El poeta Juan Carlos de la Fuente Umetsu vuelve a las comarcas con Puentes para atravesar la noche (2016). En el conjunto, De la Fuente navega entre el zen, el surrealismo y la pulsión beat. Pura vida.
Entrevista por José Carlos Picón*
Crédito de la foto Juan de la Fuente
Juan de la Fuente: “Venimos aquí para recordar
lo que ya sabemos”
Juan Carlos de la Fuente Umetsu**, descendiente de antiguos japoneses. Se considera un hombre de oración y sobre esta piensa que, al igual que la poesía, es una especie de puente con el cosmos, un contacto pleno con las formas de Dios, la búsqueda de una conexión universal, el encuentro con las energías que habitan este mundo y los otros mundos posibles e imposibles. “Lo importante es el corazón, la elevación, la mirada que te mira y que tú miras”, nos refiere.
Entrevista
José Carlos Picón [JCP]: ¿Cómo logras hacer convivir tu quehacer poético con el trabajo que realizas como comunicador en una importante empresa? Aparentemente, podrían pensar algunos, son mundos totalmente alejados y reñidos.
Juan Carlos de la Fuente Umetsu [JCdlFU]: En el 2010 publiqué La belleza no es un lugar, un libro cuyo título creo que responde a tu pregunta. Y es que se trata de eso: la poesía no es un lugar sino un estado del cuerpo y el alma, una forma de vida, de conocimiento y reconocimiento, una práctica que va más allá del ejercicio mismo de la escritura; la poesía está más allá del tiempo y de la historia, y, por eso mismo, el tiempo y la historia están inmersos en la poesía, nunca a revés.
Considero, además, que en los tiempos actuales, la marginalidad también se encuentra en el centro, en el servicio y en lo colectivo, sin dejar de lado la soledad creativa. La marginalidad no solo está en la periferia. Todos somos uno, estemos donde estemos y la posibilidad de visionar está allí presente en cada momento, pero hay que mirar en la dirección adecuada, hay que estar preparados para mirar en la dirección adecuada. Habites la morada que habites eres tú, tienes que ser tú; la sinceridad y el respeto por lo sagrado son mi forma de habitar este mundo en poesía. Recordemos que la luz es invisible y que solo la presencia de los seres y las cosas es lo que la hace visible.
[JCP]: El germen de tu poesía es la contemplación, la reflexión que proviene, percibimos, de las tradiciones orientales. ¿Cuál es el rol del tiempo en tu caso para someterte al rigor de la poesía?
[JCdlFU]: Uno no se somete al rigor de la poesía, porque uno ya está inmerso en la poesía, incluso mucho antes de tomar conciencia de esta situación. Basho decía, al hablar del oficio poético, que lo que más le pedía la poesía y lo que más hacía él era entregarse a ella sin más, pues es “un arte que no admite componendas y que, por el contrario, sí exige mucho amor y tenacidad.” En vez de rigor, yo hablaría entonces de amor, que es el comienzo y el final de todo: uno puede amar la vida tanto como puede amar la muerte, ambos estados forman parte de nosotros.
[JCP]: Podríamos decir que este es un libro ecléctico. Son varias las influencias y diversos los registros que el lector atento puede percibir. Tiene lo más espiritual de la poesía beat —recuerdo a Snyder—, varios textos beben de la poesía francesa de inicio y mitad del siglo XX —surrealismo—, pero además están presentes el espíritu Tao y la ‘determinación’ Zen. ¿Qué podrías contarnos sobre ello?
[JCdlFU]: A esta altura de la época ya no existen escuelas, existen energías creativas que se sincronizan y con las que nos sincronizamos. Bebemos de todos los ríos, de todos los nombres. Pero hay que que desconfiar de los nombres cuando etiquetan las ideas y las emociones. Las denominaciones nos separan y hoy nuestra búsqueda debiera pasar por la integración. Por ejemplo, has mencionado a Snyder y la poesía beat, pero Snyder pudo ser también un poeta japones, chino, sioux o un naturalista de cualquier época; la poesía de Snyder es esencial, como lo es la poesía Zen, el surrealismo y esa orientación hacia el misterio que está fuera o dentro de ti para interpelarte, para decirte que tú eres aquello que más o odias o amas. Venimos aquí para recordar lo que ya sabemos, lo que navega en nuestra sangre, lo que nos reconoce cuando miramos, sentimos, respiramos. Y las cosas, como decía el gran Carlos Pellicer: “las cosas saben más de mí / que yo de ellas”.
[JCP]: ¿Crees que se trate de un libro de fe y espiritual?
[JCdlFU]: Fe en la poesía, fe en lo espiritual, fe en el ser humano. En la poesía porque siempre nos salva, incluso a pesar de nosotros; en lo espiritual porque es el sustento de lo fugaz y lo eterno; en el ser humano porque es quien goza y sufre su condición mortal y su inmortal imaginación. Nunca dogma, nunca camisa de fuerza. Lo sagrado, sí, porque de allí procede el hombre y allí habita la divinidad. La poesía tendrá siempre una doble función para el poeta: curar a otros y al mismo tiempo curarlo.
[JCP]: También siento que otorgas un espacio para una suerte de ‘cinismo’ y humor, cierta ambigüedad que proviene quizás de esas tradiciones orientales mencionadas. ¿Lo crees así?
[JCdlFU]: En el budismo Zen la iluminación llega, a veces, como resultado de un hecho que puede resultar risible, como un fuerte coscorrón del maestro al discípulo, por ejemplo; es algo imprevisto, donde el vuelo de una mosca o de un ángel pueden entregarnos a veces el mismo mensaje.
Ahora bien, en la poesía japonesa, tenemos a Kobayashi Issa, a quien tanto amaba José Watanabe. Issa es el poeta que canta a la naturaleza con humor, a los insectos con ironía. ¿Por qué no podemos tener compasión de Dios? ¿Por qué no podemos tener compasión de la muerte? ¿Por qué no podemos pensar nuestro dolor, sacarle una sonrisa para a partir de allí comenzar a curarnos? Es necesario descubrir lo que hay detrás de cada ser, cosa, suceso y desprenderse de recetas académicas: la única técnica para leer poesía es hacerlo al mismo tiempo con los ojos y el corazón.
[JCP]: Por cierto, hay algunas referencias a la tradición cristiana también, ¿no es así? ¿A qué se debe?
[JCdlFU]: Es sincretismo religioso. Soy un hombre de oración, soy un poeta. Es como estar en multitud, es algo en lo que te conviertes, es la colectividad a la que regresas sin dejar de lado tu individualidad, tu independencia.
[JCP]: ¿Podría interpretarse el libro como la bitácora de viaje de un viajero diletante, que apunta a veces con humor, a veces con tristeza, nostalgia, ímpetu reflexivo, o alegóricamente —optimista y contradictorio— su vida cotidiana?
[JCdlFU]: En realidad, tu pregunta está describiendo la vida y la poesía es como la vida. El viaje, siempre es poesía; todo libro de poesía siempre lo es. Lo mudable y lo inmutable transitan el mismo camino, acompañan al mismo ser y en él se revelan permanentemente. Cambian las formas del viaje, pero el viaje esencial es el mismo. Lo cotidiano no deja de hablarnos, ya sea con imágenes, ya sea con sonidos, ya sea con una pura e implacable energía. Por lo demás, como dice Thoreau: “Ninguna definición de la poesía es adecuada, salvo que sea poesía”.
[JCP]: El desapego y la impermanencia son constantes en los versos de Puentes… ¿lo piensas así?
[JCdlFU]: El desapego es lo que nos hace ir más allá de lo material y hacia el corazón de nosotros mismos. Estamos compuestos de pequeñas y grandes muertes. Al margen del juego de palabras, dicen que quedarse es también una forma de partir y partir es una forma distinta de quedarse. Todo es viaje. Solo si dejas lo que no es tuyo podrás encontrarte en el camino; somos de todos los lugares porque todos somos iguales, aunque seamos diferentes.
El tránsito en “Puentes…” es la contante: dejar para encontrar, encontrar para dejar; ir de un lugar a otro de la vida, de nuestra vida. Hay un libro que a mí me marcó mucho, “Viaje a Ixtlan” de Carlos Castaneda. Allí, además del personaje principal, don Juan, hay otro que es genial don Genaro. Sobre este personaje, el propio don Juan dice: “Para ser brujo, hay que ser apasionado. Un hombre apasionado tiene posesiones en la tierra y cosas que le son queridas, aunque sea nada más que el camino por donde anda.” Pero esas posesiones y esas cosas que te son queridas quedan atrás, las dejas; pero al dejarlas, como el tiempo, se incorporan en ti, forman parte de lo que eres, te acompañan en un nuevo viaje.
[JCP]: ¿Crees que con este libro llegas a la madurez expresiva en tu trabajo escritural?
[JCdlFU]: Es un libro que clausura una etapa y que prepara otra. Es una clausura en la medida en que recoge lo que estaba presente en mis libros anteriores y abre nuevas puertas para salir o entrar a otras estacias.
Considero que hay que estar abiertos a aquello que está fuera de las corrientes dominantes, sobre todo porque muchas veces allí habita la semilla de lo que será el futuro. Siento que se confunde lo fragmentario y lo contenido, con una falta de audacia; pero acaso ¿no puede ser al revés? Hay que tener fuerza y coraje para controlar la desmesura, la catarsis pura que no es poesía, evitar las recetas de todo tipo, ya sean políticas, eróticas, confesionales, lingüísticas etc. Las recetas ―digo―, que es aquello que pretende limitarte, acartonarte, restringirte; que es lo contrario a lo que contribuye plenamente a que puedas ejercer tu libertad creativa.
El poeta debe escribir como es y no como otros quieren que escriba o suponen ―muchas veces de buena fe― que es como debe escribirse. Hay lecturas y lecturas; no hay pontífices de la literatura, no creo en los Papas ni en las Papisas de la creación, en los gobiernos de la poesía, en las dictaduras del alma. Y si por madurez expresiva, te refieres al hecho de tener plena conciencia de que sin escribir no puedes vivir y que asumes totalmente tu responsabilidad por ello, entonces sí he llegado a la madurez.
Alguna vez escuché decir a alguien al que recién le habían dado un premio, que de no haberlo ganado, hubiera dejado de escribir. Sentí mucha tristeza. No se escribe para eso, se escribe ―repito― para poder vivir. Para un poeta, escribir poesía es un acto natural como comer, respirar, dormir, soñar. Y sin embargo, la única certeza que tenemos sobre la calidad de lo que escribimos, es que finalmente no tenemos ninguna certeza. Creo que de eso se trata la poesía: de tener todo y tener nada, al mismo tiempo.
*(Lima-Perú, 1979). Periodista por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Se desempeñó, recientemente, como periodista en la Presidencia del Consejo de Ministros del Perú y redactor en el suplemento “Luces” del diario El Comercio. Ha publicado en poesía Tiempo de veda (2006) y Canciones de un disco cualquiera (2013).