Vallejo & Co. realiza un pequeño homenaje al reconocido poeta y periodista brasileño Donizete Galvão, vinculado a la poesía modernista de Minas Gerais, presentando un texto sobre su obra y 13+2 poemas de su autoría. Todo en versión bilingüe. Las gracias especiales por su intermediación a Fabrício Marques.
Poemas por Donizete Galvão*
Texto y selección de poemas por Paulo Ferraz y Tarso de Melo
Crédito de la traducción Joan Navarro
Crédito de la foto Anna Lívia Marques
Homenaje a Donizete Galvão
Sobre la poesía de Donizete Galvão
En una entrevista concedida a Jardel Dias Cavalcanti en 2003, el poeta Donizete Galvão afirmó sobre su propia obra: “El lirismo pasó a ser más objetivo, más ligado al cuerpo, a los animales y a las cosas que a instantáneas de la vida cotidiana […] creo que la poesía está hecha también de impurezas, imperfecciones y riesgos. A mi poesía le gusta lo que no es poético, los restos, los rastrojos. También intento prescindir de lo que considero un adorno o algo accesorio”. No hay una fórmula que describa mejor la fuerza que la poesía de Donizete conquista en cada libro, tanto en la elección de sus temas, como en la búsqueda del lenguaje más preciso para atrapar lo que se esconde en el “mundo mudo”.
En esta breve antología, con traducción de Joan Navarro, los poetas Paulo Ferraz y Tarso de Melo seleccionaron poemas de todos los libros, para presentar sus principales características y, claro, invitar a la lectura de toda su obra. En este mes de agosto, Doni, como era conocido, habría cumplido 62 años; él se fue demasiado pronto, pero dejó una de las obras más increíbles de la poesía brasileña de las últimas décadas.
Nacido en una pequeña ciudad del estado brasileño de Minas Gerais y habiendo pasado su vida profesional y artística en São Paulo, el lenguaje de Donizete refleja la influencia formativa de esos dos mundos, el del campo y el de la metrópolis, de cuyo contraste de paisajes, acontecimientos, personajes, hábitos y culturas extrajo la materia prima de sus poemas. El lector de habla hispana quizás tenga alguna dificultad en percibir el sutil equilibrio verbal conseguido en la elección de su léxico, resultado de la aspereza de la vida rural e inserido en el lenguaje urbano de la poesía brasileña. Dedo de prosa, craca, cocho, tento, monturo, berne, quirera, sapé, sorocaba, renca son algunas de las palaras presentes en sus poemas, pero que aquí a veces tradujimos por términos menos específicos, lo que nos permite preservar la imagen central del texto, aunque algo de la sonoridad y del regionalismo del portugués brasileño se pierdan.
15 poemas de Donizete Galvão
Desde fuera
En algunos,
el deseo no cede.
Ni todo el mar basta
para cierta sed de azul.
En algunos,
la memoria no falla.
Eterno retorno
por el filo de la navaja.
(de Azul Navalha)
El pozo
1
El pozo no es un hoyo con agua a cielo abierto,
sino cristal líquido, clavado en el lodo gris.
Cada día el pozo es uno y se transforma en otro:
a costa de tanto uso, cada mañana más nuevo.
Siempre otro es el baile de los círculos hasta el borde,
que poca piedra basta para infinitos movimientos.
La primera agua del pozo no sirve para el cántaro,
pues siempre tiene cisco, insectos o una capa de herrumbre.
Sin embargo, el fondo del pozo tiene bellezas de parto:
la mina lanza brotes de agua e insufla arena fina.
Si por la noche llueve, el pozo se enturbia como quien muere.
No amanece espejo y sí hoyo con agua sucia.
2
Beber agua del pozo, directamente, sin jarra, exige maña,
pues el cuenco de la mano no basta para quien tiene sed.
Un modo elegante de hacerle reverencia al pozo
es tirar el sombrero y sumergirlo, ahora transformado en vaso.
El sudor puede dar gusto a sal al agua dulce del sombrero,
pero lo que refresca la garganta, también la cabeza enfría.
Otro modo, es cuando hay cerca hojas de ñame.
El agua se desliza en el verde con su película de plata.
Y las gotas, en la cuerda floja, como acuáticas bailarinas,
bailan tan puras, que la gente siente pena de beberlas.
Otro modo más, es como se lanza el papa de cuerpo entero:
la boca besa el agua y, desde el fondo, otro ojo nos divisa.
Mientras engulle el agua, las costillas rozan el suelo.
No se sabe si el latir es de ella, tierra, o de él, corazón.
Nina Simone
Voz de taturana
que deja un rastro de fuego
por donde pasa.
Voz de sosa cáustica
royendo la carne
hasta excavar un foso.
Voz púrpura
de las cinco llagas
de la pasión.
Voz de acero
temperado con bourbon.
Voz de avatar,
del dios Visnú,
de San Juan de la Cruz
cantando blues.
Voz de negra vena,
voz de licántropo
aullando a la luna llena.
(de As faces do Rio)
Almanaque de la piedra
Ropa blanca tendida al sol:
enjuágala con piedra de añil.
Afta en la comisura de la boca:
mátala con piedra de alumbre.
Agua de canalón en el cántaro:
échale piedra de azufre.
Cuchillo mellado:
amuélalo con piedra blanca.
Un rato de charla con costra:
ráspala con piedra pómez.
Arte poética
La lengua de la vaca
lame con gusto
la sal del comedero
y si no queda sal,
la memoria de la sal
la madera, el comedero,
hasta que todo quede
pulido por su lija.
La lengua de la vaca
recoge con agrado
el rastrojo meado
de ratón del fondo del granero
y muele, vuelve a moler y tritura
el maíz y la paja dura,
hasta que flores de espuma
broten en la comisura de la boca,
con un suave perfume de leche.
La lengua de la vaca
lame la cría trémula,
en un baño bautismal,
y engulle el mosto,
el gargajo amniótico,
y la lamerá todavía,
cuando casi novilla
exhiba la hija
pústulas en el lomo.
(de Silêncio da Pedra)
Lecciones de la noche
Antes de salir de casa,
incluso con el sol todavía alto,
conviene preparar
la lámpara.
Llénala de queroseno,
súbele un poco el pábilo
y déjala bien cerca de la puerta.
Antes de irte a la cama,
toda precaución es poca:
hay que apagar
la lámpara.
Su humo dibuja abstracciones
que marcan la cal de la pared
y tiñen de negro nuestra fosas nasales.
Cuando la luz es precaria
y las sombras tienen poderes,
vamos a tientas por la casa a buscar
la lámpara.
La brevedad de su llama
y la baja luz con que nos ilumina
nos recuerda que la noche es nuestro sino.
(de A Carne e o Tempo)
La ciudad en el cuerpo
La ciudad perfora
el cuerpo
hasta la médula.
Contamina los huesos
con sus crímenes.
Picotea el hígado,
pesa sobre los riñones.
Imprime su laberinto de cenizas
en el árbol de los pulmones.
La ciudad hinca raíces
en el espacio de las clavículas.
Esta ciudad: mi celda.
Habita en mí
sin que yo habite en ella.
(de Pelo Corpo)
Coceados
Mi padre y yo
nunca subimos
a un alazán
que galopase
al viento.
Teníamos
un burro
gris con manchas:
el Veloz.
Lo compramos
a un conocido
por una bagatela.
Llegó con fama
de metódico,
y nada obediente.
De trote tan corto
que producía dolor
en las costillas.
En una ocasión,
caímos del burro.
Mi padre y yo.
Yo y mi padre.
Hechos un ovillo.
Rodillas arañadas
en la roca.
Nos llevamos
buenas coces.
Mi padre y yo.
Los dos
ya no subimos más
na vida.
Jardinería
Querida mía, tu certeza
de ser perfecta en todo
no te traerá el paraíso.
Los dioses prefieren los tuertos,
los expósitos, aquellos sin rumbo,
que cultivan disparates en el corazón.
Su jardinería se hace por encima.
Es poda de superficie.
Tú cuidas de las plantas
usando guantes de plástico.
Empieza por aquella esquina
en sombra al fondo del jardín.
Ocúpate del estiércol, sin asco.
Carga el excremento de vaca
y ve haciendo un montón de basura.
Deja que la mezcla arda,
que el olor acre entre en las fosas nasales.
Después, revuélvelo todo con las manos
aunque el estiércol penetre en las uñas.
Hiere la tierra con la azada,
esparce el estiércol por los canteros.
Deja que tus cabellos se enrosquen
en la frente y en la nuca sudada.
El rosal te ofrecerá
las rosas más perfumadas.
Rumias
A la manera de Enrique Lihn
Nunca salí de esa rústica Minas
que nos deja como herencia pena y dolor.
Lodazal de bosta de vaca
en el corral justo enfrente de la casa.
Olor de leche agria en las lecheras
y de aceite quemado para quitar tórsalos.
Jardines de dalia y corazones afligidos,
tés de consuelda y escaldados de maíz.
La abuela machacando el arroz en el mortero,
preparando el agua con ceniza para hacer jabón
o con rodetes para el haz de leña.
Compras sin nada que sea superfluo
anotadas en las cartillas de tienda.
Tierras tomadas por la hierba y la erosión
y vendidas para cancelar pagarés.
Vidas encogidas tras las ventanas
en la ciudad que no decae ni prospera.
Rencores cultivados durante años,
las mezquindades de los parientes.
Amor resabiado, apenas sugerido,
abrazos sin calor, cuerpos con aristas.
Pueden darme alas, cheques de viaje,
mandarme a navegar a Bizancio.
Recojo, rumio y regurgito
la aspereza de aquellos días.
Rechazo su rica hospitalidad.
Soy un extraño en sus fiestas.
Nunca salí de ese círculo de hierro.
Nunca salí de esa Minas que no termina.
(de Ruminações)
Oración natural
Estate atento
al ritmo,
a los movimientos
del pez en el anzuelo.
Estate atento
a las palabras
de las personas
que sólo dicen
lo necesario.
Estate atento
a los surcos
de sal
de su cara.
Estate atento
a los frutos tardíos
que penden
de la memoria.
Estate atento
a las raíces
que se trazan
en su corazón.
La atención:
forma natural
de oración.
(de Mundo Mudo)
Fachada
Pronto terminará el plazo
para que el hombre construya su fachada.
Él sigue en los andamios.
Provisional.
Exhibe máscaras cambiantes.
Su rostro inconcluso,
sostenido por herrajes,
parece esconder que,
en todos estos años de obra,
se levantaron inútiles plataformas
para edificar un escombro.
Respuesta
En la infancia, lo que se graba en la carne permanece.
El sentimiento de humillación por sentirse
tuerto
débil
torpe
cuatro ojos.
Se aprende a vivir inacabado,
a esconder, constreñido, el cuerpo
en las penumbras.
¿Cómo querer que el hombre viejo,
con su parca energía ya gastada,
cambie el registro consolidado?
¿Cómo querer que ande horas bajo el sol
y haga ejercicios vigorosos
como si fuera un gimnasta?
Atravesar las cosas
atravesar las cosas
para mejor absorberles
la duración y el gusto.
Aprender la paciencia
de la artesanía.
Salir del otro lado
con otra densidad:
el cuerpo más sólido
ante el torrente
de esos días.
(de O Homem Inacabado)
Nido
Más allá de la barrera cerrada
de un sin fin de cucuyús,
oculto detrás de las bromelias,
bajo el velo de los culantrillos,
en el meollo frío de la selva,
sorbiendo las aguas de las lluvias,
en nido de vientos y musgos,
jadea un pájaro intacto:
–feto con alas–,
bajo la transparencia de la piel,
exhibe la trama de venas azules
y el rosa de la carne inmadura.
(inédito)
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(versión original en portugués)
Donizete Galvão
Numa entrevista a Jardel Dias Cavalcanti em 2003, o poeta Donizete Galvão afirmou sobre sua própria obra: “O lirismo passou a ser mais objetivo, mais ligado ao corpo, aos bichos e às coisas do que a instantâneos do quotidiano […] acredito que a poesia é feita também de impurezas, imperfeições e riscos. Minha poesia gosta do que não é poético, dos restos, dos restolhos. Também procuro abrir mão do que considero enfeite ou acessório”. Não haveria melhor formulação para descrever a força que a poesia de Donizete conquista a cada livro, tanto na escolha de seus temas, quanto na busca da linguagem mais precisa para flagrar o que se esconde no “mundo mudo”.
Nesta breve antologia, em tradução de Joan Navarro, os poetas Paulo Ferraz e Tarso de Melo selecionaram poemas de todos os livros, para apresentar suas principais características e, claro, convidar à leitura de toda sua obra. Neste mês de agosto, Doni, como era conhecido, completaria 62 anos; ele foi embora cedo, mas deixou uma das obras mais incríveis da poesia brasileira das últimas décadas.
Nascido em uma pequena cidade do estado brasileiro de Minas Gerais e tendo passado sua vida profissional e artística em São Paulo, a dicção de Donizete reflete a influência formativa desses dois mundos, o do campo e o da metrópole, de cujo contraste de paisagens, acontecimentos, personagens, hábitos e culturas extraiu a matéria prima de seus poemas. O leitor de fala hispânica talvez tenha alguma dificuldade em perceber o sutil equilíbrio verbal obtido na escolha de seu léxico trazido da aspereza da vida rural e inserido na dicção urbana da poesia brasileira. “Dedo de prosa”, “craca”, “cocho”, “tento”, “monturo”, “berne”, “quirera”, “sapé” e “renca” são algumas das palavras presentes em seus poemas, mas que aqui foram substituídas por termos mais gerais, o que nos permite preservar a imagem central do texto, ainda que algo da sonoridade e do regionalismo do português brasileiro se percam.
15 poemas de Donizete Galvão
De fora
Em uns,
o desejo não cede.
Nem todo mar basta
para certas sedes de azul.
Em uns,
a memória não falha.
Eterno retorno
pelo fio da navalha
(do Azul Navalha)
O poço
1
O poço não é um buraco com água a céu aberto,
mas cristal líquido, cravado no tijuco cinza.
Cada dia o poço é um e está mudado em outro:
à custa de tanto uso, cada manhã mais novo.
Sempre outra é a dança dos círculos até a borda,
que pouca pedra basta para infinitos movimentos.
A primeira água do poço não serve para o pote,
pois sempre há cisco, insetos ou pele de ferrugem.
Entretanto, o fundo do poço tem belezas de parto:
a mina lança brotos de água e insufla areia fina.
Se à noite chove, o poço turva-se como quem morre.
Não amanhece espelho e sim buraco com água suja.
2
Beber água do poço, direto, sem caneca, exige tento,
pois a concha da mão não basta para quem tem sede.
Um modo elegante de para o poço fazer reverência
é tirar o chapéu e mergulhá-lo, agora mudado em copo.
O suor pode botar gosto de sal na água doce do chapéu,
mas o que refresca a garganta, também a cabeça esfria.
Outro modo, é quando há por perto folhas de inhame.
A água desliza no verde com sua película de prata.
E as gotas, na corda bamba, quais aquáticas bailarinas,
bailam tão puras, que a gente sente pena de bebê-las.
Mais um modo, é como o papa deitar-se de corpo inteiro:
a boca beija a água e, do fundo, outro olho nos enxerga.
Enquanto se engole a água, as costelas roçam o chão.
Não se sabe se o pulsar é dela, terra, ou dele, coração.
Nina Simone
Voz de taturana
que deixa um rastro de fogo
por onde passa.
Voz de soda cáustica
roendo a carne
até cavar um fosso.
Voz púrpura
das cinco chagas
da paixão.
Voz de aço
temperado com bourbon.
Voz de avatar,
de deus Vishnu,
de San Juan de la Cruz
cantando blues.
Voz de negra veia,
voz de lobisomem
uivando para a lua cheia.
(do As faces do Rio)
Almanaque da pedra
Roupa branca no quarador:
enxágue-a com pedra anil.
Afta no canto da boca:
mate-a com pedra-ume.
Água de bica na talha:
jogue-lhe pedra de enxofre.
Faca com corte cego:
amole-a com pedra branca.
Dedo de prosa com craca:
raspe-o com pedra-pomes.
Arte poética
A língua da vaca
lambe com gosto
o sal do cocho
e se não há mais sal,
a memória do sal
a madeira, o cocho,
até que tudo fique
polido por sua lixa.
A língua da vaca
recolhe com agrado
o restolho mijado
de rato do fundo do paiol
e mói, remói e tritura
o milho e a palha dura,
até que flores de espuma
brotem no canto da boca,
com suave perfume de leite.
A língua da vaca
lambe a cria trêmula,
num banho batismal,
e engole o mosto,
a gosma amniótica,
e a lamberá ainda,
quando quase novilha
exibir a filha
pústulas no lombo.
(do Silêncio da Pedra)
Lições da noite
Antes de sair de casa,
mesmo com o sol ainda alto,
convém preparar
a lamparina.
Enchê-la de querosene,
subir-lhe um tanto o pavio
e deixá-la bem perto da porta.
Antes de se ir para a cama,
todo cuidado é pouco:
há que apagar
a lamparina.
Sua fumaça desenha abstrações
que marcam a cal da parede
e tingem de negro nossas narinas.
Quando a luz é precária
e as sombras têm poderes,
tateia-se pela casa a buscar
a lamparina.
A brevidade de sua chama
e a baixa luz com que nos ilumina
lembram-nos de que a noite é nossa sina.
(do A Carne e o Tempo)
A cidade no corpo
A cidade perfura
o corpo
até a medula.
Contamina os ossos
com seus crimes.
Bica o fígado,
pesa sobre os rins.
Imprime seu labirinto de cinzas
na árvore dos pulmões.
A cidade finca raízes
no espaço das clavículas.
Esta cidade: minha cela.
Habita em mim
sem que eu habite nela.
(do Pelo Corpo)
Escoiceados
Meu pai e eu
nunca subimos
num alazão
que galopasse
ao vento.
Tínhamos
um burro
cinza malhado:
o Ligeiro.
Foi apanhado
de um conhecido
por ninharia.
Chegou com fama
de sistemático,
cheio de refugos.
De trote tão curto
que dava dor
nas costelas.
De certa vez,
caímos do burro.
Meu pai e eu.
Eu e meu pai.
Embolados.
Joelhos esfolados
no pedregulho.
Levamos
bons coices.
Meu pai e eu.
Os dois
nunca subimos
en la vida.
Jardinagem
Minha cara, sua certeza
de ser perfeita em tudo
não lhe trará o paraíso.
Os deuses preferem os tortos,
os enjeitados, aqueles sem eixo,
que cultivam disparates no coração.
Sua jardinagem se faz pela rama.
É poda de superfície.
Você cuida das plantas
usando luvas de plástico.
Comece por aquele canto
em sombra nos fundos do jardim.
Cuide do esterco, sem asco.
Carregue o estrume de vaca
e vá fazendo um monturo.
Deixe que a mistura arda,
que o cheiro acre entre nas narinas.
Depois, revolva tudo com as mãos
mesmo que o esterco penetre nas unhas.
Fira a terra com a enxada,
espalhe o esterco pelos canteiros.
Deixe que seus cabelos se enrosquem
na testa e na nuca suada.
A roseira lhe trará
rosas mais perfumadas.
Ruminações
À maneira de Enrique Lihn
Nunca saí dessa roceira Minas
que nos dá aflição e dor como herança.
Lamaçal de bosta de vaca
no curral bem em frente da casa.
Cheiro de leite azedo nos latões
e de óleo queimado para expulsar bernes.
Jardins de dália e corações magoados,
chás de consolda e escaldados de quirera.
A avó socando o arroz no pilão,
preparando decoada para o sabão
ou com rodilhas para o feixe de lenha.
Compras sem um item supérfluo
anotadas nas cadernetas de armazém.
Terras tomadas por sapé e sorocaba
e vendidas para pagar promissórias.
Vidas acanhadas atrás de janelas
na cidade que não definha nem prospera.
Rancores cultivados durante anos,
as mesquinharias de parentes.
Amor ressabiado, apenas sugerido,
abraços sem calor, corpos com arestas.
Podem dar-me asas, cheques de viagem,
mandar-me para velejar em Bizâncio.
Recolho, rumino e regurgito
a aspereza daqueles dias.
Rejeito sua rica hospedagem.
Sou um estranho em suas festas.
Nunca saí desse círculo de ferro.
Nunca saí dessa Minas que não termina.
(do Ruminações)
Oração natural
Fique atento
ao ritmo,
aos movimentos
do peixe no anzol.
Fique atento
às falas
das pessoas
que só dizem
o necessário.
Fique atento
aos sulcos
de sal
de sua face.
Fique atento
aos frutos tardios
que pendem
da memória.
Fique atento
às raízes
que se traçam
em seu coração.
A atenção:
forma natural
de oração.
(do Mundo Mudo)
Fachada
Logo vai terminar o prazo
para o homem construir sua fachada.
Ele continua em andaimes.
Provisório.
Exibe máscaras cambiantes.
Sua face inconclusa,
sustentada por ferragens,
parece esconder que,
em todos esses anos de obra,
ergueram-se inúteis plataformas
para edificar um escombro.
Resposta
Na infância, o que se grava na carne permanece.
O sentimento de humilhação por se sentir
torto
fraco
desastrado
quatro-olhos.
Aprende-se a viver inacabado,
a esconder, constrangido, o corpo
nas penumbras.
Como querer que o homem velho,
com sua parca energia já gasta,
mude o registro consolidado?
Como querer que ande horas sob o sol
e faça exercícios vigorosos
como se fora um ginasta?
Atravessar as coisas
atravessar as coisas
para melhor absorver-lhes
a duração e o gosto.
Aprender a paciência
de um artesanato.
Sair do outro lado
com outra densidade:
o corpo mais sólido
diante da correnteza
desses dias.
(do O Homem Inacabado)
Ninho
Para além da barreira cerrada
de rencas de cana-da-índia,
oculto atrás das bromélias,
sob o véu das avencas,
no miolo frio da mata,
sugando as águas das chuvas,
em ninho de ventos e musgos,
arfa um pássaro intocado:
— feto com asas —,
sob a transparência da pele,
exibe a trama de veias azuis
e o rosa da carne imatura.
(inédito)
*(Borda da Mata – Brasil, 1955 – São Paulo – Brasil, 2014). Residió por 30 años en São Paulo, donde trabajó como periodista y publicista. Publicó en poesía Azul navalha (1988), As faces do rio (1991), Do silêncio da pedra (1996), A carne e o tempo (1997), Ruminações (1999), Pelo corpo (con Ronald Polito, 2002), Mundo mudo (2003), O homem inacabado (2010) y el inédito O antipássaro.
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*(Borda da Mata – Brasil, 1955 – São Paulo – Brasil, 2014). Residia mais de três décadas na São Paulo, trabalhando como jornalista e publicitário. Escreveu os seguintes livros de poesia Azul navalha (1988), As faces do rio (1991), Do silêncio da pedra (1996), A carne e o tempo (1997), Ruminações (1999), Pelo corpo (com Ronald Polito, 2002), Mundo mudo (2003), O homem inacabado (2010) e o inédito O antipássaro.