Texto leído por su autor en la presentación del poemario Cantos a la Luna de César Ángeles Loayza.
Por Roger Santiváñez
Crédito de la foto posición.EDITORES
La luna de César Ángeles Loayza
La Luna goza de un prestigio ancestral en el vasto campo de la poesía universal. Desde la diosa Diana de la antigüedad grecorromana hasta el cuasi vanguardista Lunario sentimental, de Leopoldo Lugones, el carismático y plateado satélite ha inspirado a infinidad de poetas a lo largo de la historia. Y su estro ha penetrado hasta la vida cotidiana: recordemos el dicho “Los poetas están en la luna”, para significar ese raro estado —fuera de la Realidad— en el que morarían los creadores de versos y poemas.
Pues bien, ahora tenemos a César Ángeles, connotado poeta peruano de la generación del 80, entregándonos estos nuevos Cantos a la Luna (2021) que estamos aquí presentando y sobre los cuales discurriremos brevemente en las siguientes líneas.
El poemario se abre con una llamada hacia atrás, hacia “otros tiempos”, como sugiriéndonos la antigüedad del tema. Pero, en realidad, se nos habla de una época en la que el poeta —según nos dice— “yo levantaba la mano/ y se levantaban los árboles y/ las cordilleras”, en contraposición a una actualidad en la que afirma “ahora que/ levanto la misma mano/ se yerguen también la flora sarcástica/ los minerales/ los huesos y/ riñones/ de mis amigos muertos”. Son los muertos de un pasado de “cascos solitarios y/ cuevas” que, sin embargo, están “iluminadas por un solo/ helicóptero/ y su bocina”; es decir, se nos precisa un tiempo moderno y actual. Se sugiere así una guerra que, habiendo sucedido, sería el prólogo o telón de fondo donde se van a construir los cantos de amor que sobrevienen inmediatamente.
Son 10 cantos a la luna. La situación es planteada de la siguiente forma: “Luna,/ himno de los lobos/ húmeda voz de los amantes/ y muchachos bohemios/ bajo el puente roto/ de la ciudad”. Y entonces aparece una segunda persona: “Fue la noche tu vestido/ larga cabellera/ de estrellas, rutilante ovillo/ en mi mano se formaba”. Es la hora del amor visitando al poeta. La luna y el objeto del amor parecen ser una sola presencia: “Luna blanca,/ Luna bruja,/ en 2 nalgas duras y perfectas/ hallé tu nombre/ tatuado en golpes cadenciales”. Y, entonces, una suerte de paraíso se pronuncia sobre la tierra, con un modo gramatical de prosapia que quiere ser antigua también: “lobos y lobas que de follar sublunar/ se holgaron”.
Mas, de pronto, entra la Realidad. Incluso el contexto cotidiano y social: “La canción de la Luna/ es la de los iluminados/ de los desesperados,/ los sin familia/ sin mujeres, sin parientes”. En el tráfago de dicho terrible entorno, el poeta se da luz para escribir versos de notable factura y conseguida belleza como estos: “la melancolía de tu risa / en tardes como esta / de vida animaban mis brazos”; e igualmente: “se fue tu cintura, de algodón, tus palabras,/ tu curva mano que a mi frente sin cesar venía”. Logrado ritmo que se cierra en el Canto VI con la ecuación Luna = Mujer, definiendo con brillante calidad la poética imagen: “y se fue contigo parte de la Luna/ aquella donde con solo respirar/ a mí venías/ portando océanos, flores de una playa”.
Los cantos IX y X anclan su versión en el mundo de la literatura. Vallejo y Martín Adán aparecen como figuras totémicas. El vate de Santiago de Chuco recreado —al parecer— a partir de su famoso verso “yo nunca pedí que me trajeran a este valle de lágrimas”, y Adán rondando su Campana Catalina (libro escrito en Arequipa); resolviéndose ambos textos en una honda reflexión metafísica que se nos perfila claramente en esta estrofa del poema que alude al autor de Travesía de extramares: “Pero, Luna,/ quebrada entre mi pecho/ bajo esta sombra sideral me persigue/ no somos nada”.
Entramos a la sección Dos. El primer poema juega con el aspecto fonético y la grafía. Se titula AMA NE SER, que no es lo mismo que ‘amanecer’, pero quizá implica su significado, así como el de ‘amar’ y ‘ser’ en la fragmentada palabra que nombra el poema. Y en el siguiente poema, “Serenata de la muerte”, hallamos versos como “ausente la hora el semáforo el sol/ de la soledad/ ido el tráfico/ diario de palabras”. Es decir, se iguala o se compara el paso del tiempo con el cambio de luces del objeto que regula el movimiento de los autos en la ciudad, que serían igualmente los vocablos con los que el poeta trabaja su poesía. Hay intertextos detectables, como el referido a ‘las quebradas experiencias’ de Xavier Echarri, o ‘La rosa de la espinela’ de Adán, en un largo texto que constituye una especie de reflexión sobre el devenir de la vida del poeta, de un lado para otro sin encontrar una solución o una respuesta válida para la gran interrogante de la existencia humana, y culminando con la esperanza del amor y allí la poesía siempre. Ángeles nos lo escribe con esta belleza: “abrí un hueco entre el mar/ de tus palabras/ caídas/ para sumergirme/ hacia el fuego que todo regenera/ que nada de lo viejo deja en pie/ y que todo de lo nuevo/ conduce hacia ti,/ hacia nosotros// y ya nada queda por hacer”.
El tercer y último poema de esta segunda parte se llama “Círculo”. La metáfora para auscultar la vida, en este caso, es una casa, desde donde habla el poeta. Nos anuncia que un día dejará dicha casa y será en los caminos. Lo que me gusta de este texto es su cierre metafísico profundo, en el que con toda lucidez Ángeles sitúa el misterio de vivir. Leamos: “y dirán cómo se pasa el día/ cómo adviene la Luna/ qué tibios están los ríos/ y sus brazos/ la noche y sus campos desolados”. Nos queda claro que no hay otra solución que la contemplación sagaz, ante el inexorable paso del tiempo y la llegada de la muerte.
La última parte del libro está localizada en el Condado de Lemos, o sea referida a Abraham Valdelomar que firmaba como el Conde de Lemos. Y al este de Lima Queer, en reivindicación gay. Así entendemos el poema denominado “Oración por Abraham Valdelomar”, cuyo fraseo reproduce el de una plegaria religiosa, lo cual no es óbice para la exaltación erótica y política: “¡Desnudo Valdelomar!/ ¡Arráncate las últimas flores/ y polifemo muestranos/ tu sexo erguido/ para asaltar el cielo!”, y del mismo modo: “concédenos comer tu cuerpo/ beber tu sangre/ Que sea esta poesía/ la alianza nueva y eterna/ en la que nos hemos de reencontrar”. Es decir, utopía, eucaristía pagana, o mística negativa llena de roja luz. De forma similar, en el texto “C. Vallejo que estas en los CC.” el poeta prosigue sus juegos político-eróticos; como, por ejemplo: “estaba/ sentando en ti en vos en vuesa partícula/ profana profana cama/ rada Vallejo y vi gobiernos más andenes/ derruidos”. Tenemos cama (el lugar para hacer el amor), y cama-rada con el vocablo partido en dos. Fonética y semántica fusiladas, diríamos. El poema es un logro de ritmo y visiones sobre la historia social y política del Perú reciente, en donde todos reunidos, incluyendo a “pedro páramo y la juana vásquez”, así como en resonancia de Javier Heraud y Luis Hernández, se cierra el canto con una versión vallejiana que Ángeles lleva a sus dominios de la siguiente forma: “para ganar para ser felices/ sin que falte nadie sin que falta nada”. Y para seguir con Vallejo (que sería en realidad el gran homenajeado en este libro), nuestro poeta finaliza su libro con un ‘Manifiesto trílcico’, donde reivindica su lucha por la poesía en un mundo capitalista totalmente ajeno a ella, y culmina con una maoísta paráfrasis siempre en poesía y en defensa de sus fueros: “salvo el poder (en poesía) todo es ilusión”. Que así sea, mi estimado César. Mención aparte merece el collage poético visual, en memoria de nuestro querido amigo Juan Javier Salazar. Y testimonio —a la vez— de la denodada lucha de César Ángeles Loayza por publicar su poesía: luz devota que aquí nos convoca.
1+1 poemas de Cantos a la Luna (2021),
de César Ángeles Loayza
Der Sturm
Eran otros tiempos
definitivamente
yo levantaba la mano
y se levantaban los árboles y
las cordilleras
ahora que
levanto la misma mano
se yerguen también la flora sarcástica
los minerales
los huesos y
riñones
de mis amigos muertos
enterrados
bajo la paja y los barcos
oxidados mil años
cascos solitarios y
cuevas
iluminadas por un solo
helicóptero
y su bocina
AMA NE SER
es el barco y se va en dirección perdida
con todas sus voces y ritmos
ya no cabe nadie
cuán a fondo se va esta nave
cuánto se sumerge
en búsqueda de marinos monstruos legendarios
hoy todo este paisaje
de la vida
se fija tan al este en la memoria
no vendrán ángeles hermosos
a salvar
la última navegación
no vendrán acaso a impedir
el último viaje
y yo, hermanado con el barco
me sumerjo en extrañas profundidades
murmurando versos, palabras sueltas
procurando compañía
esta noche inmensa
grita la quebrada, y el aire cada vez
está más frío
solo en soledad
me doblo como el primer día
y grito un aullido largo
atraviesa la tierra
¿qué vendrá después de esto?
nada
quizás todo
un barco se pierde
a la espalda de la Luna
y ni así has de venir?