Por: Juan L. Ortiz
Nota y selección de poemas: Tania Favela Bustillo
Crédito de la foto: Izq. Ed. Lozada
Der. www.gibralfaro.uma.es
La danza profunda. 8 poemas de Juan L. Ortiz
En una entrevista realizada por Bignozzi, en 1969, Juan L. Ortiz esboza su poética con estas palabras: “yo quisiera hacer una cosa completamente transparente, invisible casi. Donde no hubiera ni siquiera imagen, ni mención o apenas mencionar, eso sería lo ideal”. Pero, ¿cómo lograr esa transparencia tan anhelada?, ¿cómo crear un lenguaje lo suficientemente dócil, dúctil, suave, ligero, que permita la fusión de los contrarios, que permita la incorporación de los elementos más heterogéneos en un solo hálito, en una misma respiración? Los poemas de su último libro, La orilla que se abisma, muestran cómo Juan L. Ortiz, a lo largo de los años, se dio a la tarea de construir un lenguaje apropiado para recibir y poder registrar lo que a él más le interesaba: matices, progresiones, escalas, tonalidades, procesos, transformaciones, resonancias; la experiencia de lo fugaz, las variaciones de la luz, las mutaciones del río, las correspondencias e interrelaciones de la naturaleza y de lo humano. Ortiz logra, a partir de la mayor destreza técnica y la máxima fluidez, construir una compleja red de palabras en la que intenta pulverizar el sentido.
Hablando de los últimos poemas de Ortiz, Hugo Gola comenta: “Tenemos la impresión de hallarnos ante una red de palabras, delicada y precisa, aunque aérea, semejante a esas inmensas construcciones que las arañas pacientemente entrelazan, pero destinadas esta vez a registrar la música del mundo y el lastimado grito del hombre”. Esa telaraña elástica, flexible y resistente a un mismo tiempo, a la que alude Gola, le permitió a Juan L. Ortiz generar, al interior del poema, relaciones diversas en ampliaciones incesantes, le permitió una apertura cada vez mayor, le permitió alcanzar esa tan deseada transparencia.