Por Victoria Alca Paniagua
Crédito de la foto (izq.) www.laconjuradeloslibros.com /
(der.) Hipocampo ed.
Lírico puro (2017) / Un lugar a aquello que se perdió
Los títulos de los poemarios de Willy Gómez Migliaro*, además de captar inmediatamente la atención, proporcionan una línea de análisis, pues funcionan como hilo conductor, permiten hilar los poemas y lograr una interpretación global del texto en su conjunto. Leerlo no es fácil; sin embargo, no es una desventaja, todo lo contrario porque su poesía nos reta a movilizar nuestras cogniciones, sensibilidades y a conectar la visión de mundo personal con la del mundo enunciado.
En el caso de Lírico puro, como en los poemarios anteriores, el título traza un camino de interpretación. A través de este se advierte que el yo poético visibiliza su presencia y quiere ser reconocido, no solo como el que produce el discurso; sino como protagonista de lo que contiene.
Teniendo en cuenta el protagonismo del yo poético es posible hacer un análisis desde una visión derridiana. Derrida consideraba que la imposibilidad del duelo es la posibilidad de una ética y una política más justas. Por otro lado, según la perspectiva freudiana se sabe que el duelo es causado por una pérdida que desencadena un proceso doloroso, cuya intensidad es variable y que frente a este proceso natural queda, por lo general dos caminos; uno el de la superación del duelo (desligarse de a aquello que se perdió para anular toda la inhibición) y; el otro, la melancolía (no aceptar la pérdida y quedarse inhibido). El yo poético de Lírico puro no estaría ni en uno ni en otro; sino como habíamos señalado en un duelo derridiano, que consiste en buscarle un lugar a aquello que se perdió. Entonces, la memoria y el olvido no son elementos que se enfrentan, sino se complementan. Pero ¿Cuál es el motivo del duelo de Lírico puro? El corpus del poemario nos remite a la década del 80 y 90. Una década marcada por la violencia que, sin duda, escinde la sociedad por las injusticias cometidas tanto por los grupos insurgentes, fanatizados con un tipo de ideología; como por el Estado mismo. Es esta sociedad quebrada, agrietada la que será y es motivo de duelo de la voz poética. En el primer poema es posible apreciar a esa sociedad violentada. Voy a citar solo algunos versos del primer poema:
llevan imágenes borrosa
de procesos de ejecución brillando bajo el sol
viste huella de sangre pero no el arma
se abren más portones de almacén
sueldan chapas, levantan rejas, reducen autos
adentro todo es inclasificable
Cuando leí este poema, personalmente me remitió a los muertos tirados en las calles (huellas de sangre, pero no el arma), a las desapariciones forzosas (levantan rejas), a las detenciones que terminaban en las comisarías o en los cuarteles militares (portones de almacenes y adentro todo es inclasificable).
Y, a lo largo del poemario, se puede encontrar más pistas de esa época. Cabe precisar que otro lector podría no asociarlo con dicho contexto, pues como manifesté al inicio, la poesía de Willy Gómez Migliaro permite al lector hacer sus propias conexiones en función a su teoría de mundo.
Si bien está época marcada por la violencia “ha terminado” y ha pasado más de dos décadas que, podrían significar el tiempo suficiente para superar el duelo por parte del yo poético; no ocurre eso. Sin embargo, no se trata de un duelo patológico, en el caso de Lírico puro la voz lírica, no cae en la melancolía, en la improductividad, en la abulia. Estamos más bien, como señalamos hace unos instantes, frente al duelo de Derrida, al duelo que permite usar la memoria no como resistencia que, conlleve a un afincamiento en el pasado que incluso podría desencadenar odios; sino más bien al uso de la memoria ejemplar que se caracteriza por tener presente al pasado para aprender. El yo poético de Lírico puro revive momentos de esa época a través de escenas muchas de ellas cinematográficas (hay mucha acción en varios de los poemas) donde predominan los objetos domésticos pero que han sido estetizados e impregnados de una simbología trascendente, por ejemplo el verso que dice “cargar con dos televisores en el comedor y dejar velas” (velatorio donde los televisores podrían simbolizar ataúdes).
Ahora bien, el yo lírico pudo optar por una superación del duelo total. Dejar el pasado y empezar de nuevo, una opción cómoda, pero sus principios, su ideología, su compromiso social le hacen decir que es necesario recordar; y lo hace desde lo que le es más cercano a lector: los objetos (sal caliente, cartucheras, plato, cucharas, picos, percha, enchufe, etc.). Entonces la memoria juega en él un papel de prevención que conduce a construir una sociedad caracterizada por una ética y política justas.
Esta breve interpretación es una posibilidad de muchas que se puede hacer de la poesía de Willy Gómez Migliaro, y considero que ahí reside su poder creativo. Él como escritor tiene la capacidad de encriptar los versos, pero a la vez hacerlos plásticos porque por un lado reta al desciframiento de los mismos, pero también le da la posibilidad de ser resignificados según el lector, una y otra vez.
Lima, octubre 2017
*(Lima-Perú, 1968). Poeta y docente. Dirigió las revistas de poesía Polvo enamorado (1990-1992) y Tokapus (1993-1996). Obtuvo el premio del Festival Internacional de la Lira en Cuenca-Ecuador (2015). En la actualidad se desempeña como profesor de literatura y consultor en educación. Ha publicado en poesía Etérea (2002), Nada como los campos (2003), La breve eternidad de Raymundo Nóvak (2005), Moridor (2010), Construcción civil (2013), Nuevas Batallas (2014) y Lírico puro (2017).