Las huellas sin rastro. 5 poemas de Irina Yellows

 

Por Irina Yellows*

Crédito de la foto la autora

 

 

Las huellas sin rastro.

5 poemas de Irina Yellows

 

 

La descapitalización de los cuerpos

 

La descapitalización de los cuerpos únicos y perennes,

cristalizados y exhaustos de primavera,

oxidados de guerra,

sombríos y olvidados, amarrados en la selva.

 

La descapitalización de los cuerpos entregados y violados en la superficie terrena,

enterrados vivos en la raíz superflua de la vida;

La descuartización de los cuerpos ensangrentados de víctima, revolucionados en su alma.

 

Cuerpos encendidos de palabras,

subsanadas en la nada,

asesinados en las aceras, ultrajados de inconsciencia colectiva.

 

La descapitalización de los cuerpos que una vez fueron sanos y perfectos,

que una vez fueron escuchados y llenos de vida,

se quemaron en la hoguera y se tiraron a la vía.

 

La descapitalización de los cuerpos que se mueren

y se tuercen en la malograda

biosfera interna de la cicatriz,

prisionera de entreguerras y miserias.

 

La descapitalización de los cuerpos madre,

que parieron en la adversidad de las noches de tiroteo,

que son masacrados e invadidos en la catástrofe y en la mentira.

inocentes y malogrados,

en momentos atestados de hambre.

 

La descapitalización de los cuerpos que quieren pero no pueden

y en la prisión de las culebras, no queda sitio para ser libre.

No tienen nombre,

los raíles son autopistas llenas de miedo,

y las lucen se quedan apagadas en medio del camino, que involuciona,

en medio de la miseria dividida entre ricos y pobres.

 

La idiosincrasia de los que perecen en la colonización de los cuerpos,

día tras día, en el sur del continente, en el otro lado del mundo,

en la Calle 13,

en la paralela avenida que se tuerce y que te llega,

en la habitación roja del este,

en la cicatriz que adolece tu cuna,

en la misma cama en que te duermes.

 

La poeta Irina Yellows

 

Los románticos

 

Los románticos se mueren de hambre pero al menos les queda el amor,

Los ves cruzar las calles con sus ropas desechas por el tiempo, los ojos perdidos buscando el silencio.

 

El frío en las sienes, los libros su única compañía, en las noches oscuras dónde se gira el cielo para convertirse en tierra, y no ver la tristeza de los sin nombre, de las almas invisibles que viven en la ciudad.

 

Los románticos se curan con palabras y se tapan con recuerdos, en la hostil misericordia de la vergüenza.

 Caminan descalzos y parece que estuvieran acostumbrados a la pobreza, algunos los apartan y humillan, otros sin más los ignoran, pasan por encima de sus cabezas como si no existieran.

 

Algunos comentan a sus espaldas, otros sienten pena, hay gente que piensa que son antisistema, inadaptados, parásitos de esta sociedad que los condena; y yo me pregunto, ¿dónde estará la belleza? La belleza es la simplicidad de los románticos caminando por las calles.

 

Quizás escriban poesía para no dormirse y morir de frío entre cartones y el vacío existencialista, de la soledad esclava y conformista de la humanidad consumista.

 

Y yo también soy parte de este circo, y yo también soy parte de esta selva de voraces utensilios, que cortan la piel a tiras y matan la ilusión. El idealismo no es suficiente para sobrevivir en esta atmósfera vil y despiadada.

 

Y yo, que creí ser romántica muero de sed en las aceras, palpita sin embargo el amor en este corazón trueno, en este corazón luna, que pide para los mendigos y regala versos. Los románticos se mueren de hambre pero al menos les queda el amor. Si pudiéramos alimentarnos de amor, no existiría el hambre…

 

 

 

Palabras incoherentes

 

Se tiñe la luz parásito,

Las huellas sin rastro,

Los satélites incomunicados,

Los eclipses premeditados.

 

Se acentúan las palabras incoherentes,

Se dibujan atardeceres anestesiados,

Se buscan los hombres primigenios,

Se doblan las persianas para que entre el sol.

 

Se agolpan las pasiones bajo la cama,

Se quiebran las venas que conectan con el corazón,

Se paralizan todos los semáforos,

Se tiñe de blanco la vida, y no te deja ver,

No te deja ver.

 

Se ahuecan todas las manos, los ojos,

La pupila.

Se mira desde el fondo del precipicio,

Se agrietan las manchas y el dolor.

 

Fingimos que vivíamos para morir,

Morimos un poco cada día.

 

Mentimos con la luz del alba

y esa angustia vuelve a asomar,

Tan resiliente y ambivalente

Como la valentía de vivir.

 

Escuece un poco menos a la luz del candil.

Cometemos el error y olvidamos el por qué.

 

(de Corazón de aguja)

 

 

Hablar de ti…

 

Hablar de ti es más fácil que hablar contigo, se me atragantan las palabras y el aire escuece como a contracorriente.

Quiero sincerarme, como una botella de cristal de finas aguas;

Encontrarte de nuevo en cualquier calle que nos lleven las señales.

Tu cuerpo, el mío, nuestras almas en un constante ciclo, tu mirada y mi mirada, como suaves curvas del tiempo.

He buscado tu abrazo en paulatinos momentos que quieren ser utensilios del amor y que rompen este latido, que te busca efímero, como las canicas que van rodando por el suelo.

Quiero ser tu presente latido y que me escuches, que lo escuches, como meditativo, como un silbido, como un eco, como cientos de suaves graznidos de pájaros libres y bellos, que en una palabra encuentres todo el cariño.

No sé cómo hablarte, quizás tampoco sepa realmente como eres, aunque el viento lo susurre en mi oído y me diga que eres tú el camino…

Hablar de ti es más fácil que hablar contigo, despertar o despertarme en un mundo nuevo o acabar fingiendo, intentado olvidar tus ojos, captar sólo la incertidumbre, amansar las ganas, romper la batalla, querer ser tu amiga y perderme contigo, recrearnos y rasgar la telaraña que nos consume, que nos deja sin ganas las razones.

Sueño con esa realidad dónde existe el nosotros, sueño que rompemos el Matrix que nos circunda, que no hay paralelismo más subjetivo, que tanto amor no cabe en este mundo ambiguo. Que miedo me da quererte, que miedo y que fuego…

 

La poeta Irina Yellows

 

Palabras como hojas

 

Si las palabras fueran aves escapando del barro, entrarían en la cúpula de los avisperos, de las treguas imperecederas, de las almohadas rotas y los despistes oblicuos en el corazón.

Si me arrancaran las cicatrices quizás sabría caminar mejor, olvidar el sinsabor, los amaneceres crisálida, los rotos rojos de un sol disecado, el lugar abstracto de la soledad, dónde se guardan los recortes de periódico y las fotos viejas.

He querido descifrar el laberinto y he vuelto a caer sin caer, he vislumbrado el pasadizo azul, he vuelto a ver las estrellas salir y disparar en las azoteas de las casas sin tejado.

Ha vuelto a salir la luna sin huida, en los albores de luz, en la oscura grieta del dolor, donde sangran las estepas de los miserables.

Y así me cuento yo las cosas para no despilfarrar con el miedo y el ocaso del tragaluz.

Las horas pasan y han pasado sin saber quién es él y quién soy yo, un día más al cincel del abismo; acariciando las últimas palabras que te quiero decir y callar. Me dejas claro sin querer el por qué y quizás así sea más fácil volar.

Aun quedándome vacía de certidumbre, en la levedad del ser y del consciente de las hojas al caer sin saber que caían.

 

(poemas inéditos)

 

 

 

 

 

*(Valencia-España, 1985). Poeta. Pedagoga por la Universidad de Valencia (España) y magíster en Neurociencia cognitiva y NEE. En la actualidad, se desempeña como profesora de Educación secundaria en Barcelona (España). Ha practicado danza clásica, teatro e interpretación. Ha publicado en poesía Corazón de aguja (2018).

 

 

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