Por: Adolfo Barberá
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La ruta del este.
5 poemas de Adolfo Barberá
LA RUTA DEL ESTE
El alma se hunde en la tierra a la manera de Perséfone.
Cara roja
Mejillas como niño en el frío
Posando en alta silla
Con las piernas en V
Aplanadas en su delgadez femoral
La mano se lleva al pecho y recita:
Fui obligada Me forzaron
Tú no sabes
Mi pensamiento está -¡sí!- oculto.
Espino Apartado espino
Camino encajonado
Talud amanecido en matorrales
La razón está fuera de la imagen
Mientras busco una dulzura
Que resista la prueba de la mañana
Aferrado a una brizna de nada
Pendiente de una metáfora
Heraldo de una escritura secreta
Si cierro los ojos, adivino el perfil
Y cuando me acerco llegan las sombras
Y el final de la tarde se lleva el calor.
Tierra.
Volver a la tierra
La que es maleable y se hace dura y frágil
Sujeta a la ley del celadón
Escondida en una madriguera
Día y noche vigilando el fuego en el horno
Echando leña, metal y arcilla
El fragmento de cuerpo asignado a cada santuario
Es trabajado aparte:
Arcilla mezclada con trigo, cebada y perfumes
Vertida en moldes.
Los sicomoros son ya escala del cielo.
?
Este garabato que fue tu gesto
Tus damascos breves y disjuntos
El ángulo de tu ceja y de tu voz
Y el ojo -basilisco- de perfil
Me revelan un camino arduo
Disfrazado de vuelta y desdén
De impiedad mineral.
Quizás sea yo para otro de esta guisa
El matador ignorante.
ÁNGULO
Estuario continuo
Presencia ondulada
Perfil premonitorio
Alimento de días sin alba
Día único que dejó de acaecer
El soplo no se atreve con el nombre
(No es pudor sino trayecto)
La zona de fulgores se desplazó
Desde la meseta clavicular hacia el triángulo de las lágrimas
Alas de orbitación
(De esa arquitectura el saber)
La estría es un beso
La rapidez es un beso
La repetición es un beso
La voz la voz es un beso
El ángulo -¡ángulo!- es un beso.
Juan L. mira el cielo
Verano tardío en vereda sucinta
Línea recta y estrecha que cruza una espesura
De ortigas, helechos, cardos, espinos, cornejos y zarzas
De color deslavado y audacia mineral.
Es este el paisaje de una quietud pasajera
Anclada en un puerto de vapor.
Vuelvo a tus calles – de las que nunca salí
Susurro tus números ubicuos
En el miedo y en la urgencia.
Libre de matar y borrado el gatillo
Te vi regresar, tórtola, al final de la cosecha.
¿Es nombre paciencia de una gestación desmesurada?
En las espigas enanas presiento la promesa
Del calor demorado
Y el silencio.
Deja, pues, que te hable.
TE SUEÑO en la forma que dieron tus manos al murmullo de la greda
Me acerco solo
Animal sediento en la fonfría
En el silencio que amansas lentamente
Y bebo las curvas que trazaron tus dedos.
4.3.13