ESTRAGO ESCRITO
…aunque esté mi inclemente
estrago escrito…
Petrarca, Cancionero, XXIII
fuman falos, parafina, canícula que sorben en volutas, pero en cada confluencia, firmamento de
suburbio –en el surco acelerado de la boca– se restablecen pronto de la razzia
¿trabajan los pulmones, vendimia de materia, de la idea que se sigue haciendo trizas?
¿cuántos dígitos succionan la melaza que extrajeron de entallados pantalones?
el casco urbano truena, la ola de vapor; no entiendo los desgastes de ese curso sideral: yo vivo atento al mantra –mas sin el contrapeso que exhibe su horizonte casi cartilaginoso–, a tacones que persigo a lo largo de alquitrán con el procedimiento letal de la jauría
cada uno está dotado de una ostra bajo negros pantimedias, en el pleno vendaval: un contacto que me abre a latitudes con espectros de carnívoras cavernas: varios cuerpos conectivos, radiactivos en su red: los persigo descompuesto, los consumo cuando el físico permuta un ademán que recoge un aguijón, cuando queda poca sed, cuando el bosque de las tardes ensaya con sus bronces para dar un salto al yodo
pero aquéllos (reprimidos por la cruel proximidad) en el dogma de las sombras se aperciben y se dejan auscultar por mil lebreles
eso: cartilaginosos: por detrás del peso pánico, la yesca recompone sus galaxias
en su tránsito nocivo se fuga un pensamiento, proscrito de la mente, doloroso, de mi cuero cabelludo desollado: un nombre en su tejido que se acuña, irreversible, lo que sílaba por sílaba borró mi borrador: ¿será ofelia, será iseo, será laura, magdalena o el semblante de la hembra conservado en celulosa?
es un tránsito relleno de episodios
la veta que reclamo provendrá de esa región: de los témpanos, los hombros, los órganos neumáticos; una química colonia de corales, del espesor perfecto del carmín: como las sales sólidas, por perímetro rocoso, la cigarra de su barra para labios
el acontecimiento atraviesa por un magma y extirpándose de pronto de un pantano, perfilado por sus anfractuosidades entra y sale –redimido– de las sombras, como zíperes de luz denticulados sobre un fondo inesperado de aguaceros
episodio que comienza a entumecerme: los rescoldos de otro mar pintado al temple (como puro peso nómada a la vista de david: los barnices de tu busto, betsabé) visibles alabastros, albatros invisibles: un vuelo sin embates que en la esfera le asignaron
los sesos reconocen (sumando ambigüedades) los pliegues que prescriben por su anverso: registros intrincados (en empalme de sucesos) configuran el glaciar en que uno medra
¿qué borra esa membrana pintada con pintura que fija al disolverse poco a poco?: un órgano que asume sus contagios compromete su sentido a la tragedia, la cera de la carne –que rompe en levadura–, desechos destripados en astillas
¿qué pasados descomponen lo incorpóreo, comparecen amarillos, entre la masa en vida de la glándula que altera complexiones?
pretéritos que escaldan como la acción de un ácido la atmósfera que estira un extractor, con dos botellas verdes, con resina musical, en la madera muerta que apuntala los amantes
sin duda estuve allí, produje un contragolpe, buscando con la sonda recibir respiración, y aullidos corpulentos salidos de las blondas agrestes del pensar
de modo que aparece –venida por un magma
translúcida, tensándose, avenida yugular
el negro cuervo de la cabeza pasma y en esa escualidez feraz morfina
aromas memorables (catacumbas de mi cráneo): no se extirpan ni con una contracción, tanto estrógeno imantado por su tracción de estela, destacándonos los dos del crepúsculo del parque
esos labios escarlatas: baldamiento de recuerdos que dejé en la oscuridad
su mazmorra es mi memoria, monolito disoluble: un desnudo femenino sin modelo
dialogar con espejismos manuscritos con carmín: los dos en el volumen del verano
un tajo en una arteria, recreando disyuntivas, torbellinos escalando las elipses: bilis rápida y motriz por las gamas del cardumen
cabe dentro de los nervios
alabastro del circuito ya extenuado de embestir lo que el látigo despoja de la masa, una tira de la piel contra el velo de un pabilo –que retira de repente su calor
atenúan remanentes de todo daño agudo los dígitos con sus ficciones negras, deriva a la que voy como soldado al caos a través de sucesivas raeduras, como cuerpo que expusiera cada núcleo a rayos gamma, su nudo hipertrofiado como muñón de lepra
relámpagos de muerte buscan delta, paralelos por pendiente en rotación
pero ¿se puede, acaso, rediseñar un sueño si la bruma lo ha mordido cuando se lo vuelve a ver?
el retrato, de conjunto, modifica su estructura, dado el polvo paladino de la era: el ángulo adecuado la conculca, tan acrónica en la falta de un pixel
accedo a ciclos cáusticos, cribado por ranuras; los pulmones se fragmentan en saharas; el discurrir de un ácido que agolpa en la garganta su látigo lentísimo de amnesia
una sombra recurrente que alimenta una pared pertur-bándome con voluptuosidades: aquello que era imán –y me expulsó del páramo– me acoge en el rincón de su principio, aquello cuyo filo se resiste a lacerar elevado hasta el solaz de la extinción
belleza es una gruta que desaparece el núcleo, injerta en un crepúsculo que escupe manganeso; recursos incisivos del engranaje móvil: la caverna sintetiza los torrentes seculares, se convierte en caramillo de sonido oracular entrampado en permanentes infrarrojos
falso vuelo de las nupcias de los pétalos de orquídea accediendo a “construir un contenido”
pienso el cuerpo que tendría que abatir para escalar espacios modulados, omitir –en un desorden de bandada– las serpientes que despiertan al desmonte
¿por qué ese precipicio que se inventa la distancia y por qué su magnetismo es anatema?
del pasadizo rojo, del interior de trapo: coyunda de apogeo y nulidad
un cúmulo feroz, sobre fricción de acero, una línea de pólvora hasta el pubis: es un arco gozoso, trazado con carbón o convertido en ráfaga difícil
intento su inflexión exponiéndolo al envés bajo capas infinitas de sentido
su divisa trepa al velo, por las rampas de veranos preservados en resinas y preceptos: un licuado de elementos comprimiendo oscuri-dad en una cicatriz para dos cuerpos:
amores que inoculan en los hilos de las venas sus antídotos de ríos sub-cutáneos
se articulan como riscos, equilibran aquelarres, cuchilladas de relámpagos agudos
tras estragos corrosivos, tras su pátina espectral, quedará la franja espesa, como cuando pasa escarcha