Por Ethel Barja
Crédito de la foto (izq.) Ed. PEISA/
(der.) Peru21
Las blasfemias de Roger Santiváñez:
notas sobre Sagrado (2016)
Las palabras blasfemas se contorsionan sensualmente sin dejarse atrapar, son los azúcares prohibidos dados al desciframiento, sin promesa de decodificación final. Es el juego de las interpolaciones frente a una realidad excesiva: “Soportamos una presencia olfativa nauseabunda; / solo a la hora más brisácea del día/ nos abandonan a la caída, / esa carencia de fierros torcidos sonando” (“En el el taller”, 16). La poesía reunida de Roger Santiváñez (2004-2016) ingresa en la carencia del sonido humano, caído para siempre, y felizmente condenado a desafiar toda armonía. En ese desamparo el vocablo se balancea en la lucha por vivir en estado de poesía permanente. El poeta orilla diariamente a la palabra a esa condición; pues concibe la poesía como una práctica sagrada en términos de “una devoción y una mística y ascética disciplina” (“Proemio”, 9). Estos ejercicios poético-espirituales se encarnan a través de una praxis lírica que se asienta en la cotidianidad. De modo que proponen una alquimia que recoje albores sagrados de presencias profanas.
Oh santa rósel in my heart
You are my pendejita azul
Eres la arrodillada virgin li
Mensi in santuario fresh
Me brotas líquido profético
Lux behavior humana
Mente hazme en domingo
Tu homenaje sacramentado
Reliquia de la custodia (“Lúdica” 37)
Este yo vitalista celebra el aquí y ahora de la belleza que pasa y que pesa, que se instala con toda su gracia e irrumpe, como la eucaristía. Su blasfemia tiene las dimensiones de un reclamo por la inmanencia de lo sagrado, pero es sobre todo una blasfemia lingüística, a la que Santiváñez hace referencia en términos de: “Astucia de la lengua, acumulación y yuxtaposición. Una abolición constante sobre cada movimiento enhebrado. Símil de la imposible empresa significativa. Raros emparejamientos, constelaciones caprichosas, rayos láser sobre el sentido” (9). La versatilidad del verso entrama un imaginario grecolatino y un vocabulario preciosista afín al del Siglo de Oro español: gongorino por los latinismos, cultismos, y el hipérbaton; y quevediano por los conceptos que brotan en los versos como frutas frescas. “Poesía me encuentra tu luz ojo quebrado anís de la melancolía/ síndrome antesala barrunto oh la música que anudó el pistilo/ de la innombrada flor aún poseída después de la revelación” (“Egus”, 43). Parte de la lozanía de estos frutos proviene de la diestra incorporación de la jerga popular peruana limeña y piurana, así como variadas incursiones multilingües:
Ondas periódicas izan me
Levemente inside y aquí la
Sobra de una gaviota zass
Is un vuelo incaico in the
Atlántico norte not yet
& entonces qué es?
Silueta de conchita on the beach
Cueva de algún crab haciendo
Crack en la sopa del crepúsculo
And she said chicken tacos
This is the best time comadritas
Redoble de oleaje junto al muelle (“La insolación interior”48)
Los chispazos melancólicos en Sagrado nos muestran imágenes infantiles de un temple emocional vallejiano. Así, se observa en las alusiones al hogar dejado atrás, las actividades cotidianas en horas precisas, y el tono calmo que todaviíza los objetos:
Delicuescente claridad rosada
De la casa vendida tras la muerte
De su mejor amante a quien Rosa
Ofrecía uvas de Italia escogidas
Belleza del ciprés & los manteles
Suculentos lonches a las seis p.m.
Columpio del cielo allí estuvimos. (“Oro peinado”, 57)
El paisaje de Sagrado es inevitablemente costero, aguarda como una caracola los misterios del sonido. Desde esa vigilia contempla: “Para escuchar el sonido del mar/ voy a pulir las olas revueltas se/ Renadas en mi nada solitario nado” (166). En esa marea las certezas hacen equilibrio entre la voluptuosidad del lenguaje y la voluptuosidad que lo inspira, que lo informa, que lo desafía. Se trata de un enjambre de ninfas, sirenas, musas, etc, que hacen las veces de Beatriz, en quien se busca virtú y Vida Nueva.
Para las dulces muchachas de neón
Una piscina, suavidad acuática, zam
Bullidas. Sol del crepúsculo salpica
Hasta el poema la gota de tu amor
Bajo el cielo de la luz nebulosa lá
Grima solita en el verano más triste
Cuando el césped verdea en dorado
& el atardecer se hila al horizonte
Azul el almendro de mi madre en
Mi memoria piurana pequeñas luces
Encendiéndose a lo lejos prix del aire
Son las briznas demudadas junto a mí (“IV Roberts Pool”, 160)
El deseo de virtú es consustancial a la conciencia de caída, del descenso intoxicado a través de círculos infernales, que el yo poético pinta para nosotros para que lo atravesemos con él:
Dedos enfermos como el libro de la hoz trataban de acercare a las nubes sensacionales mas el cuerpo incorpóreo proyecta su miseria en la dependencia ciega que no confía en nadie ni en las luciérnagas felice que rondan por el poste de los comprimidos the birds are going crazy en el ascensor del edificio malogrado se malogran a forro el error de los afectos escribo en mi máquina Olivetti sobremesa de medianoche pásame la merca decía tico- tico (216).
A este momento de la búsqueda poética llegamos al final de un libro que, además de sagrado, es telúrico magnético & fonético. El lenguaje se vierte en las páginas para narrar líricamente la adicción a las drogas. Como lo hiciera Naked Lunch de William S. Burroughs, el poema “La taba tóxica” nos hace ingresaren la espesura de la dependencia:
Sobrevivencia malsana cuál es tu gracia bordes concéntricos barrocos llenos de barro ensimismado estamos adiestrados en paita y maderas el sabor se me cuela por los poros melcocha barca barca barca burbujas transportadas canciones escuchadas al final de la avenida no hay deseo posible en la placenta del envión sino oratorios sagrados que se cuecen convictos envenenados piedad contenida en el cráneo tumbas de santana (217)
Así, Sagrado convoca ante nosotros una praxis ascética que nos muestra tanto los abismos que alimentan su sed de espiritualizar la materia, como la apoteosis del lenguaje que celebra el erotismo y la naturaleza. En ese sentido, coloca ante nosotros el peso de la realidad desde la corporalidad de la voz, a través de juegos de fonemas y encabalgamientos. No se descansa en la consecución de una ambrosía para un yo poético encarnado y hasta hacer del poema un “Lecho de risueña eucaristía psycho rose” (137).