«Lo más importante de la vida de un poeta es su poesía». Entrevista a Affonso Ávila

 

Vallejo & Co. presenta, con motivo de los 20 años de su publicación, las entrevistas del libro Diez conversaciones – diálogos con poetas brasileños contemporáneos, publicado en Brasil, en 2004, por el poeta Fabrício Marques.

 

 

Por Fabrício Marques

Traducción del portugués al español por Prisca Agustoni

Crédito de la foto (izq.) Ed. Gutenberg /

(der.) archivo del autor

 

 

Situando las conversaciones

De 1997 a 2001 realicé algunas entrevistas con poetas. Luego me di cuenta de que, en general, los textos presentaban una característica de permanencia, cuestiones que atravesaban el tiempo y guardaban el carácter de actualidad de las conversaciones. Resolví, pues, seleccionar algunos nombres, añadir nuevos autores, editar los textos y reunirlos en un único volumen. Luego, durante el año pasado (2003) realicé otra secuencia de entrevistas, con Maria do Carmo, Chacal, Sebastião Nunes y Millôr (los dos últimos ya los había entrevistado antes, pero no he incluido aquellos textos en el libro), además de Armando Freitas Filho, Edimilson de Almeida Pereira y Ricardo Aleixo.

El contacto con los autores se dio a través de e-mails y del teléfono, salvo con Affonso Ávila, cuya conversación se dio, frente a frente, en dos momentos: en 1997 y 1999. Si de manera general la estructura de los textos suele ser bajo la forma tradicional de pregunta y respuesta, he decidido mantener, con el poeta de Minas, la forma original en que fue publicada, o sea, la del texto libre. Así como mantuve el texto de Maria do Carmo Ferreira ―poeta que nunca publicó ni siquiera un libro, pero de excelente calidad― bajo la forma de testimonio. Por lo demás, en la mayoría de los casos, el medio de conversación establecido fue internet o el fax, esclareciendo dudas por teléfono, cuando necesario.

 

El poeta Affonso Ávila

 

Por lo tanto, este libro es un proyecto editorial que nació de una simple constatación: la mayoría de las entrevistas y testimonios de escritores y poetas se queda diluida, dispersa en el ritmo efímero de los periódicos y, en menor medida, de las revistas culturales. Al mismo tiempo, estos textos se quedan restringidos a una dimensión regional, cuando publicados afuera del llamado eje Río de Janeiro – São Paulo, no alcanzando, de tal manera, una parcela mayor de lectores.

Al empezar por esta premisa, procuré reunir diez autores de distintos proyectos estéticos, pero con un posible aspecto unificador: todos ellos ―salvo, tal vez, Armando Freitas Filho― revelan/revelaron un interés permanente en otras áreas: traducción (Maria do Carmo, Sebastião Uchoa, Millôr Fernandes), programación visual y publicidad (Sebastião Nunes), periodismo y dramaturgia (Millôr Fernandes), música (Ricardo Aleixo y Chacal), antropología (Risério y Edimilson de Almeida Pereira) y ensayo (Affonso Ávila y Uchoa Leite). Ellos también tienen edades diferentes: es posible conocer las ideas de Ricardo Aleixo, que tiene alrededor de 40 años, hasta Millôr, que tiene alrededor 80. Por una contingencia, geográficamente los autores estuvieron concentrados en tres Estados: Minas Gerais (Affonso Ávila, Ricardo Aleixo, Edimilson de Almeida Pereira y Sebastião Nunes), Río de Janeiro (Millôr Fernandes, Sebastião Uchoa Leite, Armando Freitas Filho, Maria do Carmo Ferreira y Chacal) y Salvador (Antonio Risério).

Tengo que agradecer Guilhermino Domiciano, que me ayudó a formular las preguntas para Millôr Fernandes, la traductora Prisca Agustoni y todos los entrevistados, por la disponibilidad en participar en este proyecto.

 

El poeta Affonso Ávila

 

Lo más importante de la vida de un poeta es su poesía.

Entrevista a Affonso Ávila*

 

 

[1997]

Fabrício Marques [FM]: ¿Cómo evalúa usted la reedición del Código de Minas, treinta años después?

Affonso Ávila [AÁ]: Este libro es oportuno dentro de un cuadro que estamos percibiendo como un “revival” crítico de determinado momento de la historia de la poesía y de la propia historia social y política brasileña. La película O que é isso, companheiro? [basada en el libro de Fernando Gabeira], el libro que Caetano (Veloso) está escribiendo [Verdade tropical] y el Código de Minas se encuadrarían justamente en este mismo panorama. El libro es muy oportuno porque estamos viviendo en Brasil una época en que hay una distorsión. En aquel período, teníamos un proyecto político extremamente crítico y colocábamos en cuestión una serie de problemas de la estructura y de la mentalidad brasileñas. Hoy estamos volviendo a los mismos impasses de aquella época. Y los temas debatidos, los pretextos de los poemas, son de gran actualidad.

 

 

 

[FM]: ¿Código de Minas fue pensado, construido y escrito en el período después del golpe de 1964?

[AÁ]: No, empecé a escribirlo antes, en el período crítico de 1963. La primera parte del libro, “Frases feitas”, fue publicada en este año. Era un cartel que podía desdoblarse. Ahora bien, a lo largo del año este proyecto fue desarrollándose, hasta que en 67 estaba totalmente listo.

 

 

 

[FM]: Me llamó la atención el hecho que, en la primera edición, había una dedicatoria para Carlos Drummond de Andrade, ahora substituida por una cita de Cláudio Manoel da Costa.

[AÁ]: El epígrafe de Cláudio Manoel es de una actualidad extraordinaria. Este cuerpo informe, lleno de cicatrices, al mismo tiempo lleno de marcas, de riquezas, angustias, descubrimientos, alegrías, decadencias y perennidades. Un gran cuerpo. El rostro de Minas, con sus ojos y sus bocas, también un poco de las Minas con sus piernas inestables y a veces con sus piernas más seguras.

 

 

[FM]: Código de Minas es publicado 30 años después. Me gustaría que usted hiciera una comparación entre la época en que el libro fue publicado por primera vez y ahora, desde el punto de vista de la recepción y del contexto social.

[AÁ]: En aquel entonces realmente algunas personas consideraban que fue el libro de poesía de mayor impacto publicado en la década de los años 60 en Brasil. La recepción que tuvo fue muy grande: comentarios críticos, trabajos universitarios, seminarios. Fue el libro que me dio las condiciones para llegar a un ranking de relieve de la poesía brasileña. Considero que él es muy oportuno porque estamos viviendo en Brasil una época en que existe una distorsión. El proyecto político que teníamos en aquella época era extremamente crítico, pues colocábamos en cuestión una serie de problemas relativos a la estructura y a la mentalidad brasileña, principalmente la mentalidad de Minas. Ya en 63 decía que la publicación de estos poemas daba la oportunidad para que analizáramos no sólo Minas, sino la realidad brasileña, el pensamiento brasileño, porque Minas es un microcosmo de Brasil. Y hoy estamos volviendo a los mismos impasses de aquella época.

 

 

 

[FM]: ¿Qué tiene para decir a las nuevas generaciones el libro Código de Minas, bajo el punto de vista de la “mineridad”, la “esencia de Minas”? ¿Los códigos de Minas siguen siendo los mismos?

[AÁ]: Este problema, en realidad, es dicotómico, antagónico, no existe una categoría de verdad, de filosofía, que defina lo que es la mineridad. Mineridad es una paradoja, siempre fue. Minas nació bajo el signo barroco, un arte extremamente paradójica, dilemática, y eso persiste. Publiqué en 1967 un ensayo precisamente sobre eso [Desdobramentos de um conflito ideológico].

Pienso que esta mineridad está latente en el libro, el lado derecho y el izquierdo, el alma dilemática, el bien y el mal, Dios y el demonio, aquella historia de la creatividad singular, o sea, existe una línea minera que siempre piensa en el futuro, pero es una línea minoritaria, que sufre una violenta presión por parte del conservadurismo mineiro, que es una llaga, una enfermedad casi incurable. Encuentras eso en la mentalidad minera. No hay en Brasil un lugar que tenga una academia, una visión académica de todo – no académica en el sentido universitario, sino en el sentido de la llamada mentalidad intelectual. Eso es lastimoso. No tenemos una voz nacional, una imprenta nacional, un rostro nacional en nuestro pensamiento, en nuestra expresión.

Ahora bien, la nueva generación está buscando, veo al grupo [de teatro] Galpão, por ejemplo. Es una generación que está rompiendo con eso, está haciendo la descongelación. Es como si tuviéramos el mismo fenómeno que ocurrió con la Cortina de Hierro. O sea, existe una cortina de hierro en Minas de 300 años que tiene que romperse. Minas sólo romperá eso en el día en que tenga una voz nacional. Uno no necesita leer un periódico de Rio de Janeiro o de São Paulo para estar al tanto. Hay que tener pensamiento autónomo, y eso cabe a las nuevas generaciones. Es mi gran esperanza.

 

 

 

[FM]: Como se sabe, su interés para el barroco data del comienzo de los años 60. Al final, ¿fue la investigación para el Código de Minas que despertó su interés para el tema o el contrario?

[AÁ]: Siempre estuve predispuesto para el barroco, porque soy originario de una religión marcada por la formación histórica más remota de Minas, muy impregnada del espíritu barroco. Creo que eso es un problema de génesis, de cultura familiar, tribal, y este interés yo ya lo manifestaba desde 56, 57. Ahora, sistemáticamente, él surge de la confluencia de los dos libros, Código de Minas y Resíduos Seiscentistas. Buscaba un apoyo documental para cierto tipo de pensamiento crítico personal en el campo de la poesía y me topaba con una serie de informaciones y de pruebas de que había alguna cosa más allá para estudiar en la línea de nuestra ancestralidad.

O sea, lo que sobraba de mi visión crítica pasaba para mi visión poética, y viceversa, una alimentaba la otra. Carlos Drummond de Andrade ya habló del carácter del libro, dentro de la poesía brasileña, altamente positivo, porque había la confluencia de la historia y de la poesía. Creo que esta fue la mayor contribución que pude ofrecer, hacer confluir las dos cosas. Y, para mi alegría, en aquel momento yo era bien joven [40 años] dentro del escenario de la actuación intelectual. Para mí fue sorprendente el éxito que tuvieron los dos libros, recompensador y revelador de que había mucho para aprender en ellos, no sólo para entender Minas, sino el fenómeno del hombre en el universo, el hombre en su modernidad.

 

El poeta Affonso Ávila en su juventud firmando libros

 

[FM]: Uno de los elementos más fuertes del libro es el humor corrosivo. Noto que el espacio de este humor corrosivo aumentó dentro de su obra. ¿Aumenta el humor con la maturidad?

[AÁ]: Creo que ahí está uno de los puntos en que soy tributario de la llamada “mineridad”. Existe un lado de esta mineridad que es el humor, algo que viene de lejos. El minero, en ciertos aspectos, aunque sea conservador, ve los hechos con cierto alejamiento bien irónico, el minero, fumando su cigarrillo de paja, ve las cosas aconteciendo, da sus opiniones. Con eso, existe cierta visión, no sólo de desilusión, sino también de humor. El minero nunca concluye, él no es dogmático.

En este sentido, estoy de acuerdo con la mineridad. El Código de Minas no es dogmático. Puedes encontrar las dos corrientes: las primeras críticas las hago en contra de mí mismo: mi familia, mi tribu, voy ampliando hasta abarcar la totalidad y dar su carácter final. Veo el humor como elemento marcante en mí. Desde niño tuve esta particularidad incluso psicológica. Siempre fui muy crítico y muy irónico. Tímido, pero que vivía esta timidez con un poco de ironía. Todavía me critican mucho por esta razón. A veces piensan que soy pesimista, radical, pero sólo soy una persona que ve el mundo con cierta desconfianza, un escepticismo que, como se sabe, es una de las bases del humor. Encuentras eso en Cantaria Barroca, en el Código Nacional de Trânsito y en O Visto e o Imaginado.

 

 

 

[FM]: Hable un poco sobre su libro más reciente, A Lógica do Erro.

[AÁ]: La Lógica do Erro es el eje principal de la reunión completa de mis libros, A Estrada Real. Porque completa un círculo entre mi primer libro (O Açude) y mi poesía actual. Una poesía de reflexión, de descubrimiento, cuyos libros se parecen mucho, curiosamente. El primero, escrito con mis 20 años, y A Lógica, cerca de los 70 años. Interesante como la poesía tiene una circularidad, al paso que el poeta está marcado por ciertas características, ciertas inclinaciones, visiones del mundo, tendencias de lenguaje que se transforman, van perfeccionándose, van haciéndose más o menos elaboradas, más espontáneas al comienzo y menos espontáneas después, o viceversa.

 

 

 

[FM]: Algunos de sus poemas ya fueron adaptados para composiciones de Harry Crowl, Willy Corrêa de Oliveira, Luís Augusto Rescala, entre otros. ¿Le sorprendió esta vocación musical? Su abuelo paterno era compositor y maestro.

[AÁ]: No. Tanto así que cuando surgió Cantaria Barroca, la gente pensaba que yo estaba hablando de piedra, pero de la piedra como forma y al mismo tiempo del canto. Cantería envuelve el canto y la piedra. Siempre existe esta separación entre la parte verbal y la parte oral, la parte hablada, sonora de la poesía. La génesis de la poesía está en la música y en la danza. Ella nace del movimiento plástico, que es la danza, el movimiento concreto del cuerpo, y se asocia a un movimiento sonoro, que es el canto, y allí ella se desarrolla. O sea, es muy difícil que el poeta trabaje sin el aspecto sonoro. Al contrario, el poema escrito, hablado, visto, siempre tiene su fuerza, que está implícita en la cosa intersígnica.

 

 

[FM]: Usted ya dijo que Cantaria Barroca es uno de sus tres libros preferidos. ¿Código de Minas estaría ente ellos?

[AÁ]: Sí. Cantaria Barroca es un desdoblamiento del Código. El otro sería mi primer libro, O Açude que marcó en mi vida y que resiste hasta hoy. Cuando escribí este libro, tenía 20 años. En aquel entonces, era una fuerza anímica que estaba estallando, y estalló de una manera que, de algún modo, fue una catarsis, en mi vida personal y en mi perspectiva de poeta. Este libro me abrió un mundo. Los otros dos son exactamente el Código de Minas y Cantaria Barroca, en los cuales logré el punto más alto de mi creatividad, y eso sin desmerecer los demás. Si llegas a los 70 años escribiendo poemas desde los 15, tienes un dominio de la poesía, o entonces eres apenas un cultor de poesía, lo que también es algo muy válido, que ayuda en la circulación y en la receptividad de la poesía.

 

 

 

[FM]: La primera parte de sus memorias, Minor – Livro de Louvores, salió en 1996. ¿Cómo anda el proyecto de esta serie de relatos?

[AÁ]: Este es un proyecto a largo plazo, ni sabemos si tenemos condiciones para realizarlo. Quería dentro de este proyecto reunir distintas etapas de la evolución de mi actividad de pensamiento crítico. Existe un volumen, ya organizado, de mi actividad como periodista político. Otro, sobre mi manera de ver el mundo a partir de Minas. Tatibitate reúne los primeros trabajos como articulista. Otro que sería sobre mi actividad pragmática en el trabajo que desarrollé durante más de veinte años en el sector del patrimonio histórico y cultural. Además, mantengo la revista Barroco, que me toma mucho tiempo, es una manera de aglutinar, de intentar llevar al cabo un pensamiento sobre el barroco. Mi actividad no es, pues, dispersiva, sino algutinante, y debo reservar mi espacio para la poesía, que es fundamental. Es así como respiro, es como si estuviera practicando una serie de deportes y tuviera que parar para respirar. La poesía tiene que ser esta pausa para respirar.

 

 

 

[FM]: Una curiosidad: ¿usted recuerda de alguna cosa específica de su encuentro con el compositor Lupiscínio Rodrigues, en 1951?

[AÁ]: No conversé con Lupiscínio, vi a Lupiscínio. Yo era un joven de 20 años participando en un congreso en Porto Alegre, hace 50 años. Él me impresionó mucho, porque siempre me gustó mucho su música. Me marcó mucho haberlo visto mientras tocaba para nosotros. Había un churrasco durante el evento, y lo invitaron para tocar. Me gusta mucho repetir, al ver cierta desilusión de los jóvenes frente a sus proyectos, frente a las dificultades que encuentran, sobre aquella música, que para mí es su mejor música. (Canta): “Estos niños, pobres niños, ah si supieran lo que sé…

 

 

 

[FM]: ¿Cómo usted, que fue auxiliar de gabinete (1952) y participó de la campaña presidencial de Juscelino Kubitschek (1955), e integró la campaña al gobierno de Minas de Tancredo Neves (1982), acompaña la vida política hoy?

[AÁ]: Veo muy entristecido que viejos compañeros que estaban conmigo en la misma línea de resistencia hoy llegaron a la Presidencia de la República, viejos compañeros que mudaron muchísimo, contrariamente a todo lo que pensábamos. Veo al presidente [Fernando Henrique Cardoso], que es de algunos años más joven que yo, y otros nombres, todos dirigidos hacia un tipo de línea política que no corresponde al proyecto que teníamos en aquel momento. Veo también lo siguiente: tenía razón cuando preveía que Minas sería un fulcro del golpe militar. Minas pagó un precio muy elevado por haber sido la propulsora de aquel malogrado golpe de 1964. La dictadura militar liquidó todos los liderazgos políticos de Minas, que se quedó sin cabeza pensante en política. El único estadista que tuvimos fue Tancredo Neves, que se murió dramáticamente.

Hoy somos un estado totalmente periférico con respecto a São Paulo, vivimos de sobras, no tenemos voz política. El Código de Minas es un convite para la reflexión sobre este fracaso. Insisto en este aspecto. Es el precio que pagamos por haber entregado Minas Gerais en 1964. Entregamos Minas fácilmente a grupos oportunistas, más reaccionarios que la misma mentalidad minera. No se decidía nada en este país sin escuchar a Minas. Hoy ellos deciden: no se envía dinero para Minas porque ustedes dejaron que la Policía Militar hiciera la rebelión allí dentro [se refiere a la huelga de militares de bajo escalón, que culminó con la muerte de uno de ellos, en junio de 1997]. Como si fuera la primera vez que eso hubiera ocurrido. Ocurrió en 1842, cuando Caxias invadió y ocupó Minas contra Teófilo Otoni, y ocurrió en 1789-90, cuando las fuerzas federales del virrey invaden y dominan Minas por diez años, por causa de la Inconfidencia.

 

El poeta Affonso Ávila, leyendo

 

[FM]: ¿Cómo suavizar la aridez de sentimientos y de ideas con la cual la avasallante tecnología está desconfigurando el sentido más humano y participativo de la vida?

[AÁ]: En primer lugar, la tecnología asumió la tutela de la política, y la política es el ejercicio de la sensibilidad. Conviví con distintos políticos. Estoy hablando, por ejemplo, de Tancredo [Neves], que era un humanista. Ahora uno considera un gobernante de estos por allí, son todos tecnócratas, trabajan a partir del mercado, del dinero, de una política monetaria. ¿Dónde está el problema humano allí? Mira, hace mucho tiempo, un gurú de nuestra generación, uno de los tipos más importantes para la formación de las nuevas generaciones brasileñas, Otto Maria Carpeaux, ya llamaba la atención sobre este problema: “Mira el peligro de la tecnocracia”, decía. Hasta creo que la llegada de Carpeaux a Brasil fue más importante que la de Pedro Álvares Cabral.

 

 

 

[FM]: En una época en que muchos hablan en fin de la Historia, fin de la tecnología, y hasta en el campo del lenguaje, las posibilidades formales parecen agotadas, ¿cómo queda la cuestión de la utopía?

[AÁ]: El hombre siempre fue utópico, siempre pensó dentro de la fantasía. La fantasía es una condición del espíritu humano y dentro de eso está la utopía. En las grandes leyendas, orientales, indígenas, el Mahabarata, la poesía japonesa, leyendas chinas y de poblaciones más remotas, las mitologías griegas y romanas, uno ve que la virtualidad, la fantasía, la utopía siempre están vinculadas al hombre. Pienso que esta utopía esté llevándonos a Marte, y ya nos llevó hasta la Luna. Quiere decir, creemos en el universo, queremos un universo más amplio.

Creo que dentro de mí esta poesía no es apenas una forma de expresión, sino al mismo tiempo una forma de pensamiento, una manera de ser, de ver el mundo, de manifestar una perspectiva interpretativa del mundo, del mundo más íntimo del hombre. Esta poesía siempre existió, ella nació junto al hombre. Y ella no perecerá delante de estas conquistas, no. El poeta trabaja dentro de la realidad y dentro de la utopía. La utopía, en el fundo, es un desdoblamiento de la realidad, como la poesía también lo es. Creo que el Código de Minas es un libro utópico, de cierta forma, porque quería una vida mucho mejor de la que ella es, pero al mismo tiempo es un libro realista, crítico, porque ve Minas en la condición en que se encuentra.

Entonces, pienso que la poesía nunca desaparecerá. Dentro de siglos o milenios vamos a tener poesía publicada en la Luna, en Marte. Para donde se vaya el hombre, la poesía estará junto a él. Ella anda dentro del hombre, está en la génesis del hombre.

 

 

 

[1999]

La casa de amplos espacios, vivida por una inmensa cantidad de libros, además de cuadros y objetos recogidos en viajes, en el barrio Santo Antônio, en Belo Horizonte, es el bunker de creación y reflexión del poeta minero Affonso Ávila, espacio de convivencia amorosa con su mujer, la ensayista Laís Corrêa de Araújo, y en el cual fueron criados los hijos Paulo, Myriam, Carlos, Sara y Cristina. El amigo y poeta Haroldo de Campos denominó su familia y el espacio de su casa como el lado bueno de la ancestralidad minera, allá donde se funden una línea de tradición y una actitud de vanguardia, “lugar de existencia y topos de abrigo, lugar donde el poeta protege su identidad”, de acuerdo con las palabras de Laís.

Affonso Ávila cumplió 71 años el 19 de enero de 1999 y, también, 50 años de poesía. En el “Solar da Poesía”, donde compuso la mayor parte de su obra (su libro de exordio, O Açude, publicado en 1953, empezó a ser escrito en 1949), en una máquina de escribir Remmington (“nunca utilicé ordenador”), adelanta y vuelve atrás en el tiempo y en el espacio, visitando y recibiendo la visita de personas, pensamientos, palabras y objetos, “el entrevisto del visto, el imán del imaginado”, como señala en uno de sus poemas.

El poeta propone algo así como una pedagogía afectiva de la ética, adquirida en edad madura:

Con el tiempo, vamos volviéndonos selectivos, tanto en las lecturas como en la creación, y hasta en la amistad, en las relaciones, el tiempo da una dimensión de las cosas, de las personas, de los valores, hace con que sepamos lo que es el sí, y separarlo de lo que es el no. Uno llega a los 70 años y aparentemente hay alguna desilusión, algunas pérdidas, la pérdida de cierta agilidad, cierta flexibilidad, a veces hasta de cierto ardor delante de las cosas, pero gana mucho en reflexión, en sabiduría. A los 70, el hombre se pone selectivo. Para sobrevivir tiene que ser selectivo, para aprender a sacar el máximo del mínimo. Uno ya no tiene aquella vida en multitud, la sociabilidad, esta necesidad tribal. Uno se queda un poco arriba de todo eso. Se vuelve uno naturalmente selectivo hasta en su participación en la vida, en las decisiones.

 

Affonso sigue:

Hay políticos hasta de mi edad, hay gente activa por allí, pero vemos que estos hombres están impregnados de una fachada que impide que ellos sean auténticos. Quieren asumir sus máscaras hasta la decrepitud. El hombre de 70 años no. Él pierde todas las máscaras, se las quita todas. Uno aparece de rostro limpio. Llegamos al punto de estar por sobre el bien y el mal. Uno fluctúa… no en un nirvana, no en la indiferencia, sino en una capacidad de discernimiento en que aprendes a pesar las cosas. Saber lo que es y lo que no es. Quién es quién y quién no es quien. Lo que es sí y lo que es no.

 

 

Para marcar esta posición, el poeta y ensayista envió un documento oficial al Tribunal Federal Electoral informando que, a partir de aquel momento, había conseguido el derecho de ya no someterse a la imposición del voto obligatorio, dejando de “contemporizar con cosas de manera obligatoria”.

“Que toda la vida es eso”, dice.

Hasta un determinado momento tienes que hacer permutas permanentes, la vida es un juego, un negocio. Uno hace determinada cosa para recibir determinada otra, hasta en eso la vida es tutelada – la disputa para el espacio, para el poder de gloria, que es algo tan efímero, no existe, es una palabra del diccionario. La gloria que conozco es aquella expresión bíblica, la única cosa que entiendo como gloria: ‘Gloria a Dios en las alturas y paz en tierra a los hombres de buena voluntad’.

 

Pero existen otros códigos más allá del tiempo y de la ética para desvelar, y el poeta interroga la memoria, vuelve hacia determinada época, hacia el código del descubrimiento amoroso, en que se sabía libre al final “en la arquitectura de otro cuerpo”:

Guimarães Rosa tiene una frase que dice: ‘lo que tiene que ser, tiene fuerza’. Curiosamente, conocí a Laís cuando teníamos siete años de edad. Su hermano más viejo era el novio de mi hermana más vieja. Había muchos teatros en las casas, él trajo a Laís, y conocí a aquella niñita.

 

Después, sólo volvieron a encontrarse de manera definitiva en 1950, cuando Affonso cuidaba de la creación de la revista Vocação. Indicada por un amigo común, Laís se juntó al grupo, y la relación entre ellos fue fortaleciéndose. Se volvió un caso más afectivo.

Ella me trajo muchas cosas buenas porque yo tenía ciertas deficiencias de formación. Siempre fui un tipo muy creativo, vivo, astuto, pero con cierta timidez aparente, y tenía una deficiencia de lenguas muy grande. Leía francés aprendido en el colegio, pero no tenía el conocimiento que pasé a tener con Laís.

Nuestra convivencia fue muy provechosa al comienzo también porque leíamos a cuatro ojos. Lo que leía se lo pasaba a ella, lo que ella leía me lo pasaba a mí. Todo fin de semana compraba periódicos y revistas, me iba para su casa, nos sentábamos en la baranda e íbamos desgranando cada novedad que salía.

 

Affonso recuerda que, después de casados, leían todas las noches el mismo libro. Él leía un fragmento, luego Laís leía, y conversaban sobre aquello. Laís se volvió también una compañera de viajes:

Viajamos millares y millares de kilómetros juntos. Y ese compañerismo se transfirió para los hijos. Una vida que no tiene nada de excepcional, pero tiene una singularidad y un sentido tanto para mí como para ella.

 

La poeta Laís Corrêa de Araújo

 

Se casaron en el comienzo de 1952. Empezaron la construcción de la casa el año siguiente. En febrero de 1957, finalmente, se trasladaron para la calle Cristina, que se volvió el punto de referencia de la pareja. “A pesar de nuestra identidad, preservamos mucho la privacidad de cada uno, de su momento de creación, en sus momentos de lectura y de crítica, a pesar de las lecturas comunes”. Y el lugar se volvió una casa de libros. El poeta recuerda que, si no tuviera donado tantos libros, podría tener hoy unos 20 mil libros.

Yendo para otro punto de la memoria, el poeta analiza la convivencia en grupos.

Ya participé de distintos movimientos. Son muy buenos para ocupar espacio, para tener poder, pero allí entra la competición y cada cual quiere expandirse más. Surge la rivalidad, y la afectividad va enfriándose, es afectada en lo que tiene de esencial y de mejor. Esto ocurre en cualquier lugar. (Ernest) Hemingway cuenta eso en Paris es una fiesta, cuando todo el mundo está aglutinado, pero después vienen las diferencias, y entonces el lado afectivo va dispersándose.

 

La ensayista Aracy Amaral escribió que Ávila pertenece a un linaje de intelectuales que asumieron una postura de compromiso con el lugar. Él está de acuerdo:

Siempre fui muy bueno de ojo. La gente incluso decía que tenía una mirada muy fuerte, que aprehendía muchas cosas. Y yo pude entonces convivir mucho con el lugar, que tiene para mí un papel importantísimo. Conviví con el lugar profundamente. A veces, con poco tiempo de permanencia en un lugar, era capaz y todavía soy capaz de penetrar en aquel lugar hondamente.

 

Los lugares de Affonso: su casa, São Paulo, Rio, Ouro Preto, y otras ciudades del interior de Minas, entre muchos otros.

En la capital paulista, por ejemplo, Ávila fue “adoptado” por el (entonces) director de la Biblioteca Municipal Mário de Andrade, Sérgio Milliet. “Las primeras dosis de whiskey que tomé en mi vida fueron con Milliet. Aprendí muchas cosas con él”.

Cuando fui tentar la vida en São Paulo, en 1951, era una ciudad agradable, andábamos sin miedo, no había ningún peligro. Y yo me impregné de São Paulo de tal manera que hoy, cuando vuelvo a estos lugares, siento como esta gente, este hormigueo humano, no tiene suficiente sensibilidad para descubrir lo que hay de esencial en la ciudad. Curiosamente, yo andaba a pie. Me acuerdo de una vez que fui a la casa de Sérgio Buarque de Hollanda y allí había un alpendre y había un grupo de niños jugando fútbol de botón, creo que uno de ellos era Chico Buarque, y yo guardo eso.

 

 

Otra ciudad que marcó al poeta fue Rio de Janeiro, que frecuentó en la “época gloriosa”, en los años 50. Andaba a pie (siempre) en Copacabana con la familia (“A Carlos le gustaba mucho acompañarme, conocía el centro de la ciudad, las librerías. A Paulo le gustaba mucho el fútbol, vio a Garrincha jugando”).

Sin embargo, la capacidad de percepción óptica del autor de Código de Minas no creó empatía con Brasilia, hacia donde el poeta se fue en la víspera de la inauguración de la futura capital del país.

Tuve un choque, la ciudad me atraía por su aspecto visual, concreto, la volumetría, los juegos de luz y los movimientos, pero le faltaba algo íntimo que descubrí en São Paulo, aquella cosa lírica de paisaje abierto y horizonte que descubrí en Rio de Janeiro. Durante el periodo en que trabajé en Brasilia me sentí algo sofocado. Pasaba la semana en Brasilia y el fin de semana en esta casa, recuerda.

 

Habla con cariño de las ciudades del interior del país.

Pasaba temporadas en mi tierra de origen (Itaverava, tierra de sus padres, Lindolpho de Ávila y Silva y Liberalina de Barros Ávila). Y viajé mucho por el estado de Minas Gerais, crucé distintos recorridos y todavía viajo hasta hoy, hago por lo menos dos o tres viajes prolongados por año.

 

Y reserva un lugar especial para Ouro Preto, la ciudad con la cual convivió más. Affonso trabajó en Ouro Preto, para un proyecto de la Unesco con la Fundación João Pinheiro, hacia 1973-75, convivencia que rindió el libro Cantaria Barroca. “Descubrí la ciudad piedra por piedra, pedazo por pedazo, callejón por callejón, persona por persona, memoria por memoria, entonces nació aquella afectividad muy grande”.

Sobre Belo Horizonte dice que tiene un recuerdo cariñoso de la capital de Minas en la época de su adolescencia, que transcurrió en el centro de la ciudad y en el barrio Pampulha, donde aprendió a bailar, a comunicarse con la gente y donde hizo sus primeras experiencias, ente los 18 y los 20 años de edad.

Después BH fue volviéndose para mí sólo un lugar de trabajo. Sinceramente, no frecuento, no convivo con la ciudad. Suelo decir así [a pesar de vivir en la ciudad], hoy tengo que ir para Belo Horizonte.

 

Los poetas Affonso Ávila y Laís Corrêa de Araújo (sentados), con sus hijos (izq. a der.) Cristina, Paulo, Mónica, Carlos y Míriam.
Crédito de la foto achivo de la familia

 

Affonso se siente muy dislocado en BH. “Soy una especie de ET aquí. La ciudad creció mucho y perdió lo que fue durante mi infancia. Era mi lugar de referencia, donde me movía, lugar que me satisfacía”.

Aislado en su espacio, pero receptivo en cuanto a las novedades y al calor de los amigos y de la familia, Affonso sigue produciendo. Y continúa escribiendo sus poemas. El “solar de la poesía” tiene ventanas abiertas para el mundo del rigor y del humor. Al final, como el mismo Affonso Ávila afirmó en una declaración a la Facultad de Letras para la UFMG [Universidad Federal de Minas Gerais], en noviembre de 1990, “lo más importante de la vida de un poeta es su poesía”. Y, cuando será publicado el volumen de la poesía reunida del autor, que se llamará A Estrada Real, críticos y lectores tendrán la oportunidad de verificar la unidad y el rigor de una obra caracterizada por la densidad y por el humor. “Siempre juzgué, siempre tuve un sentido de humor muy grande, percibía el aspecto gauche, el aspecto errado disfrutable de las cosas y también de las palabras, y a través de ella”, dice.

Y nadie mejor que el poeta para arriesgarse en una definición de su obra poética.

Mi poesía siempre tuvo este péndulo, la densidad de la expresión y al mismo tiempo cierto humor de lenguaje, y he conjugado eso hasta hoy. Incluso durante la fase en que asumí una posición más dogmática, del punto de vista ideológico. No digo comprometida, pues nunca fui un hombre de partido, en este sentido. Pero abordando más la realidad, la visión crítica sobre los problemas que encontraba, siempre tuve una inclinación personal en considerarlos como una especie de juego entre lo que había de denso y profundo y lo que había de humorístico.

 

Mucho más tarde, cuando pasó a trabajar con el problema de lo lúdico, Affonso percibió que ya era, por intuición y por naturaleza, un hombre de tendencia bastante lúdica delante de las cosas. Su poesía nace precisamente de este juego, siempre.

Durante estos 50 años hubo algunas fases. En el periodo anterior todavía era muy inicial, incaracterístico, esta cosa de adolescente, pero la parte válida de mi poesía está toda hecha de este péndulo, humor y densidad, sea cual fuera la temática que esté abordando.

 

Lo que puede comprobarse en títulos ya clásicos, como Código de Minas, Código Nacional de Tránsito (donde transforma jergas de las leyes de tránsito en materia y expresión de una visión crítica personal), Discurso da Difamação da Poeta, O Visto e o Imaginado.

Con 15 años el poeta, que se volvería conocido internacionalmente también por sus estudios sobe el Barroco, ya había leído Os Lusíadas. Con 14, acompañaba con avidez el suplemento de literatura “Autores y libros”, del periódico A manhã, de Rio de Janeiro. En él, leyó por primera vez a Gregório de Matos, el parnasiano Olavo Bilac y al simbolista Cruz e Souza. En seguida, leyó a los autores de la década de 30, y con ellos vino el impacto del Modernismo, del cual tomó conocimiento gracias a una antología organizada por Estevão Cruz. “Vi otro día una entrevista de João Cabral (de Melo Neto), en la cual él dice que tomó conocimiento del Modernismo justamente en estas antologías”, recuerda.

Bajo el impacto del modernismo, nuevos descubrimientos: Augusto dos Anjos y el portugués Antero de Quental.

Allí me dio aquella cosa del pesimismo, el aspecto de algún modo atrayente, para un joven. Eso me abrió perspectivas, pero al mismo tiempo me perjudicó mucho desde el punto de vista existencial, dificultándome el reconocimiento de lo que realmente un intelectual necesita tener, una visión del mundo, o sea, no puede uno tener apenas aquella visión pesimista. Después tuve que dar un salto hacia arriba.

 

 

Eso, con 18 años. Con 20 años ya había escogido sus lecturas: Fernando Pessoa y los demás autores de la generación moderna de Portugal, Camilo Pessanha, Sá-Carneiro, Antônio Nobre, Cesário Verde. Para Affonso, la lectura de estos poetas era una fruición de identidad, una tentativa de buscar una identificación.

Escribí centenas de poemas con 18, 19 años, y a los 20 ya estaba dominando el lenguaje. En Açude, la influencia de los poetas de esta generación portuguesa es muy grande. Pero yo también tenía la necesidad de romper con las normas que encontraba en aquellos poetas. Empecé a escribir buscando cierta personalidad, no la de Pessoa (se ríe), a veces influenciado por él, pero buscando mi propia personalidad, y parece que la encontré. Siempre busqué mis caminos con mucha libertad.

 

Affonso Ávila se detiene en Minas, en la posibilidad de vencer la mediocridad que domina el pensamiento minero. “Lo que percibo en Minas es cierta síndrome del miedo de lo nuevo. Lo que es nuevo espanta siempre al minero. Y el minero sólo se realiza cuando da el salto hacia lo nuevo”. Otra vez, el poeta vuelve para atrás, para el siglo XVIII minero, “época rica porque surgió una nueva visión del mundo, y esta visión fue grabada en arte, en una literatura y en un proyecto político nuevos”. Para él, fue el momento en que el hombre de Minas vio lo nuevo o supo dar una nueva forma a lo que recibía como herencia.

Otro ejemplo de la contribución regional para el continente brasileño está en el modernismo, cuando Minas da un salto muy grande, rompe con aquella visión académica, tímida y da una contribución extraordinaria, aporta la sustancia que la literatura brasileña no tenía.

 

Es el momento de la poesía de Drummond, de Murilo Mendes, del memorialismo vivo de Pedro Nava, hasta culminar en Guimarães Rosa.

Affonso piensa que las nuevas generaciones están mejor preparadas para quebrar este miedo de lo nuevo, a pesar de que el ambiente todavía está dominado por esta “mala ancestralidad, el aspecto negativo de lo que le llaman mineridad”. Él identifica la contribución de Minas en la danza, la música y el teatro.

 

 

 

 

 

*(Belo Horizonte-Brasil, 1928 – 2012). Poeta y ensayista. Es considerado una de las mayores autoridades del Barroco en Brasil. Fue confundador en la década de 1950 de la revista Vocação. Publicó en poesía O Açude e Sonetos da Descoberta (1953), Carta do Solo (1961), Frases-Feitas (1963), Código de Minas & Poesia Anterior (1969), Código Nacional de Trânsito (1972), Cantaria Barroca (1975), Discurso da Difamação do Poeta (1976), O Visto e o Imaginado (1990), A Lógica do Erro (2002), entre otros; y en ensayo destaca O lúdico e as Projeções do Mundo Barroco (1971).

 

 

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