In Memoriam. 5 poemas de José Manuel Caballero Bonald

 

Por José Manuel Caballero Bonald*

Crédito de la foto www.diariodealicante.net

 

 

In Memoriam.

5 poemas de José Manuel Caballero Bonald

 

 

Anterior a tu cuerpo es esta historia…

 

Anterior a tu cuerpo es esta historia

que hemos vivido juntos

en la noche inconsciente.

 

Tercas simulaciones desocupan

el espacio en que a tientas nos

buscamos,

dejan en las proximidades

de la luz un barrunto

de sombras de preguntas nunca

hechas.

 

En vano recorremos

la distancia que queda entre las últimas

sospechas de estar solos,

ya convictos acaso de esa interina

realidad que avala siempre

el trámite del sueño.

 

 

Doble vida

 

Entre dos luces, entre dos

historias, entre

dos filos permanezco,

también entre dos únicas

equivalencias con la vida.

 

Mi memoria equidista de un espacio

donde no estuve nunca:

ya no me queda sitio sino tiempo.

 

El poeta José Manuel Caballero Bonald, Córdoba, 2009. Crédito de la foto Rafael Carmona

 

Carnal fuego amoroso

 

Amor, primera forma de vivir, escucha:

¿eres tú la tristeza que enciende mi destino,

o acaso sólo existes desde un ser que sonríe

mientras tiemblan sus ojos esperando en los míos remansarse?

 

Yo no sé si te tuve, ¡oh amor!, dulce manera de luchar,

no sé siquiera si alguna vez

tus vigentes, iniciadas, estremecidas manos

tejieron en mi piel su táctil alegría.

 

Un día -lo recuerdo lo mismo

que si ahora en mi pecho me llegara el instante-,

creyó mi corazón que tú lo restañabas,

que tú te debatías dentro ya de mi cuerpo,

doblándome la carne, derrotándola en dichas,

contra la humana tierra de un país hermosísimo.

Pero escúchame, amor, carnal fuego armonioso,

escúchame no quieto, no tendido a mis plantas,

sino allí donde reinas, donde en vuelo dominas,

¿eras tú quien entonces refulgía en mi boca

desde otro ser que, amante, me centraba en el gozo?

 

Oh, no, no, tú no puedes oírme, tú no puedes hablarme,

porque aquello que el hombre más quisiera saber

responde siempre mudo dentro de su belleza.

Pero yo sí respiro los aires que tú sorbes;

sé que eres un pájaro que entre nubes desciende

hasta el lumbror premioso de los trinos,

o tal vez esta rosa familiar, llameante,

que derrama en sus pétalos tanta gloria de savias.

Estás allí, lo sé, bajo la tarde núbil,

bajo la noche y la mañana que por ti, brilladoras, renacen,

en los vientos que marchan y regresan un día

trayendo el mismo aroma virginal de las cumbres.

Y aquí, sobre esta humana vocación de ser piedra,

también es tu presencia la que late,

también es tu ternura, tu flagrante dominio,

el que enflora de vida los pechos que te ignoran.

Tú eres la luz de un paraíso donde el dolor se acuña

al gozo de unos cuerpos que, ávidos, se estrechan,

que, temblando, se aman bajo copiosos árboles

en cuya fronda un trino se extasía,

s0bre la hierba, dulce abatida por un peso de dioses.

 

Oh amor, carnal fuego armonioso, escucha:

escúchame la voz que por ti besa,

remózame las manos que acarician teniéndote ceñido,

abrígate en mi pecho donde tú palpitando me sostienes,

dame siempre tu forma, amor, tu celeste materia iluminada,

esa embriaguez con la que un cuerpo dentro de otro agoniza

por hundir en lo eterno la identidad humana.

 

 

 

Espera

 

Y tú me dices

que tienes los pechos rendidos de esperarme,

que te duelen los ojos de estar siempre vacíos de mi cuerpo,

que has perdido hasta el tacto de tus manos

de palpar esta ausencia por el aire,

que olvidas el tamaño caliente de mi boca.

 

Y tú me lo dices que sabes

que me hice sangre en las palabras de repetir tu nombre,

de lastimar mis labios con la sed de tenerte,

de darle a mi memoria, registrándola a ciegas,

una nueva manera de rescatarte en vano

desde la soledad en la que tú me gritas

que sigues esperándome.

 

Y tú me lo dices que estás tan hecha

a esta deshabitada cerrazón de la carne

que apenas si tu sombra se delata,

que apenas si eres cierta

en la oscuridad que la distancia pone

entre tu cuerpo y el mío.

 

 

Suplantaciones

 

Unas palabras son inútiles y otras                 

acabarán por serlo mientras               

elijo para amarte más metódicamente           

aquellas zonas de tu cuerpo aisladas              

por algún obstinado depósito             

de abulia, los recodos            

quizá donde mejor se encubre           

ese rastro de hastío                 

que circula de pronto por tu vientre,              

 

y allí pongo mi boca y hasta              

la intempestiva cama acuden             

las sombras venideras, se interponen             

entre nosotros, dejan              

un barrunto de fiebre y como un vaho                       

de exudación de sueños                     

y otras esponjas vespertinas,              

 

y ya en lo ambiguo de la noche escucho                   

la predicción de la memoria: dentro              

de ti me aferro igual               

que recordándote, subsisto                 

como la espuma al borde de la espuma,                    

mientras se activa entre los cuerpos              

la carcoma voraz de estar a solas.

 

 

 

 

 

 

 

*(Jeréz de la frontera-España, 1926 – Madrid-España, 2021). Poeta, ensayista y novelista. Fue subdirector, con Camilo José Cela, en la revista Papeles de Son Armadans y en el proyecto del Instituto de Lexicografía de la Real Academia Española. Obtuvo el Premio Biblioteca Breve (1961), el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2004), el Premio Nacional de Poesía de España y el Premio Cervantes (2012). Publicó en poesía Las adivinaciones (1952), Memorias de poco tiempo (1954), Anteo (1956), Pliegos de cordel (1963), Descrédito del héroe (1977), Laberinto de Fortuna (1984), La noche no tiene paredes (2009), Desaprendizajes (2015), entre otros; y en novela Dos días de setiembre (1962), Ágata ojo de gato (1974), Toda la noche oyeron pasar pájaros (1981), Campo de Agramante (1992), etc.

 

 

 

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