Por Bruno Pólack
Crédito de la foto el autor
“La poesía, para mí, es un acto de fe”.
Sobre Barcas sobre la zarza ardiente (2016).
Una entrevista a Enrique Solinas
Bruno Pólack [BP]: Estimado Enrique, Barcas sobre zarza ardiente, tu último poemario, es un trabajo corto pero intenso, donde rindes homenaje y auscultas la muerte de tu padre.
Enrique Solinas [ES]: Casi todos mis libros son pequeños en su extensión, pero vertiginosos y hondos en su sentido, con matices que ayudan a profundizar desde la razón en la emoción. Barcas sobre la zarza ardiente surge desde la autorreferencialidad y luego empieza un proceso por el cual voy borrando de a pocos lo personal para que se transforme en algo universal, con toda mi poesía trabajo así. Porque a la hora de escribir lo que más me interesa es que aquello que tengo para decir sea comprendido en su plenitud por distintas miradas, las cuales, tal vez, no tengan algo en común.
El tema del libro es la muerte del padre. Empecé a escribirlo en el hospital, cuando interné a mi papá, y todo anunciaba su muerte. Pero lo cierto es que, poco a poco, comenzó a mejorar y se recuperó, y volvió a su casa, a su rutina, a sus libros, a seguir en la vida. Lo cierto es que los poemas estaban comenzados y que por primera vez me detuve a pensar en la muerte del padre, tomé conciencia de este hecho y de allí en adelante no me pude detener.
Escribir a mi padre es escribir a todos los padres del mundo, desde el tiempo inmemorial hasta nuestros días. Y es en ese exacto momento en que mi padre ya no me pertenece.
[BP]: ¿Crees, entonces, que la poesía es un modo de aprehender las cosas menos entendibles y lejanas de nuestro razonar cotidiano? ¿Aunque, incluso, no las hayamos experimentado?
[ES]: Claro que sí, estoy convencido de ello. La poesía, para mí, es un acto de fe. Exige que creas en ella, Es más, es necesario que siempre algo se nos escape y lo que aprehendemos, lo hacemos con la intuición. Entonces ordenamos desde la razón ese mundo disperso y extraño, y muchas veces sintetizamos o nos aproximamos a una verdad, o encontramos conocimientos distintos en un abrir y cerrar de ojos, tareas que a veces a muchos investigadores les puede llevar demasiado tiempo.
[BP]: Se siente, sin embargo, en los poemas que conforman el libro cierta paz y cierta sabiduría para enfrentar la muerte de un ser querido.
[ES]: Creo que escribir este libro fue una forma de prepararme para lo que vendrá. Luego de su escritura, supe que estaba listo para despedir a mi padre, que si él moría en ese aquí y ahora, yo había hecho el duelo a través de la escritura de los poemas, diferente a la muerte de mi madre que fue repentina y el duelo lo hice durante años hasta que pude despedirla gracias a la escritura del poema “El rostro de Dios”, que figura en el libro Noche de San Juan. Esa paz que percibes, tiene que ver con la aceptación: Aceptar lo que viene, sin maquillaje, así sea lo más terrible del mundo.
[BP]: Hay igual en ese poema “El rostro de Dios” un mirada que contempla lo inefable con distancia y aceptación, pero también con cierto conocimiento de lo divino.
[ES]: Ese poema es muy querido por mí. Tantas veces imitado por varios escritores de poesía, sigue siendo actual y presente. La imagen de la mosca saliendo de la boca de la difunta y el intercambio de almas es una imagen atractiva. Si te fijas, el poema es como una autopsia del cuerpo de la madre, la contemplación del cadáver y de lo que ya no está. Creo que ese poema condensa lo que es mi poesía: el equilibrio exacto entre el lirismo tradicional y el objetivismo. Siempre aparece lo inefable en situaciones así. Siempre aparece y nos deja mudos.
[BP]: Regresando a Barca sobre la zarza ardiente, utilizas como epígrafe del libro un verso de Pia Tafdrup de su trabajo Caballos de Tarkovski, en el cual ella también elabora un homenaje a la muerte de su padre, lo mismo hace el poeta Juan Carlos Mestre con La bicicleta del panadero, por hablar de dos poetas contemporáneos, ¿los tomas como referencia?
[ES]: Tanto Pia Tafdrup como Juan Carlos Mestre son una referencia a la hora de encarar el tema. Pero también quise hacer algo distinto, sino no tendría sentido mi escritura. En La bicicleta del panadero, Juan Carlos Mestre nos muestra una muerte vital, una muerte que él transforma en vida. Creo que Pía Tafdrup nombró primero mejor el sentimiento de lo que quería decir, ese transcurrir del proceso de la muerte. Cuando la conocí en Buenos Aires, ya había comenzado a escribir los poemas. Me regaló su libro bello e inmediatamente le conté del proyecto y le mostré dos poemas que tenía escritos. Hay una foto que nos sacaron justo en ese instante de revelación, estamos conversando sobre esto y nos piden permiso para retratarnos. Cada vez que veo esa foto, recupero la magia de ese instante, siento en mi sangre el fluir de la poesía.
[BP]: Es inevitable incluir en un libro con esta carga emocional las referencias religiosas, sin embargo no existe un reclamo airado ante Dios o ante lo inevitable e incomprensible, todo lo contrario, me parece advertir que se usan referencias religiosas con resignación y comprensión.
[ES]: En mi poesía, hasta ahora, las referencias religiosas son algo común. No lo puedo explicar con exactitud ni tampoco sé cómo funciona. Lo cierto es que tiene que ver con mi formación, especialmente durante la infancia y adolescencia, y que para mí siempre es un desafío incluir alguna referencia religiosa y encontrar la manera de hacerlo como novedad.
Más que resignación, me gusta más la idea de aceptación. Cuando ves a tu padre o a cualquier ser próximo y su devenir, la decadencia del cuerpo que no retrocede, sino que profundiza su degradación, lo mejor es aceptar lo que sucede y acompañar de la mejor manera posible. Por esta razón, no hay nada que reclamar. Hay que entender. Hay que saber escuchar.
[BP]: Predominan en el libro dos escenarios que deben haber marcado mucho tu vida junto a tu padre en diferentes momentos: el río y el hospital.
[ES]: El libro expresa estos dos espacios bien determinados: el hospital, donde el padre es presente y el río, el espacio de la infancia, el pasado. Mi papá tenía una casa en el río, solíamos pescar y me encantaba estar con él allí. Pero pescábamos y luego devolvíamos los peces al río. Estábamos mucho tiempo en silencio, pensábamos mucho los dos y hablábamos poco. Todo tiene que ver con la memoria y cómo percibimos la realidad. Transcurrimos entre el recuerdo y la memoria.
[BP]: ¿En tu poesía es igual de importante la palabra como el silencio?
[ES]: Sí, y creo que en este libro nuevo tiene más visibilidad el peso del silencio. Pero es un silencio activo que se retrotrae para buscar en el interior, respuestas que nunca vamos a encontrar. Esto no inutiliza la búsqueda, por el contrario, es nuestra obligación buscar, para que suceda el encuentro con aquello que nos sobrepasa. A veces es la poesía, otras veces, una revelación, una verdad renovada. Quienes me conocen saben que soy un hombre naturalmente silencioso, pero si pudieran escuchar mi interior, cambiaría radicalmente esta impresión.
[BP]: Nos contaste que la cercanía a la muerte de tu padre te llevó a reflexionar y a entender este proceso ¿Pero cómo te decidiste a escribir este libro y cuánto tiempo te tomó?
[ES]: Me decidí a escribirlo porque fue una forma de exorcizar aquello que me angustiaba. Su título es surrealista. La zarza ardiente hace referencia al hecho bíblico que protagonizó Moisés, cuando Dios le entregó las Tablas de la Ley. Me pareció que de esta manera aludía al Gran Padre que fue y también a Dios. Las barcas alude a la metáfora griega sobre los hombres y la patria. Cada uno de nosotros es una barca que hace su recorrido, la vida se trata de eso: ir hacia adelante, dejar atrás el dolor Los griegos dicen que todos somos como marineros que hacemos navegar el barco, gracias a nuestro trabajo en equipo. Me pareció que la idea de que cada uno de nosotros somos una barca, habla de nuestra alma en su estado más puro.
Si bien en 2013 ya tenía escrito el libro, lo fui corrigiendo, lentamente. Nunca me apuro si se trata de escritura. Escribo, corrijo, guardo. Vuelvo a escribir, quito, agrego y guardo otra vez. Todo esto hasta que esté listo, como quisiera.
[BP]: Enrique, aprovecho para preguntarte cómo ves la poesía Argentina actual.
[ES]: La poesía argentina actual está pasando por un momento de transición. Son muy pocas las voces que se levantan sobre la producción general. Décadas pasadas era común encontrar voces estelares que convivían y expresaban así sus diferencias estéticas. Hoy, por el contrario, esa riqueza que era común en el pasado, hoy se ha vuelto una flor exótica. Podemos encontrar mucha gente que escribe, y está muy bien que así sea. Pero lo destacado sucede con mucha menor frecuencia. A veces lo que tiene más difusión no es lo de mejor calidad, sino que suele ser efectista. Y creo que aquella poesía que más me interesa y conmueve, sucede en voz baja, en el margen del centro.
[BP]: ¿Te animarías a darnos algunos ejemplos de poetas que merecerían ser más atendidos y que por ahora están al margen?
[ES]: Antonio Porchia (1885-1968) es otro poeta que tuvo un momento de visibilidad, pero actualmente las nuevas generaciones lo desconocen. Glauce Baldovin (1928-1985), otra gran poeta de la cual no se consiguen sus libros y vivió y desarrolló su poesía en la Prov. de Córdoba, en el centro del país. Jorge García Sabal (1948-1996) es un poeta que al morir su obra quedó escondida a los ojos de los lectores y es en verdad una pena que no se difunda más. Leonor García Hernando (1955-2001) murió joven y nos dejó cinco libros de gran intensidad poética y de suma originalidad.
[BP]: Enrique y para terminar la conversación ¿En qué nuevos proyectos estás trabajando? ¿Un nuevo poemario, quizá?
[ES]: Actualmente estoy a la espera de nuevas publicaciones: durante este primer semestre saldrá en Francia la antología Le grognement et autres poèmes (El gruñido y otros poemas), una traducción de una antología que fue publicada en 2011, en Buenos Aires. Luego, aparecerá muy pronto en USA otra antología de mis poemas que se llamará The way time goes (La manera en que el tiempo se va). Acaba de publicarse un libro producto de una investigación en antologías poéticas y en el cual tengo un capítulo allí, “La antología poética argentina: Procesos de subjetividad, género y canon”, tema en el cual me especializo y espero seguir escribiendo muchos más ensayos con el eje central puesto en antologías poéticas. También estoy trabajando con varias traducciones y espero poder publicar algunas de ellas: Jane Kenyon, Lee Young Li-Young Lee, Rupert Brooke, Ren Hang, Alda Merini, Zhao Lihong y otros.
Tengo un libro de poemas inédito, El Libro de las Plegarias, ahora mismo está entre los 20 finalistas del Premio Internacional de Poesía ‘Pilar Fernández Labrador’, de la Diputación de Salamanca, en España. También estoy con dos proyectos en poesía, uno trata sobre poemas escritos durante la Beca de Residencia para escritores en Shanghai que obtuve en 2014, otorgada por el Gobierno de China, y el otro proyecto tiene que ver con una reflexión sobre nuestro cuerpo en el mundo contemporáneo. Por otra parte, estoy escribiendo una nouvelle y, lentamente, voy escribiendo y corrigiendo mi segundo libro de cuentos. Todo esto sumado a las clases que doy de Literatura, a los grupos de investigación a los cuales pertenezco y a la Dirección del Colegio que está a mi cargo, actividades que desarrollo día a día.