Fragmentos de «Los desterrados», de Marta López Luaces

 

Por Marta López Luaces*

Selección por Víctor Rodríguez Núñez

Crédito de la foto la autora

 

 

Fragmentos de Los desterrados,

de Marta López Luaces

 

 

Los vigías del ensueño y la memoria

han sido despojados de la casa del padre.

 

Hoy, la tribu de los desterrados

no se alimenta de néctar sino de ratas.

 

La región de los proscritos es gris

y fue erigida con los silbos de la brisa.

 

Los exiliados vagan

por la cárcel infinita del origen.

 

Caminan, evitando la afasia del alma.

 

En su seno, la heterogeneidad no es ritmo de disonancia

sino melancolía de agua.

 

En el desierto llamado Arovot,

las criaturas los acechan

y un horizonte de turbulencias

los espera y los ciega.

 

Como Nemrod

leyeron en los siglos la señal equivocada.

 

La región de los desterrados está pintada de amarillo 

y es grisácea.

 

 

II

 

Cuarenta años han caminado por senderos labrados

de huellas.

 

Cuarenta años de hambre y sed

en espera de la respuesta.

 

Cuarenta años han habitado sus recuerdos

y sus cuerpos castigados por la aridez del suelo…

 

Cuarenta años ajenos a sus vidas

han residido en el oasis del tiempo.

 

Cuarenta años escribieron y describieron

en el aire su identidad enterrada.

 

 

III

 

Los monstruos del desierto no duermen:

como la sed que de tanto sufrir

no sienten

como la necesidad que de tanto temer

desconocen

como el propósito de su exilio

que de tanto vivirlo, ya lo han perdido.

 

Los desterrados crearon un mito

desde una memoria sin anécdota.

Todo es leyenda de agua.

 

Condenados por el padre al olvido  

la tribu de los desterrados relata

como silbos de viento 

la historia de la ciudad de agua

y la arena de su diáspora.

 

Han hecho un país

de deseos, anhelos y miedos.

 

Entre las fisuras de sus recuerdos está el desierto.

 

La mirada oblicua del exilio se extravía

por el mapa de un idioma que ni los señala ni los marca

y con él narraron su historia.

 

Residen en el cruce de la imagen y la palabra

desierto

fuera del imaginario.

 

Los límites hechos de abismo

son fronteras

resonancias, repeticiones gastadas.

 

Arovot es gris y ellos lo han pintado de amarillo.

Y todo es leyenda de agua.

 

La poeta Marta López Luaces

 

Solsticio de verano

 

Bersé, nació en el seno del desierto.

Nadie conoce ni su género ni su raza.

¿Cómo entender un paisaje sin escenario?

Es Aleph de un cuerpo, su voz reflejo

de carencias, lejanías y miedos.

 

Creció entre tempestades de polvo

y el impenetrable horizonte

marca la visión de su mirada.

 

Todo delata su disonancia:

ruptura de códigos es su persona.

 

Monstruos de acentos en discordia son sus palabras.

Su lengua ha heredado los signos del vacío.

 

Ignora el paisaje que lo confina.

Múltiples lenguas lo maldicen.

 

Bersé desea su traducción

porque no se reconoce

en la jerga de su tribu.

 

Treinta y tres años ha residido con los desterrados.

Treinta y tres años fue hecho con la historia del desierto.

Treinta y tres años ha escuchado evocar no recuerdos, sino muertos.

 

Bersé desea el regreso a la ciudad de agua

el retorno es la necesidad que lo alimenta:

cómo dibujarse un paisaje en los ojos,

cómo inscribirse entre los vivos,

cómo habitar su nombre.

 

La nostalgia de ámbar lo llama

a buscar los anales de un ser sin historia.

 

La tribu cede ante el deseo:

Bersé, deja el desierto 

purifica tu mirada con el agua

y pronuncia nuestras palabras.

 

¿Cuándo el deseo se hará palabra?

 

Bersé no sabe articular su deseo

porque desconoce su cuerpo

no sabe pronunciar su nostalgia

porque desconoce el origen de sus anhelos.

 

Más allá de sus ojos

el secreto,

la amplitud del cielo abierto.

 

¿Dónde hallaremos el descanso a nuestra lejanía?

 

                                                                       

Como perseguía el frío en Arovot

ahora busca la imagen esculpida en sus ojos

por los proscritos en su partida.

 

Leyenda de agua corriente de recuerdos.

 

 

¿Cuándo la palabra del poema, extranjera a su lengua,

se transformará en el idioma del alma?

 

 

Con el acento del desierto

Bersé se recrea en los límites

incomprensibles de la leyenda.

 

Llegar y verse en la intimidad

de un espacio que se define en lo inefable del paisaje.

 

 

 

 

 

*(A Coruña-España, 1964). Poeta, novelista, ensayista y traductora. Doctorado por New York University (EE.UU.) Desde 1998 se desempeña como profesora de Literatura contemporánea española y latinoamericana en Montclair State University (EE.UU.). Obtuvo el Latino Book Award de Estados Unidos. La ciudad de Nueva York le otorgó la distinción de Speaker for the Humanities of NYC (2003-2005), y dirige la serie de lecturas bilingües de la Biblioteca de Nueva York en Thompkins Square Park. Ha publicado en poesía Después de la oscuridad (2016), Los arquitectos de lo imaginario (2010), Memorias de un vacío (2002), Las lenguas del viajero (2005), Distancias y destierros (1998) y la antología Y soñábamos con pájaros volando (2018); en narrativa el libro de cuentos La virgen de la noche (2009); y las novelas Los traductores del viento (2014) y El placer de matar a una madre (2019); en ensayo That Strange Territory: The Representation of Childhood in Texts of Three Latin American Women Writers (2004), y La poesía y sus máscaras: La representación de los nuevos sujetos democráticos en las obras de poetas argentinos, españoles y chilenos (2009). Como traductora ha publicado en inglés New Poetry from Spain (2010) y en español Tensar el arco y otros poemas (2010) de Robert Duncan, e Índice (2021) de Dorothea Tanning.

 

 

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