Hace algún tiempo, publicamos en Vallejo & Co. el prólogo del ensayo Mejorando lo presente. Poesía española última. Posmodernidad, humanismo y redes (2010, Caballo de Troya ed.). Un ensayo escrito por el escritor Martín Rodríguez-Gaona que nos ayuda a entender la situación de la poesía española contemporánea haciendo énfasis en la multiplicidad de tendencias y su vínculo a los nuevos soportes y formatos.
En esta ocasión, toca profundizar en la poesía de Patricia Esteban, para lo que Rodríguez-Gaona analiza el poemario El rescate invisible (2005).
Por: Martín Rodríguez-Gaona
Crédito de la foto: Izq. www.sgfm.elcorteingles.es
der. www.dvdediciones.com
Las dimensiones mínimas.
El rescate invisible (2005), de Patricia Esteban
Dos asociaciones usuales son las que sutilmente cuestiona El rescate invisible, el primer libro de Patricia Esteban (Madrid, 1975): que la poesía concreta se practica, esencialmente, como un sofisticado entretenimiento intelectual y que la literatura femenina es, sino siempre reivindicativa, al menos sí discursiva cuando abarca experiencias cercanas a lo autobiográfico. Entre una tradición de escritura soslayada y la retórica voz de la literatura de género, la poeta se desenvuelve con fluidez, asumiendo riesgos formales que no agotan los hallazgos de un libro peculiarmente amable y ambicioso.
A través de textos de muy diversa naturaleza, la autora desvirtúa a la reflexión y al testimonio como categorías privilegiadas del quehacer poético, centrándose en los misterios y condicionamientos de la lectura como fenómeno. El comentario textual y la paradoja son algunos de los recursos por los que se construye el asombro, empleándose con frecuencia un tono menor, a veces naif, a veces lúdico, siempre en pos de suscitar el absurdo o la duda. El rescate invisible nos recuerda, con una gracia y contundencia emparentadas con las fábulas de La Fontaine, la profunda crisis de todo discurso logocéntrico.
El libro se divide en tres secciones: “Poemas entremedios”, “Poemas entresueños” y “Poemas entrevistos”, y en ellas se exploran las extrañas relaciones que establecen distintas zonas de aquello que denominamos como “realidad”. Los acontecimientos mínimos y paradójicos, lo onírico y la discordancia entre lo que se percibe y se nombra, y, por último, lo parcial e inestable de todo acto de lectura, son los territorios difusos por los que transita esta escritura.
La voz que recorre El rescate invisible está articulada desde una perspectiva que podría calificarse primordialmente femenina, más allá de una circunstancia vital o cierta agenda política. El reiterado uso de prácticas y giros asociados a lo subalterno es empleado en este libro para asediar grandes temas y problemáticas occidentales, sean filosóficos o históricos. En estos textos un cubito de hielo y un iceberg, o el dolor de Safo y el de una niña que aprende a escribir tienen una misma dimensión: muestran un distanciamiento irónico frente a la ambición o el poder, sin incurrir por esto en revanchismo alguno. Es más, en no pocos casos la respuesta ensayada encierra una perturbadora ternura.
Uno de los aspectos más atractivos de esta propuesta es la desmitificación a la que es sometido el libro en su concepción gremial: editores, autores, traductores y lectores son compañeros en un desfile de malentendidos, siempre ridículos en su comercio comunicativo, pese a las buenas intenciones (como en “Los lectores”, en el que los vecinos de un poeta le hablan sólo en octosílabos, cuando no pasean a su perro esperando ser convertidos en metáfora).
Sin embargo, El rescate invisible asume también determinados asuntos clave de la tradición poética española más reciente, como la religiosidad en “Una teogonía” (Dios era pequeñito como un microbio… la escultura que más fidedignamente lo representa es el grano de arena) o en la construcción histórica de la memoria, en “Una canción”, poema en el que el estupor de la Guerra Civil es atisbado desde la experiencia de los abuelos.
Sin recurrir a resonancias consensuadas o a una cosmovisión explícita, El rescate invisible es un libro que busca perdurar en el problemático espacio abierto entre el miedo y el gozo: aquel que concedemos al someternos al poder de una nota a pie de página, a cualquier lectura.