Por: Luzco Drap*
Crédito de la foto: Izq. www.resenariopoesia.wordpress.com
Der. www.transtierros.blogspot.de
Las aventuras de Andrés Villalba Becdach.
Sobre Soterramiento (2014)
Un aventurero no es alguien que sepa cómo salir fácilmente del peligro. Lo normal no es que uno salga del peligro, sino que el peligro lo esquive a uno. El aventurero es, más bien, alguien que se enreda con facilidad. Alguien a quien basta salir a la tienda a comprar algo para que se encuentre con el peligro. Y es que, de algún modo, el peligro lo lleva consigo, bien adentro de la cabeza. Y otra cosa: el peligro lo divierte. Sale contento del enredo pero se enreda, a la menor provocación, más contento aún.
Villalba Becdach, mejor conocido como Tush, a veces ni siquiera necesita salir de su casa para hallarse en peligro. Aunque se le ha visto, también, (en el libro) perdido en Montevideo o tratando de encontrarse (en el libro) en La Habana. Y es que el extravío es el Gran Tema: es el placer y el dolor. Y cómo no perderse si se tiene el cerebro “triste como un trapeador”** y nos “amamantaron con leche de madre muerta”. Sucede entonces que la pérdida es tan absoluta que encontrarse es otro modo de perderse. El hilo que te saca del laberinto te mete de lleno en la agorafobia. Y siempre hay niebla afuera (y adentro), y entonces digo no: no, el Gran Tema es, en realidad, la niebla.
Decía que Tush Villalba no necesita salir de su casa para perderse. Y eso me recuerda a la niebla de Quito (de donde es el autor de Soterramiento). Y es que sí, la bruma (el Gran Tema) está en todas partes. Pero cuidado: la neblina no sólo es lo que vela, lo que soterra algo: no sólo no nos permite ver lo que hay debajo, sino que ella, la bruma misma, se ve. Entonces volvemos al (ex) Gran Tema: el extravío, la pérdida: perdemos la capacidad de ver, no sólo lo que está debajo de la bruma, sino, al esforzarnos por ver lo que (tal vez) ya no está, la bruma misma, con toda su consistencia, nos es invisible: “Yo tenía ojitos para mirar la bruma: pero la realidad puso sus huevos de garrapata.” Así las cosas. Se podría concluir así y ya sería mucho: “la perseverancia es el recurso de los insulsos”.
Pero no: seguimos. Tush (en el libro) pasa del diario íntimo a una escritura intimista, pero como jaloneada por distintas lejanías. Es decir, se mueve de la escritura autobiográfica a la vida intrínseca de la palabra. Soterramiento está atravesado por soplos de asombro. Transforma las heridas de la piel en sonrisas. B.V traza una genealogía, un, digamos, retrato familiar. Pero todo mapa siempre surge de la neblina, de un primer esbozo, de una intuición vaga. Y, decíamos ya, la niebla está en todas partes: de la bruma de Quito a la bruma del chuchaqui***: siempre hay algo que nos envuelve en los textos, un ritmo que nos rodea, una atmosfera que cubre, hasta la impresión aguda, brumosa, de soterramiento blanco. Hay algo de lo más extraño ahí: las nubes, desterradas del cielo (descieladas, si se prefiere), se arrastran por el suelo, como borrachos. Y (primer Gran Tema) ¿cómo no perderse ahí? Y si las nubes, en su extravío sin brújula, se pierden descendiendo, entonces nosotros, al perdernos en ellas, nos elevamos: “aprender a perder es elevado.”
Pero no. Después de la alegría del sí llega la alegría del no: el Gran Tema de Soterramiento son los fetos. Muy extraño pero es así. Los fetos están en todo el libro. Y entonces uno piensa lo inevitable: pues uno no piensa lo que quiere, sino, a lo mucho, en el mejor de los casos, uno quiere lo que piensa: esos fetos, que aparecen cada tantas páginas en el libro, cuyo nacimiento se mantiene en tensión, como en un presente indeciso que acumula fuerzas, y que no obstante parecen venir del futuro, es como si siempre hubieran estado AQUÍ: uno se acuerda de René Char, cuando dice que la poesía debe de decir sólo lo previsible, pero lo previsible que aún no se ha dicho: y sí: esos fetos nos previenen, nos anuncian un nacimiento, son previsibles: pero es justo lo visible y lo previsible lo que aún está por decirse, y se dice, no obstante, enredado entre los versos (¿así se les dice?) de Tush Becdach. Y uno se pierde. Pero, ¿cómo no perderse si “el corazón también es un feto muerto”? Y uno no sólo se pierde en lo blanco nebuloso, a pesar de que, se dijo ya, todo es nebuloso y blanco. Hay visiones que generan vínculos. Entonces no sólo se está soterrado o encielado. Sino que se está siendo arrastrado por distintas lejanías. Y uno se engaña; pues, al creer que se está pensando (que está funcionando el motor del pensamiento), sucede con frecuencia que, simplemente, se nos mete una imagen dentro del ojo, hasta que el iris se eriza y:
“Donde la belleza termina comienza el artista, ¿qué artista huevón? Dizque es asilado aislado asolado nutrirse del talento del prójimo para horadar la parte más húmeda del cervello. Tarea dura la de fusionar emozione con el descuartizamiento del lenguaje. Menos palabras abstractas y más concretas: siempre es preferible la palabra naranja a eternidad: imágenes no conceptos.”