Por Adriana Versiani*
Traducción del portugués al español por Clarice Filgueiras
Curador de la muestra Fabrício Marques
Crédito de la foto www.tantasfolhas.com
Las sombras son esclavas del sol.
13 poemas de Adriana Versiani
Golpeaba la ropa en la piedra
tenía agua por las rodillas
Cantaba
Golpeaba la ropa en la piedra
agua entraba por la boca
Cantaba
Golpeaba la ropa en la piedra
hasta el polvo volverse en palabra.
(de Cabeça de peixe, inédito)
Turista
Un día, en el Museo de Londres, guardada bajo una vitrina de vidrio, la piedra.
Una sola había sido rescatada en el bolsillo, en el abrigo que vestía el cuerpo.
Única de muchas, en el Museo de Londres, guardada por el vidrio de la vitrina.
Ojos lacrimosos, boca seca, escamas de pez pegadas en la piedra del Museo.
Lejos en el tiempo, cerca del río, la reina jugaba tirando la piedra para verla saltar.
Reina que vio la piedra, piedra que vio Orlando, Orlando que vio a Virginia saltar.
Un día, en el Museo de Londres, la vitrina del río que guardaba la piedra del frío.
Reflexiva, miraba los peces que brillaban como si escamas fueran vidrio.
Mañana olvidada de Orlando.
El río, solo los peces sobreviven en el fondo.
(de A física dos Beatles)
Avignon es cercada por un muro de piedras.
Allá adentro, bulle la ciudad:
autos, bares, el tráfico de drogas.
Arriba el castillo del Papa, la catedral y los jardines.
En algún lugar de la memoria, las putas de Picasso.
En la puerta de la iglesia medieval, esculpidas en la madera,
imágenes del demonio con sus cuernos y rostro deformado.
En el altar la hermana corta algo semejante al ciprés.
Sentada en el último banco, no logro sentir el aroma.
En Avignon conocí a la pequeña florista, al profesor de clavecín e al alma que agonizaba.
(de Legendas para fotografía, inédito)
Código
perdóname por no saber amar en otra lengua.
estos versos, que me cruzan como una calle accidentada, no los explico.
perdóname por no saber cantar en otra lengua.
estos versos, que me iluminan como las piedras que faltan en la calle accidentada, no los traduzco.
perdóname por no saber besar en otra lengua.
estos versos que se sueltan y me inundan.
(de Livro de papel)
Las plantas, la sed y el jardín
1- ¡Corre, Ángela!
La atmosfera del día, las sobras en el imaginario de la noche.
Todo construido, palmo a palmo, por la cabeza de los animales con sus cerebros incipientes.
En esta mañana, abrir las ventanas.
Por la noche, cerrarlas.
Este es el néctar de los sueños.
2- ¡Sueña, Ángela!
Es común buscar abrigo cuando se avecina una gran tormenta.
Ángela no: el agua, ella sabe, mata la sed de la tierra.
Nubes cargadas anuncian la interrupción de flujos, la caída de encuestas, transbordes.
Vuelan los tejados de paja y se pierde todo el fubá.[1]
La tempestad íntima de Ángela deja su ropa interior mojada.
3- ¡Salta, Ángela!
Se levanta, aburrida. Pela las frutas y una vez más se pierde en zumo y loza.
Cielo de abril, sol de otoño: piensa la mejor forma de cambiar las yerbas, pues no hay más espacio aquí.
Ángela, sentada en el pasto, no teme sus pensamientos.
4- ¡Respira, Ángela!
Sale sin llevar lo que sea.
Es necesario estar desnuda para dejar lo que no hace más presente. la casa del corazón está vacía y desaparecen las líneas de las manos.
En la estación de lluvias, de los ojos almendrados, chorrea la leche de Ángela.
5- ¡Coraje, Ángela!
Ángela tropezando abre el portón: golpea con el puño cerrado en la madera del portón.
La hiedra, el muro alto de infancia, la pereza de domingo, el cielo apático.
Recoge las flores ancestrales y las olvida.
El sol sigue alto en el cielo y Ángela está clara y luminosa.
Quería mucho que llorara ahora, pero el duelo es un proceso muy particular.
6- ¡Llora, Ángela!
Un día después de otra noche y el universo en llamas sopla otra vez el aliento caliente de los sueños.
En el espejo del salón: Ángela:
senos flácidos, rostro pálido, máscara de pestañas escurriendo hasta la boca.
Con las uñas enterradas en el brazo se descarna.
El prontuario médico no ultrapasa lo obvio: el cielo de Ángela es un mar cerrado en concha.
Si yo tuviera un lindo vestido rojo como el suyo, a lo cierto no lloraría.
7- ¡Mata, Ángela!
Sentada en el pasto, Ángela busca el olor del jazmín.
Apila las cajas.
Tiene el pecho cavado, como si de él venga toda tierra y la raíz profunda que sustenta los días.
Vapor de duda, silbo de serpiente, corrientes que arrastran.
Muchas moscas a enfrentar en el asfalto.
En las cajas deja escrito:
Alma de vidrio.
Este lado para arriba.
8- ¡Viva Ángela!
La libélula predadora plana en el lago.
Un helicóptero planea por la escena.
Por la noche, la infancia salta el muro y Ángela se mescla al pasto del jardín.
Me recojo:
Las sombras son esclavas del sol.
(de Arqueologia da calçada)
Guarda tu infancia en este mechón
en este diente tu cariño
en este cariño la memoria de la revolución.
Guarda,
pues todo que existe merece ser perecedero.
(de Livro de papel)
Ismália no tiene
Torre.
Ella grita a la
Luna.
Por vivir en planta
Baja.
(de Psicotrópicos, Inédito)
Jazz
Después de entregar el alma al cansacio y a los ladrillos coloridos de la pared, reposó los ojos sobre la mesa, sintió el olor dulce de la uva, el sonido estrecho de la flauta, la falta de todo que yace, la presencia de aquello que pulsa.
(de A física dos Beatles)
El loco
Que patrulla
La plaza
Revuelve la basura
Buscando
Cachureos
O algo de
Valor
El loco
Que patrulla
La plaza
Revuelve
El cielo
Con su ojo
Tuerto
Color de hiel
El loco
Que patrulla
La plaza
Revuelve la basura
En busca
De una llamarada
Del otro
Loco
(de Psicotrópicos, inédito)
Sueño
Cuándo dormían
En los idos de marzo
Los griegos antiguos
Cerraban los parpados
Para el fuego del mundo
Y las llamas de adentro
Prendían los sargazos.
Cuándo dormían
Era así que soñaban
Los griegos antiguos
A mediados de marzo.
(Inédito)
Sombra
El cielo
Las nubes
La estrella de la tarde
La tarde
El cielo
La noche
La estrella de la noche
La noche
La noche
El miedo
El miedo de la noche
El miedo
Miedo
Señor que asombra el cielo de esta historia.
(de A Lâmina que matou meu pai)
Resignificando otoño
Que abril pare el otoño que derrama hojas, muerte y desolación,
viralice con el viento frío y el cielo muy azul nuestra deshumanidad.
Un viejo señor está sentado solito en el último peldaño de la escalera.
No hay nada que hacer por nosotros.
Estamos todos sentados en el último peldaño de la escalera.
Algunos no logran más respirar.
Triste otoño, que sopló en otra estación para allá del mundo
y que no imaginábamos que llegaría acá, como si existiera allá.
Aquí, esta escalera donde estoy sentada al lado del viejo señor que retuerce sus dedos
y no balbucea ningún futuro además de este “buen día” ahora.
Sus ojos se apagan, poco a poco, bajo el cielo azul de abril.
Mal amanece y sus ojos ya se apagan.
No sé el dolor de sus dedos retorcidos.
No sé si piensa en lo que será más tarde.
Vuelvo a casa en total abandono, sintiéndome vil y mezquina.
El orden era no salir, era cerrar bien las puertas.
El orden era que los agentes públicos pusieran amoníaco
en las calles y pasillos,
para que vistiéramos mascarillas, para que lavemos las manos,
las suelas de los zapatos, las bolsas del supermercado.
Triste otoño que, en la piel amarillenta del viejo señor sentado en el último peldaño,
me resignifica.
(inédito)
Reptil
1
Apenas un reptil,
me compadezco con la muerte de las nacientes.
Mismo con mi sangre fría y yo apenas eso,
un reptil,
frente la grandeza extinta del río,
me compadezco.
Estoy sobre la tierra y bebo poco.
El sol parte el barro en losanges imperfectos.
La vida arde en el cuero grueso que protege mi cuerpo.
Soy un reptil
Y por eso no lloro,
me compadezco.
2
En el oscuro, guardo los huevos para el próximo período.
No siento rabia, ansiedad o miedo.
Apenas un reptil,
miro los ojos del animal secando en la arena del desierto.
En este universo lleno de estrellas, yo,
apenas un reptil,
me compadezco.
3
Frente la singularidad de la naturaleza,
soy también naturaleza,
incapaz de pensar mi naturaleza.
Traigo en la boca una lengua pegajosa que guarda el misterio
del último insecto.
El espacio está repleto de fantasmas
y el universo se alimenta de cuerpos pútridos.
Yo,
apenas un reptil,
no lamento el universo,
me compadezco.
(de Três pedras)
——————————————————————————————————-
(poemas en su idioma original, portugués)
As sombras são escravas do sol.
13 poemas de Adriana Versiani
Batia com a roupa na pedra
tinha água pelos joelhos
Cantava
Batia com a roupa na pedra
água entrava pela boca
Cantava
Batia com a roupa na pedra
até pó virar palavra
Turista
Um dia, no Museu de Londres, guardada por uma redoma de vidro, a pedra.
Uma apenas havia sido resgatada dentro do bolso, no casaco que vestia o corpo.
Única de muitas, no Museu de Londres, guardada pelo vidro da redoma.
Olhos cheios d’água, boca seca, escamas de peixe coladas na pedra do Museu.
Longe no tempo, perto do rio brincou a rainha atirando a pedra para vê-la saltar.
Rainha que viu a pedra, a pedra que viu Orlando, Orlando que viu Virgínia saltar.
Um dia, no Museu de Londres, a redoma do rio que guardava a pedra do frio.
Reflexiva, olhava os peixes que brilhavam como se escamas fossem vidro.
Manhã esquecida de Orlando.
O rio, só os peixes sobrevivem no fundo.
Avignon é cercada por um muro de pedras.
Lá dentro a cidade ferve:
carros, bares, o tráfico de drogas.
No alto o castelo do Papa, a catedral e os jardins.
Em algum lugar da memória, as putas de Picasso.
Na porta da igreja medieval, esculpidas na madeira
imagens do demônio com seus chifres e rosto deformado.
No altar a irmã corta algo que se assemelha ao cipreste.
Sentada no último banco, não consigo sentir o cheiro.
Em Avignon conheci a pequena florista, o professor de cravo e a alma que penava.
Código
perdoe-me por não saber amar em outra língua.
estes versos, que me atravessam como uma rua acidentada, não os explico.
perdoe-me por não saber cantar em outra língua.
estes versos, que me iluminam como as pedras que faltam na rua acidentada, não os traduzo.
perdoe-me por não saber beijar em outra língua.
estes versos que se soltam e me encharcam.
As plantas, a sede e o jardim
1 – Corra, Ângela!
A atmosfera do dia, as sobras no imaginário da noite.
Tudo construído, palmo a palmo, pela cabeça dos bichos com seus cérebros incipientes.
Nesta manhã abrir as janelas.
À noite, fechá-las.
Eis o suco dos sonhos.
2– Sonhe, Ângela!
É comum procurar abrigo quando uma grande tormenta se avizinha.
Ângela não: a água, ela sabe, mata a sede da terra.
Nuvens carregadas prenunciam a interrupção de fluxos, desabamentos de encostas, transbordamentos.
Voam as telhas do paiol e perde-se todo o fubá.
A tempestade íntima de Ângela molha suas roupas de baixo.
3 – Salte, Ângela!
Levanta- se entediada. Descasca as frutas e mais uma vez se perde em meio a sumo e louça.
Céu de abril, sol de outono: pensa a melhor forma de mudar as ervas, pois não há mais espaço aqui.
Ângela, sentada na grama, não teme seus pensamentos.
4 – Respire, Ângela!
Sai sem levar o que quer que seja.
É preciso estar nua para deixar o que não se faz mais presente. casa do coração está vazia e desaparecem as linhas das mãos.
Na estação das chuvas, dos olhos de amêndoa, jorra o leite de Ângela.
5 – Coragem, Ângela!
Ângela trôpega abre a cancela: bate com o punho fechado na madeira do portão.
A hera, o muro alto da infância, preguiça de domingo, céu modorrento.
Colhe as flores ancestrais e as esquece.
O sol ainda vai alto no céu e Ângela está clara e luminosa.
Queria muito que ela chorasse agora, mas o luto é um processo muito particular.
6 – Chore, Ângela!
Um dia depois de outra noite e o universo em chamas sopra de novo o bafo quente dos sonhos.
No espelho da sala, Ângela:
peitos flácidos, rosto pálido, rímel escorrendo até a boca.
Com as unhas cravadas no braço descarna-se.
O prontuário médico não ultrapassa o óbvio: o céu de Ângela é um mar fechado em concha.
Se eu tivesse um lindo vestido vermelho como o dela, certamente não choraria.
7 – Mate, Ângela!
Sentada na grama, Ângela perscruta o cheiro do jasmim.
Empilha as caixas.
Tem o peito cavado como se dele tirada toda terra e a raiz profunda que sustenta os dias.
Vapor da dúvida, silvo de serpente, correntes que arrasta.
Muitas moscas a enfrentar no asfalto.
Nas caixas deixa inscrito:
Alma de vidro.
Este lado para cima.
8 –VIVA ÂNGELA!
A libélula predadora sobrevoa o lago.
Um helicóptero sobrevoa a cena.
À noite, a infância salta o muro e Ângela se mistura à grama do jardim.
Recolho-me:
As sombras são escravas do sol.
Guarda sua infância nessa mecha
nesse dente seu afeto
nesse afeto a memória da revolução.
Guarda,
pois tudo que existe merece perecer.
Ismália não tem
Torre
Ela grita pra
Lua
Porque mora no
Térreo
Jazz
Depois de entregar a alma ao cansaço e aos ladrilhos coloridos da parede, pousou os olhos sobre a mesa, sentiu o cheiro doce da uva, o som estreito da flauta, a falta de tudo que jaz, a presença daquilo que pulsa.
O louco
Que patrulha
A praça
Vasculha o lixo
À procura de
Tralha
Ou algo que o
Valha
O louco
Que patrulha
A praça
Vasculha
O céu
Com seu olho
Torto
Cor de fel
O louco
Que patrulha
A praça
Vasculha a tralha
À procura
De uma fagulha
Do outro
Louco
Sonho
Quando dormiam
Nos idos de março
Os gregos antigos
Cerravam as pálpebras
Para o fogo do mundo
E as chamas de dentro
Acendiam sargaços.
Quando dormiam
Era assim que sonhavam
Os gregos antigos
Nos idos de março.
Sombra
O céu
As nuvens
A estrela da tarde
A tarde
O céu
A noite
A estrela da noite
A noite
A noite
O medo
O medo da noite
O medo
Medo
Senhor que assombra o céu desta história
Ressignificando o outono
Que abril pare o outono que espalha folhas, morte e desolação,
viraliza com o vento frio e o céu muito azul a nossa desumanidade.
Um velho senhor está sentado sozinho no último degrau da escada.
Não há o que fazer por nós.
Estamos todos sentados no último degrau da escada.
Alguns não conseguem mais respirar.
Triste outono, que soprou em outra estação do lado de lá do mundo
e que não imaginávamos chegasse aqui, como se existisse lado de lá.
Aqui, esta escada onde estou sentada ao lado do velho senhor que retorce os dedos
e não balbucia nenhum futuro além deste agora “bom dia”.
Seus olhos se apagam, aos poucos, sob o céu azul de abril.
Mal amanheceu o dia e seus olhos já se apagam.
Não sei o fundo da dor de seus dedos retorcidos.
Não sei se ele pensa no que será mais tarde.
Volto para casa em total abandono, sentindo-me vil e mesquinha.
A ordem era para não sair, para lacrar bem as portas.
A ordem era para que os agentes públicos aspergissem quaternário de amônia
nas ruas e calçadas,
para que usássemos máscaras, para que lavássemos as mãos,
as solas dos sapatos, as sacolas de supermercado.
Triste outono que, na tez amarelada do velho senhor sentado no último degrau,
me ressignifica.
Reptil
1
Apenas um reptil,
me compadeço da morte das nascentes.
Mesmo sendo frio meu sangue e eu apenas isso,
um reptil,
diante da grandeza extinta do rio,
me compadeço.
Estou sobre a terra e bebo pouco.
O sol racha a lama em losangos imperfeitos.
A vida arde no couro grosso que protege meu corpo.
Sou um reptil
E por isso não choro,
me compadeço.
2
No escuro, guardo os ovos para o próximo período.
Não sinto raiva, ansiedade ou medo.
Apenas um reptil,
fito os olhos do animal secando na areia do deserto.
Neste universo apinhado de estrelas, eu,
apenas um reptil,
me compadeço.
3
Diante da singularidade da natureza,
sou também natureza,
incapaz de pensar a minha natureza.
Trago na boca uma língua pegajosa que guarda o mistério
do último inseto.
O espaço está repleto de fantasmas
e o universo se alimenta de corpos que apodrecem.
Eu,
apenas um reptil,
não lamento o universo,
me compadeço.
______________________________________
[1] harina hecha a partir del maíz, base de alimentación brasileña.
*(Minas Gerais-Brasil). Poeta. Fue membro del grupo Dazibao (Belo Horizonte). Se desempeñó como coorganizadora de la colección Poesia Orbital y del periódico Inferno. Formó parte del consejo editorial de la Revista de Literatura Ato y fue editora del periódico Dezfaces. Ha publicado en poesía A física dos Beatles (2005), Conto dos dias (2007), Livro de papel (2009), A lâmina que matou meu pai (2012), Diário de A (2013), Três Pedras (2014), Arqueologia da Calçada e Farmacopeuma (2018), Um bicho, dois gravetos, quatro pingos (2020), entre otros.
—————————–
*(Minas Gerais-Brasil). Poeta. Integrou o Grupo Dazibao de Belo Horizonte. Foi co-organizadora da Coleção Poesia Orbital e do Jornal Inferno. Fez parte do conselho editorial da Revista de Literatura Ato e foi editora do jornal Dezfaces. Tem diversos livros publicados A Física dos Beatles (2005), Conto dos dias (2007), Livro de papel (2009), A lâmina que matou meu pai (2012), Diário de A (2013), Três Pedras (2014), Arqueologia da Calçada e Farmacopeuma (2018), Um bicho, dois gravetos quatro pingos (2020).