In Memoriam. 7 poemas de José Ruiz Rosas

Ha partido el poeta José Ruiz Rosas (1928-2018), miembro de la Generación del 50 y una de las voces más constantes y particulares de la poesía peruana. Con nosotros queda su obra poética y el legado de su labor -por más de sesenta años- en pro de la promoción del arte, de la literatura, en Arequipa, en donde además ejerció como un reconocido librero.

A manera de pequeño homenaje, le ofrecemos al público una selección de poemas de don José, creyendo que la mejor manera de rendirle tributo es leer y releer sus poemas. Gracias, don José, por una vida dedicada a la poesía.

 

 

Por José Ruiz Rosas*

Selección por Mario Pera

Crédito de la foto www.es.wikipedia.org

 

 

In Memoriam.

7 poemas de José Ruiz Rosas

 

 

ASÍ ESCRIBO EL POEMA. Doy un paso,

duermo, sonrío, lloro en mis adentros,

mastico la ancha hiel de los instintos

puestos a galopar, protones lúdicos

flotando sus latentes emociones;

miro la luz, que es el mirar más último

antes de penetrar en cada arcano;

oigo no sé qué cosas en los cantos

de las aves por un momento libres

y se me empuña el corazón sabiendo

su final de cautivas o de víctimas;

aspiro el aire altísimo que baja

a decorar de oxígeno mis huesos;

llego, me voy, distante en todo tiempo

de la meta final que no he fijado;

pulso la hora intacta que ha parido

el otoño de un ramo, atrapo el claro

destello de unos ojos fraternales,

miro los flujos que soporta el mundo

por pasos con sus callos melancólicos,

torno, vuelvo a mirar y abro los ojos

como un insomne búho en medio día

y fijo las pupilas como el gato

que pretendiera caza de aeroplanos,

subo la cuesta, bajo, y subo, y bajo

y conservo el imán del pavimento;

llego, con mi codicia a manos llenas

a regalarle el sol a todo el mundo

y la sombra, la luna y los luceros

como si todo yo fuera raíces,

hojas y savia para estar callado

como un laboratorio del abrazo;

así escribo el poema. Doy un paso.

 

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VENADO SILENCIOSO, atolondrado

Temeroso monarca estremecido,

¿de qué mágicos bosques has venido

Tan nervioso, tan ágil, tan callado?

Esos ojos de azul ilimitado

Donde hay un firmamento sumergido,

¿en qué noche de amor los has pulido

en qué temor los has agigantado?

¿Por qué loca ilusión desvanecido

has huido en el alba desvelada

desbocado galope sin herida?

¿En trágicas fondas emboscada

Ha quedado tu frente florecida,

En que rara mañana, sepultada?

 

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El poeta José Ruiz Rosas en el medio. C. 1975

 

Variaciones Ungaréticas

(fragmento)

 

Ah la palabra humilde

con que se dicen

las cosas más difíciles.

 

Amamos

la oscuridad perfecta,

la sepultura

y la niebla

porque nos libran

de nuestra propia sombra.

 

Amigo, contemplemos

juntos este crepúsculo

sin pronunciar palabra.

 

Qué lejana la vida

cuando se piensa en alguien

ausente.

Pintaría los cuartos

del color

de los vientos.

 

Unos, sólo producen

hermosos duraznos;

otros, iridiscentes escamas;

el aire, su rocío;

su fulgor las luciérnagas;

su ponzoña y su horror las alimañas.

 

La desgracia del hombre

es producirlo todo

en acto y en potencia.

 

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Caracol

 

Primicia de otro reino, cabezuela

con credenciales de su mundo elástico

llegada en puro amor, sólo silencio,

perfecta calma, respetuosa venia

para brindar caricias a las plantas,

comerse a besos temblorosas hojas,

retirarse a soñar en la sombrilla

guardada siempre a cuestas y compacta;

y luego, suave trotamundos, irse

palpando el rededor con dos vigías

parabólicos y semiplegables

a continuar su vegetal periplo

con eternos saludos y primicias.

 

Caricatura del poeta José Ruiz Rosas por Luis Palao
Caricatura del poeta José Ruiz Rosas por Luis Palao

 

Meteoritos

 

Un hombre fue cierta vez

al firmamento

a pintarlo con sus pensamientos

mezclados con el resplandor de las estrellas.

 

Poco después, sediento, exhausto, rígido

por el asombro y el terror

ante la realidad del infinito,

trató de retornar y algunas veces

lo vemos vanamente transformado

pues aquel magno esfuerzo convirtió su cuerpo,

hecho ya mole en el espacio,

en enormes e innúmeras partículas

de algún ígneo metal no planetario.

 

De cuando en cuando asoma su rauda pincelada

cual velocísimo trasgo

por entre los resquicios

que permite el inmenso andamiaje de la noche.

 

Cada período, quién sabrá de cuantos años o milenios,

logra llegar hasta nosotros

algún retazo de aquel fantasma suyo

tan al azar diseminado,

y espanta toda vida en su contorno

dejándole al planeta

una redonda cicatriz, y al centro,

como costras del tiempo,

qué pesados fragmentos, esos bólidos ya quietos,

fríos, negros, herméticos y mágicos.

 

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HASTA EL LLANTO se seca en la garganta,

Mudo llanto de ronca soledumbre,

Al mirar tan lejana toda cumbre,

Toda carga de nubes se agiganta.

 

Nada puede la espada, ya no aguanta,

Y se cimbra con rara mansedumbre;

Aun si brillan rescoldos por costumbre

En la dura mirada que se espanta.

 

Surge el grito, más ácido y callado

Nada queda de húmedo consuelo;

Qué silencio de úlcera el gritado.

 

Se consume noción de paz y cielo,

Todo es preguntar exorbitado

Un calcinar retinas en el hielo.

 

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YO TENGO UN SOL OPACO en la mirada

puesto a secarse allí como una estopa

y me ciega de veras, porque abundan

marginadas estrellas en los párpados

que concurren a diario entre la sombra,

leve delito de la luz, que cuaja

en pretéritas lágrimas de infancia

y, durecidas pústulas, legañas

estorban todo el porvenir del ámbito,

miran apenas huellas, más por tacto,

más por olfato que por fiel vislumbre.

 

Yo tengo el ojo así, túrbido y tenue,

pegado al microscopio, sin los ágiles

desplazamientos de húmedos microbios

atender, con la voz puesta de bruces

convertida en silencio desde el tiempo,

desde las hóspitas cavernas, desde

la pelambre aterida, desde el rayo

divinizado, desde el árbol mágico.

 

Yo tengo el tímpano más bien ligero,

el martillo en metal endurecido

como un desnudo afán de lluvias, como

un onanita enfermo en resonancias,

acuclillado caracol, dormido

estribo en los galopes de la noche,

oído en tajo al sol y a las tinieblas

como hendida raíz de intermitencias

resonando en porqués y cuándos, ecos

de los ecos que moran en el aire,

de lo que respiramos, convencidos

de asegurar las ondas sin estrépitos,

las paredes abiertas por la técnica

trayéndonos mensajes y leyéndonos

en alta voz las cosas más distantes,

ah laberinto al que retorna Dédalo

como herida paloma, eterno caos

que vuelve al punto umbilical ya seco.

 

Yo tengo el tacto ardido, porque toca

alguna vez la yema el frasco ajeno,

la mejilla pueril que riega el ojo,

la piel de la mujer, plena de esencias,

la insensata moneda que acaricio

en veces, yermo símbolo palpable,

y esta verdad ambiente en que ambulamos

del catre, de la mesa, de la ropa,

hasta llegar al más purificado

papel, página en blanco del poema,

margen desgarratriz de lo sensorio,

sutil profanación, cosa en la cosa,

eléctrico y sensual presentimiento

en claros eslabones y ataduras,

en diligentes florescencias náuticas

al azar controladas por cronógrafos,

entre la estricta realidad sumerso

con instantáneas fugas palpebrales.

 

Yo tengo, cual tú tienes,

este incómodo espejo en vano huero,

este acústico umbral siempre horadado,

esta sepulta cárcel transeúnte

caminados al cielo, en los compases

de qué mefisto ingenio calculados.

 

 

 

 

 

*(Lima-Perú, 1928 – Lima-Perú, 2018). Poeta. Residió en Arequipa (Perú) por más de sesenta años en donde fue un librero legendario e infatigable gestor y difusor cultural. Se desempeñó como Director de la Biblioteca Municipal de Arequipa. Fue miembro correspondiente de la Academia Peruana de la Lengua desde 2007 y recibió la Medalla del Ministerio de Cultura del Perú (2013). Ha publicado en poesía Sonetaje (1951), Esa noche vacía (1967), Urbe / Retorno a tiempos (1968), La sola palabra (1976), Arakné / Dibujos de Cristina Gálvez (1972), Tienda de Ultramarinos (1978), Vigilias del cristal y de la bruma (1978), Elogio de la danza (1980), Diálogo a solas (1982), Vecino de la muerte (1985), Llaki Urpi (1986), Poesía reunida (1990), La primera sílaba (2000), Obra poética (2009), Enigmas (2014), entre otros.

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