños, a estas

palabras que no son vida sino sólo surco

fijo en lo oscuro y que fluyen

heridas, mutiladas, ponen

la sangre que se esparce a borbotones

en la matanza infinita,

entrego a ustedes el llanto

sin lágrimas de un poema.

 

 

 

De saltillo a torreón

 

La voz del desierto está cerca,

nos trae el pan del tiempo

y la flor más pequeña y sin embargo ilimitada

de alientos, Saltillo es un pliegue de oro

del infinito México, y acortando la distancia

colma de colorados arbustos, Torreón,

se revela inesperadamente como una piedra antigua,

llegan las palabras esculpidas en el aire

gris de noviembre, los días atravesados

por los blancos ciclos del calor, los cursos

infinitos de las temporadas, y se encuentra

el cielo que tiene las venas de un mundo

desconocido, con los corazones que llegan

q la altura del relámpago, con la mano

que busca la luz y el don

sutil de la caricia, es tal vez un viejo canto

de la tierra quemada, pero de una dulzura

sin nombre que parece el viento extremo

del desierto.

 

 

 

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[1] Roberto Mussapi “Rafanelli è poeta dalla cifra lirica originale, che io, praticante o almeno auspicante un “lirismo epico”, definirei “lirismo etico”. Poiché il mondo nel suo dolore, le guerre, lo strazio, sono la scena prima della poesia di Rafanelli, simultaneamente a una liricissima compassione del sentire minimo, del contatto, dell’incontro, del volto.” Succedeoggi, webmagazine. Traducción de Sofia Gamboa Duarte.

 

 

 

 

 

*(Porretta Terme, Bologna – Italia). Poeta, dramaturgo y ensayista. Ha publicado en poesía I confini del viso (‘Los confines del rostro’, 1987), Il silenzio dei nomi (‘El silencio de los nombres’, 2002), Il tempo dell’attesa (‘El tiempo de la espera’, 2007) y L’indice delle distanze (‘El índice de distancia’); en teatro: Nelle buie stanze (‘En los cuartos oscuros’, 1997), Le voci del Filadelfia – Il Grande Torino (‘Las voces de Filadelfia – El gran Torino’, 2005), Artemisia. Il fuoco sacro della passione (‘Artemisa. El fuego sagrado de la pasión’, 2010); y en prosa-ensayo: Il sangue della ricordanza (‘La sangre de la memoria’, 1995).

 

 

 

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