La poesía yo la sudo. Entrevista a Ana Carolina Zegarra

 

La presente entrevista, que ahora reproduce Vallejo & Co., fue originalmente publicada en el blog Texao Hablador: Entre Periodismo y Literatura, el 26 de noviembre de 2018.

 

Por Ximena López Bustamante

Crédito de la foto (izq.) Mural Studio /

(der.) Ed. Aletheya

 

 

La poesía yo la sudo.

Entrevista a Ana Carolina Zegarra

 

 

Entre neologismos, gastronomía costumbrista y cine de culto, nos adentramos en las vidas de Ana Carolina Zegarra* en esta entrevista a profundidad.

 

 

Me veo dentro de Toulouse, café cultural recientemente inaugurado en el corazón del Centro Cultural Chávez de la Rosa, ubicado en el centro histórico de Arequipa. Adiós audífonos, ya no son necesarios, pues suena Alice Coltrane en el fondo de este agradable lugar. Pactada la hora espero a Ana Carolina, quien me citó aquí, para conversar sobre su próximo poemario titulado La vida después de la supervida.

Ella, quien cursó estudios de Literatura en la Universidad Nacional de San Agustín (UNSA) y tras haber publicado dos plaquetas anteriormente: Make up & Gum (2009) y Casas de Verano (2011), se prepara para lanzar su próximo poemario bajo la guardia de El Pasto Verde Records y Editorial Aletheya.  Esta arequipeña, nacida y crecida en la Campiña de Socabaya, ahora toma lista en clase como profesora de inglés y dedica su tiempo libre a observar películas y, por qué no, a vivir una.

Me traicionan los nervios y pierdo de vista a mi entrevistada. Ana Carolina Zegarra estuvo todo el tiempo afuera esperándome. Me acerco hacia ella y me acomodo en una simpática mesa de metal que ella amablemente reservó. Nos acompañan una vela encendida y un par de cigarrillos. Entre muros de sillar y estufas agigantadas que apaciguan el frío damos por iniciada esta entrevista.

 

La poeta Ana Carolina Zegarra.
Crédito: Ximena López Bustamante

La entrevista

 

Ximena López Bustamante [XLB]: Vamos al título, ¿cómo describes la supervida a diferencia de esta vida?

Ana Carolina Zegarra [ACZ]: La supervida la condenso dentro de una etapa de puro jolgorio, hedonismo, la simpatía por la bulla sin sentido, las tertulias por la bohemia en la que he podido estar sumergida por muchísimo tiempo. A eso le llamo la supervida, una explotación corporal de lo que soy ahora tanto en lo físico y mental que, previamente, tuve.

Ahora mi vida es más tranquila. Esa es la palabra con la que puedo contextualizar el momento en el que estoy. La tranquilidad, la paz y la necesidad de la soledad —pero no una triste, sino una solitariedad que disfruto—, una que es un conocimiento permanente de mí misma. El despojo de la máscara, porque cuando una es más joven siempre existe eso de caer bien, de ser cool; y, de hecho, lo puedo seguir siendo, pero ya no me da la gana de integrar ningún grupo, esa es la vida para mí.

La supervida era súper, estuvo bien, pero no la extraño y eso es lo que me gusta de este momento. A veces la gente no se da cuenta que pasa ese momento y solo se transforma en un adulto responsable, maduro y siniestro. No reflexiona sobre lo que ha sido antes, porque ese antes ha permitido que le salgan flores antes de echar raíces. Yo reflexiono mucho sobre el antes, porque es una parte de mi construcción, una parte del cómo soy ahora.

 

 

[XLB]: Lugares como el valle de Vítor, La Oroya, hasta el cruce de una avenida en la ciudad o el tradicional Tingo[1] se hacen presentes. El campo asume un rol vitalicio, ¿viviste en el campo durante algún tiempo? ¿De qué manera influyó en tu obra poética?

[ACZ]: No es que haya vivido, pero tenemos una chacra en Vítor, entonces este espacio permitía ese ensueño. Yo recuerdo mucho eso de niña —y todavía lo tengo en la cabeza— la emoción de llegar a ese lugar y disfrutar de un riachuelo, de lo verde, de los mangos… Me produce mucha felicidad la añoranza, aunque ya no frecuente ese lugar. A mi cada lugar me permite una exploración. No he vivido una temporada extensa pero sí he participado de viajes constantes al campo y por eso es que están en el poemario. Por ejemplo, recuerdo Tingo y comer picarones con los amigos y el alcohol que supuraba en esos momentos, todo eso me quedó. La Oroya, un lugar del que mi abuelo hablaba mucho sobre los viajes que hacía, porque él viajaba por todos lados, y siempre resaltaba La Oroya. Todo eso está incrustado dentro del poemario.

El campo me trae felicidad, plenitud. Ser niño es pleno y pude explorar —según yo—, porque soy hija única, cada una de las vivencias. Mis ojos se ampliaban y revisaba todo.

 

 

[XLB]: ¿Considerarías a tu poesía bucólica?

[ACZ]: Sí claro, tiene muchos matices bucólicos, muchos matices modernos, muchos matices musicales. Pero sí, el campo predomina.

 

 

[XLB]: Hay una relación entre el campo-capital, 1er mundo-3er mundo, lo antiguo–lo nuevo, ¿cierto?

[ACZ]: Sí, tú sabes que todo es una sincretización, somos una mezcla dentro de lo moderno y lo tradicional, entonces no estamos ajenos —en lo absoluto— al mass media, a la moda, a esos deleites. Netflix, Spotify, todo esto convive con la tradición. Mi familia es muy tradicional, las pascuas, las mazamorras y los chupes; yo sigo teniendo todo eso en casa. Por ejemplo, el 6 de enero, en la bajada de reyes comemos Timpuska para el día de San Pedro y San Pablo, comemos una receta especial creada por la bisabuela de mi abuela que es como un chancadito de poroto con un asado, entonces todo eso de la comida se agarra con la tradición. Digamos, 28 de julio siempre comemos naranjas, los confites del parque Duamel. Ahí se mezcla.

Este libro es muy mío. No voy hablar sobre el centro histórico de Arequipa. Mi inspiración han sido todas las cosas que me han provocado felicidad dentro de una construcción costumbrista y también hay feeling moderno como un mensaje de texto, un Whatsapp. Las costumbres nos hacen, es nuestra forma de vida y no podemos cambiarlas. Yo supongo que muchas personas de distintos departamentos, y de nuestra edad, tienen arraigadas sus costumbres y eso está inserto dentro del poemario.

 

 

[XLB]: La sangre, la enfermedad, los centros de asistencia toman protagonismo en algunos textos, siento la persecución de la enfermedad. ¿Hubo alguien en particular que haya pasado estos apuros en tu familia o fuiste tú misma?

[ACZ]: Mi madre tenía una enfermedad que la ha atareado constantemente a hospitales. Ella murió cuando tenía 19 años. Sé cómo es pasar una temporada a los 8 años sin saber qué le pasa a mamá y, de pronto, mamá tiene que hacer quimioterapia y, de pronto, mamá ya no tiene cabello. De pronto mi mamá tenía que usar peluca, de pronto a mi mamá le gustaba la cremolada, pedía siempre cremolada, claro porque su cuerpo le quemaba por dentro, ahora lo entiendo. El hospital es un constante dentro de mi adolescencia, he visto cara a cara el sufrimiento. He sido una persona insensible en muchos casos con mi madre.

 

[Interrumpo para decirle que, tal vez, no fue insensibilidad sino la inocencia de niña que no entendía qué le pasaba a su madre, me responde que probablemente sí. Sin embargo, la respuesta continúa].

 

La culpa es crónica porque ese lazo de la madre todavía me persigue, siempre hemos tenido una relación bastante rara —distante—, por así decirlo. Yo era la típica chibola rebelde, yo era muy rebelde y no hubo un tiempo para reflexionar las cosas como para poder intercambiar dos discursos dignos de personas adultas. Mi mamá se fue cuando yo tenía 19 y yo estaba en el boom de la fiesta, los amigos, el alcohol, la bohemia; y de pronto mi mamá fallece. No pude voltear atrás y decirle: “oye discúlpame la verdad es que fui una mocosa idiota”, no tuve ese tiempo y, bueno, la culpa me persigue, sí. No como hace años, pero sí sigue latente.

 

 

[XLB]: El término magia blanca tiene un rechazo. ¿Te refieres, tal vez, a la medicina occidental aquella científica (cruda, fría) mas no humanista o a qué te refieres?

[ACZ]: Me refería al detergente Magia Blanca con el que lavas la ropa.

 

 

[XLB]: ¿Estás de acuerdo con lo que menciona Marta Sanz acerca del dolor y cómo este se puede aliviar a través del texto del lenguaje? ¿Te pasó algo así con este nuevo poemario?

[ACZ]: No sé si alivió, no alivió más que las huidas al dolor. El dolor está impregnado. El dolor es como el agua en tu cuerpo, entonces cuando uno suda, porque ya se extralimita nuestro cuerpo con agua, saca (el sudor). Entonces es algo así, la poesía yo la sudo. El dolor puede seguir aquí en mi cuerpo y puedo seguir pasándola mal o bien, pero lo que me da la poesía, en sí, es darme colchón. Es decir, no me da alivio porque los colchones no dan alivio, me da confort. No tanto alivio, no puedo llevarlo hasta ese punto. No lo puedo masificar, simplemente es un colchón y es uno necesario.

Ha habido momentos en los que realmente me he sentido desolada y un poema o un texto me ha abrazado mejor que cien personas, he sentido un pésame más real en un texto que el de la vecina. Es increíble como la palabra te acoge, te recibe, te mata y cómo te revive también.

Una vez estaba en un conversatorio con Mario Bellatin, de hecho, yo estaba haciendo mi tesis sobre una obra de él, y empezó a hablar y hablar sus cosas raras, que tiene familia acá, etc. Pero lo que se me quedó de aquella vez —y fue para siempre— es que se te puede morir tu perro, se puede ir tu flaco, te puede pasar la peor desgracia, pero lo que se queda siempre es la literatura, la poesía, la narrativa, la creación misma se va a quedar y eso se me quedó muy impregnado. “Después de todo siempre me va a quedar la literatura”. Siempre va a estar ahí, la literatura.

 

Ana Carolina Zegarra, leyendo.

 

Cuando el lenguaje no es suficiente para crear

 

[XLB]: Yuta, Tacuchi, Sumaq Tuta, etc. Son algunos de los términos que has incluido en tu lenguaje poético. ¿De dónde viene este atrevimiento de romper con el lenguaje?

[ACZ]: Yuta es como que apretada, lo siento así. Y siento que cuando las imágenes se mueven en mi cabeza creo palabras. Por ejemplo, me parece que esto es una chubaquelax, o ya te estás poniendo muy chiripuquis. Tacuchi, como sabemos los peruanos, es algo taypá, poderoso, delicioso, abundante y hasta se me ocurre una imagen de un cerdo bien sazonado que te provoque comerlo ya. Tengo este afán con la comida, como sabes, y es que en mi familia todos tenemos un paladar juicioso, ellos preparan la comida muy delicadamente, que el rocotito, el ajísito, etc. Eso a mí me enfrenta con la belleza culinaria y su lenguaje.

Y las palabras en quechua, cuando las introduzco, siento que fortalecen mi lenguaje. No te voy a decir la típica de que me siento enraizada con esta lengua bella y bla, bla, bla, porque no. Nunca he convivido con alguien que hable quechua, en mi familia nadie habla quechua.  Sin embargo, en la universidad llevé un curso de Literatura oral, y bueno, hay cursos que te marcan pues, y ese fue uno de ellos. Siento que imprimió en mí esa fuerza, ese poder del quechua es natural.

 

 

[XLB]: Lo digo también por el juego con los idiomas, ¿algo especial con el italiano?

[ACZ]: Italia me encanta, a pesar de nunca haberla visitado. He visto poco más del 10% de cine italiano, y eso que estoy siendo vanidosa, pero puedo decirte que los espacios, esos paisajes paradisíacos que tiene me encantan. Es que, claro, yo amo la playa e Italia es una península, entonces, para mí es perfecta. Debo advertirte, sin embargo, que amo la playa, pero no me verás metida en el mar chapoteando, sino me verás admirando los colores del agua y del cielo, en plenitud.

Esa es la parte visual de Italia que me encanta, pero además su lengua es bellísima, fonéticamente me parece bellísima y para incorporarlo en la poesía siento que rompe pero que, a la vez, va con una forma armónica que no ensucia mi musicalidad.

 

 

[XLB]: Hay una muerte y un renacer entre el poema “2H. Colombia y MAX”. ¿En qué momento ocurrió este renacer en tu proceso creativo? Lo digo por tu ausencia en la escena.

[ACZ]: Colombia nace porque viví un trimestre en la selva alta de allá. Entonces recuerdo muy bien, porque me fui por tierra no por avión, los paisajes desde Perú hasta Colombia. El camino de pura selva, montes y cabañitas en lo más alto del Ecuador, los verdes suaves que resaltaban a pesar de lo negro del cielo y las estrellas luciéndose, brillando. Era polvo estelar lo que veía a través del bus, era comestible, yo comía eso y escuchaba mucha música mientras hacía todos esos viajes. Eso se introdujo en poemas venideros como el de “MAX”.

Este poema nace escuchando las melodías de Max Richter, músico y compositor del soundtrack del emblemático capítulo “Nosedive” que abre la 3ra temporada de The Black Mirror y de The Arrival (película nominada al Oscar hace dos años). Fue en la última parte y con las últimas melodías de esta película donde se habla del pasado y el futuro, ¡pum!, creé “MAX”. Este poema, además, condensa las veces en las que he sido latigada por mis momentos de rebeldía, momentos en los que me han insultado por ser como soy, etc. Yo soy muy sensible, no te puedo decir que me llega el mundo, que no me interesa nada, no. Sin embargo, este proceso de laceración me permite a mí poder ver las cosas como ahora las veo y las coordino.

 

 

[XLB]: Llegando entonces a tu proceso creativo, ¿tienes algún espacio definido donde escribes o lo haces donde amerite?

[ACZ]: Mi proceso creativo es de lo más simple. Estoy en mi cama y lo hago, es tal vez rudo, tosco, cómodo, pero es así. Yo me fortalezco bajo todo lo que es la visión, los sentidos y creo. No tengo un momento, ni tampoco necesito un cigarro, ni un espacio definido. Es lo que tiene que salir y sale, punto.

 

 

Una ruta de imágenes (Entre Cine & Poesía)

 

[XLB]: Al leerte siento elementos de comida que se relacionan con la sangre u órganos humanos y esto me trae a la mente a un director y sus imágenes de barro: Jan Svankmajer. ¿Tal vez el stop motion en tus imágenes, que las hace tan vívidas, haya tenido algo que ver?

[ACZ]: Sí, mi poesía está construida completamente de imágenes, una tras otra. No lo concebí dentro de un constructor de stop motion, por lo menos no en ese momento. El cine es parte de. Es parte de mucha simbología que vas a encontrar en este poemario. Es potente para mí, la visión y la historia. Porque a veces uno cierra los ojos cuando ve una película y tus días se trasladan, no hay más. Cuando una película logra eso en mí, se formatea en un escrito y se vuelve poema.

 

 

[XLB]: El cine es, sin duda, una fuente vital en tu obra, mencionaste tu gran admiración hacia Jim Jarmusch. Te diste cuenta que en casi todos —si no es en todos— sus films aparece Bill Murray, ¿tú tienes a un Bill Murray, un personaje, que siempre esté presente en tu obra representando algo en particular?

[ACZ]: Un personaje concreto recurrente no. Pero si podríamos utilizar una atmósfera o una cuestión subjetiva, podría decir —completamente— que el cuerpo. El cuerpo está dotado para mí, todo lo que conforme un cuerpo, ya sea pies, piernas, cabeza, estómago, páncreas, rodilla y otros, está inmanente en mi poesía. No tengo ningún Bill Murray, definitivamente.

 

 

[XLB]: También te confesaste simpatizante de Alan Pauls, quien se declara un voraz lector y dice tener: “La certeza de que todo es texto, de que todo se puede leer”. Traigo esta cita porque en una entrevista confesaste ser muy permisiva con tus alumnos, y que tratas de encontrarles lo unique a cada uno. Te pregunto, ¿buscas lo unique en los detalles de la vida misma, además de en tus alumnos? ¿Sigues asombrándote de la cotidianeidad?

[ACZ]: Son momentos oportunos en los que se crea esta atmósfera, esta lectura de todo. Podría decirte que una sonrisa, un guiño, una carcajada, un chiste, lo leo completamente y se forma. Mis alumnos son parte de mi modus vivendi, son parte de lo que soy ahora, entonces sí, claro que los leo.

Hace poco hablaba con un gran amigo, contándole que para mí todos los labios son bellos. Él me dice que no todos, a lo que le respondo que sí, que todos los labios tienen una forma distinta, un color peculiar, la construcción de la sonrisa en cada uno. Entonces, el conjunto me brinda a mí oportunidades para admirar. Y para mí, cada momento es oportunidad para admirar.

 

 

[XLB]: Dices, además, no escribir narrativa por el exceso de imágenes que le pondrías a tu narración. ¿Consideras a tu poesía como un film escrito?

[ACZ]: Sí, de hecho, sí. Es así de simple: es un film. Está lleno de soundtracks. Por ejemplo, Ricky Nelson aparece ahí, él es parte del soundtrack de Pulp Fiction. O el poema “STEVENS”, el cual es completamente dado luego de ver Call me by your name, de hecho, el nombre del poema es por Sufjan Stevens, quien canta “Visions of Gideon”, canción que es parte del soundtrack y que evoca una escena muy conmovedora.

 

La poeta Ana Carolina Zegarra

 

Viejo es el mar y sigue moviéndose

 

[XLB]: Viejo es el mar y sigue moviéndose…

[ACZ]: Esta parte viene porque un día llamé a mi padre y le dije: “pero es que ya estoy achacosa pues, me siento vieja”, y él me dice: “¿vieja? Tú recién estás en el momento de la flor. Viejo es el mar y sigue moviéndose…”. Y ¡pum! me mató, como dirían ahora. Sé que no soy vieja aún, pero ya me siento cansada, estoy en otro estado del cuerpo.

 

 

[XLB]: Al leer HÚNGAROS me sentí un jumper, pude ir con Tristán e Isolda a Nueva York, a Corea y luego terminar pogueando en Beaterio[2]

[ACZ]: HÚNGAROS viene de este libro filosófico El amor y Occidente, donde el ensayista de los años 30’ Denis de Rougemont habla de todo el dramatismo y romance tóxico que incluye el amor. Denis desmenuza los tratados entre Tristán e Isolda, y en HÚNGAROS hablo justamente de ese Tristán y esa Isolda.

Me los llevé desde Nueva York hasta el Hueco de Beaterio, los hice jugar. El universo de HÚNGAROS fue El amor y Occidente completamente. Recomiendo mucho ese libro porque puedes darte cuenta de todas las fisionomías occidentales que han hecho que el amor sea un artificio tóxico, de dolor, que te infrinja a latigazos. El amor basado en el mismo oriente dentro de una cosmovisión folclórica, que ha tenido América en épocas pre colombinas, no estaba destinado a un sufrimiento y ahora sí. O sea, Occidente lo ha fortalecido para que desencadene en una cuestión religiosa, de matrimonio, donde se ve la unión forzada de esta impresión de unión dolorosa, y al final resulta dolorosa porque tu propio espacio caduca y, la religión, lo que hace es quitarte esa autonomía.

Lo occidental es un caparazón, porque por debajo subyacen un montón de acciones y pensamientos terribles del ser humano, pero al tener a “dios” presente se sienten con inmunidad. Entonces eso quise hacer con Tristán e Isolda, ellos dijeron: “¿saben qué? Váyanse a la mierda con sus estigmas sociales y religiosos. Nosotros nos vamos a echar unos tragos a Beaterio y a pasarla de puta madre”.

 

 

[XLB]: Ahora que vives la vida y ya no la supervida. ¿Adoptaste nuevas costumbres?

[ACZ]: Las costumbres nuevas, podría decir, que son esos momentos de solitariedad, mi tiempo libre es para mí, lo disfruto. Antes salía solamente para rellenar espacios, los rellenaba con conversaciones vacuas, pero después me di cuenta que la gente sincera viene a tu vida cuando tiene que venir. Disfruta del momento en el que estás, pero no te fuerces. Yo traté mucho de pertenecer al grupo, imagínate, entré a la universidad a los 17. Sin embargo, no me arrepiento.

 

 

[XLB]: Dijiste que eres como una mezcla desde Celia Cruz hasta los Arctic Monkeys…

[ACZ]: Celia Cruz es fuerte para mí, una mujer muy empoderada. A veces me veo escuchando entrevistas de ella y digo: “qué tal espíritu”. Sobre todo, esa congeniación que tiene con Knight, su pareja, es de lujo. Esto es lo que la tierra nos ha brindado y es un muy buen mantra para mí, algo así como: gózala y gózala, súfrela y súfrela pues. Siento que, en algún punto, soy como Celia Cruz porque ella dice: “a mí me invitan a las fiestas, pero yo ya no voy a las fiestas. Pedro me dice oye vamos a la fiesta y yo le digo no, quiero estar en mi casa. Yo canto y me voy a mi casa”. Entonces uno piensa que Celia Cruz, quien dice que la vida es un carnaval y tiene azúcar, es una fiestera empedernida, pero no. Ella va, canta, la vive, la goza y luego se va a su casa con Pedro para comerse un asado de habas. Es que es así, es su deseo.

Recuerdo esa escena con la Grado de Todo sobre mi madre (película de Almodóvar), diciendo que no hay nada mejor que ser lo que una quiere ser. No hay nada que me interese más que ser lo que quiera ser; y, ahora, sólo quiero estar tranquila.

 

 

 

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[1] Balneario, ubicado en Arequipa, donde puedes pasear en bote por la laguna. A las afueras, se puede disfrutar los mejores buñuelos y anticuchos de la ciudad.

[2] Nombre de una calle en el Centro de Arequipa, donde se ubicada el Wecco, espacio conocido como el corazón underground de la ciudad, en sus entrañas se aunaban poetas, artistas, pensadores, bohemios que escapaban de los grupos fiesteros para generar otro tipo de encuentro alrededor de la música (punk, rock).

 

 

 

 

 

*(Arequipa-Perú, 1990). Poeta. Literata por la Universidad Nacional de San Agustín (Perú). Se desempeña como profesora de inglés. Ha publicado en poesía las plaquettes Make up & Gum (2009) y Casas de Verano (2011), y el poemario La vida después de la supervida (2018).

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