Por: Thomas Boberg*
Crédito de la foto: Facebook de la autora
La destrucción es blanca (2015),
de Myra Jara
Myra Jara es una nueva voz en la poesía joven peruana. Para los dedicados lectores de la poesía peruana, (yo soy uno de ellos) es definitivamente una buena noticia. Con su primer poemario «La destrucción es blanca» se inscribe con naturalidad en la tradición de la poesía escrita por mujeres: desde Blanca Varela hasta Roxana Crisólogo, desde Carmen Ollé hasta Montserrat Álvarez. Como una niña sabia, sensible y alerta que proviene de un universo mágico y sórdido, contempla y vive las cosas de nuestro mundo real y cínico: sexo, prostititución, abuso, muerte, pero también amor y compasión. El yo poético trasciende su propia angustia y la convierte en versos exactos y desenfrenados.
MI DELGADEZ EXISTE a cambio de la ausencia
es en este caso mejor que el hambre
el hambre se mueve en los túneles
su dueño es el hombre obsesivo
tiene dinero y mantiene sus túneles
me alquila sus túneles,
llegarán las enfermeras a lavarme la boca
es brutal compartir el mundo
El sufrimiento humano y animal son campos para explorar y en cierto modo objetos de deseo para la poeta. La poesía es rebelión. Como el filósofo francés George Bataille, Myra Jara busca límites mentales y físicos para atravesarlos y llegar más allá. Transforma los viajes de la sórdida existencia humana en poesía de sencillez bella y aguda. Y como una mariposa, el yo poético vuela desarraigadamente desde la infancia de clase acomodada ( la empleada es una figura importante de contemplación e identificación en su poesía) hasta la madurez de la poeta, y geográficamente, desde Londres hasta Mongolia, regalando en el camino poesía de crueldad, sexo, compasión y belleza.