Por: Julio Ortega*
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La edad de merecer (2015),
de Berta García Faet
Berta García Faet (Valencia, 1988) es autora de tres libros de poemas que han merecido un premio cada uno, seguramente favoreciendo su edición, y en éste su sorprendente nuevo poemario, libre de los modelos de la poesía de la experiencia y de la poesía del lenguaje, se vale de ambas para buscar, explorar y hacer suyo, un coloquio dialógico, que opera desde la invención del lector como interlocutor, personaje, y finalmente co-autor del decir del poema. Esta poesía espera, propicia y presupone la intimidad del diálogo hospitalario con el lector. Su libertad verbal hace que el poema reverbere en este diálogo creativo, tienda puentes con elocuencia empática, y desarrolle un intercambio vivaz y novedoso de afectividad, humor, y mutua inteligencia. Por ello, lo notable no es sólo su repertorio temático urbano ni su derroche de fresca mundanidad sino su capacidad de establecer un territorio de comunicación que no se debe sólo al poeta y al lector, ambos convertidos en actores del discurso, sino a la textura, calidad, pálpito y fluidez del habla mutua, que es la materia que nos hace más vivos. El poema, así, es un territorio del habla, y no sólo del habla oral sino de sus registros temporal, emotivo, gozoso, irónico y duradero. Nos dice: “Todas las preposiciones son mentira. Todas las conjunciones adversativas son una exageración ruin. Coincidir es un milagro.” La ductilidad de su discurso comunica la sensibilidad de un diálogo modélico y extraviado. Como un ABC poético en este comienzo sobrescrito del siglo, BGF nos enseña el solfeo verbal más actual: leemos, recontamos, dramatizamos en el gran teatro del poema, por una vez tomado por la clara gracia de una voz que nos retorna, a manos llenas, el don de la palabra.
La vida en el hotel Greco (2015),
de Rodolfo Häsler
Poeta cubano que vive en Barcelona hace más de 20 años, Häsler reúne en La vida en el hotel Greco (Madrid, Centro de Arte Moderno, 2015) una antología de su poesía reciente que tiene en el espacio del hotel y el sobrenombre del pintor los dos ejes de su meditada y asombrada reflexión poética, sostenida, central y solitaria, librada a su suerte en un exilio sin otro término de referencia que su misma obra. De su tradición cubana, frondosa de haceres y decires, Häsler trae la poética de las revelaciones favorecidas por la noción del lenguaje como un paisaje en gestación. En sus poemas, breves precipitados verbales, escenarios de contemplación musical y visual, el mundo está siempre recomenzando en el lenguaje, tentativo, amaneciendo, rehaciendo su camino visionario y apelativo. No hay un secreto a descifrar en el poema sino un proceso que desencadenar. Con destreza y fe, el poema no señala una ruta, más bien nos deja proseguir al azar asociativo de la lectura. En la estación pasajera de un hotel encantado, el poeta planea no un poema sino un libro, para explorar la noción de lo transitivo. Aun si debe seguir su ruta incierta, el libro no será una guía sino el trayecto reflexivo de vernos en el trance incierto de las suficientes palabras ciertas, las más justas.