Hölderlin en su 250 aniversario. Entrevista a Helena Cortés Gabaudán

 

Por Gerardo Muñoz

Crédito de la foto (izq.) www.citas.in/autores/friedrich-holderlin /

(der.) la entrevistada

 

 

 

Hölderlin en su 250 aniversario.

“El hombre moderno es un hombre a la intemperie,

y eso lo ve Hölderlin antes que ninguno”.

Entrevista a la germanista y traductora Helena Cortés Gabaudán

 

 

Este año se celebran el 250 aniversario del poeta alemán Friedrich Hölderlin, considerado el príncipe de los poetas alemanes y una de las voces más importantes de la literatura moderna. Aunque fue miembro fundador del Idealismo Alemán (junto a filósofos de la altura de Hegel, Schelling, y Fichte), la obra de Hölderlin es depositaria de una de las transformaciones más importantes de la sensibilidad de la cultura europea en relación con su pasado, en particular, con la antigüedad griega. Para el propio Martin Heidegger, Hölderlin representó la culminación de la lengua alemana, así como el brillo de una poética que influyó en posteriores generaciones literarias. Aunque la celebración de Hölderlin ha sido profusa en la prensa alemana, queremos conversar con la germanista y traductora de Hölderlin al castellano, Helena Cortés Gabaudán, profesora en la Universidad de Vigo (Galicia), quien ha traducido su correspondencia completa, así como la edición filológicamente más cuidada de sus poemas Poesía esencial (2017). Cortés Gabaudán es también autora de la biografía La vida en verso: Biografía poética de Friedrich Hölderlin (2014). Justamente el pasado año, Cortés Gabaudán fue nombrada miembro de la Academia Alemana de las Letras de Berlín. Dada la complejidad de la obra de Hölderlin, quisimos conversar con Helena sobre el universo poético de Hölderlin, su lugar en la filosofía, así como su contemporaneidad en el incierto momento europeo atravesado por agudas tensiones existenciales y políticas.

 

 

 Entrevista

 

Gerardo Muñoz [GM]: Las celebraciones del 250 aniversario de Hölderlin han estado generando una cascada de publicaciones en la esfera pública alemana. En tu biografía del poeta argumentas que Hölderlin tal vez sea el emblema de la figura suprema del poeta, en la medida en que pocos como él conjugaron la relación entre poesía y destino existencial. ¿Pudieras elaborar un poco más de qué manera Hölderlin trasciende su momento histórico (el Romanticismo alemán) hasta convertirse en una figura central de la tradición europea?

Helena Cortés Gabaudán [HCG]: Esta pregunta es compleja y requeriría mucho más desarrollo de lo que permite una entrevista como esta, pero trataré de sintetizar algunos aspectos destacados. Creo que lo que más distingue a Hölderlin de otros poetas de su generación, es que es capaz de vislumbrar mucho antes que nadie todo lo que supone de ganancia y de pérdida el paso a la Modernidad, lo que lo convierte en nuestro absoluto contemporáneo.

Hölderlin atisba, como ningún otro poeta de su tiempo, que con el paso a la Modernidad todas nuestras seguridades desaparecen para siempre: por un lado la tradición y sus creencias dejan de jugar un papel, y además considera que es muy necesario que así sea, aunque perdamos el arraigo y la seguridad que nos aportaban (acabar con el yugo de la intolerancia y estrechez religiosas y la política absolutista es algo esencial para poder ser libres), pero por otro lado las respuestas modernas a las eternas preguntas esenciales del ser humano resultan insatisfactorias y solo abren un abismo insondable, solo traen consigo confusión y falta de asideros. El hombre se convierte irremediablemente en un peregrino perdido en el flujo nunca quieto ni estable de la temporalidad (ya no habita en el espacio, sino solo en el tiempo y eso le hace más mortal que nunca) y en un individuo que está solo bajo un cielo vacío. En resumen, el hombre moderno es un hombre a la intemperie, y eso lo ve Hölderlin antes que ninguno.

Por otra parte, una de las más importantes razones por la que eso ocurre, tal vez la pérdida mayor que trae consigo el mundo moderno, es que el hombre pierde la sagrada relación y el diálogo no mediado que pudo haber existido antes entre él y una naturaleza llena de vida y espíritu y esa pérdida es irreparable, porque el progreso no permite una vuelta atrás, no hay posible reencantamiento de lo que ha sido desacralizado, racionalizado y convertido en mero objeto y mercancía. El hombre se encuentra por lo tanto separado de lo que llenaba su vida cotidiana de sentido sagrado, de la imagen visible de la divinidad.

Aunque Hölderlin habla una y otra vez de recuperar esa unión con la naturaleza y lo sagrado, en el fondo ya no es un optimista ilustrado que confía en paraísos terrestres logrados mediante el progreso y la razón, sino que es básicamente pesimista y por eso se expresa en tonos elegíacos. El problema es que, como todo hombre moderno, se encuentra inmerso en lo que Heidegger llamaría el “Entre”, o paréntesis, entre los dioses ya huidos y los dioses aún no retornados y que puede no retornen jamás. Y sin querer ni poder renunciar a los efectos liberadores de la razón ilustrada -por lo que tampoco es un verdadero romántico- echa en falta el componente sensible y espiritual que también tiene el ser humano, y que considera un alimento tan imprescindible para una vida plena como los bienes materiales más básicos. Por otro lado, y no es un aspecto menor, Hölderlin acuña al final de su vida lúcida una forma poética que se ha desprendido de toda constricción formal: verso libre, aunque siempre muy rítmico, influido por el poeta griego Píndaro, y con una sintaxis minimalista que crea una oscuridad argumental y un tono enigmático no buscados, sino inherentes al asunto que trata. Algo muy moderno y ajeno a las convenciones de su tiempo.

 

Estatua de Friedrich Hölderlin

 

[GM]: Ciertamente ha habido muchos usos de Hölderlin desde su muerte; en particular, usos por reducir su obra a fines políticos, una estrategia que pareciera continuar hasta nuestro presente. Aquí pienso en las lecturas del grupo de Stefan George, y los usos de sus nociones de “patria” o “lo nacional”. Sin embargo, sabemos que Hölderlin estuvo lejos de ser un promotor de un nacionalismo vulgar. ¿Cómo podemos pensar la compleja relación de Hölderlin con el nacionalismo, cuestión de no poca importancia a la luz de las actuales transformaciones geopolíticas en Europa?

[HCG]: Es obvio que cuando Hölderlin realiza lo que se ha llamado su “giro patriótico” y se pone a hablar de Germania como del lugar donde podría darse en el futuro ese sueño consistente en la utópica reunión de hombres y dioses, la reestetización de la vida y la preeminencia del arte en la vida diaria, en una sociedad democrática, no está hablando desde una óptica nacionalista en el plano político. Basta leer sus anotaciones a Edipo y Antígona o parte de sus poemas para ver que, para Hölderlin, es siempre necesario perderse primero en lo ajeno para poder evolucionar como sociedad y caminar hacia mayor plenitud y libertad. Esto es lo que le explica también a su amigo Böhlendorff en dos famosas cartas escritas antes y después de su viaje a Burdeos: si Grecia evolucionó de esa manera tan extraordinaria es porque supo fundir y confundir su modo de ser más natural con el de una cultura ajena, en su caso adoptando la racionalidad, que no le era propia, a partir de un modo de ser más basado en la pasión, lo sensible y la propia naturaleza. Para Hölderlin, ‘Germania’ —que como puede deducirse del poema que lleva ese mismo nombre y otros semejantes como “El Ister” vale tanto como decir el mundo occidental, pues las tribus germánicas poblaron todo occidente y fundiéndose con las distintas tribus locales y con el pasado grecorromano conformaron el crisol cultural y racial de Europa— debería fundir su racionalidad prepotente y que conduce a un triste solipsismo con un modo de ser más sensible, espiritual y natural. Para eso, al poeta le toca hacer sensibles las ideas racionales y superar la contradicción entre pensamiento y existencia.

En lo político, Hölderlin es cosmopolita, como lo eran los ilustrados, y también pragmático: no le importa quien tenga el poder, si ese poder es liberador y democrático. De joven saluda la invasión de su patria por las tropas francesas y entiende que la Grecia clásica solo pudo eclosionar como modelo de belleza y arte gracias a la instauración de la democracia, y de mayor podría incluso haber especulado con América, como tierra de promisión para una sociedad democrática y más ingenua y natural, en el buen sentido de la palabra, de lo que dan indicios algunos esbozos de poemas. Por el camino está su giro desde una crítica despiadada a los alemanes, como la que puede leerse en su célebre carta sobre los alemanes de Hiperión, a la conversión de Germania en un mito: el de la tierra donde podría producirse el futuro y sagrado encuentro de hombres y dioses. Pero ese mito no tiene nada que ver con un nacionalismo de sangre y raza, ni es un programa político, sino en todo caso filosófico y poético.

Como Hölderlin se despide conscientemente de la filosofía como tal, tiene que expresar sus ideas bajo la forma poética y sensible del mito: Germania equivale a la naturaleza y al lenguaje poético que le son a él propios, equivale a esos ríos de la patria que pueblan muchos de sus últimos poemas lúcidos, que nacen en lo propio (la patria alemana), se escapan muy lejos hacia Asia para aprender lo ajeno, y luego retornan con sus propias aguas diluidas y enriquecidas por corrientes ajenas para forjar algo nuevo que pueda renovar a la patria. Igual que hicieron ya los griegos fundiendo lo oriental y lo occidental, toda época y toda cultura solo prospera cuando se abre a las influencias ajenas, cuando se abre a nacer en lo Otro. No hay nada más lejano al nacionalismo político. Por otro lado, su ‘Germania’, lejos de ser una guerrera y una conquistadora, es mansa y callada, una joven sacerdotisa que destaca por su quietud y que da sus consejos a pueblos y reyes “inerme”.

Y si el poeta se ilusiona por momentos con la imagen de una Alemania que podría eventualmente jugar algún papel en el futuro, como guía para la transformación de la sociedad, es porque no ha sido violenta durante toda la época de la revolución, porque es “callada y paciente”, como dice Hölderlin en sus cartas, porque aún está vinculada a sus paisajes y modos de vida naturales. Con todo, esos instantes de ilusión son muy breves, su nacionalismo, que no puede llamarse tal, sería en todo caso fundamentalmente elegíaco.

 

 

[GM]: Es interesante ver cómo en años recientes, una serie de filósofos se han amparado en varias figuras literarias para pensar la cuestión del mito en Europa. Pienso en las lecturas de Massimo Cacciari sobre Dante, de José Luis Villacañas sobre el Quijote, de Flavio Cuniberto sobre el propio Hölderlin, o de Mónica Ferrando sobre Virgilio. En tu opinión, ¿hay alguna noción en la obra de Hölderlin que pudiera movilizar un nuevo mito para la transformación del destino europeo? ¿Puede entenderse Hölderlin hoy como un mito?

[HCG]: Lo cierto es que no me parece nunca muy saludable mitificar a ninguna figura histórica ni crear santos laicos, pero si lo que entendemos por peso mítico de Hölderlin alude a la función del propio mito en la obra de Hölderlin, no cabe duda de que su poesía tiene esa característica. Es más, yo iría mucho más allá, y basándome también en el hecho probado de que Hölderlin trató de seguir los postulados de la corriente de la Nueva Mitología proclamada por Herder y otros escritores en su tiempo (esto es, envolver los pensamientos más complejos en un bello envoltorio sensible que pueda ser captado por la intuición y no solo por la razón), considero que toda su poesía madura se puede leer como un único mito que se desarrolla a través de varios motivos simbólicos o mitologemas, y que todos sus poemas dialogan entre sí y solo son comprensibles en una lectura de conjunto, como distintos modos complementarios de abordar un monomito o mito único que podríamos resumir básicamente en el mito de la pérdida de los dioses  en la Modernidad y el ideal de una parousia o regreso de los dioses.

El mito que Hölderlin lega por tanto a la Europa actual, a través de toda su última poesía, es el de una epifanía imposible, el de esa misión siempre fallida —pero que el hombre moderno debe llevar a cabo una y otra vez como un nuevo Sísifo— que consiste en tratar de crear las condiciones de posibilidad para una sociedad más justa y afín a las necesidades espirituales del hombre en la que vuelvan a aparecer los dioses. Naturalmente, no hace falta decir que los ‘dioses’ son un símbolo de lo sagrado, de esa vida en unión con la naturaleza y la belleza, en donde se deja que aparezca lo verdaderamente importante para el hombre (el ‘ser’ en lugar de los ‘entes’, en lenguaje de Heidegger). Ese mito se opone por tanto al mito laico del progreso científico y técnico sobre el que funda sus esperanzas el hombre moderno. Hay que decir que Hölderlin fue el único pensador de su tiempo que aplicó al pie de la letra los postulados de la Nueva Mitología en su creación poética.

 

 

[GM]: Quienes se han aproximado a Hölderlin han notado su continuo interés por la tradición griega y sus ideales de belleza y la energía de lo trágico. El mismo Hölderlin fue traductor de griegos como Sófocles y Píndaro, aunque su gesto no consistió en una simple mimesis. ¿Cuál es la importancia de la cultura griega para Hölderlin y para su proyecto en torno a otra sensibilidad moderna?

[HCG]: En realidad, lejos de tratar de ver a Hölderlin como un simple nostálgico del pasado griego, lo más importante es, por el contrario, entender que él culmina la despedida contemporánea de Grecia y lo hace con la conciencia de estarse despidiendo de algo que nunca fue nuestro. En vez de quedarse anclado en el Clasicismo y otras formas de imitación de un idealizado pasado griego, modelo de una sociedad perfecta que funcionó siempre como una utopía dorada en la cultura occidental (y que él mismo  evoca en tonos elegiacos en sus primeras etapas poéticas), a partir aproximadamente de 1800, en su poesía madura, propone que Grecia es un pasado que nunca podremos ya rescatar ni saber siquiera cómo fue, algo irremediablemente perdido y algo completamente ajeno a nosotros, por lo que la solución lógica es volver la mirada al presente de su patria, a su naturaleza, a su lengua, y tratar de crear desde allí algo propio. Grecia no puede ser imitada al estilo de una copia (como en los cuadros clasicistas llenos de templos y ruinas antiguas), sino solo en su manera de actuar: en el sentido de ser capaces de aprender de ella su capacidad creativa, su capacidad de moldear una civilización y una escritura propia a partir de la tensión entre el elemento natural y el ser de cultura adquirido.

Por eso, en lugar de imitar la tragedia griega (que para él es la máxima manifestación del genio griego), lo que sería algo carente de todo sentido en la Modernidad, tras el fracaso del proyecto del “Empédocles”, texto que deja inconcluso, Hölderlin hace lo único que considera que se puede hacer ya con la tragedia griega: traducirla.

Pero su traducción es un modelo nunca igualado de absorción de lo griego y de fusión con lo moderno alemán. Su traducción es, por un lado, descarnada, minimalista, ajena al retoricismo ampuloso de las traducciones al uso que convertían el texto griego casi en una fluida novela; lejos de eso, Hölderlin pone de relieve todo el primitivismo y rudeza de la Grecia antigua; por otro lado, en lugar de esquivar los pasajes oscuros (tan frecuentes en el ambiguo lenguaje de Sófocles), Hölderlin pone de relieve todo el enigma que representa hoy para nosotros el texto griego, toda su insondabilidad y extrañeza. El resultado es un texto también extraño, por momentos de difícil comprensión, pero que consigue evocar como ninguna otra traducción la fuerza enigmática de los versos griegos cuando tratan de indagar qué sea el hombre.

 

Estampilla en homenaje a Friedrich Estatua de Friedrich Hölderlin

 

[GM]: Hablar de Hölderlin también supone hablar de la política, y en particular de la Revolución Francesa y el radicalismo político jacobino (luego Dionys Mascolo diría que Hölderlin fue uno de los fundadores de un “comunismo de la amistad”). En tu biografía, reconstruyes su relación con el jacobinismo, con las ideas de Rousseau, y los principios liberales de la época. Sin embargo, la relación de Hölderlin con la Revolución francesa es diferente al “entusiasmo” que sintió Kant. ¿En qué sentido podemos decir que Hölderlin es una figura revolucionaria, y cómo podemos entender su lectura de la noción moderna de revolución?

[HCG]: Hölderlin se entusiasmó con la Revolución Francesa y sus ideales de justicia e igualdad como gran parte de los intelectuales de su tiempo. En el seminario evangélico de Tubinga donde estudió en compañía de Hegel y Schelling, también muy radicales en aquel momento, el ambiente era muy revolucionario, y también lo fueron la mayor parte de sus amigos íntimos (Sinclair, Seckendorf, Landauer, etc.). Durante mucho tiempo soñó con la posibilidad de que los franceses trajesen la democracia a su país y en concreto soñó, especuló y puede que hasta conspirase para la creación de una República suaba que anulase de una vez por todas el asfixiante absolutismo del Duque de Wurtemberg (pues “este no es tiempo de reyes” como dice en Empédocles). Detalles tan nimios como su peinado (el pelo corto al natural, sin empolvar y sin coleta, lo que se consideraba entonces un detalle de ‘sansculotismo’ radical) nos hablan también de su indudable compromiso tanto con las ideas como con las formas externas de la generación alemana más demócrata y prorrevolucionaria.

Sin embargo, cuando comienza a ver en qué se convierte la Revolución en Francia, concretamente cuando cae bajo la guillotina jacobina la facción de los girondinos, que habían sido los ideólogos de los nuevos derechos de la humanidad, se desilusiona profundamente y se da cuenta de que solo se está sustituyendo una dictadura por otra. Ahora bien, como muy bien expresa en su novela Hiperión, que es su personal ajuste de cuentas con la Revolución, ningún Estado, ni siquiera el mejor, puede darle a los hombres lo que más necesitan: la “lluvia del cielo”, la “primavera”, en definitiva, ni Naturaleza ni Espíritu, por tanto el Estado no sirve y lo mejor es que sea lo más imperceptible posible, pues —como expresa muy bien el famoso texto del “Más antiguo programa de Sistema del Idealismo Alemán”, pergeñado por Hölderlin, Hegel y Schelling— todo Estado tiene inevitablemente que convertir al hombre en un mero engranaje de su maquinaria, por lo tanto el Estado debe desaparecer. Hölderlin es un demócrata convencido, pero ni confía en el individuo egocéntrico del racionalismo, ni confía en la redención que venga de las masas y sabe del peligro de empoderar a la multitud.

Así pues, se mueve en un difícil terreno entre su entusiasmo por los ideales igualitarios y democráticos y su repugnancia por la dictadura de las masas y de los corruptos. Su ideal de sociedad fraternal, que puede leerse en poemas como “Los Robles”, es la de un Estado casi imperceptible en la que los hombres se unen libremente en torno a un ideal común con tintes sagrados que los legitima.

 

 

[GM]: Finalmente, como tú has sido traductora de Hölderlin por varias décadas, te quería preguntar sobre los retos de traducir al poeta al castellano. Y si tuvieras que indicar una entrada de lectura para quienes buscan comenzar la lectura de Hölderlin, ¿qué recomendarías?

[HCG]: Las dificultades de traducir poesía son siempre muy grandes. En el caso de Hölderlin, la tarea se dificulta mucho por lo difícil de su pensamiento y por lo extraño y condensado de su expresión. La última poesía lúcida de Hölderlin por momentos parece impresionista: deja caer las palabras en el texto como manchas de color que tiene que reconstruir la retina humana para poder ver ‘el cuadro’, apenas usa conectores que nos ayuden a dirimir cuál es el papel gramatical de cada término en frases con un sentido con frecuencia oscuro y que exigen una arriesgada interpretación para poderlas verter a otro idioma. Por otro lado, yo soy una gran defensora de la importancia de traducir —hasta donde sea posible— la forma estética y no solo el sentido. Creo, por ejemplo, que “El Archipiélago”, solo adquiere su sentido pleno si se reproduce también su forma ‘griega’ —por eso, yo lo traduce en hexámetros— ya que está ideado como una especie de conjuro que haga que se materialice Grecia ante nuestros oídos y nuestros ojos.

Para empezar a leer a Hölderlin yo recomendaría empezar por su novela poética Hiperión, pues permite un acceso inicial más fácil a muchos de los temas recurrentes de Hölderlin (Grecia, la Naturaleza, la belleza, el amor, la Revolución). Como poema sobre Grecia y su imposibilidad última, no cabe duda de que “El Archipiélago” condensa buena parte del pensamiento de Hölderlin, además de ser muy bello. Por otro lado, siempre he considerado que “Pan y Vino” es el evangelio del pensamiento mítico de Hölderlin, el que condensa su decepción con su época y sus imposibles sueños de una epifanía. Personalmente sigo disfrutando especialmente con la lectura de “Wie wenn am Feiertage/Como cuando en día de fiesta” (que evoca el papel educador de la naturaleza y la poesía), “Andenken/Memoria” (sobre el papel de la poesía para renovar la sociedad) y “Hälfte des Lebens/Mitad de la Vida” (melancólica y muy breve expresión de la tristeza del poeta real en el invierno de la vida y de la sociedad en su conjunto en la noche de los dioses).

 

 

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