La página en blanco es la consciencia del acto creativo. Entrevista a Joseagustín Hayadelatorre

 

Por Bruno Pólack

Crédito de la foto Ed. Vallejo & Co.

 

 

La página en blanco es la consciencia del acto creativo.

Entrevista a Joseagustín Hayadelatorre*

 

 

Bruno Pólack [BP]: Joseagustín, Lengua negra de las rosas (2023) es tu cuarto poemario y siento que, de alguna manera, regresas a tus orígenes, a tu primer libro, Canto de la herrumbre… ¿lo sientes así de algún modo? ¿Qué equivalencias encuentras entre ambos, si las hay?

Joseagustín Hayadelatorre [JH]: Hay dos formas de verlo; se dice, siempre escribimos el mismo poema o bien escribimos sobre nuestras obsesiones ―que para el caso es lo mismo. Sin embargo, aunque solo puedo afirmarme sobre mi creencia, lo siento alejado de ese primer libro desde la concepción, la forma, la manera de trabajarlo.

¿Qué libro no es un primer libro?

Este libro tiene orígenes compartidos con un bosque ardiendo bajo un mar desnudo (2016). Para mí atiende a temas similares, pero bajo un lenguaje más contenido. Es, pues, una experimentación con la materia: este es el punto de mira desde el que pretendo situarme, así sea con elementos de sosiego o de contemplación. Las diversas formas, texturas, ofrecen los decires que el mismo poema y, finalmente, el libro, exigen. Hay, sí, una vuelta al origen sobre el uso del lenguaje, un cuestionamiento al querer decir.

 

El poeta Joseagustín Hayadelatorre

 

[BP]: No obstante, este cuarto poemario, como es tu costumbre, está minuciosamente organizado y dividido, además de en lo temático, en la disposición espacial de los poemas en la página en blanco, algo que viene siendo también una búsqueda personal… ¿qué te ofrece ese despliegue del poema por toda la hoja?… ¿quizás algo así como la libertad del pintar un lienzo, pero con el poema?

[JH]: La página en blanco es la consciencia del acto creativo. Es el lugar de lo incognoscible que al escribir pretendemos plasmar.

Desde el trazo de la grafía, la tipografía, la palabra como conjunto de letras, las palabras componiendo versos y estrofas y… esos elementos pretenden ser parte del lado sensitivo del poema; por tanto, el espacio en el que se sitúan significa. ¿Si no, qué sería del silencio, de la contemplación, o hasta del vértigo?

Creo que el poema comunica, que posee libertad de consciencia fuera de la expectativa del poeta. No creo que se deba escribir pensando en que otros te lean; el lector aparecerá… o no, pero, no puede ser un condicionante.

El poema debe existir como un acto pleno, de liberación para el poeta. Ese será el único límite que a su vez debería ser punto de expansión, esa es la develación y el momento en que las posibilidades simbólicas, interpretativas, del poema escapan ―por suerte― del poeta.

Soy, sí, obsesivo en la organización. En este caso pretendí ritmos ―respiraciones―; si bien puedo tener una voluntad inicial, suelo dejar que el objeto hable: él mismo me propone su forma.

 

 

[BP]: La naturaleza, su potencia y sus intrincados caminos, los estragos que produce en el ser humano (y un dios agazapado detrás del texto) es uno de los ejes centrales del poemario y de tu poesía. ¿Por qué ese apelar a lo “divino” sea la Naturaleza o algún dios tutelar? ¿Quién nos habla ahora y aquí, a través de esa “lengua negra” (que no es sólo el poeta)?

[JH]: ¿Crees en la magia? Es mágico ver una tela de araña y cómo se usa ese elemento para sobrevivir; es mágico el copo de nieve, fractal, que en su asombrosa forma nos deleita y a su vez nos puede hacer temer si este es parte de una tormenta; es mágico el mar (¿nada como el de San Bartolo, no, Bruno?) y su infinito diálogo que todo erosiona y transforma; es mágico cuando una madre o un padre frente a una alacena vacía inventan qué dar de comer a sus hijos; es mágico, también, que la única posesión sea uno mismo… y este acto mágico alude también a la escritura, un arte que se erige desde la palabra y en esa pobreza (material-inmaterial) se pueden crear mundos: pero el poeta, quien es un pequeño dios (dixit Huidobro), habla desde su realidad, de los elementos que lo rodean y para mí la  naturaleza ―hasta la vorágine citadina― tienen una potencia creadora y creativa que nos afectan y nutren.

En ese sentido, creo que lo divino es parte de ese acto; de lo que consumamos como creación, que es ese lado inexplicable de las cosas y que nos deslumbra, como la luz de las estrellas o como abrir los ojos después de dormir y que el mundo continúe ahí, que uno mismo esté. Pero hay una divinidad humana que lamentablemente hemos potenciado y es una destructiva, que nos lleva a creencias de razas o seres superiores o distintas maneras de marginaciones entre los seres humanos… parte de una estupidización que día a día arrastra a más personas que, inverosímilmente, son capaces de justificar atrocidades. Esto es parte de la historia de la humanidad, aunque duela.

En el caso de la poesía, esa divinidad nos ofrece una imbricación metafísica-mística, aparentemente disociada pero que conversan porque son estadios, maneras de ser-hacer, con mayor prevalencia en las estéticas que dependerá del posicionamiento de la voz poética.

 

 

[BP]: Hay un juego casi de espejos en algunas secciones del poemario. Como un yo-poético que se refleja y conversa consigo mismo sobre distintos temas, sean íntimos como la descendencia, la memoria y nostalgia o el reconocimiento propio en el desaliento; o generales como la muerte, la creación lírica, la belleza, el futuro. ¿La función de este diálogo personal va más allá de un juego de voces? ¿Qué te permite ese desdoblar el yo poético para hablar desde dos perspectivas sobre lo mismo?

[JH]: Al escribir consagramos aquello que nos conmueve, que no se restringe a elementos de un falso romanticismo: qué sería de la luz sin la oscuridad, de la vida sin la muerte. Nos han enseñado tontamente a temer de modo maniqueo a esos elementos: sin esas supuestas oposiciones no hay modo de entender el valor de estos, y no porque sean contrarios ni posean una carga negativa. Son parte de la estancia misma del ser y así se refleja en la naturaleza ―incluyendo la citadina.

Y es ese mismo ser al que confronto, al que experimento, con quien converso. Y en esa manera de situarme frente a la materia, no solo la grafía, sino la del ser que escribe y que da vida un/su fenómeno es desde donde trazo el mundo, lo indago, me cuestiona, y me asombro desde elementos cotidianos hasta con las mitologías sociales. Tal vez sea una manera de reflejarme, de reflexión (especular a modo de soliloquio) sobre situaciones que pretendo examinar con forma de pregunta para intentar comprender lo que se comprende, lo que significa el significado. De ahí que en la materialización haya verso o prosa y una disposición visual y rítmica que pretende ser distinta en las secciones. Esa aparente formalidad es una indagación que quie-

bra, que quie-

bra (gra_

cias

J.

E.

Eielson)

esa racionalidad o ese discurso normativo hegemónico. ¡Qué peligroso alinear el lenguaje poético al del poder!

Retomaré una idea del inicio: ¿con quién se comunica el poeta si no es consigo mismo? Y esto es parte de esa construcción: basarme sobre la pregunta, preguntar por ella, por las maneras en que se resuelven y por lo que a su vez nos permite seguir avanzando. La pregunta encierra la posibilidad, ese es el doble y su misma respuesta. Porque, imagínate, si no puedes preguntarte.

 

 

[BP]: ¿Es la poesía esa fe de la que hablas en la sección “Cuerda de pez y plata (iii)”?

[JH]: Nuestra Fe, como el título de tu libro, está en la poesía: desde ese lugar se compone el poeta y lo que se pretende expresar. ¿Qué sería una poesía sin fe? Y no lo digo bajo la égida religiosa, sino en ese elemento tan elemental ―y complejo― como lo es la palabra y los mundos sensibles que se abren y que por este medio examinamos nuestra condición humana. Si le debo una creencia a la poesía es la libertad que pretende, desde su actuar suprasensible, revelatorio o utópico. Pero hay que andar con cuidado cuando permean ideologías o hegemonías autoritarias o de corrección política, porque ahí se desvirtúa la pulsión vital de este acto creativo.

La palabra de estas gramáticas de la creación, apelando al término de Steiner, expresa/encierra un problema/una posibilidad que encauza lo incognoscible y que resulta, maravillosamente, en una manera de nombrar las visiones del poeta. Y es en ese movimiento en que desde las afinidades estéticas y desde una materialidad, a miras sencilla, se genera una creencia, una fe en la emotividad-racionalidad del poema. Hay, por tanto, una fe incondicional en la poesía. Ese lugar inconmensurable es un acto de fundación, aunque sin pretensiones prístinas o primigenias.

 

 

[BP]: Tu tesis de doctorado en Literatura ahondó en la vanguardia artística peruana (revista La Sierra) de inicios del siglo XX, no sólo como etapa creativa sino como medio de difusión de la obra e ideas de artistas preocupados por forjar pensamiento y cuestionar los cánones estéticos, temáticos, estilísticos. Lengua negra de las rosas fue escrito en el interín. ¿Crees que algo de esas lecturas o conocimientos de a propósito de escribir y analizar dicha vanguardia se puede encontrar o permeó en este poemario, o son proyectos que van por cuerdas separadas? Por cierto, dicha tesis pronto se convertirá en libro, tengo entendido.

[JH]: Juan José Sebrelli, en Las aventuras de las vanguardias, señala la ruptura como el elemento renovador per se, condición que se da mucho antes que el término sea empleado para el periodo vanguardista del siglo XX. ¿Acaso no eran Góngora, Quevedo o Lope, o Blake, Keats, Shelley, o Rimbaud, Baudelaire, Mallarmé, o… vanguardistas? Lo son. Mi influjo no es, pues, solo del siglo XX. Mi sentido de contemporaneidad no está en lo sincrónico, sino con las obras con las que converso.

Gran parte de la propuesta de Lengua negra de las rosas proviene de una poesía más reciente ―si cabe el término―, francesa, portuguesa, americana, y española: Noel, Gaspar, Helder, Faria, Júdice, Gervitz, Cociña, D. Huerta, Carson, Ashbery, Wright, García Valdés, Andreu, Maillard, Mestre, Muñoz Sanjuán, Gamoneda, Ullán… u obsesiones recurrentes como Rilke, Hölderlin… sería una lista interminable… Ni qué decir de lo que se escribe aquí en Perú, además de relecturas ―añado obras y releo otras (que se reinventan en la lectura, porque no se trata de acumular)―, acompañadas de ensayos o filosofía porque me preocupa la condición de la palabra y lo que esta como pensamiento genera.

En ese sentido, no concibo la escritura como una fórmula o como que se deba escribir desde el lugar más cómodo y menos alinearme con lo que se consume. Me gusta el riesgo, la experiencia, la experimentación, esa puesta en abismo… no sin temor, que me lleva a cuestionar los límites de mi lenguaje y a que la pregunta sea un lugar de certeza para pretender responder y luego volver a preguntar.

¡La tesis! Mmmmmm… En realidad, el proceso con la tesis fue inverso. Prevaleció la escritura poética. Durante esos dos meses iniciales de 2013, cuando se suponía andaba inmerso en lo académico, terminé de escribir un bosque ardiendo bajo un mar desnudo publicado por Amargord Ediciones en 2016 y ahí mismo apareció “El sol de la tormenta”, que conformaría la primera parte de Lengua negra de las rosas, concebida ya para otro poemario. Entonces, comprenderás que si no lograba avanzar en este plano, la tesis menos; el ejercicio académico de inmersión teórica lo llevé a cabo de 2008 a 2012, mientras escribía el libro anterior.

Sin embargo, después de esa primera sección, y de vuelta ya a vivir a Perú, me dediqué de 2015 a 2017 a escribir la tesis doctoral, aunque “Cuerda de pez y plata (i)”, así como “El rocío del desierto” ya se insinuaban. Terminado ese periodo, que coincide con el nacimiento de mi hija, reaparece este poemario completamente develado y me sumerjo en este de 2018 a 2020. Luego, pasó por correcciones y lecturas críticas durante dos años, un poco de reposo de la versión final y en 2023 me animé a publicarlo.

Confío en publicar ese libro sobre la revista La Sierra (1927-1930) a la brevedad posible.

Empero, considero que la poesía es una forma de pensamiento; por ello, ese lado académico ―no como atadura― en realidad me permite ampliar mi búsqueda poética. Si bien sus lenguajes caminan por lados distintos (si hasta diferencio mis yos; el poético es joséagustín hayadelatorre y el académico es José Agustín Haya de la Torre ―ah de las emociones y de los desequilibrios emocionales, jajajaja… con ambos pretendo resolver mis conflictos, jajajaja―): estos se complementan, dialogan, nutren porque asumen voces crítico reflexivas.

 

 

[BP]: En lo personal, el inicio de la paternidad es una circunstancia que viviste emprendiendo la redacción de este poemario, o en medio de la misma. Sin duda, es un hecho que te cambia la visión del mundo y de lo que como persona y autor haces o quieres hacer. ¿Crees que algunas de las vivencias producto de la misma cambiaron, o te hicieron reformular tu visión de los temas sobre los que hablas en este poemario o de lo que hablarás en tus futuros libros?

[JH]: La paternidad me ha resultado trascendental; y sí, fue el catalizador para encauzar el libro que venía escribiéndose desde 2013. Pero el tema de la paternidad no lo expreso desde un plano biológico, sino desde la expresión de la palabra al tener que reaprender a expresarme. De ahí el cambio con el libro anterior con el que pretendí una explosión, este pretende contención; esto, claro está, no significa menor intensidad ni rigor en ambos ni que dentro de los límites de la autoría no muestren mis intenciones. Se me hace imposible concebir el mundo sin ese luminoso ser que me acompaña, al que debo educar sentimental, social e intelectualmente, y que sin duda actúa como un cuestionamiento constante a cómo me expreso, cómo le explico elementos complejos… es ella quien para este libro me ha cuestionado con su llanto, con sus caricias, con las reacciones de todos los niños; si la palabra es una condición de desnudez, la vulnerabilidad en la que te sitúa la crianza de un ser al que amo implicó un punto cero ―no como desechar lo aprendido, sino cuestionar el ser-hacer que soy.

Seguro que influenciará como todas las personas cercanas. En todos mis poemarios hay versos o palabras que llegaron por amigos, cuyos significados están para mí atados a ellos. Aquí la fe es tuya, la danza es de Eliana, el celacanto es de Paul, el movimiento es de Pedro, las hojas de Miguel Ángel, el rito de Mateo, la orilla de Diego Alonso, el gorjeo, silabario o alfabeto son de mi hija … y si sigo, me quedo sin autoría del poemario, jajajaja. Relato mi mundo cercano. En el libro anterior hubo poemas que eran partes de conversaciones y en este he repetido procedimientos.

Falta ahora hayar los libros futuros, pero van escribiéndose.

 

El poeta Joseagustín Hayadelatorre.
Crédito de la foto: Sandra Enciso

 

[BP]: Para no pocas personas, los tiempos actuales no son los mejores para la poesía. Guerras, descalabros económicos de regiones del mundo, enfermedades como el Covid, corrupción política, etc. Hacen que algunos crean que no es tiempo para escribir poesía. ¿Por qué insistir en escribirla, leerla, publicarla más allá de un gusto o satisfacción personal…? ¿Qué se le podría decir a quienes piensan que, en el mundo actual, la poesía no tiene espacio; que al no ser rentable fácilmente, no encuentra lugar en una posmodernidad dominada por un sistema económico capitalista exacerbado y una sociedad que muchos sienten embrutecida por los medios de comunicación? ¿Para quién se escribe: para uno mismo, para otros poetas, para los escasos críticos?

[JH]: Todo tiempo es de crisis. ¿Qué época no la habrá sido? Lo que pasa es que nos enseñan idealizadamente el pasado, como si lo “malo” solo ocurriera ahora. Basta hurgar un poco para percatarse que no es así. Vivimos en crisis constantes. Y en medio de ese camino, aunque hayan expulsado a los poetas de la República, aunque hayan sufrido cárcel, persecución y censura, están de pie creyendo en la palabra, el elemento más elemental que nos humaniza. Aunque claro ahora hay ritos acomodaticios marcados por la mercadotécnica en esta sociedad del espectáculo que encumbra obras paupérrimas en que los poetas están sentados, callados, arraigados al poder por meras migajas. Por ello debemos ser cuidadosos con las lecturas, exigentes con las obras, pues si no caemos en ilusiones donde por versar o contar anécdotas de modo retórico se pretende señalar que eso es poesía.

La única rentabilidad de la poesía es para el poeta. Es un camino muy personal. Si pretendemos regirnos por estándares capitalistas, veámoslo así: la poesía no vende, pero en medio de este mundo consumista que nos devora (un ciclo de crisis más), el acto creativo ―la poesía para mí― es el elemento sagrado que me salva.

 

 

[BP]: ¿Qué sigue a Lengua negra de las rosas? El poemario se publicó el año pasado, pero fue escrito muchos años antes, ¿vienes trabajando otro proyecto poético o algo llevado a lo académico?

[JH]: Suelo trabajar varios proyectos al mismo tiempo. Hay ya un conjunto de palabras que revolotean inquietas y que de vez en cuando aterrizan en los cuadernos. Ando dándole vueltas a la forma ―un elemento que me importa mucho― para transmitir ese decir pretendido.

 

 

 

 

 

*(Lima-Perú, 1981). Poeta. Estudió Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Perú) y se doctoró en la Universidad de Salamanca (España). Fue miembro del grupo de creación y publicación literaria Sociedad Elefante, del comité editorial de Distancia Crítica: aportes hacia una nueva conciencia social y redactor de la sección “Plumas libres” de la revista electrónica de Humanidades Periplo. Ha publicado Canto de la Herrumbre, Nocturno del Alba y un bosque ardiendo bajo un mar desnudo.

 

 

Vallejo & Co. | Revista Cultural - POESÍA - FOTOGRAFÍA - NARRATIVA - CINE - MÚSICA - TEATRO - ARTES - PLÁSTICAS - CREACIÓN - CAJÓN DE SASTRE