Por Sebastián Miranda Brenes*
Crédito de la foto www.revistamontaje.cl
La insomne:
una reseña sobre la obra poética de Mía Gallegos**
Escribo porque no se coser.
Irene Vallejo
Intro
Mía Gallegos, sin duda, es una de las voces vivas más influyente de la poesía costarricense. Su poesía se enmarca en un intimismo poderoso y único. Es como si nos invitara a caminar dentro de su pecho y la recorriéramos detenidamente como una galería. Mía es una persona que se aleja de la pose literaria, pero en su trabajo poético se nota la labor de una escritora con método y rigurosidad. Sus poemas son milimétricamente escritos sin perder la intensidad de su fondo, que es el interior mismo de la autora. La poesía de Mía es sutilmente poderosa, no es visceral pero sus versos son fuertes, sin duda, la obra de Mía Gallegos es parte esencial de la poesía costarricense y latinoamericana, que no se puede pasar por alto ni dejar de conocer.
I
En algún sitio de San José hay un cuarto en el que la lluvia deja sendas y la luz del alba se concentra antes de quemar el mundo.
El cuarto tiene largos estantes llenos de libros y me invitan a recorrer los pasillos de la Biblioteca de Babel. En el centro, un escritorio lleno de papeles apilados que se vuelan con el viento, y se acomodan en el suelo siguiendo la secuencia de Fibonacci. A la derecha, un espejo por el cual el planeta se expande o se contrae, según la intensidad de la noche o de los colores de la tarde. A la izquierda, una ventana siempre abierta por donde se miran las montañas, la Vía láctea y el devenir de las palomas.
Justo desde ahí observo la silueta de la Insomne, la esbelta tejedora, la Hija de la Tierra quien se pregunta sobre su origen y sobre un dios que duerme debajo de las piedras.
Es la habitante, Mia, que en este cuarto recorre caminos secretos a través de puentes enhebrados y llega hasta el laberinto de Teseo, donde ella guía a los dragones de Medea hasta encontrarse entre las serpientes de la ausencia. Mía sobrevive escapando por el espejo y atrás deja su cuerpo dormido como un náufrago para presentárseme como la AntiPenelope, la que no espera y olvida, la mujer de pocas palabras; y aunque nunca nombrará mi nombre entre lágrimas, siempre me ofrendará su cuerpo a través de la poesía., pues ante la poesía ella es un árbol que trenza el viento y enraíza en la ternura.
Es decir, la Insomne, quien se sienta ante el telar de la noche, enarbola las palabras, recoge versos como gotas, abre surcos entre las páginas y convierte las letras en un aguacero de versos que inundan el cuarto. Se aparece frente a mí cuando la leo, girando como derviche para encontrar los ojos de la abuela mar y las líneas de la madre carta, maldice a Dios dulcemente, por el don de la palabra, y sin percatarme libera en mis ojos una certeza: solo los dulces heredaran la Tierra.
II
La Insomne nunca envejecerá, mientras la lea sus manos siempre estarán escribiendo ante el espejo. Aunque haya dolor, duda o alegría este será el telar frente donde se sentará día a día, pues es donde siempre se me anunciará como hija parida de la anciana primera de la Tierra, madre de un mundo duplicado que se encuentra en una batalla eterna. Así me hace verla sin ningún miedo a alzar la voz en el vértigo, y puedo escucharla desde la ventana gritar: Estoy viva ¡Maldita Sea!
Así, se me condensa en la boca como una adoradora de la nostalgia, quien halló en la palabra los hilos invisibles que la atan a sus hermanas con sangre-verso. La Insomne me las enumera con una voz de arder de leña, me las dibuja en un bordado de ceniza y me asegura que el mundo no podrá olvidar sus aquelarres con Ifigenia; la ofrendada a los dioses, con Eunice; la apátrida, con Alejandra; la hermosa muerta y con Violete, la bastarda, con Yolanda y con Alfonsina, quienes caminaron de forma opuesta: una hacia al infinito, la otra hacia los senderos del mar, para encontrarse en dos rutas distintas con Juana Inés, la hermana-verso mayor.
La Insonme me desrama el lenguaje cuando, a través de la página, me abofetea al decirme: los hombres nunca han sido pacifistas, y rabiosa cruza la habitación hasta entrar en el espejo, por donde escapa de mi esnobismo literario, gritándome que eso es una cosa de cerdos.
III
La habitación de la Insomne me permanece iluminada como una laguna bajo un claro de sol donde el corazón nace. Las manos de Mía me siguen abiertas y son el sitio donde anidan pájaros feroces que sostienen el hilo infinito con que ella escribe.
Su cuarto le basta para mantenerse en constante búsqueda, para sostenerse en la duda de lo etéreo, de toda verdad. Su claustro es una amanecida muerte que se me apaga ante el naufragio de su anarquía.
A Mía le basta su habitación para encontrarse Mía, ella es su propia amante, su propia compañera, es como guerrillera de la brisa, quien, por medio de la palabra alcanza el éxtasis como alcanza la espuma.
A la Insomne la leo como una loba de estepa mientras aúlla solitaria en medio de una colina, antes de perderse con el sol de la tarde.
IV
-Elegí evadir las estratagemas de Dios- me dice.
–Vivir es un arduo oficio, pero no más pesado que dedicarse a hilvanar las palabras hasta formar un reboso- me asegura.
Sin que ella se percate, desde la ventana observo como Mía deshilacha pacientemente el poema, no para hacer esperar a pretendientes, no para esperar a quien partió, sino que su escritura es la labor de Sísifo: un ascender de imágenes, un remolcar metáforas, un jalar el poema verso a verso hasta que antes de la cima lo mire desovillarse ladera abajo ante la gravedad del absurdo.
La Insomne, no sabe tejer, por eso escribe frente al espejo, y en mitad de la noche elabora su autorretrato.
V
Leo guerras en los ojos de Mía. Me muestra como entra a una panadería en ruinas y como empieza su día sin desayuno. Es ella quien transita entre escombros y me dice, con voz temblorosa de insomnio: –los Balcanes son solo ceniza, pero despiertan la memoria de quienes vemos hacía al vacío.
Luego, como sobreviviente, la Insomne regresa a su niñez, se abriga en su perro y le pide que haga parar la lluvia radiactiva. Al escuchar su llanto su padre la alza y ella le acaricia el rostro, le pide que deje perderse nuevo entre el bosque con su hermano, que quiere regresar con su madre y escuchar sus historias.
Por la ventana, Mía abandona su cuarto para subir a mis ojos. Me ha visto y en un acto de rebeldía me lanza puñados de certezas junto con racimas de dudas espinosas. Luego se me instala en la memoria, ahí me cose poemas sueltos, la cubre con sus pinturas y se sienta como una pequeña nigüenta que va bordando a gatas versos que dicen: –crecí en un mundo bipolar-, -las dualidades no siempre representan equilibrio-.
Ahora Mía es una niña que me habita, una pequeña que arranca de sus manos un pájaro moribundo y lo colca sutilmente en el árbol de mis recuerdos, y sale corriendo, dando brinquitos de liebre, deshojando la pregunta: ¿cómo se llora ante una majestuosa tristeza?
Mi memoria ahora es el cuarto de la Insomne, un sitio donde la noche se vuelve un borde y las mañanas son más que espejismos. Un lugar donde ella se siente la pasajera de un tren sin destino que mira por el vidrio como aquel que contemplaba la tabaquería desde su habitación.
Mía abrió una ventana en mi cabeza, desde donde siempre veré su silueta apoyada en brazos mientras clava su mirada en los cerros, desde donde siempre la miraré escribiendo en la noche como quien teje; y desde donde siempre ingresará a su espejo para transitar el mundo en llamas.
Letanías de la insomne
para Mía Gallegos
Pitonisa de la introspección escribe por nosotras
Silueta en el espejo del mundo escribe por nosotros
Oráculo de la nostalgia escribe por nosotres
Hacedora de fuego y letra escribe por nosotras
Enhebradora de dimensiones escribe por nosotros
Horizonte de ojos oscuros escribe por nosotres
Sacralizadora de la Tierra escribe por nosotras
Jaguar de agua escribe por nosotros
Pájaro furioso escribe por nosotres
Hermana de sangre-verso escribe por nosotras
Árbol de la ternura escribe por nosotros
Guerrillera cautiva escribe por nosotres
Reducto de sol escribe por nosotras
Espuma del primer mar escribe por nosotros
Rebelde negada escribe por nosotres
Palabra hecha polvo, hecha viento, hecha nada
bajo tu tejido nos amparamos
Insomne sin telar
en tus noches de desvelo
nos posamos bajo la luz de tu espejo
Tejedora que nadie doblega
que no espera ni olvida
bajo la penumbra de tu ventana
con tu vos y tu poesía
nos abrigamos en tu vigilia.
(de Inflexiones, inédito de Sebastián Miranda Brenes)
*(Costa Rica, 1983). Escritor y gestor ambiental. Ha participado en festivales internacionales de poesía de distintos países latinoamericanos. Ha publicado en poesía Antimateria (2013 y 2022), El sudor de la morfina (2020) y Luminiscencia (Libro 1) (2022).
*(Costa Rica, 1953). Poeta, narradora, ensayista y periodista. Participó en el Programa de Escritores en la ciudad de Iowa (EE.UU., 1985). Obtuvo el Premio Aquileo J. Echeverría en tres ocasiones (poesía). Es miembro de la Academia Costarricense de la Lengua. Ha publicado en poesía Golpe de Albas, Los reductos del sol, Los días y los sueños, El claustro elegido, El umbral de las horas y Es polvo, es sombra es nada (2021); en cuento La Deslumbrada; en ensayo Tras la huella de Eunice Odio.