Por Miguel Ildefonso
Crédito de la foto Amazon
Intervalos
Intervalos. 12 narradoras peruanas, es un libro que reúne cuentos y relatos de Erika Almenara, Lisette Balabarca Fataccioli, Alicia del Águila, Irma del Águila, Rossana Díaz Costa, Yeniva Fernández, Ofelia Huamanchumo de la Cuba, Fiorella Magan Cafferata, Viviana Mellet, Carla Sagástegui, Rocío Uchofen y Nataly Villena Vega. Algo que une a casi todas las escritoras, y como se señala en la introducción, es que pertenecen a la generación del 90. Una década marcada por la violencia política proveniente de la década anterior, la crisis descomunal, la dictadura cívico militar de Fujimori, la implantación del neoliberalismo y la instauración de una Modernidad informal, todo aquello que hasta el día de hoy sigue latente en el imaginario colectivo y en la realidad, y que obliga a volver la mirada a esa década, y a esos años iniciales en que muchos, muchas, querían salir del país para tener una vida de oportunidades que no brindaba el Perú.
Los intervalos no solo hacen referencia a los lapsos en que las escritoras, en el devenir de los años, pueden dedicarse a escribir. El ser mujer implica muchas responsabilidades y adversidades y, por ello, la conciencia del tiempo, del tiempo cotidiano, tal vez, es más acentuado. Los intervalos no son solo temporales, empero; también son espaciales o geográficos, y, además, son sentimentales. Las historias aquí reunidas abordan de muchas maneras el tema de la memoria o el recordar, el reencuentro, el traspasar los umbrales de ida y de vuelta. La memoria va guardando secretamente esas piezas que se van dejando atrás con los años, y que, luego, la nostalgia o la epifanía, inusitadamente, se encargan de obligar a tomar la pluma o la computadora, y armar esos intervalos llenos de personajes, lugares y situaciones, mediante la ficción, para construir una historia nueva.
Lo mismo que sucede en ese ámbito subjetivo y personal, el de reinventar la historia con piezas postergadas, también sucede con la historia nacional o en el plano de las leyendas y las fábulas, como vemos en algunos cuentos. Los intervalos, en el mundo de hoy, son más bien lo que permanece, lo que construye los nuevos discursos, lo que reformula la historia; es el estilo de vida de una Modernidad globalizada. Hoy, en plena pandemia, vivimos un intervalo de nuestra vida; el mundo se ha detenido aparentemente, pero quizás será la forma de entender la realidad de aquí en adelante.
Las civilizaciones han devenido en una, y se han asentado en la invención del tiempo cotidiano, vivimos lo cotidiano como si fuera lo único real. Por ello, las historias aquí mayormente tratan de ese quiebre de la razón al no amoldarse con plenitud a esa realidad regida por la repetición, las mediciones y los horarios. La literatura va contra todo pronóstico del tiempo. La literatura son estos intervalos en que la razón se hace insuficiente para entender el amor, el juego o la muerte.
Son veinte historias, en el presente libro, que transcurren en Perú, Estados Unidos, España, Alemania, África o Francia. Erika Almenara con La noche de los pájaros y Sobre cosas que acaban, nos hace ver que el amor habla con los silencios, en esos silencios narrativos, definiendo la ausencia de amor como la ausencia de oxígeno o el reclamo de una realidad incompleta. En los cuentos de Lisette Balabarca Fatacciolli, Ayuni y El inquilino, lo fantástico es un desafío a la rutina de sus personajes; lo monstruoso proviene de esa ansiedad al no entender aquello que no tiene lógica. Alicia del Aguila con La novela y Lunamor, plantea que un error en las percepciones conduce a desequilibrar la razón, aquello que estabiliza la vida cotidiana. El destino ya no es como antes, un fatum, de resignación; la historia se puede reinventar, así como una novela lo hace con los seres que ya no están. Y es así que el realismo urbano de Lunamor trasciende a un hiperrealismo. Irma del Águila con La luna de papá, nos entrega un relato de las miradas, de la comprensión de un mundo que se ha perdido en sus luchas de sobrevivencia, entre la historia de corsarios en una Lima del siglo XVII y del presente que también se pierde con la vejez del padre de la protagonista al que quiere siempre abordarlo y no puede.
Rossana Díaz Costa publica Desierto, la historia de una mujer y un hombre que emprenden un viaje que se convierte en un descubrir otro mundo en el desierto del Sahara, y en ese mundo lo que es el amor como una forma no occidental de entender la vida. Para terminar esta primera mitad, Yeniva Fernández nos trae Condena, es el relato de una traición histórica que trajo el fin del imperio de los Incas, pero que en la ficción o la rememoración se vuelve a esos sucesos desde otra perspectiva, desde el personaje traidor y su historia no contada. Todo eso nos hace preguntar si hoy mismo tergiversamos los sucesos a gusto del poder, de quien maneja las letras de los libros ante los cuales se jura, una y otra vez, y donde justamente, se traicionan los juramentos.
Ofelia Huamanchumo de la Cuba nos presenta, con humor e ironía, El Gallo Nono (cuento infantil para adultos) y Mariagémina, amiga mía, una fábula como metáfora del cambio de un mundo de la inocencia al de la adultez, o de los cambios de los sistemas sociales, muy de aquellos años 90 en que el Perú, como decíamos antes, para salir de una fuerte crisis, entró a la larga en otra, incluso, peor. La otra historia trata de una búsqueda de ser el doble, como un Borges devenido en Bolaño, tal vez; lo que nos hace recordar a tantísimos escritores que quieren ser como el otro y el otro… Fiorella Magan Cafferata publica Mírame y Veinte pasos, donde vemos que la relación de una pareja se maneja entre la posibilidad de adiestrar a un perro llamándolo Eusebio. Definir el nombre de un animal es tanto como definir un tipo de relación basado en aquello que podría ser un escabroso sentimiento. Por otra parte, nos trasladamos a los mayas, en donde las distancias y los espacios se interconectan. Viviana Mellet entrega el cuento Jubilación y Genealogía; a una ama de casa, madre y esposa la descalifican para cumplir su rol; pero al ser rechazada hay una suerte de liberación. Hay que destacar las descripciones detallistas en ese mundo que se sostiene ante la pandemia de muerte, que lucha por mantener la memoria de ese árbol genealógico ante el huracán del olvido. Es lo que aborda en el segundo cuento, donde los mensajes por correo electrónico calan más hondo que los mensajes en vivo y en directo ante la cercanía de la muerte.
Carla Sagástegui con la casi nouvelle, El libro de Asmodeo, presenta una leyenda basada en el mago Asmodeo, su afán de venganza y lo que sucede con toda Media. Y, en Al asecho, narra la Barcelona de una estudiante sudamericana que consigue un trabajo a medio tiempo, en esa transculturación que tal vez resulta ser un reencuentro con esa parte que fue trasplantada siglos atrás en América. Rocío Uchofen en El juego de la casona y Mamarracho, nos hace ver que el juego medio macabro de un personaje oscuro y solitario como Juan, impregnada en la memoria de la narradora, la hace volver a una ciudad que ya no es la misma, que cambió en su modernidad también macabra. La ilusión del progreso conduce con pasos oscuros de túneles hacia aquellas luces que ya no huelen a nada. En la otra historia, una mujer es despertada en la madrugada por el sonido del teléfono y ese rompimiento del sueño la hace ver una realidad entre absurda y horrible. Finalmente, Nataly Villena Vega presenta Umbral; el retorno a Cusco, la ciudad natal, la hace cruzar un otro umbral que la hace consciente, a la protagonista, de otro retorno que se acentúa mucho más al cruzar el verdadero umbral de la ciudad parisina, aquella ciudad abierta, donde la intensa luz borra a los personajes que uno conoce por un momento y al azar, y que se difuminan en lo que dura la toma de conciencia de haber traspasado el último umbral que es hacia sí misma.
Este libro está lleno de intervalos como la vida misma. Son extractos o fragmentos de historias que nunca llegarán a finalizar. La literatura es la ilusión de todo, de un todo, menos del fin. Cuando dice “y vivieron felices para siempre” o “las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra”, es solo para hacernos creer que algo acaba o que hay un tiempo circular, pero en realidad es solo para cerrar el libro, terminar con una historia que, si es ficcional o real, igualmente es la suma de intervalos. De esto trata esta reunión de escritoras peruanas, con cuyas ficciones uno puede viajar tanto hacia afuera como hacia adentro y en el tiempo. Son los desplazamientos de un mundo que vive rápidamente, y que necesita de encuentros como este bello libro se propone.