Esta entrevista fue realizada por escrito, por lo tanto, las respuestas han sido respondidas por ordenador por parte de Ferrer Lerín a las preguntas formuladas por mí. En el proceso de respuesta se han ido reformulando ciertas preguntas y se han ido añadiendo otras. La entrevista se terminó de escribir el día 13 de mayo de 2020 y comenzó un día después con las respuestas del escritor. Consta de 28 preguntas que tratan de conectar diferentes libros con los proyectos futuros en los cuales trabaja actualmente, tanto propios como ajenos, una antología de su obra completa: Porque se domina el oleaje (1964-2020), un libro de entrevistas, Cuaderno de campo, la publicación de los casos completos, una novela nueva, así como la publicación de un libro de poemas, Grafo pez, a la espera de su publicación que verán la luz el próximo otoño de 2020.
Autor muy activo, lector apasionado, observador pulcro, dandi inconformista, remilgado interlocutor, esteta irredento del lenguaje, su obra es un desafío constante, mezclándose en su propia maraña, reproduciéndose interminable, en contra del tiempo, laberinto y madriguera de la calidad heterodoxa que supone la obra total de un escritor único.
Por Joaquín Fabrellas*
Crédito de la foto Juan Carlos Vázquez /
www.diariodesevilla.es
La anábasis interminable.
Entrevista a Francisco Ferrer Lerín
Francisco Ferrer Lerín** es una de las voces más originales del panorama lírico actual. La heterodoxia de su obra transcurre entre la lírica y la narrativa, el relato corto y el caso, con una sensación de naturalidad como cuando se atraviesa de un sueño a otro, porque esa es otra de las peculiaridades lerinianas, la transdiscursividad de su obra, que no acostumbra a encajar en ninguna definición genérica al uso, y esa es la razón porque la crítica siempre lo ha tratado como a un rara avis de la poesía, además de por su modo de proceder único. De todo ello vamos a hablar a continuación. Su obra es un prodigio de conexiones, un principio de eternidad donde lo poético se cuestiona continuamente, transformándose, una red de galerías maleable e intercambiable que giran en torno a la palabra, a la pulcritud léxica, al sueño y, en definitiva, a la acción interminable de la creación.
Entrevista
Joaquin Fabrellas [JF]: Tu última publicación, Libro de la confusión (2019), trata sobre la muerte, donde apunta: «me enfrenté a la muerte esgrimiendo la demencia»; ¿le preocupa la muerte a Ferrer Lerín?
Francisco Ferrer Lerín [FFL]: La muerte ha de preocupar, resulta desagradable la idea de que a uno lo quiten de en medio mientras los demás siguen, aunque en el nuevo estado no te enteres de nada. En cualquier caso, quizá sean peor los preámbulos —enfermedad, agonía, servicios sanitarios— que el mismo hecho de morir.
[JF]: La forma de trabajar de Ferrer Lerín recoge material exolírico de otros lugares y escritos y los reutiliza para su propio servicio en su lírica. ¿Cómo se puede definir esa forma de trabajar? Por ejemplo, cuando dices en Fámulo: «Qué habrá de comer,/ quizá canguingos y patas de peces[…] ese jirijeo grito de la fiesta/ lítote[…]»
[FFL]: No tengo una definición precisa, nunca la he buscado, se trata de un método que desconfía de los tradicionalmente utilizados, que busca en otros caladeros, no habituales en la labor piscatoria de los escribanos y, por tanto, consigue materiales aún fértiles, capaces de aportar nuevos registros.
[JF]: ¿De dónde se nutre tu obra? Se puede considerar como aséptica en ciertas ocasiones, en algunas descripciones que haces sobre el acto amatorio, por ejemplo, o la objetividad en la descripción de los sueños.
[FFL]: En principio mi obra, en la adolescencia, casi en la infancia, era el producto de la cadencia que me aportaba un ruido que tenía en la cabeza y que aparecía de noche al acostarme, un ruido que obraba como un alambre en el que sólo tenía que ensartar el fruto de mis lecturas de entonces, Camilo José Cela, Ana María Matute, Borges, Saint-John Perse. Luego, mi vida aventurera aportó las necesarias herramientas léxicas y argumentales para construir un discurso. Al final, ahora, son los sueños, el manejo de informes policiales y forenses, la copia desaforada de sintagmas, quienes contribuyen a mantener una forma de escribir, apoyada todavía, en esa cadencia de la infancia.
[JF]: Hace poco salió el volumen de ensayos en la editorial Athenaica, Arte Casual, (2019), como fruto de aquel manifiesto que firmaste en 1984 donde se describía lo que era este tipo de arte y su impacto intelectual, ¿podrías describirlo?
[FFL]: En 1984 acuñé el término Arte Casual y redacté un manifiesto para avalar una actividad, un movimiento artístico, cuya esencia la constituye el descubrimiento, a cargo del observador atento, de ciertas manifestaciones artísticas encontradas de modo casual, y que son fruto de la mano del hombre sin que este haya buscado hacer arte, conseguir siquiera un efecto estético cercano al arte. Es decir que el hecho artístico, en el Arte Casual, se produce en la retina del observador que lo descubre en objetos, en grupos de objetos, en instalaciones, en escenarios, y que le causan una emoción. Quizá el ejemplo más conocido sean las balas de paja diseminadas en un campo de cultivo tras la labor de empacado; muchos han reparado en la carga visual del escenario, sólo faltaba sistematizar esa impresión.
[JF]: ¿Es alguna obra de Lerín producto de este Arte Casual, hay ciertas zonas de tu obra que pertenecen a otras disciplinas y tú rehaces y las transformas en tu obra, o se acerca más al cadáver exquisito?
[FFL]: El cadáver exquisito y otras estrategias surrealistas y dadá, fueron, en su momento, objeto de atención, pero no se han sumado a la nómina de elementos desencadenantes. Como ya he dicho antes, elaboro algunos textos con el aporte de materiales ajenos a la ortodoxia lírica, y eso me aproxima al Arte Casual en lo que tiene de nuevo aprovechamiento, aunque en la escritura esos materiales son manipulados, cambiados de contexto, y en el Arte Casual el observador, el artista casual, se limita a registrarlos en su retina y, a lo sumo, fotografiarlos.
[JF]: Has sido ornitólogo, tahúr, traductor, novelista, poeta, herpetólogo, ¿se puede casar todo, o hay alguna tarea con la que te sientas más identificado?
[FFL]: Ante todo, aquí y ahora, soy escritor. Hubo una época de agrafía en la que desempeñé los más variados oficios y empleos, algunos de los cuales has citado.
[JF]: Una de las peculiaridades más llamativas en tus libros es la desaparición de los límites de género, esa escritura fronteriza o la transdiscursividad genérica lo han llamado otros, pero, ¿dónde pone los límites Ferrer Lerín en su propia obra cuando escribe?
[FFL]: Lo que escribo en la actualidad, y quizá lo que escribo desde mi regreso a la escritura a principios de este siglo XXI, no tiene destinatario definido, quiero decir que puede servir para un poema, un relato, una novela o una hoja parroquial.
[JF]: Otra forma de escritura liminar es el caso, que se diferencia claramente de tu narrativa, y que tampoco es poesía, aunque comparta ciertos rasgos líricos, sobre todo, en su amor por la palabra justa y sopesada, pero cómo surge el caso.
[FFL]: “Caso” es el nombre que Antonio Viñuales Sánchez, profesor de la universidad de Zaragoza, da a mis textos breves, gráficamente considerados prosa, que gozan de una línea narrativa compleja pero débil, y que acostumbro a publicar en mi blog personal y luego recoger en antologías; el ‘caso’ es un ‘género’ en el que me siento particularmente cómodo. Casos completos. Ferrer Lerín, es el libro, entregado ya al editor por el profesor Viñuales, que ilustra lo dicho, es decir dispone de un estudio sobre qué considera “caso” para, a continuación, ejemplificarlo con una antología categorizada de los mismos.
[JF]: Hay escritores que tienen un cuidado obsesivo con el juego del lenguaje, como Perec, otros con la sintaxis, como Broch, otros con la situación descrita, como Kafka; considero que la virtud principal de la obra leriniana está en el uso específico que le da a la palabra, ¿estás de acuerdo?
[FFL]: Bueno, soy el menos indicado para hablar de mi “estilo” pero he de reconocer que el léxico siempre ha sido objeto de mi interés y, de hecho, mi tesis doctoral, inconclusa por razones no académicas, versaba sobre los ornitónimos del Diccionario de Autoridades.
[JF]: Otro de los rasgos es la recursividad y retroalimentación de tus libros, unos versos pueden aparecer en diferentes lugares, se bifurcan y adquieren otros significados, son polisémicos; un fragmento de tu novela Familias como la mía (2009) puede aparecer en Besos humanos, (2018), la recopilación de textos narrativos lerinianos; hay versos y obsesiones que se repiten, como Rinola Cornejo, por ejemplo. ¿La memoria se estanca o recrea situaciones una y otra vez?
[FFL]: Beneficio a los hallazgos. Considero que un personaje, una situación, una frase, cuando rozan la excelencia han de ser mantenidos vivos en la memoria del lector; sería absurdo no exprimir al máximo sus posibilidades.
[JF]: ¿Cualquier verbalización del pasado es una falsedad?
[FFL]: Verbalizar, sea una circunstancia del pasado o del presente, es siempre una traición, las palabras no consiguen reflejar con exactitud qué es eso de lo que estamos escribiendo. Claro que entonces lo que sucede es que creamos una nueva realidad, a menudo más rica; pero esto no es lo que me preguntas.
[JF]: Otro rasgo característico en tu obra es la repetición que casi adquiere el poder de un mantra. Adquiere una sonoridad de otro tiempo, es esa la intención leriniana, ¿descolocar al lector? También practicas el automatismo, ¿es su influencia literaria más francesa que española? Cuando dices en Libro de la confusión: «De los caminantes de llanura/ De los mercaderes de comestibles/ De los archiveros/ De los agricultores[…]»
[FFL]: Si te refieres a la conversión en versículos de los versos de multitud de mis poemas, pienso que ahí habría que ver el poso que dejó en mi escritura el deslumbramiento juvenil ante los poemas de Perse, esa certeza de que se puede escribir poesía de otra manera. El automatismo se produjo, en efecto, en Francia más que en España, pero aquí, como me sucede a menudo, no se trata de que imite tal o cual artilugio literario de éxito, sino que, por el contrario, podríamos hablar de plagio inverso; unos literatos del pasado copian mis tácticas y estrategias o, como mucho, podríamos hablar de confluencia, la que aproxima a cóndores y buitres, aves filogenéticamente dispares pero que por una comunión de intereses desarrollan la vista y la capacidad de vuelo con el mismo fin, en su caso localizar la pitanza.
[JF]: Además de poeta, también eres novelista como demostraste en Familias como la mía donde tratabas sobre la vida de Pablo Amatller, un joven barcelonés, tu alter ego, que nos ofrece su Bildungsroman, tuvo un proceso peculiar de escritura, ¿verdad? ¿Sufre la novela un proceso demasiado complejo?
[FFL]: Esta novela, hagiografía sería mejor llamarla, está compuesta por otras dos, Níquel, llamada en origen P.A.M., y Nora Peb. A su vez P.A.M. es el resultado del guión cinematográfico Die Rabe que, al no poder ser rodado, se transformó en novela, y que, al ser rechazada por el editor barcelonés por ser considerada demasiado cáustica con el regionalismo catalán, es aceptada por un editor zaragozano que sugiere cambiarle el título; lo cambio a «Níquel». Después, añado a Níquel una «segunda parte», Nora Peb, y de ahí nace Familias como la mía que es publicada por una editorial de difusión internacional.
[JF]: Creo que hay otra novela escribiéndose, ¿no es así?
[FFL]: Con la misma editorial que publico Familias como la mía adquiero el compromiso de publicar otra novela, Vórtex, y en eso estoy… desde hace demasiado tiempo.
[JF]: ¿Dónde te sitúas, más cerca de Borges, de Kafka o de Tzara, o es un constructo de los tres?
[FFL]: Con Tzara sólo tengo un vínculo, haber traducido al español L’homme approximatif. Kafka me deslumbró con las primeras líneas de La Metamorfosis, y le rindo culto en varios relatos, como en El monstruo. Borges, para mí, y con eso está claro que no me diferencio de casi ningún miembro de mi generación, marcó mis pautas de escritura, me permitió configurar mi marca literaria, nadie como él ha sabido utilizar la erudición.
[JF]: De tus libros líricos, ¿cuál es el más innovador? Crees que hay un continuum en ellos? Yo distingo dos etapas, la primera, la que lleva desde De las condiciones humanas (1964) hasta Cónsul (1987) y, la segunda, la que lleva desde Fámulo (2009) hasta Libro de la confusión (2019), con una obra muy interesante en medio Edad del insecto (2013) que sirve de conexión entre ambas etapas.
[FFL]: Sí, mi tres primeros libros, que son libros de poemas, De las condiciones humanas, La hora oval y Cónsul, forman un bloque, siendo el primero un poemario de carácter unitario, pensado y escrito para constituir un todo, y, los otros dos, no dejan de ser cajones de sastre donde reúno textos muy anteriores a la fecha de salida del volumen. Los tres resultan rompedores, escritos en una época en la que imperaba la llamada ‘poesía social’, y si hubiera que elegir el más innovador quizá me decantaría por la La hora oval, publicado en 1971 y que agrupa poemas de muchos años atrás, de 1959 incluso. Estos tres títulos, quedan reunidos en Ciudad propia. Poesía autorizada (2006), maniobra que da carácter de etapa a esa producción. La segunda etapa, surgida tras un periodo de agrafía de treinta y tres años, la constituyen Fámulo, Hiela sangre y Libro de la confusión. Edad del insecto es una obra aparte, un curioso experimento que recupera textos no aceptados, por demasiado experimentales, por los editores de mis tres primeros libros y a los que se añaden dibujos de mi autoría correspondientes a la edad más temprana de mi vida artística.
[JF]: Creo que hay otro libro en camino, ¿no es así?
[FFL]: Si no hubiera sido por la crisis vírica y la consiguiente parálisis editorial ya habría salido Grafo Pez, un libro escrito entre 2018 y 2019 que supone un último intento de renovación en mi producción poética, un intento de no repetirme, empeño que quizá haya conseguido pero que tengo dudas de que desee volver a intentar. Lo de siempre, pavor ante la posibilidad de ser un poeta más, alguien que se limita a repetir, con leves modificaciones, un único y primigenio poema.
[JF]: ¿Dónde crees que radica esa extrañeza de tu obra? ¿Se considera Ferrer Lerín un heterodoxo? Afirmas en “La dama que vive”: «La falda interna es tubular pero permite el paso. Suerte de abrebocas.[…] Se forman hematomas instantáneos,[…] recorro holgado el túnel[…]»
[FFL]: La extrañeza, si la hay, no es buscada, responde a mi naturaleza física y mental, que nunca busca la originalidad pero que choca, a veces dolorosamente, con la condición humana reconocida como normal.
[JF]: Siempre me han interesado aquellos escritores que no escriben, Rimbaud cuando calló para siempre, Borges, que soñaba con una obra de una sola palabra, o Monterrosso que quería que sus Obras completas fueran cada vez más delgadas, o Rulfo que calló con la muerte de su tío Celerino.
Ferrer Lerín estuvo callado durante más de tres décadas, ¿sueña de alguna forma con esa hoja intercambiable que pudiera servir para cualquier texto que escriba, esa hoja que describes en “Bibliofilia, 5”, donde afirmas: «Conseguir el códice perfecto, la empresa soñada, un texto depurado en el que cualquiera de sus páginas pueda ser movida, trasladada de principio a fin[…]»?
[FFL]: Como he dicho antes atravesé un periodo de agrafía de treinta y tres años, y la vuelta a los ruedos fue explosiva, publicando al menos un libro cada año. Ahora, razones de senilidad y de prudencia aconsejan limitar el estro. Sí, a lo mejor lo que describo en ‘Bibliofilia 5’ sería la solución, redactar un texto definitivo… y descansar.
[JF]: Hay cierto deje culturalista en tu obra ¿A qué responden esos pequeños homenajes que hay hacia ciertos autores o escritores en sus libros (Sherwood, Miller, Moravia)? También a ciertas actrices del cine clásico, (Adriana Asti).
[FFL]: Me gusta incluir en mi escritura los nombres (a veces sólo eso, los nombres, y no lo que hay detrás de ellos) de personas que me han sorprendido (dije en una ocasión que mi permanencia entre los vivos sólo se justificaba por la posibilidad de ser, aún, sorprendido).
[JF]: ¿Posee tu obra un idiolecto propio? Una forma de proceder que tiene que ver con la actualización de lenguajes antiguos desactualizados y que se remozan gracias a tu labor.
[FFL]: Mal le va a ir a un escritor si no posee un idiolecto, una forma propia de expresarse, unas marcas literarias. Una de las mayores alegrías de mi vida vino del informe que dos lectores de la editorial que publicó Niquel dieron tras la lectura ciega del manuscrito; uno era canario y el otro madrileño y ambos adivinaron que yo era el autor, en un momento en que mi producción literaria era sumamente breve.
[JF]: ¿Es tu obra una rareza, un catálogo de capas lingüísticas que mezcla sueño y realidad, recuerdo y memoria, reconstrucción del pasado?
[FFL]: Rareza, extrañeza, originalidad, son calificativos que se me han aplicado. No sé si me conviene avanzar por ese camino, una comprensión sosegada y minuciosa de mi obra podría ofrecer otros ángulos de valoración, para mí más gratificantes. Y desde luego sería bueno deslindar los campos, el de mi biografía, tortuosa para algunos, y el de la creación, que es desde el que agradecería que se me considerara.
[JF]: Cervantes pensaba que La Galatea sería su obra más importante, ¿cuál crees que será la tuya?
[FFL]: No lo sé. Son los teóricos de la literatura los que deben otorgar ese rótulo. Yo, como mucho, me atrevería a señalar algún pasaje de mi narrativa… y algún verso.
[JF]: Fuiste uno de los primeros defensores del medio ambiente, el cual está presente en tu obra mediante descripción de paisajes, del hábitat de los animales, de las aves, qué está pasando ahora con ese ecologismo mainstream, ¿es válida esa corriente, o refleja solo una moda pasajera?
[FFL]: El ecologismo, como otras muchas corrientes de pensamiento, nace en el seno de la sociedad burguesa occidental, urbana y joven, que añora tiempos de naturaleza bien conservada y especies animales salvajes de gran tamaño sobrevolando nuestras cabezas. La broma reside en que, al menos en España, la izquierda más reaccionaria, los partidos políticos regionalistas, fagocitan la corriente y la convierten, junto al feminismo, en bandera de la nueva progresía.
[JF]: Fue durante muchos años jugador de chiribito, ¿volvería a jugar? ¿Puede ser el juego una metáfora del azar objetivo del que habla en sus libros, mezcla de suerte y de razón, como el sueño, como la propia vida?
Dices sobre ese tema en “Casino en provincias”: «Hay una mesa hexagonal,/ verde como la risa, que nos reúne./ La madera del borde, donde los cigarros/ queman[…]».
[FFL]: Metáfora, no. Jamás me he movido a través de esa figura retórica. El chiribito, nombre local de una variante del juego de naipes conocido universalmente como póquer, supuso una forma de conseguir ingresos, destinados precisamente a financiar las cuitas ecologistas que con otros jóvenes barceloneses, (Félix de Azúa y Leopoldo María Panero), iniciábamos a comienzos de los setenta.
[JF]: ¿Qué domina más la vida, la suerte o la razón?
[FFL]: La suerte, y lo digo con la seguridad que me confieren los años de jugador profesional, no existe, en el sentido de que algo que se reparte por igual entre todos los humanos, sean o no sean jugadores de póquer, no puede ser considerado, carece de valor de diferencia; lo que ocurre es que la razón, el raciocinio, la inteligencia, la intuición, la experiencia, permiten a unos rentabilizar esa cosa cuando se les aproxima, utilizarla a su favor y triunfar en el tapete verde y en la vida.
[JF]: ¿El escritor se debe a su público o a su obra?
[FFL]: Cuando niño, en mis balbuceos literarios, escribía para mí, me bastaba constatar, en el silencio de mi cuarto de estudio, que era un genio de la poesía, luego, he necesitado el favor del público, en mi caso numéricamente escaso, para sentir que se refrendaba la valía de modo colegiado.
[JF]: ¿Qué considera que es la eternidad? ¿Cree que su obra dejará rastro en la historia literaria?
[FFL]: La eternidad resulta que es mucho más breve de lo que algunos esperábamos. Creí que el recuerdo de mis poemas permanecería durante miles de generaciones, pero veo, en un programa televisivo de ocultismo y fantasmagoría, que un científico asegura que el sol va a destruir la tierra dentro de muy poco, dentro de nada.
*Poeta y profesor de Literatura. Escribe estudios críticos, traducciones y reseñas para las revistas La manzana poética y Paraíso, así como artículos en Viva Jaén y en el blog www.lobelloylodifícil.wordpress.com
**(Barcelona-España, 1942). Poeta, narrador, traductor y ornitólogo. Trabajó en la editorial Salvat y en el consejo de redacción de Barral Editores. Ha publicado en poesía De las condiciones humanas (1964), La hora oval (1971), Cónsul (1987), Ciudad propia. Poesía autorizada (2006), Papur(2008), Fámulo (2009), Gingival (2012), Hiela sangre (2013), Mansa chatarra (2014), Chance Encounters and Waking Dreams (2016), Edad del insecto (2016) y El primer búfalo (2016); y en novela Níquel (2005), Familias como la mía (2011), 30 niñas (2014).