Por Ray Paz Quesquén*
Crédito de la foto www.frasesdelavida.com
Lenguaje, esencia y poesía
“Solo hay mundo donde hay habla”.
“Llegar a ser el mundo en la palabra”.
“La poesía es la instauración del ser en la palabra”.
“La poesía es como un sueño, pero sin ninguna realidad”.
Heidegger
Martín Heidegger analiza el problema del origen de la obra de arte, en cuatro conferencias dadas en Friburgo y Fráncfort entre 1935 y 1936, que fueron recogidas en forma de ensayo en 1955 como: “El origen de la obra de arte” y posteriormente añadido “Hölderlin y la esencia de la poesía”. Los términos cuyos develamientos conceptuales desarrollo son: lenguaje, esencia, poesía y obra de arte. Tomadas de la proposición: “El lenguaje mismo es poesía en sentido esencial”.
Heidegger es un filósofo que no solo escribe en lenguaje poético, sino que tienen un alto interés por la ontología del arte y de la poesía; desde su visión que es develar la posibilidad finita del ente. Ya en su primera obra El Ser y el Tiempo (1927), hay una leve aproximación al tema, que retomará más adelante para sorpresa de estudiosos como Gadamer o su principal traductor al inglés, W. Richardson, en sus cursos de Introducción a la Metafísica; y luego en las conferencias ya mencionadas, sobre todo porque el arte no parecía tener correlación con su fenomenología del ente, por esta razón se duda si colocar estos estudios en el primer o segundo Heidegger o como una suerte de puente entre ambos. Sin embargo, lo que aquí importa es entender qué quiso develar al estudiar al arte como ente originario desde la aproximación de lo que ocurre en su interior que es lenguaje, que es poesía y esta a su vez esencia de sí mismo.
Lo poético es laberíntico, siempre hay una pared que impide que un concepto termine de desarrollarse en su propio fin, hallazgo u salida; en este sentido la poesía es una no culminación; ninguna palabra llega a su esencia antes de ser negada, ningún sujeto completa su subjetividad antes de ser negado por la objetividad de su objeto (sentido fenomenológico). Ni lo absurdo, ni lo lúdico podrían justificar este planteamiento; solo lo existencial interpretado por la filosofía, tendrán la posibilidad de unificar las posibles salidas del laberinto en las profundidades del ser ahí (Dasein), en su ente que es la verdad, pues la verdad es el ente, porque, el origen es arte: “el arte en su esencia es un origen” (pág.118): es decir una ontología.
“Todo origen es en esencia verdad”, la verdad está siempre en un movimiento continuo de ocultamiento y alumbramiento”, todo esto ocurre en lo que se llama cosa, una cosa, es a veces algo externo y vano, el movimiento que es una contradicción ocurre siempre en su centro, en el interior de la cosa, que es donde mora el “ente”.
El lenguaje o el habla (Heidegger no hace una distinción semántica en ello) en sentido esencial, es la máxima posibilidad para llegar al ente originario que es el arte; y aquí se analoga lo esencial del arte con la poesía, entonces la poesía es origen, que está en continuo movimiento, no es fijo; he aquí que la poesía instaura en una de las grietas causadas por el ir y venir de la lucha movible: “la verdad” o “esa instauración como un comienzo” (pág. 117), por ello el arte siempre está comenzando. Si hablamos de un principio nos dirigimos a un final, aparece lo subrepticio. En todas las tesis de Heidegger, que son fenomenológicas, porque para él, el tiempo es un fenómeno que deviene unificándose en presente, pasado y futuro. “El comienzo contiene ya oculto el final” (pág. 116), antes esto Heidegger se servirá de lo laberíntico para refutarse: “lo primitivo carece de futuro”, estratagema para quedarse solo con la poesía, que no es primitiva, porque lo primitivo es el arte. La poesía se está siempre actualizando en eso que él llama “instauración de la verdad”. Por lo tanto, si es tiempo; es historia; entonces la poesía en esencia fundamenta la historia: la historia del mundo, en ello radicará la afirmación que: “el lenguaje hace el mundo”.
“La poesía es verdad porque es esencia”, Heidegger nos dice el mecanismo para hallarla, la contemplación. Citando intrínsecamente esa famosa sentencia de Heráclito: “La naturaleza ama ocultarse”, pero mediante otra cita de Philippe Daverio: “El arte está verdaderamente metido en la naturaleza, quien pueda arrancarlo lo tiene” (pág. 109), la contemplación es un saber, no ordinario no cognoscitivo, sino un saber del ente, un saber del ser y el tiempo. “Dejar que una obra sea obra es lo que llamamos contemplación de una obra” (pág.104).
Todo esto para fundamentar al tiempo como instauración, es que no puede rehacerse la verdad sin contemplación, entonces la poesía como ente, además de su esencia de luchas, es una contemplación en sí misma, inclusive antes de ser creada.
“El arte como poner en obra la verdad, es poesía. No solamente es poética la creación de la obra, sino que también lo es a su manera la contemplación; una obra es solo real cuando nos arranca de la habitualidad y nos inserta en lo abierto por la obra, para hacer morada nuestra esencia misma en la verdad del ente. La esencia del arte es poesía, pero la esencia de la poesía, es la instauración de la verdad” (pág. 114).
Heidegger nos advierte, que podemos trasladar nuestro espacio ordinario, habitual, al espacio de la esencia de la verdad, que es la poesía.
En Hölderlin y la esencia de la poesía, se responden las premisas, extraídas de la correspondencia del poeta alemán sobre si la poesía es un inocente o peligroso bien. Cuando Heidegger dice que: “el lenguaje es poesía en sentido esencial”, se infiere que la esencia de la poesía debe ser concebida por la esencia del lenguaje.
“La poesía no toma el lenguaje como un material ya existente, sino que la poesía misma hace posible el lenguaje; si el lenguaje es el más peligroso de los bienes, la poesía que es su sentido esencial, es la obra más peligrosa, pero inocente de todas las ocupaciones” (pág. 140). “La poesía es la instauración del ser con la palabra” (pág. 132).
Entonces la palabra será también inocente y peligrosa, en esa lucha que se asumirán el ocultamiento y develamiento, deberán unificarse para manifestarse, cuando podamos concebir ambas terminaciones en un solo pensamiento; será posible la poesía.
En tanto la figura del poeta deberá realizar la contemplación (en Heidegger no hay sujeto ni objeto en la creación de la obra de arte, porque como ya se advirtió se centra en solo los fenómenos que se suceden y se anteponen). Las palabras son signos, en cuyo centro habitan los tres tiempos: pasado, presente y futuro; el poeta será el único que podrá vislumbrar el primer signo (poeta vidente), sin embargo, la excesiva claridad que tiene la verdad del ente, arrojará al poeta a las tinieblas y lo aniquilará, tal como le sucedió a Hölderlin. De esta forma pareciera que aun prevaleciendo el sujeto es el objeto y sus circunstancias que deciden.
En el desocultamiento del ente de la inocencia estaba dormido el peligro, que es acaso el vehículo que los dioses eligieron para manifestarse, es peligrosa la identidad del lenguaje que nos habla en aparente reposo, sin que meditemos que “en el reposo infinito están en actividad todas las energías y todas las relaciones” (Hölderlin), para concluir en esta bella paradoja que después de las “lecciones sobre estética” de Hegel, no se vislumbraría en tratados de estética u ontología del arte; hasta que Heidegger sintetice que:
“La poesía despierta la apariencia de lo irreal y del ensueño, frente a la realidad palpable y ruidosa en la que nos creemos en casa, y sin embargo es al contrario; pues lo que el poeta dice y toma por ser es la realidad” (pág. 143).
Bibliografía
Gadamer, H.-G. (2003). Los caminos de Heidegger. Barcelona: Herder.
Heidegger, M. (2006). El origen de la obra de arte. Primera versión. Revista de Filosofía. Universidad Iberoamericana.
Heidegger, M. (2012). Ser y tiempo. Madrid: Trotta.
*(Chepén-Perú, 1993). Poeta. Estudió Lengua y Literatura en la Universidad Nacional de Trujillo (Perú) y cursos de Simbología antigua (Universidad de Barcelona) y Arteterapia para el trabajo con niños y adultos (Instituto Europeo de Integración Sensorial). En la actualidad, dirige la editorial Reinos, el Programa virtual de filosofía y poesía Pensar en no pensar y el Programa integral de Lectura leo veloz. Obtuvo el Premio de los Juegos Florales de la Universidad Nacional de Trujillo (Perú, 2015). Ha publicado en poesía Cartas a una reina (2014), Armonía musical de las esferas (2015), Porn art (2017), El niño y la luna (2018), Progressio harmónica (2019) y No moderno artificio (2020).