In Memoriam. 7 poemas de Yevgueni Yevtushenko

 

Por Yevgueni Yevtushenko

Selección por Mario Pera

Crédito de la foto AP Images/

www.koco.com

 

 

In Memoriam.

7 poemas de Yevgueni Yevtushenko

 

 

 

Cae la nieve pura

 

para A.W. Bouis

 

Cae la nieve pura como
si resbalara por hilos.
Quisiera vivir, vivir
pero sé que no es posible.

Algunas almas se pierden
sin huella en la lejanía,
suben, suben hacia el cielo
como hace la nieve pura.

La nieve pura se disuelve…
yo también desapareceré…
No me preocupa la muerte,
nadie vive eternamente.

No creo en esos milagros.
No soy ni nieve ni estrella,
yo jamás volveré a ser
jamás, jamás, nunca más.

Y pienso yo, pecador:
¿Qué hiciste con tu existencia?
En su torbellino, ¿qué
amaste más que la vida?

Quise con mi sangre a Rusia
como el tuétano de mis huesos,
quise sus ríos creciendo
y debajo de los hielos.

Quise el humo de sus casas,
el aire de sus pinares,
amé a Chejov, Pushkin
y a sus gloriosos ancianos.

Si tuve mis contratiempos,
fue sin lamentarlos mucho.
Qué importa si viví locamente,
por Rusia fue que viví.

Dolorido de esperanzas
(lleno de oculta inquietud),
creo que tal vez un poco
también yo he ayudado a Rusia.

Aunque a mí Rusia me olvide
cuando el tiempo se devane,
el caso es que Rusia viva
para siempre, eternamente.

Cae la nieve pura, cae
como caía en los tiempos
de Pushkin, de Chejov,
como caerá cuando muera…

Cae la nieve, cae la nieve
con cegadora blancura,
borrando todas las huellas,
las que yo dejo y las otras…

Nadie vive eternamente,
pero tengo una esperanza:
si Rusia vive, es decir
que yo también viviré.

 

 

 

Lamento por un hermano

 

Para V. Shchukin

 

Igual que un descolorado molde plateado
un ganso está en un bote
con sangre cayendo aún de su  tibia nariz
y su cuello meciéndose en el borde de un balde.
Había dos de ellos volando sobre el río Vilyuy.
Uno cayó mientras volaba
y el otro
a ras del agua, muy bajo, arriesgando su cuello
cerca del bote,
se lamentaba después en el bosque:

“Hermano querido, vinimos a este mundo gritando
a través de nuestras cáscaras quebradas
pero cada mañana nuestra Madre y nuestro Padre
te alimentaban primero a ti
cuando tenía que ser yo antes que tú.
Mi querido hermano,
tú tenías un color azulado
y desafiabas  al cielo con arrogancia.
Yo en cambio era muy oscuro,
y las hembras te deseaban más a ti que a mí
cuando tenía que ser yo el más deseado.

Querido hermano, sin tener miedo del regreso,
tú y yo volamos muy lejos sobre los mares
pero gansos malvados de otras tierras te rodearon
primero a ti
cuando tenía que ser yo antes que tú.

Hermano mío,
ambos fuimos golpeados y obligados
a agachar el cuello.
Juntos fuimos arrasados con violencia por las tormentas de lluvia,
pero por alguna razón el agua se escurría rápidamente
de tu espalda de ganso
cuando eso tenía primero que pasarme a mi.

Hermano,
la gente nos comerá  de todas maneras a los dos
al lado del fuego.

Hermano querido,
toda nuestra vida fue una lucha por ser el primero
y no apreciar nuestra hermandad, nuestras alas y nuestras almas.
¿Era nuestra dependencia algo imposible
eso de o tú o yo?

Querido hermano,
te pido al menos un cartucho de fusil
para así terminar con mi envidia
pero al recibir yo mi castigo, la gente te matará primero a ti,
cuando yo realmente tenía que morir antes que tú.”

 

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La hamaca con sabor a sal

 

Para Ye. Rein

 

Como el  tiempo es la inteligente arena,
el tabaco cruje en la bolsita…
Y como la madera podrida de un viejo barco ballenero,
así también  ocurre con la gente y con las redes para pescar.

Y feliz como un hombre viejo
esas transparentes vallas
hechas de viejas redes
escuchan las ruidosas voces de los niños.

Ellas han hecho muchas veces su trabajo
y aunque están fuera de práctica todavía pescan
algo de basura, lluvias y fósforos gastados.

Ahora una estrella quedó atrapada en ellas
ahora el balbuceo de un amor juvenil
ahora unas malas palabras de alguien
ahora un fugaz  suspiro.

Ellas agarran de todo, la ráfaga del viento
una frase o la canción que alguien canta
y,  pescando un botón de ropa,
lo sueltan levemente  pero sin mucho apuro.
Y un viejo pescador
(esos seres robustos que esquivan la muerte)
comienza  él mismo a hacerse una hamaca
de viejas redes de pescar que hace mucho tiempo usó.

Y escondiendo un dolor dentro de si
iba reconociendo en los aislados pedazos
de la grisácea red y sus nudos
un sabor salado que se impregnaba en sus dientes.

Se mece  la hamaca con sabor a sal
en el suave susurro de los pinos.
Cada pescador que se jubila
en algún momento viene a ser algo atrapado.

Cuando somos viejos vivimos en una calle estrecha
desde la cual miramos hacia nuestro pasado
y nos retorcemos
en nuestras olvidadas redes.

Tú eras un conversador, un derrochador de dinero.
Pero ahora no hay tiempo para peleas. Tu cuerpo tiene costras.
Se mece la hamaca con sabor a sal
creando una ilusión de las aguas del mar.

Pero el mar no llegará a tus orillas
y el cielo permanece traicioneramente despejado.
Mecerse porque uno lo desea es muy diferente,
eso requiere algo mucho más que ser sabio.

Y él quiere vientos huracanados y tormentas
¡al diablo con toda esta comodidad!
Pero si su juventud volviera de nuevo.
Sin embargo él ha renunciado a toda su sabiduría.

Pero es falso que tú no seas feliz.
Quien no ha conocido las tormentas no ha sido afortunado.
Y tú eres tan distinta
a cualquier otra hamaca que cuelga en una casa de campo.

Tú has conocido cada  golpe de las tormentas
te arrastraron los huracanes más fuertes .
Deja que las hamacas de agua dulce envidien
esta hamaca con sabor a sal.

Hay un sabor especial cuando se mece esta hamaca
aún cuando traiga mala suerte.
Mécete, hamaca con sabor a sal
mécete,
mécete
mécete…

 

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Duérmete, amada mía

Gotas salobres
brillan sobre los hierros de la verja.
La puerta del jardín quedó cerrada.
Y el mar,
en torbellinos encrespados
que golpean los muelles,
ha estrechado en su seno el sol salado.
¡Duérmete, amada mía,
no atormentes mi alma!
Van cayendo en su sueño la estepa y las montañas,
y nuestro perro cojo
dormita arrebujado en la maraña
de su pelo y lame su cadena salada.
Y las ramas murmuran
y las olas trepidan
y apagando la antorcha de su vieja experiencia,
el perro se ha dormido atado a su cadena.
Susurrando palabras, apenas cuchicheando,
después con mi silencio, te pido que te duermas.
¡Amada mía, duerme…!
Olvida que reñirnos.
Imagina mejor que paseamos
y la tierra está fresca.
Tendidos sobre el heno aún tenemos sueño.
Parte de nuestro sueño,
el aroma de la agria crema
que llega desde allá, de la bodega.
¿Cómo hacer que imagines todo esto,
cómo lograrlo si en nada crees?
Amada mía, duerme…
Deja tu llanto y con sonrisa leve,
sueña que juntas flores
y tratas de encontrar dónde ponerlas
con tu rostro oculto entre ellas.
¿Algo dices durmiendo? Palabras sin sentido.
¡Es porque estás cansada
de moverte y moverte mientras duermes!
Envuélvete en tus sueños como si fuera un manto
en que buscas abrigo.
Cuando se quiere puede hacerse en sueños
todo aquello que a medias
admite la vigilia.
Una culpa secreta que clama en lo profundo
nos atormenta el sueño.
Hay cansancio en tus ojos y hay en ellos
inmensa multitud de gente extraña.
Cúbrelos con tus párpados
y sentirás alivio.
Duérmete, amada mía.
¿Qué te causa este insomnio? ¿El mar rugiente?
¿El ruego de los árboles al viento?
¿Algún presentimiento?
¿El mal que alguien te ha hecho?
¿Y si ese alguien fuese yo?
Duérmete, amada mía…
Yo nada puedo remediar,
pero sabrás un día
que no he sido culpable de este mal.
Perdóname, ¿me escuchas? ¡Aunque sea en tus sueños!
¡Aunque sea soñando!
Duérmete, amada mía…
No olvides que viajamos encima de esta tierra
que enloquecida vuela
y amenaza saltar convulsionada
de su impasible ruta
y tenemos que abrazarnos para no caer.
Y si hemos de caer, caeremos juntos.
Duérmete, amada mía…
No alimentes la ofensa
que vengan en silencio
los tiernos sueños a poblar tus ojos.
¡Cuesta tanto dormir sobre esta tierra!
A pesar de todo, amada mía, ¿me oyes?
Duérmete al fin, duerme, amada mía…
Y las ramas murmuran
y trepidan las olas
y apagando la antorcha de su vieja experiencia
el perro se ha dormido atado a su cadena.
Cuchicheando palabras, después medias palabras,
después con mi silencio, te pido que te duermas.

 

 

 

 

El último intento

 

A Masha

 

El último intento de ser feliz
ciñéndome a todas tus curvas, todas tus sinuosidades,
a la blancura trémula y balbuceante
y a las bayas con el opio del saúco.

El último intento de ser feliz
como si mi fantasma, al filo del abismo,
quisiera saltar huyendo de todas las ofensas,
allá donde hace mucho estaba yo arruinado.

Allí sobre mis huesos rotos
se posa una libélula,
y las hormigas visitan tranquilamente
las cuencas de lo que ayer fueron mis ojos.

Ya me hice alma. Ya no estoy en mi cuerpo.
Escapé a mi prisión de huesos
pero me hastían los fantasmas
y otra vez me llaman los abismos.

Un fantasma enamorado ahuyenta más que un cadáver.
Pero tú no te asustaste sino que comprendiste
y juntos nos hemos arrojado como a un abismo
y el abismo desplegó unas blancas alas
que nos levantó sobre la niebla.

Y estamos tendidos juntos, no en la cama
sino en la niebla que apenas nos sostiene.
Soy un fantasma. Ya no se quiebra mi cuerpo
pero tú estás viva y temo por ti.

Otra vez revolotea el cuervo fúnebre
en espera de carne fresca, como en el campo de batalla.
El último intento de ser feliz.
El último intento de amar.

 

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El poeta leyendo

 

En el país llamado Más o Menos[1]

 

Vivo en el país llamado Más o Menos,
donde,
muy extrañamente,
no hay ningún partido oficial llamado “Masomenosista”…
donde ellos
leen a nuestros escritores clásicos… más o menos.

Donde a veces,
hasta los distinguidos ciudadanos
se enamoran (más  o menos),
pero a veces,
después de algunos meses
ya no hay  besos,
los unen  sólo los pesos.
Entonces  no son ajenos,
más o menos.

“¿Es verdad, señor, que todos  beben en su  país Más o Menos??”
Hay algunas personas que no beben  nada…
Más  o menos…”
“Difícil de creer, señor,”
Ni siquiera algo así como…
una gota. Más o menos.”

“¿Qué tipo de gente es aquella, la de su amado pueblo
del país llamado Más o Menos?”
Son más o menos agradables…
Más o menos honestos…
Unas veces menos, otras veces más…

“¿Está Usted, señor, orgulloso de su gran país,
llamado Más o Menos?”
Hmmm…
Más o menos…
Por lo general, somos generosos más o menos..
suficientemente amistosos… menos o más…

Por supuesto, todos estamos por la paz…
un tanto más, un tanto menos..
Por supuesto, tenemos algunas pequeñitas,
pero más o menos
desagradables guerras.

En cada esquina,
en cada cocina de cada casa
cuando las esposas y los esposos están algo
así como peleando discretamente,
tenemos nuestra propia Chechenia doméstica,
y un Irak privado,
ondeando un trapo húmedo de cocina
como una bandera nacional,
cuando  las  sandalias  y las planchas
a veces vuelan por encima de las cabezas
como ovnis…
sin embargo, apreciamos nuestros valores de familia..
Más o menos…

En nuestras cortes de justicia  tenemos
más o menos  incorruptibles jueces,
en nuestros centros de investigación
hay pensadores, más o menos insobornables.

Una  más o menos  bella mujer me susurró:
“Estoy más o menos enamorada de Ud.
Más o menos para siempre…”

Me gustaría pararme frente a Dios,
así como soy,
no algo así como más o menos.

No estar  más o menos feliz
En esta más o menos vida…
En esta más o menos  libertad.

 

 

El ajedrez de México

El sol amodorrado.
El polvo amodorrado se derrumba por el camino.
El tañido amodorrado del espejismo.
El gemido amodorrado de un buey.
Flotan bamboleándose con modorra
un sombrero y otro sombrero;
el primer peón,
el segundo peón,
el tercer peón.

En castellano el peón es el campesino más pobre.
Y es también
la figura más pequeña del ajedrez.
Sacrificar al peón es una ley de todos los partidos.
El triste ajedrez de América Latina
es una burla amarga para ustedes:
primer peón,
segundo peón,
tercer peón.

Los pedacitos de la tierra campesina
son las casillas de este tablero tan cruel.
Con ustedes, los héroes del machete,
juegan desde los tiempos más lejanos
las manos sucias que no huelen nunca
como huele el mango salado del machete.
Juegan con el primer peón,
con el segundo peón,
con el tercer peón.

¡Qué lástima, señores socios del ajedrecismo político,
que este tablero no sea liso!
¡Sería magnífico nivelar estas incómodas montañas!
¡No dejan jugar!
¡Afuera estas torpes palmas y estas cabañas!
Y la muerte mete en su sombrero,
brillante por fuera, pero negro por dentro,
los mete a ustedes:
el primer peón,
el segundo peón,
el tercer peón.

¡Traición, hermanos peones!
¡Quitaron del tablero a Emiliano Zapata y Pancho Villa!
El peón que cumplió su papel
no es necesario para los señores ajedrecistas.
Nos sacan a todos del tablero
o el puño de hierro,
o -dos dedos, tan tiernos,
quitan al primer peón,
al segundo peón,
al tercer peón.

Cuántos peones cayeron
sin cantar hasta el fin La cucaracha.
Ellos no se convirtieron en reyes.
¡Las patadas son tan duras!
Pero dentro de los muertos
se ocultan los reyes,
asesinados en los peones;
en el primer peón,
en el segundo peón,
en el tercer peón.

¿Cuándo cambiaremos las reglas
de este maldito juego?
¿Cuándo?
La respuesta es como machete en su vaina.
¿Cuándo cambiaremos las reglas?
Contestadme;
el primer peón,
el segundo peón,
el tercer peón…

¡Viva el quinto peón!

 

[1] En los últimos años, el idioma ruso fue invadido por una muy pegajosa y ambivalente expresión: “kak bi”,que en español se parece  al  expresión “Más o menos”.  Esta expresión  a mucha gente le sirve  para más o menos esconder su más o menos conciencia.

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