Identidad poética. Entrevista a Víctor Rodríguez Núñez

La entrevista que hoy reproduce Vallejo & Co., fue publicada en origen en la sección “Libros” de la revista Cocktail, en Lima (Perú), 06 (37), p.50.

Por Diego Salmavides

Crédito de la foto www.extramurosrevista.org

Identidad poética.

Entrevista a Víctor Rodríguez Núñez

Víctor Rodríguez Núñez* es un poeta, periodista, crítico literario, traductor y catedrático cubano. Con más de veinte poemarios publicados, sus libros aparecen bajo el sello de reconocidas editoriales de Inglaterra, Estados Unidos, Francia, México y España y acumulan premios internacionales.

Diego Salmavides [DS]: Tu poemario “despegue”, que mereció el Premio Loewe, es una exploración de tu identidad, ¿a partir de qué matices surge la idea de escribir este libro? 

Víctor Rodríguez Núñez [VRN]: En efecto, “despegue” aborda mi identidad y es parte de una serie de libros que inicié hace 20 años. Yo soy un cubano que vive en Estados Unidos, y me defino como cubano y americano; aquí enfatizó la “y”, la conjunción copulativa, porque es donde encuentro la clave de mi condición. No soy un cubano-americano, donde la identidad, según Gustavo Pérez Firmat, está en el guion; y el resultado es algo diferente de “cubano” y “americano”. El libro parte de dos hechos: las muertes de mi madre biológica ―la Zenaida que se menciona en el texto― y de mi padre intelectual ―Juan Gelman, el gran poeta argentino. Con Juan tuve una larga amistad y me dedicó un poema que solo entendí a raíz de su muerte. Hay dos versos de ese poema a la entrada de “despegue”: “el alma despegada contempla/ las partes de sí que no partieron”. Y eso es mi libro, la crónica de un viaje en que no hubo ni ida ni vuelta, y donde solo cuenta el espacio ―que me interesa más que el tiempo. Los poemas se refieren a lugares públicos muy conocidos y lugares privados que pocos conocen, en Cuba y en Estados Unidos, donde ha transcurrido mi vida por un cuarto de siglo. El libro termina en la casa de Zenaida, ese lugar de donde nunca me he marchado y desde el cual escribo. Es decir, aunque no escriba sobre Cuba, aunque no escriba en Cuba, escribo siempre desde Cuba.

[DS]: Más allá de tu trabajo como poeta dedicas parte de tu vida a la docencia en la universidad Kenyon College donde enseñas cursos de literatura hispanoamericana, ¿qué te ha proporcionado el ámbito educativo en el plano poético?

[VRN]: Toda experiencia puede ser valiosa para la obra de un poeta, incluso las negativas. La experiencia académica ha sido para mí positiva porque he aprendido muchas cosas sobre todo enseñando. Me ha ofrecido un conocimiento de las ideas estéticas, las teorías literarias, las poéticas y poesías de nuestra lengua, y eso ayuda a la creación. Creo que, a mayor conciencia del autor, mayor profundidad y densidad de su obra. Además, uno no solamente aprende las cosas que debe hacer sino además las que no debe hacer. El problema con la academia ―y con todo trabajo, el periodismo también― es que te quita tiempo y energía para la creación. Pero he sabido manejarme, escribir más de diez libros en Kenyon, y ser un buen profesor. Es positivo también relacionarse con los estudiantes, uno aprende mucho de ellos, intelectual y humanamente. Si uno es un profesor abierto nunca envejece porque los estudiantes siempre son jóvenes, y estar en contacto con los jóvenes rejuvenece.

El poeta Víctor Rodríguez Núñez en un evento en Italia

[DS]: ¿Cuáles son los retos más complejos de escribir poesía y por qué decidiste dedicarte a este oficio?

[VRN]: Dedicarse a la poesía es un riesgo porque la poesía no da para vivir, tiene uno que buscarse otro trabajo, nadie puede mantenerse como poeta. Pero eso tiene un lado favorable, y es el que tomo en cuenta: la poesía es de las pocas cosas que el capitalismo no ha podido convertir en mercancía. O sea, la poesía no se puede vender; solo tiene valor de uso, no tiene valor de cambio. Además, una cosa es la literatura, escritura producida para el mercado, y otra la poesía, que es de esencia oral y anterior a la escritura, y está fuera del mercado. Esta condición le da a la poesía un potencial transformador, una posibilidad de cambiar la realidad ―pero indirectamente, al influir en las maneras de pensar. No es una espada sino la piedra donde se amuela la espada, diría Horacio. La poesía se opone a la adversidad física y espiritual, social y personal; verso es lo contrario de adverso. Ayuda a ver las cosas de una manera diferente, des-familiariza el mundo; como si se mirara todo por primera o última vez. Por supuesto, si te dedicas a una cosa así, a crear pura anti-ideología, no te va a ir bien en el capitalismo ni en ningún otro sistema social, incluido el socialismo ―y de esto tengo bastante experiencia.

[DS]: ¿Cuál es tu proceso creativo? ¿Te consideras un poeta metódico o escribes cuando sientes la urgencia?

[VRN]: Al principio y por muchos años fui un poeta que obedecía a la inspiración, y no fue una buena experiencia en términos de cantidad ni calidad. Desde hace un par de décadas trabajo metódicamente, escribo poesía como un novelista escribe novelas. Tomo notas a mano que voy acumulando en libretas y, en un determinado momento, cuando siento que tengo un proyecto de libro, empiezo a copiarlas en la computadora. Esto quiere decir que primero busco la poesía, dejo a la mente hacer su trabajo, y después trabajo el poema, el libro, la estructura. No es que escriba ocho horas por día, sino que uso disciplinadamente el tiempo de que dispongo, para dialogar con la realidad ―que es muda y sorda de cañón. El gran poeta cubano Eliseo Diego, quien fue uno de mis maestros, decía que la poesía es el acto de atender en toda su pureza. Yo trato de mantenerme atento para reconocer el poema si pasa por delante de mí, que no siga de largo o se vaya con otro o con otra.

[DS]: ¿Cuándo muere un poeta?

[VRN]: Un poeta puede morir de muchas maneras y voy a intentar describir algunas. El individualismo, el pensar solo en uno mismo, es una de las causas fundamentales de la muerte del poeta. Un poeta tendrá un destino fatal cuando se dedica a lamentarse de su situación; todo el mundo tiene derecho a lamentarse, menos el poeta. Mi maestro Gelman tuvo una vida durísima, y nunca se quejó de su destino, sino que convirtió su dolor en belleza. Un poeta puede morir también cuando se limita a su experiencia, y cierra las puertas a la imaginación; los sueños y las ilusiones deben tener cabida en la poesía. Un poeta tendrá un mal destino cuando no busque, cueste lo que cueste, otra manera de decir las cosas; la llamada experimentación es necesaria para el desarrollo de la poesía. Por último, un poeta puede morir si usa la poesía para otra cosa; perdura cuando hace una poesía que no sea otra cosa que poesía.

*(La Habana-Cuba, 1955). Poeta, periodista, crítico y traductor. Doctor en Literaturas Hispánicas por la Universidad de Texas en Austin (EE. UU.). En la actualidad se desempeña como catedrático de esa especialidad en Kenyon College (EE. UU.). Obtuvo el Premio Internacional de Poesía Alfons el Magnànim (2013) y el Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe (2016). Durante la década de 1980 fue redactor y jefe de redacción de la revista cultural cubana El Caimán Barbudo. Ha traducido poesía tanto del inglés al español (Mark Strand y John Kinsella), como del español al inglés (Juan Gelman, José Emilio Pacheco y Jorge Enrique Adoum). Ha publicado en poesía desde un granero rojo (2013), despegue (2016) y el cuaderno de la rata almizclera (2017), entre muchos otros.

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