Javier Alvarado: “Ser poeta en Panamá, significa mucho, trabajar en solitario”

Por: Enrique Solinas

Crédito de la foto: Facebook del autor

 

 

Javier Alvarado: “Ser poeta en Panamá, significa mucho,

trabajar en solitario y seguir creyendo en lo que uno hace”

 

Alvarado Básico

 

JAVIER ALVARADO (Santiago de Veraguas, Panamá, 1982). Es poeta y Licenciado en Lengua y Literatura Españolas por la Universidad de Panamá. Colabora con publicaciones de su país y del exterior, como así también forma parte de antologías latinoamericanas e internacionales.  Obtuvo numerosos premios, entre ellos, el Premio Nacional de Poesía Joven de Panamá Gustavo Batista Cedeño 2000, el Premio de Poesía Pablo Neruda 2004, el Premio de Poesía Stella Sierra en el 2007, el Premio Centroamericano de Literatura Rogelio Sinán 2011, el Premio Internacional de Poesía Nicolás Guillén 2012, el Premio Internacional de Poesía Rubén Darío de Nicaragua 2013, el Premio Medardo Ángel Silva 2014, con un jurado conformado por Antonio Gamoneda, Rodolfo Hinostroza y Julio Pazos, el Premio Nacional de Poesía Ricardo Miró 2015 de Panamá. Ha sido Poeta Residente por la Fundación Cove Park, Escocia, Reino Unido 2009. Y recibió Mención de Honor del Premio Literario Casa de las Américas de Cuba 2010, siendo finalista del Festival de la Lira (Ecuador).

Publicó hasta la fecha Tiempos de Vida y Muerte (2001),  Caminos Errabundos y otras Ciudades (2002); Poemas para caminar bajo un paraguas (2003),  Aquí, todo tu cuerpo escrito (2005), Por ti no pasa nunca el Tiempo (y otros poemas al espejo) (2005), No me cubre de edad la Primavera (2008), Soy mi Desconocido (2008), Carta Natal al País de los Locos (2011), Ojos Parlantes para estaciones de ceguera (2011), Balada sin ovejas para un pastor de huesos (2011), Viaje solar de un tren hacia la noche de Matachín (2013), El mar que me habita (2013), La vida en mi plato de pobre (2015).

 

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El poeta Javier Alvarado

 

Entrevista

 

¿Cómo llegó la poesía hasta vos y cuál es el recorrido que hiciste junto a ella?

La poesía llegó a muy temprana edad.  Escribía estrofitas y rimas siendo niño; después gracias a la orientación de una profesora de literatura me fui encaminando en las lecturas, hasta que se dio la muerte de mi abuela materna y allí hice a la poesía mi gran entrega o ella se posesionó finalmente de mí. El recorrido ha sido maravilloso, por lugares y países, donde la gente, su geografía, su cultura y sus tradiciones poéticas han enriquecido mi persona, mi poesía y mi vida.

 

¿Qué significa ser hoy un poeta en Panamá? 

Es un ejercicio y una condición difícil y a la vez hermosa. Fue difícil la batalla que han librado los escritores por ediciones de calidad. Era paradójico contar con una zona libre y que los materiales y la calidad de las ediciones dejara mucho que decir. Por diferentes periodos de la historia accidentada de Panamá, los poetas han dejado un gran aporte de estas luchas desde la pluma, la escritura, la gran trinchera. Hoy día, me ha tocado vivir otras experiencias, pero eso no significa conocer lo anterior y ahondar en ello. Hay poco apoyo hacia la cultura y hacia los escritores. Panamá necesita ver la cultura como un activo. Ser poeta en Panamá, significa mucho, trabajar en solitario y seguir creyendo en lo que uno hace. Es maravilloso por ejemplo, que la gente valore tu trabajo y te lo digan en las calles, en una escuela o en un parque. Esa es la finalidad, llegar al pueblo.

 

¿Cómo es tu proceso de escritura?

Usualmente solía escribir mis poemas en libretas u hojas, pero luego no terminaba entendiendo mi letra.  Tengo una letra que hasta para mi es ilegible.  Entonces el ordenador portátil me es muy útil. Trato de trabajar todos los días, no importa la hora.  Siempre ando escribiendo nuevos poemas y trabajando libros y proyectos que tengo en preparación.

 

Desde lo formal, tu poesía se caracteriza por el verso largo y muestra una continuidad con el barroco caribeño, respetando una tradición con gran proyección a futuro. En cuanto a lo conceptual, la palabra poética funda un mundo donde el movimiento pone de manifiesto las pulsiones de vida, a través de la naturaleza. ¿Cómo percibís que los lectores y el público que escuchan tus lecturas recepcionan tu poesía?

He tratado a lo largo de toda mi escritura de contar con diversos registros. He bebido mucho del neobarroco que mencionas y me siento cómodo con el versículo; pero también he tenido otras búsquedas. Cuando el libro se publica deja de ser tuya la poesía y el poema pasa a ser del otro. Siempre he encontrado opiniones favorables de los lectores y del público después de una lectura de poesía. El modo de leer o interpretar los textos es una herramienta útil. He encontrado reacciones positivas a través de mis poemas, el motivo central es llegar, conmover, hacer reflexionar, escudriñar e inquietar con la belleza.

 

Acabas de obtener el Premio Nacional de Poesía Ricardo Miró, un premio emblemático en tu país, ¿Qué sentís ante este nuevo premio?

Me siento fabulosamente bien. Es el premio con el cual se abrió paso a mi curiosidad literaria.  Visité y entrevisté a los autores que lo habían obtenido a lo largo de la historia en Panamá. Curiosamente era uno de los premios que deseaba tener y el camino no fue fácil.  Antes, logré premios fuera de mi país y el nacional no lo obtenía.  Era algo extraño.  Cuando lo obtuve, me sentí feliz, no puedo negarlo.  Cuando me colocaron la medalla y me dieron el premio, fue uno de los momentos más mágicos de mi vida. Se lo dediqué a mi madre y lo que más regocijo me dio, fue el comprobar que la gente esperaba ese reconocimiento a mi obra.

 

La poesía, ¿para qué sirve?

A mí me ha salvado muchas veces.

 

¿Cuáles son tus proyectos actuales?

Terminar unas maestrías, una en teatro y la otra en docencia superior. Seguir con mis proyectos y libros de poesía y quizás, incursionar en otro género.

 

Para terminar, ¿tres palabras que definan tu poesía?

Respiración, bocanada, vértigo.

 

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Así escribe Javier Alvarado

 

OFRENDA DE CEBOLLA

 

Not a red rose or a satin heart.

            I give you an onion.

It promises light

like the careful undressing of love.

 

Carol Ann Duffy, Valentine

 

No me des la rosa

No me des el páramo, las calles.

No me des el tintineo del árbol,

No me des el agua y su cofre de cristales.

No me des las espinas de lo bello,

Dame la cebolla

Esas que se cultivan en Coclé o en otras partes

Donde su piel es blanca,

Nívea como un pecho de lobezno adolescente

Parda como el plumaje de una  tierrerita

Desdoblada sobre la hoja inmóvil.

No me des del labio acuoso

Ni el bosque petrificado que llevas dentro

Como una copa de vino desmadrada

Los dones terrenales y celestiales

Que la creación te fue otorgando

Con las espigas demolidas,

Mejor el cráter nocturno

La cereza pálida

El venado derretido que alza los cuernos

En los festines de la cama

Olorosos como la canela llevada en el desierto

El sexo en el pico del ave

Que va goteando el semen táctil

O la enjundia del misticismo en la semilla.

Prefiero huir de tus reinos

Y dejar el servicio puesto,

Los utensilios, la comida fría

Esa es la comunión de tu cuerpo al pelarte

Al quitar la piel y ser poseso del cuchillo

Y descubrir tu carne en gajos curvilíneos

Que se abren despaciosos como un milagro

O un pacto de Dios en los corderos.

No me des nada,

Solo sembrad una cebolla aquí en mi tierra

Que el tallo vaya creciendo hasta alcanzar

La desmesura del cielo y el juicio de todos los confines.

Yo te dejo una rosa,

Te dejo los vientos, los mares, las residencias

Todo lo palpado, oído,  gustado, visto y olfateado.

No me des los dones, no me des el cuerpo.

No me des las estaciones

Ni el abrigo ni el paraguas.

Arrebátame todos los vegetales del mundo

Pero no me dejes en orfandad

Sin  la cebolla.

 

 

 

EMILY CON SU FIRMAMENTO HERMOSO

 

Hay otro firmamento

Siempre sereno y hermoso.

Dickinson

 

Emily mira el jardín interior que está más allá de las murallas

Quisiera tomar ese territorio                 donde pule su cayado el peregrino:

Donde la sombra encuentra su gemelo

Y donde dice:

 

Poeta

 

entra en mi jardín, hermano, hay un firmamento hermoso.

 

En los días ella toma el hilo y la costura;

Poda la perfección de la flor en cada paso

Va sembrando una balada

En cada pétalo que deshojan las alcobas

Donde se yergue el mausoleo a la belleza

En los ojos donde beben fuego las golondrinas de la sangre.

 

De resistirse al océano de las almas

Su padre un pastor de iglesia, la conmina

A la reverencia de las luces

Y las aguas

En el rebaño del señor,

Como una oveja saludosa

Que va del pasto ennoviado

Hacia pájaros y campanas que se apagan

 

Es el recuento de una historia y de otra historia,

Esposa purpúrea y blanca

Donde el sol penetra como una cabra en el bostezo

De los escarpados soles de nuestras vidas y las vidas.

Allí plantando un verso,

Un poema para la bolsa

La crónica de plata

Donde la sombra encuentra su gemelo

Y donde dice:

 

Poeta

 

Entra en mi jardín, hermano, hay un firmamento hermoso.

 

 

VUELTA A LA TSTATIEVA

 

Me cuenta un biógrafo que a través de un resabio de cristal

Pudo visitar Rusia y tertuliar  un rato

Con Marina Tstatieva.  Ella lo recibió con su rostro de hambre

Y el vestido raído y con el vaso de agua desbordado por la vendimia de los años

Y le brindó rodajas de salmón desesperadamente

Después de haber tomado

El vaho del día y las temibles noticias, de deudas

Muertes y encarcelamientos de vecinos y seres queridos.

El salmón –eso me cuenta- fue un regalo de Pasternak

Desde muy lejos, desde su cabaña donde podía ver el sol

Y el hielo que copulaba entre el aire y las cordilleras

De un marasmo, casi mortal, y donde los días solían ser espléndidos

Antes de la guerra y de las persecuciones

Y donde ella afirmaba que si hubiese conocido a Blok ella lo hubiese salvado

De la muerte, de ese miserable designio que arranca

De la fertilidad o la esterilidad a los poetas

Y que afiebrada prosiguió a leerle algunos versos

Oh MUSA DEL LLANTO, las más bellas de las musas

Y de ahí en adelante todo fue blanco y todo fue borrasca,

Un aguijón de estrellas para beber el café mugriento

Los panes quemados, las raciones lamentables para la apetencia

Y siguió leyendo hasta tomar un poco la costura

Dejada al descuido sobre el tiempo

Y afuera los caballos galopaban tratando de rumiar la libertad del horizonte

Las esquirlas intocables de las praderas afiebradas

El bastón de ébano que tendían los magos a la tertulia insaciable

Como un acertijo de bastos para la ausencia de los tropos

Que nos hacían caer verticalmente por un río

De espesa niebla, eso lo pintaron después algunos caricaturistas

Con sus tintas esclavas, aumentándole luego un par de historias

De romance o de preguntas que nos tocan el labio o el pececito de la espalda.

Hasta en las cenizas, nos sublevaríamos en rosa o en poema.

Y el biógrafo (que no conozco)  y ella

Empezaron a atravesar la vasta noche

Que era como un solsticio

O como un páramo

Donde habitaban las especies desterradas

De ese imperio anterior, a lo que sucumbe

Y no da paso a la vida, tan movida para los que intentan

Cruzar la alambrada de la imposibilidad;

Ella, paloma de tierra, atadas las alas, cacofónicamente

Solía ir hacia las praderas y dejar poemas de protesta

En las ventanas, en los ofertorios del triunfo

En la ceniza,

La agilidad mental de su cuerpo

Que se balanceaba por las calles

Y eso era como ser miembro de la joven guardia

Cuando los himnos de la guerra

Eran audibles en todas las esquinas

Y la nieve era más mortal

Como el invierno en las entrañas

-Carcomiendo-

Todo recuerdo hermoso

Para volver cadáver

A las primaveras recolectadas en el cesto

Donde seguro nacerá un poema,

Una rama vertical de oro sobre el asombro.

 

 

 

 

 

PARA HACER EL AMOR EN PONELOYA

 

Para hacer el amor debe evitarse un sol muy fuerte sobre los ojos de la muchacha, tampoco es buena la sombra si el lomo del amante se achicharra para hacer el amor

Antonio Cisneros, Tercer Movimiento

 

No hay nada mejor que hacer el amor en Poneloya

Para llegar  es necesario comer un gallo pinto,

Inquirir  en el techo hasta encontrar esa ambrosía               que  irradia la pitahaya,

(El puñado de pétalos que fundan  una boca    una lengua     unos pezones

Hasta decirse templo).   El jugo de fruta es el mejor afrodisíaco,

Sobre todo si se quiere descifrar el deseo en los ojos de la doncella.   Esa primera y última imagen de tu cuerpo entrándome de a poco.

 

Celebro la sal.  Celebro el agua; ahora que soy inagotable, que soy un rompeolas

Con esa certeza de la rotación o del naufragio;  girándonos para vernos en la refracción de la luz,

Exprimiendo el fuego de la pulpa, siendo entre los dedos el mejor lubricante, si la carne no se abre,

Como la aldaba ante la ejecución de la mano, con un fondo de ultramar o de marimba.

 

No importa si el lecho marino es  áspero o suave.

Uno de los amantes presidirá escarbar un lecho hondo

Para residir entre los caracoles y las tenazas lascivas del cangrejo;

Algunos más austeros sentirán blandas

Los caparazones húmedos de Las Peñitas;

Pero no emprendas la marcha

Ni el susto

Si te sorprende la acusación          de una ola                en la Peña del Tigre.

 

Es preciso caminar por la orilla e ir dejando la ropa excitada por descuido.

Nadie puede evitar el sol de la costa y que esta vez lastime el lomo

De algún amante

Dispuesto a desovar como los peces.

 

Hay que hacer el amor en todas las playas del mundo

Y dejar que los sexos se ahoguen y respiren

En ese diluvio genital y planetario.

 

Ven a este mar y húndete.

Escribe tu manual de instrucciones

Y haz el amor en Poneloya.

 

CARTAS ARROJADAS AL NEVA

 

CARTA 6

 

Marina:

 

¿Por qué usaste la misma soga cuando jugábamos de niñas?

Tú saltabas con esa elegancia de los ciervos cuando huyen

Con el fruto en la boca, yo lo hacía como un reno

Tratando de liberar sus cuernos del arbusto encendido.

Jugábamos de niñas y escribíamos los versos

Más hermosos de este bosque,

Los enterrábamos

Y solían tener memoria de arce, solían agitar sus ramas

Como el abedul de la siembra colectiva.

¿Por qué usaste la soga con la cual colgamos la ropa de nuestras muñecas

Y luego libertábamos al sol nuestras endechas

Esas ganas de tomar la vida y bordar una palabra

O engancharla al cabello como si fuese una maroma

O una mariposa a punto de volver a la crisálida

Y hacerse prosista de versos o hacedora de ríos

Para hondear la tierra?  Escribimos algunas veces los mismos versos

Tuvimos las mismas vidas y los mismos juguetes

Un hambre igual para nuestros platos y cucharas

Trabajos forzados y encarcelaciones para maridos e hijos

Y hermanos que se perdieron como un silbato en la nieve.

Es la hora de aprender estos juegos.  Se aprenden nuevos gestos

Y nos reparamos de la resaca del tiempo,

De la resaca de los primeros y novísimos licores

Que se nos revelan en la lengua.

Un vapor agrio que va despertando a las piedras

Y a las rayuelas extintas,

La mano impúber va resolviendo las líneas con la tiza,

Los números ensartados a tu cuello como cuentas,

Como augures de vidrio

O cuerpos que acuden al homicidio de la piel

A la permanencia del saludo a la hora de surgir

Entre los copos de hierro

O cuando vengas a buscarme con una marcha triunfal

Oxidada en los ojos

Extraviada en sus averías

En sus tuercas sangrantes

En sus tornillos fálicos por la carne resituada.

 

Insiste que hay una fogata en el rastro

Una fata morgana incrustada en la tierra.

Una misericordia azul en los días

Que se destiñen entre afelpadas colmenas.

 

¿Por qué usaste la misma soga que usábamos de niñas?

¿Por qué nunca fuiste mi verdadera compañera de juegos?

Ahora eres mi amiguita, mi amiguita imaginaria

Y detrás de ti la soguita sigue blandiendo mis piernas

Sigue blandiendo mi cuello.

 

La amiguita imaginaria es la muerte.

 

 

 

 

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