La rima atraviesa la garganta. 13 poemas de Paulo Henriques Britto

 

Por Paulo Henriques Britto*

Curador de la muestra Fabrício Marques

Traducción al español por Josep Domènech Ponsatí

Crédito de la foto Douglas Machado

 

 

La rima atraviesa la garganta.

13 poemas de Paulo Henriques Britto

 

 

Espiral

 

La noche es un murciélago manso

sobrevolando una ciudad casi adormecida,

tomando cada calle, cada casa,

 

como un olor dulzón de fruta

casi podrida que penetrase una casa,

entrase en cada cuarto, en cada sala,

 

como olor tenue de cosa muerta

que se diseminó hace bien poco

por una ciudad casi anquilosada,

 

como una noche descendiendo sobre casas

muertas, como una peste, como si

nunca hubiese habido día.

 

La noche es un murciélago muerto.

 

 

 

Mínima poética – IV

 

No decirlo todo, que eso no se hace,

ni nada, lo que sería imposible;

decir solo todo lo que es sobrante

para callar  y menos que indecible.

Decir solo lo que de no decirlo

sería una especie de mentira:

hablar, no por hablar, sino para vivir,

hablar (o escribir) como quien respira.

Decir tan solo lo que no repita

la textura del mundo vaciado:

sí, escribir, pero hacerlo con tinta;

pintar, pero no como aquel que pinta

de blanco el muro que ya fue encalado;

sí, escribir, pero sin caligrafía.

 

 

 

Siete estudios para la mano izquierda – 1

 

Existe un rumbo que las palabras toman

como si alguna mano las dibujase

en la blanca expectativa del papel

 

y sin embargo siguiesen pura y simplemente

la música de las cosas y los nombres

el canto irrecusable de lo real.

 

Y en esa trayectoria inesperada

la carne se hace verbo en cada esquina

resuélvase completa en tinta y sílaba

en súbitas bocanadas de sentido.

 

Tú asistes de lejos al espectáculo.

No reconoces los fuegos de artificio,

las notas que atragantan tus oídos.

No obstante relees. Y dices: ¡Fijo!

 

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Siete sonetos simétricos – II

 

Tan limitado, estar ahora y aquí

sin poder salir de dentro de si

 

dentro de un espacio mínimo que a duras penas

se consigue explorar, ese minúsculo

imperio sin territorio, Macao

 

siempre a merced del latido de un músculo.

¿Lo amo o lo dejo? Sí: aunque amar

por falta de opción (la otra es el asco).

Que más allá de sus orillas hay un mar

 

hostil a toda nave exploratoria,

inmune incluso al más osado Vasco.

Porque ningún descubridor en la historia

 

(¿y alguien lo intentó?) jamás se desprendió

del puerto húmedo e ínfimo del yo.

 

 

 

Tres epifanías triviales – III

 

La costumbre de estar aquí ahora

lentamente sustituye la compulsión

de ser todo el rato alguien o algo.

 

Un bonito día ─por algún motivo

siempre hace buen tiempo en estos casos─

abres la ventana, o abres un bote

 

de melocotón en almíbar, o incluso un libro

que nunca será leído hasta el final

y entonces la idea irrumpe, clara y nítida:

 

¿Es necesario? No. ¿Será posible?

De ningún modo. ¿Al menos da placer?

¿Será placer esa exigencia ciega

 

que late en la mente todo el rato?

¿Entonces por qué?

Y en ese exacto momento

por fin lo comprendes, y te repantigas

 

en la butaca, la más cómoda

de la casa, y piensas sin rencor:

Perdí el día, pero gané el mundo.

 

(Aunque sea tan solo treinta segundos.)

 

 

 

Víspera

 

En un bocata fútil la muerte aguarda.

En la esquiva oscuridad de la nevera

duerme a pierna suelta, bañada en mostaza.

 

El tiempo es tardo. La casa sueña. La noche entera

algo chirría sin parar ─¿son grillos?

La piña señorea en la frutera,

 

perfuma generosa, malgastando pinchitos.

La luna ficha al salir y se larga.

Incluso se ennegrecen los ladrillos.

 

La nevera tiembla. Pero aún no es hora.

Si hubiera un gato, éste sería pardo.

La muerte se demora. El día tarda.

 

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Nana

 

Noche tras noche, exhaustos, lado a lado,

asimilando el día, más allá de las palabras

y más acá del sueño, nos simplificamos,

 

carentes de proyectos y pasados,

hartos de voz y verticalidad,

felices de ser cuerpos encamados;

 

y casi siempre, antes de zambullirse

en la muerte vulgar y transitoria

del descanso nocturno, nos satisfacemos

 

en constatar, con un pelín de orgullo,

la cotidiana y mínima victoria:

otra noche en pareja, otro día parejo.

 

Y cada mundo esfuma su perímetro

en el regazo de otro cuerpo tibio.

 

 

 

Gajes del oficio

 

Lo que se piensa no es lo que se canta.

Es arduo sustentar un raciocinio

con rima atravesada en la garganta.

 

Ni tan siquiera el denuedo sirve de nada:

de la sensación a la idea hay un abismo,

y lo que se piensa no es lo que se canta.

 

Es arduo, sí. Y es por ello que encanta.

Hay que sentir ─y de ahí el magnetismo─

con la rima atravesada en la garganta.

 

Tan solo esto justifica tanta

dedicación, tanto autodominio,

si lo que se piensa no es lo que se canta,

 

hasta porque (constatación que espanta

cualquier espíritu más apolíneo)

la rima atravesada en la garganta

 

es el estorbo que menos se agiganta

en este viaje nada rectilíneo,

a cuyo fin se piensa lo que se canta,

después que la rima atraviesa la garganta.

 

 

 

Para un monumento al antidepresivo

 

Un pequeño sol de bolsillo

que no exactamente ilumina

sino que en su recorrido

disipa espesa neblina

 

que impide que otro sol, importátil

revele sin distorsión

dura, dolorosa, soportable,

la humana condición.

 

 

 

Biografía literaria – V

 

Cielo azul. Colores vivos. Tú riendo

de algo o alguien que está a la izquierda

del fotógrafo. Tal vez es domingo.

Claro que esa sensación de pérdida

 

no está en la foto, no ─no está en la imagen

extremamente, absurdamente nítida.

¿Y si fuese menor la claridad,

o si estuviera desenfocada, o movida,

 

o si fuese en sepia, o en blanco y negro,

quizás la foto no doliese tanto?

Te ríes a carcajadas. Del motivo

 

ni te acuerdas. La foto es muy buena.

En aquel entonces te reías sin más,

acuérdate. Aún estabas vivo.

 

 

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Ecce homo

 

No ser quien no se es es cosa trabajosa

Exige la disciplina austera y rigurosa

 

de quien, juzgando poco simplemente ser,

requiere el lujo adicional de parecer.

 

Las esencias engañan, y el yo es tan escaso

que debe ocupar con algo tanto espacio,

 

y nada como la negación de la negación

para efectuar tan delicada operación.

 

Y punto: está completo. El hombre más el androide

inmune a suave mari magno y Schadenfreude,

 

ser y no ser en perfecta sintonía.

Usa y abusa. Viene con garantía.

 

 

 

Envoi

 

El tiempo, que todo lo falsea,

a veces alisa, arregla,

y a golpes ciegos acierta:

 

en su tosco código Morse

de instantes sin rumbo y derrotero

da luego forma a algo entero.

 

No un verso, que en hoja esquiva

retocamos y corregimos

hasta cimentar los limos,

 

sino algo que en carne viva

se esboza, se traza, se inscribe

a fondo, aunque raudo se inhibe

 

─pues todo poema es murmullo

frente al amor y su furia.

 

 

 

Cuaderno – XIV

 

En aquella página antigua

ya no se lee lo que escribió

el propietario del cuaderno

(que por azar soy yo.

 

Mejor dicho: un yo que fui

no sé cuándo ni dónde,

y que creía ser alguien

que nunca fue (y lo esconde).

 

(Lo que tampoco quiere decir que

quien escribe ahora en la pantalla

sea precisamente el ser que

cree ser, ni tan siquiera aquella

 

persona aún desconocida

que años después quizás me pondré

a leer esto esto que, en otro ahora,

hermano lector, ahora lees.

 

(Sin embargo, incluso sin saber

si soy quien fui o soy o somos,

ni por qué hago lo que hago,

escribo hasta caerme de sueño.))))

 

 

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(poemes en su idioma original, portuguès)

 

El poeta Paulo Henriques Britto.
El poeta Paulo Henriques Britto.

A rima atravessa a garganta.

13 poemas do Paulo Henriques Britto

 

 

Espiral

 

A noite é um morcego manso

sobrevoando uma cidade quase adormecida,

tomando cada rua, cada casa,

 

como um cheiro adocicado de fruta

quase apodrecida que penetrasse uma casa,

ganhasse cada quarto, cada sala,

 

como cheiro morno de coisa morta

ainda há pouco se espalhando

por uma cidade quase entorpecida,

 

como uma noite que descesse sobre casas

mortas, como uma peste, como se

nunca houvesse havido dia.

 

A noite é um morcego morto.

 

 

 

Minima poetica – IV

 

Dizer não tudo, que isso não se faz,

nem nada, o que seria impossível;

dizer apenas tudo que é demais

pra se calar e menos que indizível.

Dizer apenas o que não dizer

seria uma espécie de mentira:

falar, não por falar, mas pra viver,

falar (ou escrever) como quem respira.

Dizer apenas o que não repita

a textura do mundo esvaziado:

escrever, sim, mas escrever com tinta;

pintar, mas não como aquele que pinta

de branco o muro que já foi caiado;

escrever, sim, mas como quem grafita.

 

 

 

Sete estudos para a mão esquerda – I

 

Existe um rumo que as palavras tomam

como se mão alguma as desenhasse

na branca expectativa do papel

 

porém seguissem pura e simplesmente

a música das coisas e dos nomes

o canto irrecusável do real.

 

E nessa trajetória inesperada

a carne faz-se verbo em cada esquina

resolve-se completa em tinta e sílaba

em súbitas lufadas de sentido.

 

Você de longe assiste ao espetáculo.

Não reconhece os fogos de artifício,

as notas que ainda engasgam seus ouvidos.

Porém você relê. E diz: é isso.

 

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Sete sonetos simétricos – II

 

Tão limitado, estar aqui e agora,

dentro de si, sem poder ir embora,

 

dentro de um espaço mínimo que mal

se consegue explorar, esse minúsculo

império sem território, Macau

 

sempre à mercê do latejar de um músculo.

Ame-o ou deixe-o? Sim: porém amar

por falta de opção (a outra é o asco).

Que além das suas bordas há um mar

 

infenso a toda nau exploratória,

imune mesmo ao mais ousado Vasco.

Porque nenhum descobridor na história

 

(e algum tentou?) jamais se desprendeu

do cais úmido e ínfimo do eu.

 

 

 

Três epifanias triviais – III

 

O hábito de estar aqui agora

aos poucos substitui a compulsão

de ser o tempo todo alguém ou algo.

 

Um belo dia — por algum motivo

é sempre dia claro nesses casos —

você abre a janela, ou abre um pote

 

de pêssegos em calda, ou mesmo um livro

que nunca há de ser lido até o fim

e então a idéia irrompe, clara e nítida:

 

É necessário? Não. Será possível?

De modo algum. Ao menos dá prazer?

Será prazer essa exigência cega

 

a latejar na mente o tempo todo?

Então por quê?

E neste exato instante

você por fim entende, e refestela-se

 

a valer nessa poltrona, a mais cômoda

da casa, e pensa sem rancor:

Perdi o dia, mas ganhei o mundo.

 

(Mesmo que seja por trinta segundos.)

 

formas do nada

 

Véspera

 

No trivial do sanduíche a morte aguarda.

Na esquiva escuridão da geladeira

dorme a sono solto, imersa em mostarda.

 

A hora é lerda. A casa sonha. A noite inteira

algo cricrila sem parar — insetos?

O abacaxi impera na fruteira,

 

recende esplêndido, desperdiçando espetos.

A lua bate o ponto e vai-se embora.

Mesmo os ladrilhos ficam todos pretos.

 

A geladeira treme. Mas ainda não é hora.

Se houvesse um gato, ele seria pardo.

A morte ainda demora. O dia tarda.

 

 

 

Acalanto

 

Noite após noite, exaustos, lado a lado,

digerindo o dia, além das palavras

e aquém do sono, nos simplificamos,

 

despidos de projetos e passados,

fartos de voz e verticalidade,

contentes de ser só corpos na cama;

 

e o mais das vezes, antes do mergulho

na morte corriqueira e provisória

de uma dormida, nos satisfazemos

 

em constatar, com uma ponta de orgulho,

a cotidiana e mínima vitória:

mais uma noite a dois, e um dia a menos.

 

E cada mundo apaga seus contornos

no aconchego de um outro corpo morno.

 

 

 

Ossos do ofício

 

O que se pensa não é o que se canta.

Difícil sustentar um raciocínio

com a rima atravessada na garganta.

 

Mesmo o maior esforço não adianta:

da sensação à idéia há um declínio,

e o que se pensa não é o que se canta.

 

Difícil, sim. E é por isso que encanta.

Há que sentir — e aí está o fascínio —

com a rima atravessada na garganta.

 

Apenas isso justifica tanta

dedicação, tanto autodomínio,

se o que se pensa não é o que se canta,

 

mesmo porquê (constatação que espanta

qualquer espírito mais apolíneo)

a rima atravessada na garganta

 

é o trambolho que menos se agiganta

neste percurso nada retilíneo,

ao fim do qual se pensa o que se canta,

depois que a rima atravessa a garganta.

 

minima lirica

 

Para um monumento ao antidepressivo

 

Um pequeno sol de bolso

que não propriamente ilumina

mas durante seu percurso

dissipa a espessa neblina

 

que impede o outro sol, importátil,

de revelar sem distorção

dura, doída, suportável,

a humana condição.

 

 

 

Biographia literaria – V

 

Céu azul. Cores vivas. Você rindo

de alguma coisa ou alguém que está à esquerda

do fotógrafo. É talvez domingo.

É claro que essa sensação de perda

 

não está na foto, não — não está na imagem

extremamente, absurdamente nítida.

E se fosse menor a claridade,

ou se estivesse sem foco, ou tremida,

 

ou se fosse em sépia, ou preto e branco,

talvez a foto não doesse tanto?

Você, às gargalhadas. O motivo

 

você não lembra. A foto é muito boa.

Naquele tempo você ria à toa,

você lembra. Você ainda era vivo.

 

 

 

Ecce homo

 

Não ser quem não se é é coisa trabalhosa.

Exige a disciplina austera e rigorosa

 

de quem, achando pouco simplesmente ser,

requer o luxo adicional de parecer.

 

As essências enganam, e o eu é tão escasso

que há que ocupar com alguma coisa tanto espaço,

 

e nada como a negação da negação

pra efetuar tão delicada operação.

 

E pronto: está completo. O homem mais o androide,

imune a suave mari magno e Schadenfreude,

 

ser e não-ser na mais perfeita sintonia.

Use e abuse. A coisa vem com garantia.

 

 

 

Envoi

 

O tempo, que a tudo distorce,

às vezes alisa, conserta,

e a golpes cegos acerta:

 

em seu tosco código Morse

de instantes sem rumo e roteiro

então dá forma a algo de inteiro.

 

Não um verso, que em folha esquiva

a gente retoca e remenda

até ser coisa que se entenda,

 

mas algo que na carne viva

se esboça, se traça, se inscreve

bem mais a fundo, ainda que breve —

 

pois todo poema é murmúrio

frente ao amor e sua fúria.

 

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Caderno – XIV

 

Naquela página antiga

não se lê mais o que escreveu

o proprietário do caderno

(que por acaso sou eu.

 

(Melhor dizendo: um eu que fui

já não sei quando nem onde,

e que pensava ser alguém

que nunca foi, nem de longe.

 

(O que também não quer dizer que

quem escreve agora nesta tela

seja precisamente o ser que

julga ser, tampouco aquela

 

pessoa ainda incognoscível

que anos depois virei talvez

a ler isso que, noutro agora,

leitor irmão, agora lês.

 

(No entanto, mesmo sem saber

se sou quem fui ou sou ou somos,

nem por que faço isso que faço,

escrevo até cair de sono.)))).

 

 

 

 

 

*(Río de Janeiro-Brasil, 1951). Poeta, profesor y traductor. Ha traducido más de cien libros, entre prosa y poesía, de autores como William Faulkner, Elisabeth Bishop, John Updike, Thomas Pynchon, Charles Dickens y Wallace Stevens. Su obra poética, que incluye siete títulos, se inicia con el libro Liturgia da matèria (1982), Mínima lírica (1989), Trovar claro (1997), Macau (2003), Tarde (2007), Eu quero é botar meu bloco na rua (2009) y Formas do nada (2012). Es autor, también, del libro de relatos Paraísos artificiais (2004).

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