In Memoriam. 5 poemas de Ángel Ortuño

Por Ángel Ortuño*

Crédito de la foto Amaranta Caballero Prado /

www.insolenterevista.com

In Memoriam.

5 poemas de Ángel Ortuño

Su poema es publicable con modificaciones

Tiene

una semana.

No nos gusta que haya un caballo tan grande

¡y de madera!

También podría vestir a muchos personajes

de otra

forma.

¿Minifalda? ¡Por dios, no sea

vulgar!

Encontramos también (ya

en confianza)

que sus tropos están

más ebrios

que sus tropas.

Esfuércese, amigo. Lo

esperamos.

Neanderthales irredentos

Heme aquí, ofrendando la vida en defensa de las cosas como son

Si me visto con clámide y reclamo

que conozcan las reglas antes de transgredirlas,

¿parecerá que salgo de bañarme

intempestivamente

para gritar:

insolentes embriones,

devuélvanme las chanclas?

¿Me tomarán en serio si les digo

que duplico su edad y todavía

no he aprendido todas esas normas que ustedes

—con formidables piernas, todo

hay que decirlo—

se brincan?

Bailemos, pues, salvajes. Y recuérdenme dónde

podría haber dejado mi carrito

con el tanque de oxígeno.

Damitas, caballeros, amables pasajeros: hoy les vengo a contar —a definir, digamos— qué ha sido siempre y será por los siglos de los siglos la poesía

Yo me sentía muy listo y por eso

grité

que era indefinible. Había una vez un monstruo

pero no era feo

sino que todo el tiempo era algo más,

se parecía y no

se parecía.

En estas estampitas

lo pueden ver moverse. Ya no hay nada

imposible. Sus gestos

son obscenos, son lindos, son los propios

de una mascota que sufre intoxicación alimentaria. Entonces,

le llamamos cariño o preocupación

a lo que nos une a ella.

El poeta Ángel Ortuño

Tarzán es la respuesta

Yo soy un aristócrata

británico

que prefiere vivir como un salvaje.

No,

no soy ese señor que salió en

The Mirror

con brasier e inhalando cocaína.

Yo no le dije a Chita: quiero ser

chica mala!

Los argumentos son repetitivos

por mi naturaleza de héroe

invencible.

Yo no hago nada por salvar mi vida

Por ejemplo, acá estoy

escribiendo versitos porque el trabajo en la oficina es

apasionante

y a mis espaldas oigo: el sarcasmo

barato

no le ha salvado la vida a nadie, ni le ha permitido

conservar el empleo.

El jefe es sabio.

Entonces grito ¡fuego! y me quedo en mi sitio.

Siguió lo que los diarios llaman estampida.

Ya no tengo trabajo. Esa parte era cierta.

Y con esto le rindo

tributo a su memoria.

*(Guadalajara-México, 1969 – Guadalajara-México, 2021). Poeta. Licenciado en Letras por la Universidad de Guadalajara (México). Se desempeñó como bibliotecario en la Biblioteca Iberoamericana Octavio Paz de la Univ. de Guadalajara. Publicó en poesía Las bodas químicas (1994), Siam (2001), Aleta dorsal (2003), Minoica (con Eduardo Padilla, 2008), Boa (2009), Mecanismos discretos (2011), Perlesía (2012), 1331 (2013), El amor a los santos (2015), Tu conducta infantil ya comienza a cansarnos (2017), Gas lacrimógeno y otras cosas que no son poemas (2018), entre otros.

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