Por Marcelo Sandmann*
Curador de la muestra Fabrício Marques
Traducción al español por Agustín Arosteguy
Crédito de la foto João Debs
Lo que se le escapa a la matemática.
13 poemas de Marcelo Sandmann
El poeta sale de escena
El poeta sale de escena,
deja versos
y el cadáver.
(¿Cómo huir del culto de los muertos?)
Las palabras son difíciles
pero la carne cede fácil.
¡Qué ternura! ¡Qué metáforas!
Es muerto fresco.
Pero si el sabor sabe a moho,
o incluso a pudrición,
es que estos tiempos son tiempos
de rápida corrupción.
Pues quédense a gusto, sírvanse.
Prueben su foie gras,
canapé cebado hace años
con tintos de fina cepa.
(Todo lector tiene un qué de necrófilo.)
Por favor, sírvanse.
No hagan ceremonia.
¡Larga vida a la poesía!
Et bon appétit!
Provecho del frío
Pienso sacar provecho del frío.
Este frío no solamente
condición atmosférica
(puesto sea esto, sí,
agudamente),
pero también
todo un estado de espíritu.
Preparo versos de hielo,
que debo masticar
con el placer de quien mastica
piedras.
Y que quiero escupir,
junto con pedazos de diente
y una baba de moco y sangre,
en esta pared indemne,
frígida,
aséptica.
Menos claras
Vamos a hablar de cosas menos claras.
Que a primera vista
no puede ni ser visto.
Que en contacto
escape a todo tacto.
Vamos a oír el sonido de un sismo percutiendo
en fondo de cráter
de satélite en declive
de planeta perdido en remoto
sistema solar.
Vamos a soñar con lo que se le escapa a la matemática,
puesto que es de otra matemática,
más dura y rara.
Un cálculo que el cerebro procese
mientras está en coma.
Vamos a amar a la mujer en llamas,
volcán en trabajo de parto.
Ella vierte con furia sus cenizas,
y lava en lavas
lo que esté en el camino.
Vamos a rezar al dios abatido,
que yace en el fondo del cuerpo.
(Que yace en el fondo del vaso.)
Esa agua más seca que la sed,
más turbia que el vino.
Taxidermia
Con lámina de acero inexorable,
él hiere firme la epidermis,
desgarra los niervos,
recorta los músculos,
revuelve las vísceras
y raya, en los huesos,
sus iniciales.
Taxidermista habilidoso,
extrae del cuerpo
lo que en él hay de carne.
Y esa envoltura difusa,
a la que muchos llaman “alma”,
va llenando con palabras,
paja vana
que nos mantiene.
El llamado de Dios
Allá donde Babel
habló millones de lenguas
perdí el juicio.
Caminé desnudo y ciego por el desierto.
Y cuando, al fin, alcancé
la ciudad,
mi cuerpo era una llaga viva.
Me encontré solo en medio de la multitud.
Y sordo.
Completamente sordo.
Apenas zumbidos,
como pedazos
de vidrio
rasgando los oídos.
(¿Era ese el llamado de Dios?)
Novia de las olas
para Tiago Amud
Cuando mi cuerpo apareció en la playa,
sol rasgaba los flancos de mañana.
Sargazos se agarraban a mi saya,
conchas, peces a mis medias de lana.
Tres días yo rodé sobre la arena,
novia de las olas, loco vaivén.
Ora bajamar, ahora mar plena,
tres días, tres noches sin un sostén.
Los ojos repicados por las aves,
la carne corroída por la sal,
los huesos empapados por las lluvias:
sufrí los trances de horas extremas.
Por fin, solo sombra en medio de piedras,
me defraudé de la tierra, del cielo.
Sangre en la agalla
para Alice Gonçalves Corrêa
“Ella tiene sangre en la agalla”,
oí cierta vez a mi abuela decir
(su acento levemente portugués)
ya no recuerdo acerca de quién.
Pues yo, niño,
si sabía lo que era “sangre”,
extrañé aquella “agalla”.
¿Sangre en la batalla?
Y repetí, concentrado, mentalmente:
“agalla”, “agalla”, “agalla”, “agalla”…
hasta la palabra disolverse.
Un día, caminando
por la playa de Guaratuba,
alcanzamos la aldea de los pescadores,
los barcos recién atracados,
los puestos apiñados de pescado.
“Sangre en la agalla”,
ella dijo, otra vez,
y metió los dedos por detrás
de uno de los lados de la cabeza del pez,
que se debatía, afligido,
entreabriendo allí unas láminas
rojas, viscosas,
que palpitaban:
“Sangre en la agalla.”
Recado en el piso
Los cabellos,
en el suelo del baño,
proponen enigmas
a descifrar.
En el acaso de la caída,
al toque del viento,
hilos largos o cortos,
claros u oscuros,
componen su trama,
una invitación al devaneo.
*
(Ayer,
mi hija durmió aquí.
Dejó un recado en el piso,
de sueños y manías,
apelaciones
y silencios.)
Concierto de apertura
noche del 07 de enero de 2016,
Gran Auditorio del Teatro Guaíra
La cuerda del instrumento estalla
en medio del 3º movimiento
del Concierto para Cello
en Re Mayor, de Haydn.
El maestro, en sobresalto,
yergue el brazo:
la orquesta se desarma.
La cuerda ya no supo resistir
al vigor y a la precisión
de los dedos y del arco
de Antônio Meneses.
En el lapso de silencio
antes que el público
explote en aplausos,
me dejo llevar por el vértigo.
La noche puede interrumpir su curso,
el techo del teatro desplomarse,
mi corazón descompasarse
de una vez.
Herido de amor y muerte
“Ferido de amor e morte”
(Manoel de Barros)
Herido de amor y muerte,
yo me arrastro por la ciudad.
¡La noche está fría! ¡La sed es tanta!
Los bares están todos cerrados.
Beber no alivia.
Un perro rebusca en la basura
en un costado de la vereda.
Él gruñe cuando me acerco:
quiere un pedazo de mi pierna,
lasca de mi espalda,
mi corazón por entero.
Hay una luna en el cielo, pero está marchita,
no vale la pena gañir.
Es una luna flácida, que se escurre
por las ventanas, entra por los ojos
mancha todo de luz gris.
(Pobre luna abandonada,
apenas nasció, ¡ya agoniza!)
Herido de muerte y amor,
yo me arrastro por la ciudad.
Pronto, un nuevo sol,
tonto de sueño,
vendrá a caer sobre nosotros.
A losing game
en la voz de Amy Winehouse
vos me encontraste: yo te encontré
vos me encantaste: yo te encanté
vos te entregaste: yo me entregué
love is a losing game
vos me extrañaste: yo te extrañé
vos te guardaste: yo me guardé
vos ninguneaste: yo ninguneé
love is a losing game
vos te drogaste: yo me drogué
vos te cortaste: yo me corté
vos me quemaste: yo te quemé
love is a losing game
vos te mataste: yo me maté
vos me entregaste: yo te entregué
vos me dejaste: yo te dejé
love is a losing game
(just a losing game)
Escribo para los muertos
Escribo para los muertos.
Es con ellos que converso mientras escribo.
Esta áspera rumiación:
mi deseo de decir apenas piedras.
(Apenas pérdidas.)
Piedras tumularias.
Silencio vertical, incisivo,
que se entraña.
Silencio de aguas penetrantes,
por la tierra.
(Que empapen la carne,
disuelvan los huesos
y laven
lo que reste de memoria.)
Escribo para los muertos.
Es a ellos que dedico mi oficio.
Y Jacob luchó con el ángel
para Dalton Trevisan
Si un día acaso precisa
matar
al propio padre,
no lo mate por la espalda,
no lo haga poco a poco,
no lo mueva
la traición.
Mátelo de frente:
mirándolo a los ojos,
el aliento caliente,
el cuchillo bien afilado,
certero,
en el corazón.
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(poemas en su lengua original, portugués)
O que foge à matemática.
13 poemas de Marcelo Sandmann
O poeta sai de cena
O poeta sai de cena,
deixa versos
e o cadáver.
(Como fugir ao culto dos mortos?)
As palavras são difíceis
mas a carne cede fácil.
Que ternura! Que metáforas!
É morto fresco.
Mas se o sabor sabe a bolor,
ou já mesmo a podridão,
é que estes tempos são tempos
de rápida corrupção.
Pois fiquem à vontade, sirvam-se.
Experimentem seu foie gras,
quitute cevado há anos
com tintos de fina cepa.
(Todo leitor tem um quê de necrófilo.)
Por gentileza, sirvam-se.
Não façam cerimônia.
Vida longa à poesia!
Et bon appétit!
Partido do frio
Penso tirar partido do frio.
Este frio não tão somente
condição atmosférica
(posto seja isso, sim,
agudamente),
mas também
todo um estado de espírito.
Preparo versos de gelo,
que devo mastigar
com o prazer de quem mastiga
pedras.
E que quero cuspir,
junto a cacos de dente
e uma baba de muco e sangue,
nessa parede indene,
frígida,
asséptica.
Menos claras
Vamos falar de coisas menos claras.
Do que à primeira vista
não pode nem ser visto.
Do que em contato
escape a todo tato.
Vamos ouvir o som de um sismo percutindo
em fundo de cratera
de satélite em declínio
de planeta perdido em remoto
sistema solar.
Vamos sonhar com o que foge à matemática,
pois que é de outra matemática,
mais dura e rara.
Um cálculo que o cérebro processe
quando em coma.
Vamos amar a mulher em chamas,
vulcão em trabalho de parto.
Ela verte com fúria suas cinzas,
e lava em lavas
o que esteja no caminho.
Vamos rezar ao deus abatido,
que jaz no fundo do corpo.
(Que jaz no fundo do copo.)
Essa água mais seca que a sede,
mais turva que o vinho.
Taxidermia
Com lâmina de aço inexorável,
ele fere firme a epiderme,
esgarça os nervos,
retalha os músculos,
revira as vísceras
e risca, nos ossos,
suas iniciais.
Taxidermista habilidoso,
extrai do corpo
o que nele há de carne.
E esse invólucro difuso,
a que muitos chamam “alma”,
vai enchendo com palavras,
palha vã
que nos mantém.
O chamado de deus
Lá onde Babel
falou milhões de línguas
perdi o juízo.
Caminhei nu e cego pelo deserto.
E quando, enfim, alcancei
a cidade,
meu corpo era uma chaga viva.
Achei-me sozinho em meio à multidão.
E surdo.
Completamente surdo.
Apenas zumbidos,
como cacos
de vidro
rasgando os ouvidos.
(Era esse o chamado de Deus?)
Noiva das ondas
para Thiago Amud
Quando meu corpo veio dar à praia,
o sol rasgava os flancos da manhã.
Sargaços se agarravam à minha saia,
conchas e peixes às meias de lã.
Três dias eu rolei por sobre a areia,
noiva das ondas, em doido vaivém.
Ora a vazante, agora a maré-cheia,
três dias e três noites sem ninguém.
Os olhos debicados pelas aves,
a carne corroída pelo sal,
os ossos encharcados pelas chuvas:
sofri os transes das horas extremas.
Por fim, apenas sombra em meio às pedras,
desenganei-me da terra e do céu.
Sangue na guelra
para Alice Gonçalves Corrêa
“Ela tem sangue na guelra”,
ouvi certa vez minha avó dizer
(seu acento levemente português)
já não lembro a respeito de quem.
Pois eu, menino,
se sabia o que era “sangue”,
estranhei aquela “guelra”.
Sangue na guerra?
E repeti, concentrado, mentalmente:
“guelra”, “guelra”, “guelra”, “guelra”…
até a palavra se dissolver.
Um dia, caminhando
pela praia de Guaratuba,
alcançamos a aldeia dos pescadores,
os barcos recém atracados,
as barracas apinhadas de pescado.
“Sangue na guelra”,
ela disse, outra vez,
e enfiou os dedos por detrás
de um dos lados da cabeça do peixe,
que se debatia, aflito,
entreabrindo ali umas lâminas
vermelhas, viscosas,
que palpitavam:
“Sangue na guelra”.
Recado no piso
Os cabelos,
no chão do banheiro,
propõem enigmas
a decifrar.
No acaso da queda,
ao toque do vento,
fios longos ou curtos,
claros ou escuros,
compõem sua trama,
um convite ao devaneio.
*
(Ontem,
minha filha dormiu aqui.
Deixou um recado no piso,
de sonhos e cismas,
apelos
e silêncios.)
Concerto de abertura
noite de 07 de janeiro de 2016,
Grande Auditório do Teatro Guaíra
A corda do instrumento estala
em meio ao 3º movimento
do Concerto para Cello
em Ré Maior, de Haydn.
O maestro, em sobressalto,
ergue o braço:
a orquestra se desarma.
A corda já não soube resistir
ao vigor e à precisão
dos dedos e do arco
de Antônio Meneses.
No lapso de silêncio
antes que o público
exploda em aplausos,
deixo-me levar pela vertigem.
A noite pode interromper seu curso,
o teto do teatro desabar,
meu coração descompassar
de vez.
Ferido de amor e morte
“Ferido de amor e morte”
(Manoel de Barros)
Ferido de amor e morte,
eu me arrasto pela cidade.
A noite é fria! A sede é tanta!
Os bares estão todos fechados.
Beber não alivia.
Um cão remexe o lixo
num canto da calçada.
Ele rosna quando me achego:
quer um naco de minha perna,
lasca de minhas costas,
meu coração por inteiro.
Há uma lua no céu, mas está murcha,
não vale a pena ganir.
É uma lua frouxa, que escorre
nas janelas, entra pelos olhos,
mancha tudo de luz cinza.
(Pobre lua abandonada,
mal nasceu, já agoniza!)
Ferido de morte e amor,
eu me arrasto pela cidade.
Em breve, um novo sol,
tonto de sono,
virá despencar sobre nós.
A losing game
na voz de Amy Winehouse
você me encontrou: eu te encontrei
você me encantou: eu te encantei
você se entregou: eu me entreguei
love is a losing game
você me estranhou: eu te estranhei
você se guardou: eu me guardei
você se lixou: eu me lixei
love is a losing game
você se drogou: eu me droguei
você se cortou: eu me cortei
você me queimou: eu te queimei
love is a losing game
você se matou: eu me matei
você me entregou: eu te entreguei
você me deixou: eu te deixei
love is a losing game
(just a losing game)
Escrevo para os mortos
Escrevo para os mortos.
É com eles que converso enquanto escrevo.
Esta áspera ruminação:
meu desejo de dizer apenas pedras.
(Apenas perdas.)
Pedras tumulares.
Silêncio vertical,
incisivo,
que se entranha.
Silêncio de águas penetrantes,
pela terra.
Que encharquem a carne,
dissolvam os ossos
e lavem
o que reste de memória.
Escrevo para os mortos.
É a eles que dedico meu ofício.
E Jacó lutou com o anjo
para Dalton Trevisan
Se um dia acaso precisar
matar
o próprio pai,
não o mate pelas costas,
não o faça pouco a pouco,
não o queira
à traição.
Mate-o pela frente:
olho no olho,
o hálito quente,
a faca bem afiada,
certeira,
no coração.