Por Mario Pera
Crédito de la foto (Izq.) Ed. Sudaquia/
(Der.) el autor
La muerte y el poema que debe ser enterrado vivo.
Una Entrevista a Alberto Valdivia*
Mario Pera [MP]: A la par de escribir poesía, investigas y escribes ensayos sobre ella. Incluso fuiste editor de una revista literaria como Ajos & Zafiros; por ello, quiero empezar preguntándote, salvando la amplitud del tema, ¿qué papel crees que le corresponde a la poesía en un mundo contemporáneo globalizado, tecnologizado, casi despersonalizado?
Alberto Valdivia [AV]: Cada vez me convenzo más de que la poesía está en el ojo del huracán de todo el espectro de lo real y de la administración de lo simbólico en la sociedad contemporánea. A la poesía, por lo menos, a la actitud poética (es decir, intención de romper los límites del lenguaje a través de su esencia simbólica y rítmica, para tratar de definir, simplificando, esa actitud), la veo por todos lados. La gente, que no está en el campo literario, comparte poesía en redes sociales en forma de citas, canciones que beben de la poesía (como la de la nueva trova); la veo grafitis en Lima y en NY, en Europa y en el resto de América Latina, citando a poetas nacionales e internacionales (es fácil encontrar a Luis Hernández o a Guevara, por ejemplo, en las calles de Lima).
La poesía replantea las visiones que tenemos de lo estético, nos empuja a repensar los problemas éticos y sociales de nuestras comunidades locales y globales; nos lleva a la acción política. Por eso, cuando dirigía Ajos & Zafiros, durante la primera década del 2000, tanto a mí como al excelente equipo que me acompañaba, nos quedaba clara la necesidad de visibilizar la diversa poesía peruana y latinoamericana reciente, así como de mostrar los estudios y reseñas sobre poesía y su dinámica. Tengo un artículo, incluso, sobre el tema en “Variedades” de El Peruano: siendo la única expresión de lo letrado que se escapa, como un flujo no domesticable, del mercado, interviene muy interesantemente en lo político. No podemos pensar que su impacto es inmediato ni poderoso, pero sí profundo y de largo alcance en el tiempo.
[MP]: Conoces diversas tradiciones literarias poéticas, y al detalle la peruana. ¿Es la peruana una de las tradiciones poéticas más sólidas del siglo XX? ¿La mezcla de identidades y visiones, la pluriculturalidad, nuestras carestías como sociedad son, a la par, el aliciente u origen que lleva a los peruanos a producir poesía?
[AV]: Es cierto que, vista de manera tradicional, es decir, desde la ideología de las tradiciones nacionales, podemos pensar que la tradición poética peruana es una sólida y riquísima y que está visibilizada parcialmente. Tenemos enormes poetas y grandes promociones de ellos a lo largo del siglo XX, incluso antes, pero pensar que lo que se ha recortado desde la noción de lo letrado y de lo escrito en español cierra nuestra tradición es un error. La poesía oral y la trabajada en nuestra tradición indígena es notable y desconocida. Más de medio centenar de lenguas que producen (y han producido siempre) su propia poesía, desconocida para los literatos y el lector común, es una invisibilización terrible de nuestro canon (y una marginación atroz de las múltiples culturas peruanas). Ahí falta mucho trabajo etnoliterario. Esa mezcla de identidades y visiones pluriculturales que han producido una tradición interconectada, pluricultural, en la poesía peruana letrada es la que debe explorarse en sus raíces.
Por supuesto que la poesía, como la buena literatura, se nutre de las carencias sociales y los quiebres que la subjetividad del poeta siente al interactuar con su mundo, con su sociedad. Pero no es solo eso. Más que producir poesía, nuestras carencias y nuestra riqueza cultural lo que me parece que producen es un diseño especial de esta, una poesía determinada, y enriquecida, por esa multidimensionalidad en la que vivimos los peruanos. En la urbe coinciden todos los sistemas de pensamiento y existencia híbridos que el mundo contemporáneo ha podido imaginar. En las comunidades indígenas la interacción con la modernidad produce sus propios discursos poéticos de rebeldía y autodefinición. Desde el punto de vista de lo nacional, tenemos orificios terribles para poder aprehender realmente nuestra tradición; más aún, cuando intentamos ver desde los flujos de una tradición global, de la que nuestra poesía es parte.
Hay una clara genealogía entre la vanguardia francesa, el expresionismo alemán, el modernismo latinoamericano y Vallejo, Sologuren, Eielson, Verástegui, Hora Zero y los poetas urbanos de los 80 y 90, por ejemplo. Esta genealogía tiene profundos vasos comunicantes con el trabajo del chileno Anguita, los Contemporáneos mexicanos, Sur en Buenos Aires; luego Rojas y Zurita en Chile, español Hierro y muchos más… Lo barroco como sistema histórico latinoamericano y lo transbarroco de Quiroz es otro ejemplo de ello. Es decir, más que campos nacionales que reflejan la necesidad de una administración de lo letrado dentro de la lógica ostracista, que es incompleta, me parece fundamental entender que las tradiciones poéticas se producen mucho más desde sistemas inesperados, complejos y en constante desplazamiento genealógico, producto de lecturas e intereses, que superan la lógica de lo nacional.
Cuán importante ha sido el griego Cavafis para nuestra poesía de los 60 hasta los 90, ¿cierto? Es genealógico, no es un campo que influye en otro, como si habláramos de ciudades letradas amuralladas. Así como son fundamentales Breton y Aragon para Moro, Vallejo fue fundamental para Miguel Hernández y Blas de Otero, por ejemplo. Son sistemas genealógicos trasnacionales, que desafían los campos nacionales. Esto nos falta por visibilizar. Esos campos, digamos, globales, son riquísimos y dejan de lado las competencias de lo nacional, para enfocarse en lo poético. En Ajos & Zafiros, por ejemplo, fundamos una nueva sección de traducción de poesía en otros idiomas al español, con ese interés en lo poético genealógico global.
[MP]: Wañuy Pacha en quechua se podría traducir como la era o lugar de la agonía o muerte. ¿En qué momento personal y etapa de tu poesía surge Wañuypacha/Partothötröl? ¿Quizá en una etapa en la que han caído los ídolos personales?
[AV]: En realidad, Wañuypacha/Partothötröl no es un canto a la distancia del referente utópico (personal o colectivo) sino una reflexión sobre la finitud del todo en el que participan muchísimas partes de lo visto, oído, experimentado, pensado, desoído, inefable, incógnito y alterno. Lo político, lo público y lo privado se entrelazan en esa caída del hombre en el agujero de su propia finitud. Es clara la influencia existencialista en mi más reciente trabajo, sobre todo la de Heidegger (en la acción política a partir de la reflexión sobre la muerte) y la de Sartre (en la libertad para ejercer esa acción sobre los otros, a través de la escritura). Trakl, Stadler, Benn, Vallejo, Enzensberger, Ungaretti, Watanabe, Verástegui, Juarroz, Varela, Ollé han sido fundamentales para este libro (y muchos narradores como Kertész, Coetzee, Oé, nuestro gran Miguel Gutiérrez o Adolph), pero ha sido fundamental para mí mirar desde lejos la muerte que siempre está posicionada sobre las narices de uno, lejos del Perú.
La violencia global, la violencia política, la muerte como dispositivo de poder y como sistema de administración étnica o económica, es escalofriante a nivel global e histórico. Lo que ha sucedido en nuestro país en la guerra interna reciente es solo una expresión de esa barbarie humana. Tratar de entender cómo la muerte pública, gestada desde esa distancia, desde los imperios del poder humanos, se entrelaza con las esencias de la muerte privada, con los pormenores de esa gesta silenciosa y terrible con/contra el cuerpo, con/contra la destrucción de la vida en el cuerpo, me pareció un eje fundamental para trabajar la idea de la muerte como forma de pulsión existencial y política en el hombre de siempre, pero sobre todo en el contemporáneo. Ese eje luego salta a la muerte de lo humano, de los elementos construidos por él: su cultura. Y así se entienden las muertes literarias, lingüísticas, geográficas, químicas, etc. Muere el hombre y es ese el punto de inflexión para los demás (acción política) en el que deben (debemos) decidir qué no muere con él (con nosotros), qué nos sobrevive, que nos mantiene vivos (como humanos), qué nos destruirá. Esta propuesta termina siendo una reflexión sobre el rol político de una elección estética: qué poema nos representará luego de la muerte de los hombres que lo han escrito. Qué poema debe ser enterrado vivo; cuál no.
[MP]: Hace algunos años vives en los EE. UU. ¿Cómo ha afectado ello a tu poesía? ¿Quizá necesitabas la distancia física de tu país, el Perú, para terminar Wañuypacha/Partothötröl que entiendo empezaste a escribir en Lima?
[AV]: Sí, Wañuypacha/Partothötröl nació en Lima, hace mucho tiempo, en el 2007 (soy un poeta que escribe muy lentamente, pero soy abundante en páginas, como lo saben todos los que me han leído desde La región humana). Y nació como Partothötröl, bajo la influencia de la tradición oriental (desde Egipto hasta la tibetana) de los libros de muertos. Me pareció fascinante explorar la necesidad humana de usar el lenguaje, en su forma poética, en su dimensión de canto, como guía de posmuerte. Fascinante y totalmente real. Necesitamos la palabra para arropar con signos y símbolos la muerte de los otros, la propia lo necesita; los otros necesitan de nuestra voz, como señalo en un verso del libro. En verso, con el ritmo del rito que produce poesía (y nace de ella).
La distancia me permitió descubrir (como siempre suele pasar) el sustrato andino tan fuerte de esta tradición: el ámbito de muertos andino (cuya genealogía de producción, vida, existencia y amor había explorado ya en Neomenia, mi libro de poesía anterior a este) fue el complemento ideal para el diálogo global del fenómeno muerte humana en el plano de lo político. La muerte pública en el Perú ha sido básicamente andina (incluso desde la Conquista y la Colonia); la muerte, y la injusticia que conlleva su praxis y concepto, han sido en la guerra interna nacida en los 80, básicamente andina.
Wañuypacha dialoga con lo público, con la voz andina que no se escucha, con la articulación de la muerte desde el mundo andino que yo siento reverberar en mi visión del mundo, en mi identidad como mestizo peruano que, desde los Estados Unidos, pone en perspectiva lo que estaba germinando en el Perú (Neomenia, 2013) pero que aún no daba su siguiente paso mayor: el político.
[MP]: Wañuypacha/Partothötröl tiene como gran tema la muerte, las diferentes muertes que puede sufrir un ser vivo y que, como una telaraña, todo lo vincula y hasta retiene. ¿Qué significado le das a la muerte en este libro? Hay rezos, lápidas, estados mortuorios, etc. del mundo religioso cristiano, pero también una aproximación a la muerte desde la cosmovisión andina. ¿Cómo equilibraste ambas cosmovisiones?
[AV]: La muerte es ahí conflicto literario, pregunta identitaria e interpelación. Es decir, Estética, Ontología y Ética Política en medio de todo. La muerte, aunque parezca, no se da en el vacío, sino dentro de una cultura específica, en un cruce de culturas que se preguntan entre sí por ella.
Las tradiciones ya estaban equilibradas, porque lo que hemos hecho los peruanos desde la invasión de Occidente es mezclarnos y enriquecer nuestras cosmovisiones apropiándonos de lo otro, replanteándolo, redefiniéndonos culturalmente.
En medio de esta densidad cultural, de esta pluriculturalidad peruana, en un contexto global, la muerte es una forma de catalizador, un dispositivo que, en todas las culturas, pregunta por su expresión estética, por sus alcances identitarios, por sus formas morales, por su accionar social. Y no deja de interpelarnos.
[MP]: En poesía, ¿privilegias el poema o el poemario? Es decir, ¿armas la estructura y contenido desde la unidad o prefieres trabajar con un orden predeterminado? Algunos poetas prefieren que sus poemarios los sorprendan en el camino de su forja y que estos alcancen la unidad de su discurso como propuesta mientras se hace.
[AV]: Es, para mí, imprescindible un equilibrio entre los dos. En un libro, no existe poema sin poemario, como no existe el poemario sin el poema. El poema es una unidad en sí misma y debe defenderse por sí solo, pero, en un contexto de libro, es parte de un universo literario en el cual existe también en diálogo con los otros poemas. Hacer colecciones de poemas nunca ha sido mi búsqueda poética; es más, el libro siempre ha sido lo primero para mí, como planificación escritural, pero si el poema no funciona autónomamente, tampoco se hace poesía.
[MP]: ¿Qué sigue a Wañuypacha/Partothötröl?
[AV]: Siguen otro conjunto de narraciones breves (cercano a Los tejidos detrás, que publiqué el 2013) y una novela, mi primera. Paralelamente, dos libros de ensayos sobre filosofía política (otro de mis intereses académicos) y sobre literatura peruana y latinoamericana.
En poesía, creo que demorará más de un año, pero el libro que ya está escribiéndose es uno sobre la poesía y el mercado, es decir, sobre la poesía y su respuesta resistente ante el mercado. El poema como virus del mercado, como un virus de lucidez y de poder en la palabra.