La presente reseña, fue publicada originalmente por el Dr. Paul Firbas para revista Atenea, núm. 488, segundo semestre, 2003, pp. 237-240, de la Universidad de Concepción – Chile. Ello con motivo de la publicación, en 2002, de Lima la horrible de Sebastián Salazar Bondy, por la Editorial Universidad de Concepción, IV edición. 137 pp.
Lima la horrible, de Sebastián Salazar Bondy
Por: Paul Firbas*
Crédito de la foto: http://limalaunica.blogspot.com/
2012/09/la-calle-gallinacitos.html
La circulación de un libro y sus lecturas son impredecibles, pero no azarosas. En la década de los ochenta, Lima la horrible era un libro raro en las pocas librerías formales y los numerosos libreros callejeros de la ciudad de Lima. Nunca pude encontrar la primera edición mexicana de Ediciones Era de 1964, ni la limeña de Populibros del mismo año; solamente una rudimentaria edición pirata, impresa sin fotografías. Durante esos años, “Lima la horrible” no era una lectura, era fundamentalmente una frase suelta en una ciudad enloquecida por la pobreza, la delincuencia, el terrorismo y la represión.
Quizá hoy puedo entender por qué el libro de Sebastián Salazar Bondy permanecía oculto y, asimismo, ver en aquella edición pirata una suerte de resistencia popular. Puede pensarse que el poderoso ensayo vivía todavía proscrito por un grupo de intelectuales y políticos que vieron en él un insulto, una amenaza y, quizá peor, una traición. Porque Lima la horrible sólo se pudo pensar y escribir desde adentro, porque constituye ―sin duda alguna― un enunciado parricida, una destrucción de la propia casa querida que se juzga insostenible y perversa.
Diez años después, en un suburbio universitario de los Estados Unidos, llegó a mis manos una reimpresión de la edición mexicana de 1964. Venía, además, cargada de los subrayados y apuntes de un notable intelectual puertorriqueño, maestro y amigo, Arcadio Díaz Quiñones: “Es el libro que me hubiera gustado escribir”, me dijo. En el testimonio de su lectura, distante del mundo limeño, descubrí los alcances de este texto y su importancia para la crítica y el ensayo latinoamericanos.
La Universidad de Concepción acaba de publicar una nueva edición de Lima la horrible, incluida en su serie de “Clásicos Latinoamericanos”. La acompaña un prólogo brillante, de gran vigor intelectual, escrito por Gilberto Triviños, María Nieves Alonso y Mario Rodríguez, un breve epílogo del poeta peruano Carlos Germán Belli y un apéndice con cinco fotografías del escritor peruano, más un facsímil del poema “Filiación política”.
¿Cómo reseñar un libro que ya ha cumplido casi cuarenta años? A la luz de la nueva edición, importa ahora pensar cómo circuló este libro, cómo se leyó entonces y cómo lo leemos hoy. El mapa de sus ediciones marca también un itinerario que debe tenerse en cuenta. Entre los intelectuales peruanos, sin embargo, Lima la horrible hoy casi no se discute. Una excepción que merece citarse es el estudio de Peter Elmore (Mundos interiores, Panfichi y Portocarrero, eds., Lima, Univ. del Pacífico, 1995). Actualmente, puede decirse que este ensayo ocupa un lugar excéntrico en el canon de cultura peruana, aunque otra fue su suerte en el resto de Hispanoamérica. Luego de las ediciones mexicana y limeña, el texto fue reeditado en La Habana en 1967 y suscitó respuestas apasionadas entre los intelectuales latinoamericanos. Según se desprende de esta nueva edición, el ensayo no ha disminuido su intensidad, aunque responda ahora a otras preguntas y lecturas.
El prólogo da muestra de una nueva lectura apasionada y pone otra vez a circular este ensayo central de nuestra modernidad, lleno de desencanto y de esa “materia melancólica que se entreteje en las soledades del auténtico limeño”, al decir de Salazar Bondy en su retrato del poeta Eguren (129). Porque conviene preguntarse desde dónde se enuncia este ensayo, y los prologuistas hacen bien en recordar que el autor descubre “el Perú real” y las imposturas de su clase dirigente desde el exilio en Buenos Aires. Lima la horrible se enuncia desde ese lugar: desde la evocación, la melancolía y la pérdida de la inocencia; pero también desde la cultura de izquierdas de los sesenta, desde esa voluntad polémica que recuerda a Sartre.
Los autores del prólogo ofrecen, de alguna manera, un homenaje al escritor peruano al recuperar la escritura en colaboración y la propiedad compartida. Bajo el título de “Un hijo (un texto) afligido de Lima”, el prólogo hace suyo el tono y la fluidez de la prosa del Salazar Bondy y la pone en diálogo con la crítica reciente, particularmente con Gilles Deleuze e Italo Calvino. Sugiere que Lima la horrible posee la forma del trabajo de Perseo, quien no teme enfrentarse con la horrible Medusa: la ciudad-mujer que el texto quiere destruir. Sin embargo, no es ésta una violencia improductiva, sino liberadora y constructiva y, en última instancia, utópica. Así vista, Lima la horrible es una “máquina destructora de fantasmas”, una “enérgica limpieza del inconsciente del pueblo desviado de sí mismo por la petrificante Medusa pasatista” (20-1).
El ensayo de Salazar Bondy responde a una poética del develamiento de las falsedades del discurso dominante limeño. Se trata de denunciar su ideología, su falsa conciencia, para proponer una utopía, es decir, una verdadera transformación de la sociedad. La revolución implícita en Lima la horrible mira hacia el futuro pero bajo la forma de una restitución, de la restauración de una solidaridad perdida: “el bejuco de la confianza mutua y la propiedad comunal que antes de la usurpación simbolizaba en cada puerta el amor fraternal” (59).
Merece un comentario el hecho de que esta nueva edición haya reemplazado las fotografías de Jesús Ruiz Durand y Carlos Domínguez, así como la mayoría de los grabados y reproducciones de dibujos y pinturas que se publicaron en la primera edición. Parte importante de la poética plural de este ensayo se apoyaba en las imágenes, las citas y los epígrafes de viajeros. Aunque el cambio probablemente obedece a razones prácticas, ninguna nota lo explica. El libro hoy lleva 12 nuevas fotografías de Paula Macció Cid que ilustran un texto ya adulto; las de la primera edición lo complementaban, formaban parte de una mirada generacional y de una propuesta grupal. Además, las nuevas fotografías plantean abiertamente el problema de la continuidad de una ciudad que ha vivido en los últimos cuarenta años su período más crítico. Sin embargo, hay que decir que en conjunto las nuevas ilustraciones se acercan bastante a las de la edición original.
Por otro lado, hoy es posible evaluar la importancia de Lima la horrible en relación con los nuevos ensayos interpretativos sobre las ciudades. El texto de Salazar Bondy encaró el problema de cómo leer una ciudad colonial y letrada, y abrió así camino a otros estudios dedicados a las urbes americanas, entre ellos el de José Luis Romero, Latinoamérica: las ciudades y las ideas (1976). Quizá anticipó en la forma del ensayo lo que se estaba pensando desde la novela. Podría, por tanto, reconsiderarse su intervención en el desarrollo de la crítica latinoamericana contemporánea.
La ciudad de Lima mantiene sus interrogantes, reposa como otra “esfinge preguntona del desierto”. En cuarenta años la mirada y los imaginarios han cambiado. La mayoría de sus habitantes no frecuenta ya esos espacios saturados de pasado que el ensayo usa como centros de significación; pero los fantasmas no se han retirado. Quizá el antiguo oráculo indígena, al cual la ciudad le debe su nombre quechua, continúa predicando para quienes quieren o pueden oírlo. La mentira y las falsificaciones denunciadas en Lima la horrible, todo el ruido que no permite escuchar “el Perú real”, han cambiado hoy de dirección o símbolo. La fuga se mantiene, pero el pasado de la “Arcadia colonial” ha quedado desplazado por las nuevas metrópolis del mundo neoliberal y mediático. Los distritos limeños que crecieron en los años sesenta, como San Miguel y su desmesurada mega Plaza, los más recientes, como Los Olivos y su numerosa nueva burguesía, no miran ya hacia el pasado. Esa Lima excéntrica recibe sus fantasmas en televisión por cable.
Entre muchas, queda necesariamente pendiente una pregunta: ¿hasta qué punto Lima la horrible en el 2003 es otra vez el texto de 1964?, ¿por qué nos sigue hablando? Puedo solamente esbozar algunas ideas. En la misma medida en que la ciudad de Lima se ha transformado, el texto aumenta su significación como ensayo literario, se constituye en un modelo de forma y en un clásico nuestro de la hermenéutica de la sospecha. Lima la horrible permanece como una gran lectura de la ciudad hecha texto, y de Ricardo Palma como su ícono cultural; define una familia intelectual, cuyas figuras centrales son Manuel González Prada y José Carlos Mariátegui, y traza así una tradición de casi cien años para la “heterodoxia limeña” (128).
Esta nueva edición es un acontecimiento intelectual y una invitación al debate.
* Paul Firbas estudió lingüística y literatura en la Universidad Católica del Perú y obtuvo su doctorado por la Universidad de Princeton en el 2001. Desde el año 2007 es profesor asociado en la Universidad Estatal de Nueva York en Stony Brook, donde es además director del Centro de Estudios Latinoamericanos y del Caribe. Se especializa en textos del período colonial.
Para una lista de sus publicaciones, ir a https://sites.google.com/site/pfirbas/publications2