Por Alberto Moreno*
Crédito de la foto www.revista.escaner.cl
Las conspiraciones del silencio.
7 poemas de Alberto Moreno
Oruga y caracol
Quizás sea siempre lo idéntico
lo indescifrable ante el pensamiento
e inexpresable en nuestra lengua
cosas inalcanzables
de aspiraciones ilimitadas
fuera de toda posibilidad
conspiraciones del silencio
apariciones y desapariciones fortuitas
arrebatos de la memoria
trucos del tiempo en nuestra mente
simulacros del corazón
oscuras pasiones y tormentosos deseos
torpes hábitos heredados
y extrañas orientaciones del tiempo
que no llegaremos jamás a comprender
y sobre todo, una falta profunda de paciencia
de calma en los momentos decisivos
de tacto y silencio en medio
de las metamorfosis cotidianas.
El sucesivo e incansable aliento del mar
el eco de las palabras
el final de una risa.
A dónde vas?
¿Hacia dónde va el alma del poeta muerto
dónde dirige ahora su canto
acaso se posa en la copa del árbol más alto
o se detiene-aéreo-junto al oleaje
tocará su flauta en medio de un jardín de ninfas
o se habrá quedado, aún más solo, en la cima
del monte de las revelaciones
dime dónde, dónde estás ahora viejo eremita
o es que lograste por fin
disolverte en medio de la nada?
A Enrique Lihn
Dermis
Los límites y los desplazamientos
las decepciones y la resistencia
la basura y el exquisito gozo
todo eso nos aflora por la piel
Estallando en llanto
desbordado por el dolor
o la inmensa alegría de un éxtasis
todos los descubrimientos felices
la vejez y todo el daño acumulado
nos pasan por el hueso
por la carne por la piel.
El sujeto aquel
No resulta fácil volver a casa todos los días
sin perderse por ahí en los caminos
como tampoco es sencillo aprender a quererse
-tardamos en eso tantos años-
para luego, por un sentimiento soterrado,
desandar torciendo el camino
y empezar a odiar,
(al otro, a uno mismo) en fin,
La disolución del sujeto me parece una puerta
imposible de tocar
entrevisión de un más allá
del cual no se regresa y del que
sería mejor no hablar,
pues el sueño tampoco nos da refugio,
corres y corres, pero no alcanzas a librarte
porque el sujeto aquel,
jamás desaparece.
Pequeña muerte
El refugio
la rompiente de la ola
toda la sal del mundo
los fracasos de toda la vida de un hombre
una mujer imposible
ese amor negado reiteradamente
la piedad de los amantes
tanto más necesaria y útil que la de las religiones
el beso que te borra del mapa
los golpes gritos y rasguños
la obsesión, segundo tras segundo por poseer
y acometer para saciar tu deseo
el desvarío al fin, en que nos deposita,
al menos por un instante
tu historia hecha carne entrelazada con la mía
la desaparición que sigue a ese acto
el deseo de la desaparición
morir en esa muerte.
Octubre 2003
Escribir poesía
leer poesía
como leer las líneas de la mano,
sortear unos cuantos malos años y
a pesar de eso
no olvidarlo todo.
Hacer efectivamente lo que quisiste
aprender a estar solo
y vivir en cierto modo retrasando lo
inevitable,
entender que hablamos – decimos – enunciamos
algo que esencialmente no está
por su pura irreconocibilidad
que impronunciable es
que de las manos y ojos se nos va
como de la punta de los labios,
esa palabra que nunca dijimos.
Cosas como esas
a velocidad luz.
Como todas las cosas
Como todas las cosas están llenas de nada
tú de música inundas el alma mía
así puedo cerrar los ojos y
por fracciones de segundo, es decir,
por un tiempo ilimitado
me es dado fugarme transmigrar
y transfigurar este espacio
vacío hace un instante
colmado y rebosante ahora de cosas maravillosas
extravagantes y sensuales
dulces y delicadas
graves y silenciosas.