Comentario crítico y selección por Aleyda Quevedo Rojas
Crédito de la foto (izq.) la autora /
(der.) Ed. EMECÉ)
La sueñera: homenaje al reino del insomnio.
Y 9 historias mínimas de Ana María Shua*
Aquí, en éste libro-universo, un exquisito y agudo homenaje al reino del insomnio, la percepción es altísima. Es como si la escritura de la gran Ana María Shua, nos permitiera acceder a detalles amplificados. Detalles y sucesos que podrían parecerse a ese momento de la infancia, cuando es posible concentrar todos los sentidos en un solo objeto o ver todos los relieves en un solo instante. Por una sola vez la intensidad cuenta más que la historia. La intensidad que provoca el no dormir…las horas en las que todos duermen menos tú, las largas horas de la noche en las que el reino del insomnio perturba la imaginación de manera tan sensible que acentúa la mirada y el olfato y nos lleva por universos pocos registrados de la memoria, el corazón y los falsos recuerdos que de tanto masticarlos, terminamos convenciéndonos de que son verdaderos y nuestros.
250 textos cortos, potentes, intensos… 250 mini ficciones, historias cortas, cortísimas algunas, 250 historias mínimas confeccionadas con la maestría de la intensidad y la altísima percepción desarrollada al máximo por la escritora argentina Ana María Shua. Se trata de un libro-universo que tiene varias ediciones en varias casas editoriales del Continente. Escrito originalmente en 1984, luego de un memorable y delicioso almuerzo preparado por la propia Ana María Shua, ella me lo regaló firmado y perfumado, en junio de éste 2017 en su apartamento de Buenos Aires donde vive con el notable fotógrafo Silvio Frabrikant, su esposo desde hace muchos años; y mi ejemplar firmado de “La Sueñera”, corresponde a la preciosa edición de Emecé de 2006 que en la tapa tiene una mariposa amarilla, seguramente nacida en Macondo, sobre una superficie negra con rayas que asemejan a una telaraña. La pizarra negra de la ausencia de sueño.
Un libro-universo, un libro homenaje al reino del insomnio que por su potencia me resulta altamente poético y poetizable. Minicuentos, microficciones, historias mínimas, relatos cortos, no importa el nombre que se le quiera dar a éste especial género literario, acá lo importante es constatar que la idea de la escritura compacta que plantea la escritora Natalia Ginzburg, se concreta como experiencia emocional y la escritura, el lenguaje y el tono de las historias, alcanzan una depuradísima destilación.
En la contratapa Emecé coloca un texto absolutamente preciso y vendedor: “Un lector compra “la sueñera”, un libro que contiene 250 textos. Esa noche alcanza a leer los cinco primeros. En el sexto se queda dormido. Palabra por palabra, punto por punto, sueña los 244 restantes. Pero nunca lo sabrá. Por eso vuelve al libro todas las noches. Lo mismo le sucederá a usted”. Y esa publicidad resulta real y verosímil, a la manera de los cuentos de la infancia, Ana María consigue colocarnos alas nocturnas y transitar con humor, sutilezas surrealizantes, enfoques originales y escenas agudísimas, por un universo de historias que solo la falta de sueño o el miedo a dormir, pueden lograr…
En la historia 174 la autora entrega algunas de las llaves con las que está hecha la masa de sus historias: “Ser Alicia y Conejo y perseguirse por túneles variados encontrarse y fundirse iniciar la mitosis dividirse ser Alicia y Conejo perseguirse”. La pluma de una de las mejores escritoras argentinas puede verificarse y degustarse en “La sueñera”.
9 historias mínimas
6
En la selva del insomnio no es necesario internarse. Crece a mi alrededor. No hay bestias más feroces que los grillos. En un claro, creo divisar el sueño. Me acerco lentamente, acallando, para no despertarlo, el rumor de mis pasos. Sin embargo, cuando recojo la red, está vacía. Para volver a encontrar la pista tengo muchos recursos: enumerar los árboles del bosque, olvidarlos, concentrarme en el curso de las aguas del río, tomar café con leche (varias tazas), recordar hacia atrás o hacia adelante. Entretanto, por un momento, me distraigo, y el sueño se arroja sobre mí. Me duermo tan feliz que no recuerdo ya quién era el cazador y quién era la presa.
14
Acurrucada, aterrada, cada célula aprisionada en las vibraciones de mi sangre, corazón, pulso. Sin poder recordar la razón del horror, la pesadilla. ¿Despierta? ¿Dormida? ¿Despierta?
16
En la oscuridad confundo un montón de ropa sobre una silla con un animal informe que se apresta a devorarme. Cuando prendo la luz, me tranquilizo, pero ya estoy desvelada. Lamentablemente, ni siquiera puedo leer. Con la camisa celeste clavándome los dientes en el cuello me resulta imposible concentrarme.
33
Cruzo un río atravesando un puente. A nado cruzo otro río. El tercero lo cruzo en un bote. A lo lejos se divisa otro río. Extraña comarca, le comento a mi acompañante. ¿Faltan todavía muchos ríos? Tantos como puedas cruzar sin despertarte, me contesta sin boca.
51
Ciertos personajes se han jactado de visitar el mundo de los muertos. No necesito demostrar que eso es imposible: los muertos no viven todos juntos. En cambio, existe un mundo intermedio en el que nuestros muertos propios nos visitan. Llamarlos es inútil. Vienen a vernos cuando quieren y, lo que es peor, como quieren.
56
A veces me despierto de visiones horribles, agitada, angustiada, llorando. Para calmarme le pido a mi marido que me deje apoyar la cabeza en su cuerpo y me abrace bien fuerte con todos sus tentáculos.
57
En la legislación de algunos países el estado de ebriedad es agravante en la comisión de ciertos crímenes. En mi país, en cambio, atenúa la pena. Antes de irse a dormir, conviene emborracharse por las dudas.
85
El verdadero valor de los cuentos de Sherezada no residía en su atractivo sino, por el contrario, en su hipnótica monotonía. Gracias a sus aburridísimas historias fue la única entre las múltiples esposas del sultán que logró hacerlo dormir todas las noches. Protegido de las torturas del insomnio, el sultán recompensó a Sherezada con el mejor de los premios: su propia vida. Los cuentos que componen la colección que se conoce como “Las mil una noches” –y que, en verdad, no carecen totalmente de interés- fueron creados muchos años después por la bella Dunyasad, hermana menor de la sultana, para entretener a sus reales sobrinos.
160
Como tratar de encontrarnos (yo y yo) en una puerta giratoria, mientras los agentes del caos, circunstanciales, acusativos, modificadores, en fin, de nuestra sustantividad, inspiran, expiran, conspiran constantemente contra nuestra dudosa, personal unidad.