Por: José Kozer
Crédito de la foto: ©Gesi Schilling /
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JK, 75 AÑOS, DENUESTA
Su asunto, detenerse ante un árbol, execrarlo,
llamarlo de todo (zarandearlo):
vituperarlo que qué se ha
creído, ahí tan campante
y uno, en fin, y dándoselas
de imperecedero, desplantes
del árbol ante otras criaturas,
lombrices, arañas peludas,
hormigas, garrapatas, y él
(75 años) caduca: se vaya
a freír espárragos y con la
música a otra parte, ¿cómo
que qué música, cómo que
a qué parte? Estos árboles.
Insoportables. Marrulleros.
Se creen nacidos de la pata
del Cid, soplo de Dios, su
asunto: someterlos. Meterlos
en cintura. Así como su
madre lo sometía de niño
a un rincón, la habitación,
tonto de capirote, dos horas
y ni un minuto menos, te
me enmiendas mataperros,
lo hago por tu bien, no eres
Rey, qué te has creído, y
bien, ahora le toca a él, el
árbol va a saber lo que es
bueno: y le echa en cara
su inmóvil desfachatez,
fronda mudar, fronda
volver, crecer, no
inmutarse con nada,
cuelga Absalón de una
rama, que cuelgue, y
el árbol como si nada:
el Buda se ilumina, el
árbol lo desconoce:
damiselas dejad de
abrazarlo. Unicornio,
no te frotes más a su
corteza, los apostemas
no se curan frotándose
en la corteza de los
robles. O las encinas.
Tejos. No hay árbol
curativo para un
unicornio, ente de
portentos entre los
entes de la Creación.
Dios no los bendijo,
por impasibles,
condenados a servir
de muebles con su
(serrín) andrajos.
Astillas. Conglomerados.
Pulpa (papel) planchas
(estantes) en adelante
aguantar el peso de los
libros, se chiven. Árboles
gallardos, hermosuras,
sabrosuras, matan con
la mirada. Y (le zumba
el merequetén) su asunto
se vuelve ahora (en vida
todo es mudanza) de
amor conflagración por
los árboles: a éste se
arrima, ahí se abrasa,
frota lo suyo de frente,
de espalda, a Dios
ruega que ni Dios lo
esté mirando: ahí va,
lo posee (estupro) si
se quiere, lo penetra
hasta los últimos
anillos concéntricos,
la parénquima, médula,
brota, brotes.