Por Martina Dobreva Kriviradeva*
Crédito de la autora
La gente coloca un dardo en ti.
5 poemas de Martina Dobreva Kriviradeva
Reflejos en el espejo
¿Qué tememos exactamente
Cuando miramos al espejo?
Vemos nuestro reflejo
Pero ¿qué vemos?
Una imagen creada por nosotros mismos
Imagen, que nos lleva a ser de una forma
Construimos nuestra idea de nosotros
Pero no vemos lo que somos.
Que a pesar de las batallas, aquí estamos
Y no somos el reflejo de esas batallas.
No te quedes en esa imagen que has construido de ti,
No te observes ni cambies tu mirada,
Solo mírate de nuevo
Y verás al niño que te llama.
Conversaciones con mi yo
Un día le pregunté a mi yo:
¿Permanecer o retirarme?
He colmado el vaso del cansancio,
Del alma caída y el ánimo crispado.
Estuve, estoy y estaré harta de estupideces
Y no me apetece ni hablar de ello.
Pero hablo, todavía me quedan un par de palabras.
La gente coloca un dardo en ti, que eres mi yo
Y tira la flecha.
Mi autoestima no se inmuta no.
Y de repente mi vida se sucedió delante de mí.
La observé como si no se tratara de mí,
No me inmuto no.
Mi yo me decía: límpiate las gafas para no ver borrosa
Esa realidad que es tan preciosa.
Dentro de mi memoria, todavía recuerdo mi yo,
Que un día decidió abandonarme
Por miedo a que le abandone yo y murió.
Antes de morir, mi yo me dijo:
Dedícate a servir a los demás y si quieres,
Conviértete en su esclava pero yo, no lo haré.
También me dijo:
Te quiero y no te olvides de que sin mí no eres nada.
Y yo le respondí:
La cuestión es que nunca lo era.
Yo no soy nada.
Lo que una vez fue mío
Me voy alejando cada vez más de lo que una vez fue mío.
Soy una orgullosa ciudadana del mundo.
Mi lengua materna se ha quedado aplastada
Bajo el montón de lenguas que llevo a mis espaldas.
¿Alguna vez te has sentido así?
Que una vez, ya no sabes ni cuándo,
Te tocó traspasar el umbral de tu casa
Y dejar atrás la moqueta desgastada.
Y era muy cómodo respirar el aire fresco de las montañas,
Jugar a no sé qué juegos en el colegio cercano.
Lo que una vez fue mío ha salido volando,
Como el globo inflado que me compraron en una de las tantas ferias de viernes.
Siempre me quedará el recuerdo de lo que una vez fue mío,
Aunque la realidad cruda sea:
Que el presente no tiene el mismo sabor dulce y tentador del pasado.
Se acabaron los juegos, se acabaron las charlas
Con mis amigos de la infancia hasta tantas horas de la mañana.
No pasa nada.
Soy el ejemplo vivo
De que se puede llegar a la otra parte del mundo en pocas horas.
Puede parecer sorprendente pero nadie dijo que no,
Hoy en día es posible todo.
No es como irse a Marte,
Se vive de la misma manera y se respira el mismo aire.
He dejado tantas cosas atrás,
Ahora solo me queda mirar el horizonte, seguir mi camino y no parar.
Conozco este mundo y he visto el otro además,
¿Qué más se puede pedir?
Indecisiones
No sé por qué existen todas las cosas,
Golpeando la ventanilla de tu espíritu,
El existencialismo,
Que el ego mata.
Quiero escuchar el sonido del silencio,
Aunque sea un ratito
Quedarme quieta,
Solo para ser y estar
Sin buscar el fin de las cosas
Que se revuelcan en mi consciencia sin parar.
Bienvenido sea todo aquel
Que se pierde entre los demás,
Que pasa largo tiempo pensando
Y no puede acallar lo inevitable,
Acercándose cada vez más.
La cabeza vuela bien alto,
Sus alas son de cristal
Tan frágiles,
Se rompen con facilidad.
Te veo y no me imagino verte más.
La indecisión me cruza los cables,
No me deja distinguir ficción de realidad.
Fluyen las paranoias,
Me dejo sorprender por lo que el destino me depara
Tras la curva de un continuo correr
Hasta no llegar a la seguridad planificada.
La indecisión me llama,
¿Qué querrá de mí esa maldita dama?
Ella hace que resbalen por las ramas
Las gotitas de mi llama.
Yo me retiro,
Buscaré algo sencillo
Y me reconcilio con la vida
En este mismo momento.
Perdemos la ilusión por las cosas
No camines a mi lado como si no me vieras,
¿No soy cuerpo ni olor suficiente para ti?
A veces me ves, a veces no
Pero no te paras a observarme
Como observas una película en el cine
O una obra de arte en la biblioteca.
Lo sé, solo tengo 10 años.
No soy más que una cría que hace poco vino al mundo
Pero todavía tengo ilusión por conocerte.
Seguirás sin notarme porque ya no hay nada que despierte tu interés,
Incluso aunque tiemble o muera delante de ti.
Ya tengo tu edad y tampoco me emociono,
Ni por los jóvenes ni por nada.
Perdemos la ilusión por las cosas
Y lo que nos rodea no es más que añadido,
Tan conocido como la cama en la que nos acostamos cada noche.
Acepta el hecho de que tu cama es tu cama
Y nunca más volverás a ilusionarte por ella.