Por Porfirio Mamani Macedo*
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La selva que fenece.
5 poemas de Porfirio Mamani Macedo
Plegaria por la vida
Dios mío, nos has dado la tierra,
de bosques, montañas y ríos,
de valles y desiertos
de mares y lagos inmensos.
Nos has dado el sol,
la luna y las estrellas de la noche.
No has dado la vida,
los árboles, las flores y las ramas,
para vivir como hombres
y conservar lo que nos has dejado,
y cuidar las semillas que florecen
en todos los rincones de la tierra.
Mas hoy que camino por selva oscura,
acosado por dientes y garras,
veo contaminados estos mares,
estas aguas, estos ríos ayer transparentes.
¿Dios mío, de quién son esas manos
tan blancas de sangre ya manchadas,
que perforan sin piedad
el mar, el desierto y la selva que nos has confiado?
Dios mío, están matando, otra vez,
las raíces del Perú,
las raíces de la tierra.
¿De dónde vienen esas fauces
a devorar los árboles
y la vida que en los árboles habita?
Oscuro está el camino para andar,
pero camino entre sudores y lágrimas terrestres,
preguntando por aquello que no veo
los árboles, los ríos, los nevados
y el manantial que irrigó toda mi infancia.
Se ha levantado un clamor en plena selva,
rugen los animales, los hombres y las plantas,
sólo desean vivir como vivieron los ancestrales días,
pero la mano aquella,
que escarba la tierra y los mares,
escarbar desea con furor bajo los árboles,
bajo el río de amazónicas aguas,
y matar la vida que nos has dado.
Dios mío, estando yo aquí,
en selva oscura,
oigo el rumor de los árboles que caen,
siento el dolor de los huérfanos que quedan,
siento el terror de las plantas
que a orillas de los ríos crecen,
de los pájaros que desde los orígenes
viven en la selva que fenece;
son ellos quienes me sugieren la plegaria,
por la ventana de mi alma.
¡Dios mío, calma su dolor y su desgracia!
París, 13-06-2009
El oro negro
Quien busca el oro, siembra la muerte
Entre árboles y ríos muertos
suena humillada la voz del campesino,
del hombre que vivió,
olvidado entre ramas y ríos.
Quien busca el oro, busca la muerte
Suena la bala mortal
en el pecho del hombre y su miseria.
Herida está la selva
rodeando con su aliento
al cadáver del camino.
Quien busca el oro, siembra le muerte
Suena el río, rumoroso y duro:
es un llanto que lo empuja hacia el mar.
Suenan los árboles gastados de amargura:
son pájaros que aterrados buscan una pluma,
o se arrancan unas plumas
para curar la herida de un hombre,
de aquél que murió por defender sus nidos.
Quien busca el oro, busca la muerte.
Suenan los caminos
de charcos y de sangre ya cubiertos.
Y las entrañas de la tierra
mueven los ríos, las montañas y los mares.
Caen las hojas de los árboles tan viejos:
son pesadas lágrimas
que expresar no puede la tierra.
Quien busca el oro, siembra la muerte.
Exterminados quedan los caminos
aquellos que construyó el hombre acribillado.
El cadáver engendrará un árbol
y el árbol un hombre
para sembrar la paz en el camino
y proteger bajo la infausta lluvia,
la vida de los pájaros sin nido.
Quien busca la paz, busca el camino.
París, 10-6-09
Señor presidente, ¡Conga no va!
Hasta dónde vamos a matar la tierra,
el aire, la semilla y el campo que nos nutre.
Dónde irá la lluvia,
dónde los niños que no podrán beber el agua,
que del cielo nos ofrece Dios.
No hay más hondo lamento de la tierra,
cuando me matan un árbol,
me aplanan una montaña,
cuando el polvo negro sube y sube,
hacia las colinas como bandera de la muerte.
Dejad la Tierra a la Tierra,
el agua que nutre las montañas,
los pájaros, las plantas y los hombres.
La piedra, cuyo corazón me muestra,
me muestra también su dolor,
su miedo, su terror de verse triturada.
Cómo vamos a matar las venas de la tierra,
las lágrimas del niño con su madre,
al oír el ruido de las máquinas,
que a destruir se acercan, su pradera,
sus lagos; a contaminar sus ríos,
a contaminar la tierra, a destripar la tierra.
Pensad en el fruto que nos da la tierra,
no en el oro ni el fierro,
que otros, como ayer, se llevarán.
Entonces nada quedará,
ni la vida ni el agua,
ni la paloma ni el canto.
Qué dirán de nosotros, los pájaros del campo,
mañana cuando salga el sol,
cuando hayamos regresado al polvo,
al polvo del olvido o del recuerdo.
Dejad que el agua nutra,
los pasos de la gente,
aquella que vivió siglos y caminos,
aquella que defendió la tierra,
como hoy cuando grita
hacia las nubes,
hacia el silencio de la noche.
Cómo vas a dejar,
que otras manos,
les arranquen la vida,
el sustento de la vida,
si tan solo desean vivir,
como vivieron sus ancestros,
en harmonía con el aire y la tierra,
con las montañas y las venas de la tierra.
Escuchad el grito de la madre tierra,
el grito que del pueblo sale.
Límpiate los ojos para ver,
los lagos que no deseas ver,
y la lumbre que brota en cada amanecer.
Entonces habrá un ruido,
clamoroso como un trueno.
Serán los gemidos de la tierra,
ya herida; del río, ya herido.
Que las praderas y los lagos queden,
ahí donde los dejó el Señor.
Cómo vais a decirle no a la hierba,
al trigo, a los frutos de la tierra,
a los pasos del niño que empieza a caminar.
NO, señor presidente,
¡CONGA NO VA!
París 30-7-12
Por el Perú del mundo
La lampa es la agricultura,
la agricultura es la tierra
y la tierra es la vida.
Hay que defender la tierra,
nuestra tierra peruana,
los valles, los montes y montañas.
Adelante Perú,
siempre adelante peruano,
peruano del mundo,
defiende el Perú para los peruanos.
Ya es tiempo ahora peruano,
para recuperar el Perú,
recuperar sus suelos y sus aires.
Hay tantos peruanos en la miseria,
y tanta riqueza vilmente robada,
y tanta desgracia en los ríos y las plantas.
Levántate peruano con una Lampa
para cultivar la tierra y tu alma
y limpiar la basura y la miseria
que ha crecido en tu noble casa.
Están muriendo los pájaros y los niños,
sus sueños y sus padres envenenados,
por el aire de las minas y la mano negra
que sale del petróleo y sombras extranjeras.
Ya es hora de dar el grito,
para defender la vida
la vida de los niños que vivirán mañana.
Cómo decirle no al niño,
que nace y camina sobre hierba herida,
a las plantas que crecen con dolor en los prados.
Levántate peruano del Perú,
para decirle no al indeseable viento
que lo contamina todo.
Adelante, siempre adelante por el Perú
del mañana, del futuro
de los niños y los sueños y las plantas.
Adelante Perú de mi corazón.
Vuelve a la vida.
Límpiate los ojos,
para ver la desgracia en la que vives,
teniendo la madre tierra, herida
los ríos y los valles, heridos,
las ciudades y los hombres, contaminados.
Adelante,
siempre adelante peruano,
peruano del Perú por el Perú,
nuestro Perú del mundo.
París 5-3-16
Ser sólo el hombre
I
Sólo soy un hombre
de carne y huesos caminando
de polvo y soplo animado
y así recorro las calles,
que por el mundo voy cruzando
buscando una palabra y un sueño,
la luz que alumbrará mis ojos,
la voz que guiará mis pasos.
Sombras son las que me asedian,
como ruidos que cabalgan en las noches,
para atormentar mis sueños,
sombras que alargan sus uñas,
para buscar mi alma en el camino.
Sombras que caminan, sombra yo mismo.
Vientos cardinales
que doblan la sombra que soy yo.
Alejarme yo quisiera,
del tormento frío,
de las brasas infernales del dolor,
pero aquí estoy como un silencio
caminando por las escaleras del olvido.
Llantos son lo que del polvo me llega,
gritos arrancados de los árboles que caen,
de los pájaros que perdieron sus nidos,
de los niños que hurgan el fondo de la tierra,
del silencio que creció en cada espina.
Sólo soy un hombre
amigo de las piedras que se mueven,
de los ríos que se van,
de las llanuras que crecen sobre la tierra,
de los vientos y los mares,
de las plantas , los animales y los hombres.
París 19-06-2012
II
Sólo soy un hombre
de lágrimas y risas cubierto,
acodado a este árbol
que castiga sin cesar el viento.
Viento entre las rocas, viento yo mismo.
Las lejanas melodías, ya me esperan,
para llevarme hacia las islas,
aquellas que no tienen nombre,
allá donde crecen sueños,
como flores de pétalos ignotos.
Sólo soy un hombre,
azotado por el frío,
la sonrisa y la ternura,
que cotidianamente me dan los días,
éstos donde escribo una palabra,
bajo la lluvia,
al pie de las torres que me miran.
Tan solo, tan efímero: el río.
Río turbulento, río yo mismo.
Las cadenas del tiempo no se rompen.
Horas de acero, de materia inmaterial,
los sueños, tu mirada, tu presencia,
noche efímera que me alojas,
hoy cuando quiero engendrar mis sueños.
Sólo soy un hombre,
cantando y soñando voy,
bajo las nubes, bajo el sol en primavera.
Regando y sembrando voy,
lo que me dicta los dones,
los sueños, la luz y la palabra.
Palabras que se mueven, palabra yo mismo.
París, 21-06-2012
III
Sólo soy un hombre
cargado de palabras y esperanzas,
cruzando esta noche oscura
que me sugiere laberintos,
meandros y callejas
para perderme entre sus venas.
Me queda el silencio y la palabra,
las piedras y el polvo del desierto.
Polvo que se mueve, polvo yo mismo.
Hay en cada puerta un letrero
para entrar y salir
de la inmensidad que es el tiempo.
Unos entran, otros salen,
gritando van sus nombres,
por las calles desoladas,
buscando van consuelo,
al dolor que los oprime,
día y noche, despiertos o dormidos.
Sólo soy un hombre,
que bajo el sol es una sombra encadenada,
al ruido que atraviesa,
muros y ciudades.
No me alejo de la roca,
ésta que del viento me protege,
donde escribo un nombre.
Roca silenciosa, roca yo mismo.
Incansablemente unos siguen la marcha,
otros, miran correr el agua,
cubiertos de polvo y olvido,
las cosas, la miseria, la vida.
Se alejarán los mares,
volverán los mares a tocar el ombligo de la tierra.
Lluvias, tempestades, vientos sin destino,
y unos caminando sobre el charco,
para salvarse de la noche.
Sólo soy un hombre,
buscando agua,
para lavar mi alma,
más allá de la oscura noche,
de las ramas que golpean el silencio.
Ramas de la vida, rama yo mismo.
París 23-06-2012