Por Karina Valcárcel
Crédito de la foto (Izq.) Ed. ArtePoética Press/
(Der.) www.limaenescena.blogspot.pe
Las palabras deben tener olor a pólvora.
Sobre Gravedad (2017), de Mariela Dreyfus
Para empezar a escribir este texto saqué de uno de mis libreros los libros iniciales de Mariela Dreyfus, los cuales obtuve entre mis 15 y 25 años, libros que para el año 2000 ya eran muy difíciles de rastrear. El primero que llegó a mí fue ‘Placer Fantasma’, inicialmente en una versión fotocopiada que atesoré durante años y luego en la edición de mayo del 93 que fue tirada por la Asociación Peruano Japonesa del Perú, libro ganador del concurso de creación literaria de dicha asociación y que incluye entre sus páginas el acta declaratoria del poemario ganador firmada por quienes en ese entonces fueron parte del jurado, nada más y nada menos que Blanca Varela, Javier Sologuren, José Watanabe, Carlos López Degregori y Marco Martos; todos ellos importantes voces de nuestra poesía peruana, reconociendo la calidad de los versos de su gestora.
El segundo que obtuve fue ‘Ónix’, editado por Jaime Campodónico en el 2001 y adquirido por mí gracias a uno de mis dealers de libros, quién además me consiguiera posteriormente ‘Pez’, Santo Oficio, 2005. Pero por qué menciono todo esto… existe un desfase y una serie de acontecimientos entre la publicación de un libro y la llegada de este a la vida de su lector. El año 84 cuando se publicaba el ‘Memorias de Electra’ yo me encontraba aún a un año de llegar al mundo. En el 93, cursaba el tercer grado de primaria y Mariela era ya una reconocida y laureada poeta que además había formado, junto a sus contemporáneos, el mítico e importante movimiento Kloaka. Para el 2005, ella ya había escrito todo un libro sobre el nacimiento del hijo y yo apenas descubría el latido del corazón de mi niño aún dentro de mi vientre. De aquí, dos cosas: al leer a Mariela Dreyfus siempre me he sentido tocada, conmovida, identificada y abatida por sensaciones nuevas. Aunque difícilmente un escritor se proyecte a hablarle a cada uno de sus lectores, la poesía de Mariela ha logrado en mí un estado de empatía derivado en admiración y cariño y esto me parece increíble porque en la ‘vida real’ no nos conocemos, no hemos compartido espacios comunes, si sabemos de la vida cotidiana la una de la otra es debido a Facebook, pero incluso antes de la existencia de esta conexión virtual, para mí se generó un lazo muy importante con su poesía, la cual ha afectado mi visión de la literatura y siempre ha logrado y logra perturbarme bonito, como si volviera a sentir de forma nueva todo lo que ya he vivido. Y creo, o más bien sé que no soy la única de sus lectoras que siente de esta manera, entonces leer a Mariela me resulta necesario porque siempre me devuelve un conjunto de sensaciones que daba por perdidas. Eso es lo que hace la verdadera poesía. Te enfrenta contigo mismo, te incomoda, te revuelve las tripas, te cura, sin importar la temporalidad, la brecha generacional, la distancia física o el contexto geográfico.
Lo segundo. Conseguir los libros de Mariela en Lima nunca ha sido algo fácil para sus nuevos lectores o lectores potenciales. Siempre que he recomendado a alumnos y amigos algunos de sus libros, estos han tenido problemas para hallarlos, por lo que hemos vuelto al recurso de la fotocopia. La poesía es el patito feo de las cadenas de librerías comerciales. En aquellas que le brindan un lugar especial o privilegiado, los ejemplares se agotan rápidamente y –hay que admitirlo- las editoriales en general no siempre cuentan con el mejor sistema de distribución y reposición. Leer poesía sigue siendo algo semejante a una práctica negada debido a lo hostil que puede ser el entorno en el que se trata al libro como una mercancía común. De ahí una de las razones por la cual la edición de ‘Gravedad’, poemas reunidos de Mariela Dreyfus, sea un acontecimiento necesario y sustancial para aquellos que amamos la poesía. Por fin tenemos en un solo volumen el tránsito poético de tan dedicada –y a mi parecer, genial- escritora peruana.
‘Gravedad’, Artepoética Press, Nueva York 2017, reúne 6 libros de poemas publicados por Mariela, los 4 que ya mencioné más ‘Morir es un arte’ y ‘Cuaderno músico’. A ellos se suman los inéditos ‘Poemas Aparte’ y el libro en proceso ‘La edad ligera’. En los epígrafes que abren el libro se alude al doble sentido que ejerce el término ‘gravedad’ como la palabra elegida para sintetizar la obra poética reunida de Dreyfus. Gravedad como fuerza que sobre todos los cuerpos ejerce la tierra hacia su centro, en este caso centro conformado por la construcción y reconstrucción de la vida y del amor a través del lenguaje; y gravedad como condición de arduo, difícil, severo; gravedad con la voz de Vallejo, cuyo momento más grave en la vida llegó tantas veces y sin embargo no ha llegado todavía, del mismo modo en que escribir para la poeta no es una tarea que empieza y se acaba, sino una forma de estar viva, con todas las muertes que eso implica.
Existe la constante de lo autobiográfico en la poética de Mariela. Lo autobiográfico como rasgo que trasciende la experiencia vivida; como manifestación del pensamiento crítico, que cambia de tono, ritmo e intensidad con el paso del tiempo sin perder nada en el camino. Otra característica importante de su escritura es que crea una relación entre la literatura y las demás artes. Como ella misma explica en una entrevista con Rosana López Cubas, cito ‘Mi acercamiento a la literatura siempre ha sido interdisciplinario, dinámico (…) La correspondencia de las artes siempre me ha parecido un juego infinitamente fascinante’. Algo que quizá se ha hecho más evidente en sus últimos libros publicados –especialmente en ‘Cuaderno músico’- pero, que sin embargo, ha estado presente desde sus primeros textos, en versos que van desde Magritte hasta Miles Davis. Surrealismo, vanguardia, fusión, melancolía y un resurgir desde las cenizas de la realidad con mesura, modestia y gratitud.
Lo érotico en la poesía de Dreyfus fue algo ligado a la iniciación, hablo específicamente de ‘Memorias de Electra’. Honestidad y pureza de la forma expresiva, pero también una vía de ir contra lo establecido, contra lo socialmente aceptado como ‘correcto’, un gesto de resitencia frente al machismo imperante de nuestra sociedad que subsiste –y que quizá hasta se fortalece- aún en estos días. Lo erótico en los libros siguientes viró a lo sensual como exploración de los sentidos, el cuerpo presente como un artefacto que se desarma para entender su funcionamiento, la disección de la memoria, la labor de limpieza sentimental, la reconciliación con las frustraciones. El cuerpo como carne es ahora el cuerpo como mapeo e inventario de las posibilidades de lo sentido. Se dice que la poesía de Mariela ha cambiado desde su primer libro publicado, o es así en apariencia. Una afirmación muy básica donde se asocia el cambio al progreso, como si escribir poesía fuera una situación de ascender posiciones. Quizá la poesía de Mariela haya cambiado, es cierto, pero como parte de un proceso natural que se corresponde a su actividad de rutina que tiene que ver no solo con su vida personal, sino además con su labor de investigadora, lectora y docente. Mariela ha logrado lo que muchos de mis contemporáneos anhelan: hacer de la poesía su forma de vida, sin disfuerzos, sin la búsqueda de la estrellita en la frente. Por ello sigue siendo cierto lo que Guillermo Niño de Guzmán afirmara sobre la poeta tantísimos años atrás: ‘lo que es inequívocamente suyo es su capacidad para hacer del poema un verdadero acto de amor’ y a esa afirmación agrego: una forma genuina de hacer arder la palabra.