Ha partido el poeta John Ashbery (1927-2017). Sin duda, uno de los poetas más interesantes de la segunda mitad del s. XX y quien, redescubierto por las nuevas generaciones de lectores desde hace al menos unos 20 años, se ganó un sitial en el parnaso de los grande poetas contemporáneos. La gran calidad de su extensa obra poética ha dejado un legado a la lírica mundial, mas su sencillez siempre se mantuvo.
En Vallejo & Co., presentamos esta pequeña selección de poemas de Ashbery, pensando que no hay mejor homenaje una vida entregada a la poesía, que leer y releer sus poemas. Gracias por la poesía Mr. Ashbery.
Por John Ashbery*
Selección por Mario Pera
Crédito de la foto www.abc.es
In Memoriam John Ashbery.
Breve selección de poemas
Vaucanson
Mientras escribía, nevaba.
Se sintió sosegado y singular en la habitación gris.
pero, claro, nunca nadie se fía de estos humores.
Aquello tenía que tener entendimiento.
Pero, ¿por qué? De todos modos, sucede siempre,
y ¿quién se apunta el tanto? Seguramente
no aquello que se comprende,
y nos empequeñece saberlo
como saben los árboles de la tormenta
hasta que pasa y vuelve la luz a caer
desigualmente sobre toda la susurrante parentela:
las cosas con las cosas, las personas con los objetos,
las ideas con las personas o con las ideas.
Duele esta voluntad de proporcionarle a la vida
dimensiones, cuando la vida consiste precisamente en esas
dimensiones.
Somos criaturas, así que caminamos y hablamos
y la gente se nos acerca, o nos escucha
y luego se va.
La música llena los espacios
en los que se estiran las figuras hacia los bordes,
y puede solamente decir algo.
Los tendones se relajan entonces,
la conciencia empieza a albergar buenos pensamientos.
Ah, tiene que ser bueno este sol:
calienta de nuevo,
hace el número, completa su trilogía.
La vida debe de estar ahí detrás. La escondiste
para que nadie la encontrase
y ahora no recuerdas dónde.
Pero si volviera uno a inventarse la infancia
sería casi como volverse una reliquia viva
para librar a esta cosa, librarla del rubor
por el procedimiento de bajar el telón,
y durante unos segundos nadie se daría cuenta.
El final parecería perfecto.
Nada de consternación,
ni sueño trágico alguno del que despertarse sobresaltado
con un ataque de culpa apasionada, sólo la cálida luz del sol
que se desliza con facilidad por los hombros
hasta el corazón blando, derretido.
(Traducción por Esteban Pujals)
Pirograbado
Aquí fuera en Cottage Grove eso importa. El viento
galopante se resiste a su sombra. Las carrozas
marchan bajo una atmósfera de roble ahumado.
Aquí América llamando:
el reflejo de un estado a otro,
de una voz a otra en los cables,
la fuerza de los saludos coloquiales como polen
dorado que se hunde en la brisa de la tarde.
En escaleras de servicio crece la dulce corrupción;
la página del crepúsculo se vuelve como una chirriante plataforma giratoria en Warren, Ohio.
Si esto es tal como es, vámonos,
ellos acuerdan, y enseguida comienza el lento viaje en furgón,
acelerando paulatinamente hasta que los ventiladores de los barrios,
que cubren la oscuridad de las ciudades, se recuerdan
sólo como un tic repetitivo. Y a mitad de camino
nos topamos con los decepcionados, los que regresan, sin su
capacidad de detenernos bajo la noche impetuosa
en nuestro viaje hacia la nada de la costa. En Bolinas
las casas dormitan y parecen preguntarse por qué a través de
la niebla del Pacífico, y los sueños brillan y se oscurecen alternativamente.
¿Por qué quedarse aquí, igual que las cometas, dando vueltas,
resbalando en una rampa de aire, pero siempre dando vueltas?
Pero la variable nubosidad está derramando sus lluvias
y te vuelve a inundar como el significado de un chiste.
El terreno no era atractivo a primera vista; !o construimos
en parte sobre ruinas falsas, a imagen nuestra:
un arco que termina en media clave, un pilar de piedra para lavanderas
que se desmorona, un teatro al aire libre, nunca terminado
y sólo diseñado en parte. ¿Cómo vamos a habitar
este lugar a! que le falta la cuarta pared constantemente,
como en un escenario o una casa de muñecas, sino permaneciendo como estamos,
de perfil perdido, de cara a las estrellas, con docenas
de proyectos aún no realizados y una sensación estricta
de que el tiempo se acaba, de que la tarde presenta
la factura, discretamente doblada? Y nos acoplamos
a ello con extraña facilidad, nos volvemos transparentes,
casi fantasmas. Un día
las aves y los animales del pasto han absorbido
el color, la densidad de los alrededores,
las hojas están vivas, demasiado cargadas de vida.
A esto siguió un largo período de ajuste.
En las grandes ciudades al final de siglo conocieron eso,
pero tuvieron cuidado de no decirlo mientras los repartidores de hielo y los de leche
desaparecían por los edificios y el cartero hacía gritando
su recorrido diario. Los niños que estaban bajo los árboles conocían eso,
pero todos los padres que regresaban a casa en tranvía
después de un día grato en la oficina lo arruinaron:
el clima todavía era floral y todo el papel de las paredes
de un millón de hogares esparcidos por aquella tierra conspiraron para esconderlo.
Un día pensamos en muebles pintados, en cómo
cambian ligeramente el aspecto de la habitación
y del patio de fuera y cómo, si fuéramos a poder escribir
la historia de nuestro tiempo, empezando por hoy,
sería necesario modelar todos estos pequeños detalles
para poder incluirlos; de otra manera, la narración tendría
ese aspecto mate de papel de lija que el cielo adquiere
en el medio oeste hacia el final del verano,
el aspecto de querer volverse atrás antes de que la disputa
se haya resuelto y a la vez salvar las apariencias
para que el mañana sea puro. Por tanto, ya que tenemos que dedicarnos a lo nuestro
a pesar de las cosas, ¿por qué no hacerlo a pesar de todo?
De esa manera quizá los tenues lagos y pantanos
del campo interior quedarán conectados al circuito
y no sólo los sucesos principales sino toda la increíble
masa de las cosas que están sucediendo simultáneamente y emparejándose,
canalizándose a sí mismas en la historia, se desenvolverán
con el mismo esmero y desenfado que una conversación en el cuarto de al lado,
y la pureza de hoy nos cubrirá como una brisa,
sólo que dura, escasa, irónica: algo a lo que se puede
saludar con el sombrero y de lo que aún se puede conseguir provecho.
El desfile está entrando en nuestra calle.
Mis estrellas, los pulidos uniformes y los rasgos
prismáticos de este instante pertenecen a este lugar. El terreno
se aparta bruscamente de las brillantes y mágicas ciudades costeras
hacia el ya mencionado lugar de encuentro con agosto y diciembre.
La corazonada es que será siempre de esta manera,
la apariencia, la forma en que las cosas te asustaron por primera vez
bajo la luz de la noche y después resultaron ser,
aunque todavía capaces, sin embargo, de una estrecha fidelidad
a lo que tú y ellos quisisteis convertiros:
ningún suspiro como música rusa, sólo un vasto desenredo
hacia las confluencias y la oscuridad de más allá,
hacia estos campos pelados, construidos a expensas del presente.
Poema sinfónico
Ya no es de noche. Pero hay una semejanza
de intención, de todos modos, en las formas
en que nos dirigimos a ella, hosco
color de qué mundo tan asombroso,
al apagarse o desaparecer, y esto
es una maravilla, creemos, y nos cuidamos de no pasar de largo.
Pero lo que todos estamos viendo es lo mismo,
nuestro mundo. Ve tras él,
cógelo, chico, dice el hombre del bastón.
Come, dice el hambriento, y otra vez nos sumergimos a ciegas
en la recámara que hay detrás del pensamiento.
Lo oímos, incluso lo pensamos, pero no podemos zafarnos de la mente.
Aquí en la mano tengo el billete ganador. Aquí mismo.
Pero todo vuelve a ser del mismo color, como si el clima
tiñera las cosas del mismo colorido. Es más práctico,
pero el paisaje, esas carteleras, envejece tan rápido como antes.
Torre de tinieblas
Ya no puedo permanecer fuera
bajo el frío y la lluvia penetrante.
Me agarro la entrepierna deseando una bola de luz
en el peludo interior que tienen otras personas.
Me marcharé sin haber ido a coger un grano
de la tierra,
compacto,
con el ascendente designio
que conocimos y odiamos tan bien, y cuando nos tocó
morir simplemente nos rendimos, mascullando alguna excusa.
¿ Sueles ir a verlos?
Ellos no pueden tener muchos motivos
para viajar hasta aquí, pero sus huellas,
excluidas por la nieve…
Fue el pregonero cuyo pataleo lo inició,
mucho antes de que nos despertáramos, en el amanecer
que encanece, ahora, un susto
que desear, que leer,
distinto a la vieja cicatrización que volverá a su tiempo.
Una tarde citadina
Un velo de niebla protege esta
Lejana tarde por todos olvidada
En dicha fotografía, ellos ahora en conjunto
Absortos gimiendo a través de la vejez o la muerte.
Si uno pudiera aprender los Estados Unidos
O por lo menos una refinada omisión
Que se filtre en nuestro perfil
Precisando nuestros espacios con una sombra
Que sea fugaz también.
Pero que celebre
Porque en verdad define, después de todo:
Guirnaldas grises, aquel terceto
Aguardando la luz para cambiar,
El aire alzando los cabellos de alguien
Al revés en el reflexivo estanque.
Escondrijo
De quienes nosotros y todos ellos somos
Ustedes todo ahora entienden. Pero ustedes entienden,
Después de que ellos comenzaron a encontrarnos
nosotros crecimos
Antes de que murieran pensándonos las causas
De sus actos. Ahora nosotros no sabremos
La verdad de algún inmóvil en el piano, aunque
Ellos con frecuencia parten de nosotros, causando
Estos cambios que nosotros pensamos que somos.
No nos importa.
Sin embargo, tan altos allá arriba.
En aire joven. Pero las cosas se oscurecen mientras nos movemos
Para preguntarles: ¿a quiénes debemos nosotros conocer
Para morir, para que ustedes vivan y nosotros entendamos?
(Traducción por Alejandro Valero)
Sombra de las cinco en punto
De donde vine es
«muy distinto», bonito,
y ya balcanizado.
Todo este tiempo las cosas te fastidian.
Es tan interesante cuando
los objetos hermosos de una mesa
ponen la oreja, en trance.
¿Qué es una tarde entre amigos?
¿Qué puedes hacer?
Ifigenia en Sodus
¿Por qué es tan familiar ese nombre?
Yo en tu lugar no me preocuparía, o haría preguntas.
Pero ¿no es un caso de connivencia?
Bueno, sí, técnicamente lo es,
pero aquí estamos muy lejos de la verdad.
Sí, todo parece estar bien, pero tendremos que
poner cuerpos distintos a estos caballeros…
Algo que habla a la verdad, tal como ella es ahora,
que es como todos la habíamos concebido:
envuelta en cintas de jade, más o menos envilecida,
y con un aire de descuido en la boca.
Discúlpenme, tuve problemas,
pero entonces las puertas se combaron, los marcos de las ventanas
se habían esfumado tiempo atrás en la tiniebla
de esta edad. Vista ahora, ella se gira frenéticamente
hacia donde nosotros –ellos– nos dirigimos para consultar el oráculo,
y todo el tiempo hablando para hacer tiempo, de cómo las
elecciones de quién debían ser más breves, y de cómo todo
fluía hacia tiempos más acogedores, mostrándose amable conmigo,
antes de talarlos.
(Traducción por Jordi Doce)
El pequeño vestido negro
Todo aquello que tratamos de manera desafiante de
desenmarañar está esperando, próximo al trayecto. Sí,
mas la marcha es insistente y relajada al mismo tiempo,
un emerger del fondo. Tu plan parece bueno.
Conocí una trigueña una vez en Omaha, nos decía,
novedad que nos dejaba atónitos. Él no estuvo alejado
del camión por largo tiempo. En el suelo húmedo el sauce
nuevo descarga hojas, reproche para todos.
Por qué no puede el barro sujetarnos con firmeza,
para que él pueda leer,
extraer algo claro de aquellas notaciones que llegan
cada día, como cartas, oh, no en la casa sola.
Un agujero en tu calcetin
Un hombre camina en la ciudad
como si retrocediera de otro sitio.
Los otros tienden brazos, tocan manos.
Así es como se hace, día a día.
Mi teléfono está intervenido.
Llamaré a la policía.
No, obviamente no, parte del
“procedimiento”,
el mensaje suavemente ocupa el puesto.
Contemplamos las conchitas de crustáceos muertos
hace tiempo, esperan el final de la Edad de Bronce.
Nosotros vamos más allá, pasaje que es peor.
Y ellos nos reintegran nuestro pobre impermeable.
Entonces el gobierno entra en acción
y los demás se apiñan y disuelven.
Eso es algo, una especie de
capilla. Tendrías que admitirlo.
Simplemente… se mueren. Y eso es todo.
Cuando hemos regresado
en un clima casual
el hechizo ya es múltiple por encima de los cielos,
contemporáneo como nunca,
como tiene que ser un ingrediente.
Los oficiales de la clase, dramáticos que hastían,
se han marchado. Se suspende
una lágrima en el aire medio.
Este futuro nos hace bondadosos.
(Traducción por León Félix Batista)
Película de los cuarenta
La sombra de la persiana en la pared pintada,
las sombras del cactus y la enredadera, los animales de yeso
concentran la trágica melancolía de la brillante mirada
hacia ninguna parte, un agujero como los agujeros negros del espacio.
En bragas y sujetador se acerca con sigilo a la ventana:
¡Fis! Arriba la persiana. Se ve una frágil escena callejera,
con delgadísimos transeúntes que saben a dónde van.
La persiana se baja lentamente; las tablillas lentamente se ladean.
¿Por qué siempre tiene que acabar de esta manera?
Un estrado con mujer leyendo, que lleva el cabello hecho un lío
y todo lo que no se dice de la atracción que ella ejerce en nosotros,
con ella hacia el silencio que no puede explicar sólo la noche.
El silencio de la biblioteca, del teléfono con su libreta,
pero tampoco nos hizo falta reinventar estas cosas,
se habían ido a la trama de una historia,
el papel del «arte», sabiendo qué detalles importantes suprimir
y la forma en que se desarrolla el personaje. Demasiado reales las cosas
como para darles mucha importancia, por tanto artificiales, aunque esparcidas por toda la página,
el interior con el exterior que se convierte en parte tuya
cuando comprendes que nunca habías dejado de reírte de la muerte,
el fondo, oscura vid al borde del portal.
Y «ut pictura poesis» es su nombre
Ya no lo puedes decir de esa manera.
Preocupada como estás por la belleza tienes
que salir a la intemperie, a un descampado
y descansar. Claro que las cosas divertidas que te pasan
están bien. Pedir más que esto sería raro
en ti que tienes tantos amantes,
gente que te admira, dispuesta
a hacer cosas por ti, pero piensas
que eso no está bien, que si en verdad te conocieran…
Ya basta de autoanálisis. Entonces,
veamos lo que tienes que poner en tu poema-pintura:
las flores son siempre majas, en especial la espuela de caballero;
nombres de chicos que conociste y sus trineos;
los cohetes espaciales están bien (¿existen todavía?).
Hay muchas otras cosas que tienen la misma calidad
que las que ya he nombrado. Ahora bien, hay que encontrar
unas pocas palabras importantes y otras muchas que tengan
un tono bajo y un sonido apagado. Ella se acercó a mí
para venderme su escritorio. De repente la calle era
una algarabía y el estrépito de instrumentos japoneses.
Se desparramaron testamentos rutinarios. Su cabeza
se encerró en la mía. Éramos un vaivén. Algo
debería escribirse de cómo te afecta esto
cuando escribes poesía:
la extrema austeridad de una mente casi vacía
que colisiona con el florido y rousseauniano follaje de su deseo de comunicar
algo entre alientos, aunque sólo sea en atención
a otros y su deseo de entenderte y abandonarte
por otros centros de comunicación, para que el entendimiento
pueda comenzar y al hacerlo estar perdido.
Lo único que puede salvar a América
¿Hay algo central?
¿Huertos arrojados sobre los campos,
bosques urbanos, plantaciones rústicas, colinas a la altura de la rodilla?
¿Son los nombres de lugar, centrales?
¿Elm Grove, Adcock Córner, Story Book Farm?
Cuando coinciden con ímpetu al nivel de la vista,
clavándose en unos ojos que ya se han saciado,
gracias, no más, gracias.
Y llegan como paisaje mezclado con la oscuridad,
las húmedas llanuras, barrios hiperdesarrollados,
lugares de conocido orgullo cívico, de cívica oscuridad.
Éstos se relacionan con mi versión de América
pero el jugo está en otra parte.
Cuando salí de tu cuarto esta mañana
después de un desayuno sombreado con
miradas hacia atrás y hacia delante, atrás hacia la luz,
delante hacia una luz poco familiar,
¿fue nuestro comportamiento, y fue
la materia, la madera de la vida, o de las vidas
lo que estábamos midiendo, contando?
¿Un estado de ánimo que hay que olvidar pronto
en vigas de luz cruzadas, fría sombra de ciudad
en esta mañana que otra vez se ha apoderado de nosotros?
Ya sé que trenzo demasiado mis propias
percepciones instantáneas de las cosas tal como me llegan.
Son privadas y así lo serán siempre.
¿Dónde están entonces los aspectos privados del suceso
destinados a resonar más tarde como campanadas de oro
que se lanzan sobre una ciudad desde la torre más alta?
¿Las rarezas que me ocurren y te cuento,
y tú sabes al instante a lo que me refiero?
¿Qué remoto huerto al que se llega por caminos sinuosos
los esconde? ¿Dónde están estas raíces?
Son los golpes y las dificultades
los que nos dice si llegaremos a ser conocidos
y si nuestro destino puede ser ejemplar, como una estrella.
Todo lo demás es ponerse a la espera
de una carta que nunca llega,
día tras día, la exasperación
hasta que al final la rompes sin saber lo que es,
y las dos mitades rotas de la carta yacen en un plato.
El mensaje era atinado y aparentemente
dictado hace mucho tiempo.
Su verdad es eterna pero su momento no ha llegado
todavía, y habla de un peligro y de las muy limitadas
medidas que se pueden tomar contra el peligro
ahora y en el futuro, en patios fríos,
en tranquilas casitas de campo,
en nuestra tierra, en zonas valladas, en frías calles con sombras.
(Traducción por Alejandro Valero)