El presente ensayo forma parte de Dos novelas cortas (2022), de Leonor Picchetti. El libro salió en la colección Narradoras Argentinas (Ed. Eduvim), dirigida por Maria Teresa Andruetto, Carolina Andrea Rossi y Juana Luján. A su vez, integra el libro desbordes (2022), de Augusto Munaro.
Por Augusto Munaro*
Crédito de la foto Ed. Tren en movimiento
Leonor Picchetti
(1942-2015)
En Los pájaros del bosque, Picchetti cuenta el mito de la infancia y la inocencia, el descubrimiento del sexo y la adolescencia. ¿Pero es eso realmente Los pájaros del bosque? Antes que nada, es un grito, un grito de auxilio. La necesidad de hablarle a los demás acerca de una desventura íntima y desgarrante. Un amor prohibido y sus secuelas se convierten en una denuncia a la sociedad de la época, incluso a la obligación de permanecer en ella a pesar de sentirse en rebelión contra la misma.
Se trata de una obra profundamente personal, de modo que es probable que el libro sea de franco corte autobiográfico. Como Picchetti al momento de la escritura, María Pragda, la protagonista, es estudiante de arquitectura y tiene 19 años. Esta voz narrativa es íntima, se nota en los diálogos cuya temperatura testimonial tiene una extraña calidez de confesión. Esa fluidez sin filtro de lo íntimo. Un grado de transparencia que solo la pureza de lo que verdaderamente ocurrió puede tener.
Picchetti no es la primera autora jujeña, ni la última. Están Néstor Groppa, Héctor Tizón, Libertad Demitrópulos, entre otros y otras. Pero todos ellos y ellas tuvieron una ventaja importante sobre la autora de Los pájaros del bosque: escribieron durante más de cincuenta años, tejieron bibliografías frondosas. Es decir, la experiencia de una larga y rica vocación por la escritura. El caso de Picchetti es curioso: después de 1966, luego de la publicación de su segundo libro, no escribió más. Apenas unas doscientas páginas, en tres años de escritura. Y tras su repentina e intensísima experiencia, Picchetti se perderá en el más absoluto de los anonimatos.
Leer hoy Los pájaros del bosque es una inquietante sorpresa. Podríamos ver toda la pequeña obra, como el desarrollo de una poética, o más bien, como la historia dialéctica de varias poéticas opuestas y complementarias. Su espíritu innovador construye una estética de características formales y semánticas distintivas. Un audaz juego de recursos. Ese modo de organizar las ideas no ha envejecido en lo más mínimo, a pesar de ciertas alusiones de época que la historia explicita como nombres de intelectuales, directores de cine en boga, y alguna marca de automóvil como el Valiant. Lejos estamos de una red continua de referencias, de la lógica de inventario. La trama del libro de Picchetti podría desarrollarse en cualquiera otra latitud, pues el esquema formal permanecería con la misma eficiencia.
El mayor efecto de originalidad de Los pájaros del bosque se revela en los diálogos de los adolescentes. En esos saltos temporales, entre la María niña, la preadolescente, y la María estudiante de arquitectura, el pasado y presente se vuelven indisolubles. Al contrario de A bailar esta ranchera, de Horacio Romeu, al prescindir de capítulos o indicaciones tipográficas, las voces de la novela de Pichetti se direccionan hacia un único lugar posible: el presente. Esto ocurre sin transición alguna, es decir, sin etapas intermedias, sin un proceso lógico de cambio y de transformación. Acontece abruptamente, tras los cortes de la elipsis. La María niña es precedida por la adulta y viceversa. Los encastres temporales trazan en el lector una lógica inesperada. Una fuga de la imaginación particular.
El extraño rigor compositivo propuesto por Picchetti produce una realidad refractada como en un cuadro cubista, es decir, sin la perspectiva de profundidad que engendra el tiempo transcurrido. La lectura cobra un ritmo escurridizo y mutable en Los pájaros del bosque. Una narración sin centro, y volátil, que discurre alrededor de la voz omnisciente de quien narra. A veces María se imagina modos de seducir al padre Bounard, otras, de naturaleza más inocentes, como cuando se piensa como un pato, rodeada de su cría; y así. Su imaginación no tiene límites. Deslimita. Nos adentramos a la conciencia de María, donde la atención obsesiva, desemboca en su objeto del deseo: Mauricio Fichther. No obstante, Los pájaros del bosque no responde a los parámetros de novela de iniciación, ni mucho menos de corte romántica.
María Pragda es una muchacha que estudia y cree vivir enamorada de Mauricio, compañero de curso. Estuvo antes en un internado religioso de monjas, donde deseó apasionadamente al joven padre Bounard y esa pasión produjo el traslado del cura hacia África, con el fin de evitar el escándalo institucional. Se sabe esto a medida que progresa la trama. María tiene padres divorciados y apáticos, personas de dinero que apenas ve, y les rehúye por considerarlos hipócritas y frívolos. Viven en Europa. Su padre en Suecia, y su madre, en París. Fue entonces criada por monjas y curas, bajo la estricta moral cristiana. Así, María es proclive a fantasear. A imaginarse amoríos con Bounard, y con el padre de su mejor amiga, Raquel, el señor Dugard. Ahora bien, Los pájaros del bosque no es una novela erótica, sino un libro más complejo, narrado en capas de significado. Picchetti forja múltiples repliegues. Voces heterogéneas: la voz del cuerpo, la del deseo, la del miedo, la de la prohibición, la del otro y la de Dios. La epopeya interior de una mujer en el tránsito hacia la construcción de su identidad. María busca comunicar su angustia, su ansiedad por conocer íntimamente a Mauricio; busca ser comprendida por su amiga Raquel y por su hermano; en especial, busca entender sus propios límites a raíz del trato con los otros. Toda la narración fluye con esa dinámica.
La narradora de Los pájaros del bosque busca amar y ser amada, pero también que los otros sientan como ella. No obstante, los adultos no la comprenden. Hablan de pureza, y la aíslan en un internado por desconfiados. Exigen fidelidad, y sus propios padres coleccionan amantes. Esta crisis se ve reflejada a través de los recurrentes y meticulosos diálogos. Sobre todo, aquellos mantenidos con su hermano Paúl, acaso el único verdadero confidente y cómplice que tiene María. Ambos fantasean el incesto; difamar a quienes obstruyan el camino de libertad que improvisaron juntos. Teorizan sobre un mundo ideal del que son excluidos por la hipocresía de quienes predican sin el ejemplo.
Contemporánea a Rayuela (de Julio Cortázar) y Nosotros dos (de Néstor Sánchez), Los pájaros del bosque apareció a través del sello independiente porteño Falbo Librero Editor. Una efímera aunque precursora editorial que influyó con su impronta vanguardista, en plenos años sesenta, a los posteriores Jorge Álvarez y Ediciones de la Flor. Falbo poseía en su catálogo a escritores como Borges, Estela Canto, pero también se arriesgaba a editar los primeros libros a jóvenes promesas como Miguel Briante (Las hamacas voladoras); Héctor Lastra (Cuentos de mármol y hollín); el malogrado Marcelo Fox (Invitación a la masacre), o la jovencísima Leonor Picchetti. El traductor y crítico Jaime Rest, uno de los presentadores en Buenos Aires de Los pájaros del bosque, se apresuró en trazar toda una cartografía de filiaciones con autores tan disímiles como Joyce, Proust, Colette, Henry Miller. Además, testificó ciertos ecos lejanos de los representantes de la “nueva novela” francesa (Michael Butor, Alain Robbe-Grillet y otros). Sin embargo, Picchetti era más que un crisol de influencias: era un nuevo Prometeo literario. En su estilo único, es dueña de una prosa sensible hasta el grado más íntimo de su escrupulosa sintaxis. Hay, indudablemente, una marcada confluencia del psicoanálisis y Joyce, pero el monólogo interior, la corriente de conciencia que se aplica aquí es más densa y funcional respecto al que estamos acostumbrados a leer. Picchetti explota el pulso del instante, funda allí la base de su originalidad. Al no tener una línea discursiva hegemónica, debió optar por técnicas polifónicas.
Debido a cierta transgresión lingüística y de las coordenadas del tiempo, Los pájaros del bosque no es un texto acerca del divague, sino un texto que divaga sobre ciertos temas. ¿Cómo lo hace? Los diálogos y descripciones se van sucediendo uno después de otro, en continuo, sin importar la lógica cronológica, ni quién los dice. Y en esos tramos, tampoco hay itálicas, o negritas, o entrecomillados, ningún tipo de sugerencia que muestre quién dice qué cosa y mucho menos cuándo. En un mar de significados tramposamente homogéneos, adentrarse en la lectura de este libro, es internarse en un mundo complejo y salvaje, de expresiones contrarias. Pero es posible discernirlas. Lejos estamos de la glosolalia de Emeterio Cerro o del reviente estructural de Romeu. Picchetti requiere de un lector activo, y perspicaz, que crea no en la casualidad sino en la causalidad de las cosas. Así, más que por trama, la historia pareciera avanzar por manchas de recuerdos. No busca retratar una incoherencia mental, busca transcribir lo que la narradora piensa a medida que recuerda o conversa junto a otros. Todo en estricto presente.
La voz de Picchetti en Los pájaros del bosque corresponde a la de una mujer que se rebela en un contexto patriarcal inflexible. Una voz patética que no encuentra eco en el otro, asfixiándose en sus deseos más íntimos. Es un discurso que flota, se disgrega, no puede constituir su territorio. Un lenguaje alucinado a medio camino entre el ayer y el mañana. En Los pájaros del bosque, María no puede ser completamente, mientras el peso doloroso del pasado se haga presente y viceversa. En consecuencia, sobrevive en una tierra de nadie. Un discurso sin territorio, un cuerpo sin acceso al placer. Un deseo que no se consume. Que no se termina de decidir entre el amor místico y el terrenal. Ese es el drama de esta narración que muerde su propia cola.
*(Buenos Aires-Argentina, 1980). Narrador, poeta, traductor, editor, y periodista. Ha publicado más de treinta libros, entre ellos: El cráneo de Miss Siddal (2011), Cul-de-sac (2012), Gesta Cornú (2013), Noche soleada (2014), Camino de las Damas (2014), A la hora de la siesta (2016), El baile del enlutado (2017), Celuloide (2018), El busto de Chiara (2018), Las cartas secretas de Georges de Broca (2019), Los soñantes (2019), Incrustaciones dubaitíes (2019), El rapto de Helmut Kelsen (2020), Un misterio luminoso (2020), El sueño de un poema (2020), Ficciones supremas (2021), La casa flotante (2021), Lucía en verano (2022), Galope de nubes (2022), desbordes (2022), ¡Intríngulis – Chíngulis! (2022), lenguatomada (2023), La gran ilusión (2023) y Rachael, un experimento (2023).