Por Sylvia Miranda*
Crédito de la foto (izq.) Bartleby Eds. /
(der.) archivo de la autora
Falla la noche (2022) o
“haber dicho por ímpetu/ lo imposible de transmitir”
Al leer los poemas de Falla la noche, una tiene la impresión de dejarse conducir por ese espacio propio que va tejiendo Noni Benegas**, un manto que ella construye y tensa por infinitas orillas, con suaves puntos y con gruesos nudos. La seguimos entre líneas admirada y alentada por el enigma del mundo, por lo que se revela y desaparece al instante. Los instantes, la luz que se desprende de improviso de un objeto o de una idea, la fuerza ignota que se presiente como temblores en lo hondo de la tierra, son importantísimos en la poesía de Noni Benegas; ellos nos capturan, nos seducen como piedras extrañas, para luego abandonarnos a nuestras propias indagaciones, completando una comunicación sin límites, siempre distinta del poema.
Sus textos libres, sin título que los declare, están sembrados de puntos suspensivos, abundan en silencios, se hacen y rehacen en la página, cambian, como las aguas de un río que nunca son las mismas; hay en estos versos, palabras, silencios, signos, una intuida vocación abstracta hacia la esencialidad, una libertad que los hace moverse fieles al instinto, hermanos del pálpito, la visión y la escucha.
(…)
Impetuosa viene la rama
y un salto de agua desde la piedra,
y la charca se evapora.
Así la fiesta:
un rato
apenas.
(…)
Si el agua
fuera correr,
si su esencia
o escena
nunca ofrecerse
a la vida…
¿ajena?
La fiesta es irrepetible, apenas entrevista, sin embargo, honda, fulminante, inquietante; el instante nos enajena, nos marca. Algo así quería decir George Steiner cuando expresaba que la belleza escapa a la mirada, es decir, que no puede ser asida, es libre e incontrolable, dueña de sí misma y esquiva.
La tarea de la poeta es apresar el instante, dar testimonio, traducirlo, no sólo para compartírnoslo sino para situarse ella misma, ¿cuál es la justificación del poeta en la vida sino el poema?
En cuanto lo escribo
cristaliza
-dice ella-
como si las palabras en contacto con el aire,
o mejor dicho con la tinta,
fijara la impresión.
Pero no hay tinta ni hablo
en voz alta.
(…)
El arduo e imprevisible trabajo resulta siempre inacabado, “una pura anotación/ nomás” como advierte la poeta, cerrando el poema. Pero estas anotaciones, vestigios, “remanentes de naufragio” como diría E. A. Westphalen, son prueba de una existencia “otra”. Si el poeta no decide su vida por ello, ¿quién lo haría?
El largo poema cuyo apartado se titula Falla la noche y que da nombre al libro, nos habla de una experiencia singular y nocturna, que la poeta centra desde ese sentimiento de culpa que causa “el sentir que se está perdiendo el tiempo”, de esa ansiedad que manifiesta “(el) hecho de estar vivo/ sin estarlo lo suficiente” y que paradójicamente la hace sentirse viva, aunque “de mala manera…”. El problema de estar “vivo, viviente, sobreviviente” del poeta, de tener que vestirse, alimentarse, cuando la vida está más allá de las contingencias.
En ese intermedio entre el sueño y la vigilia, en el que las cosas se revelan no en instantes sino en una sucesión de sensaciones y de imágenes que se encadenan, cuando la noche es como un gran teatro vacío y a oscura en el que actuamos para nosotros mismos, la poeta abre su reflexión a sus miedos, dudas, obsesiones, preferencias, deseos, sueños. Su cuerpo se sensibiliza, abolida cualquier lógica cartesiana las ideas crean nuevas asociaciones, los autores, los amores, los afectos aparecen y desaparecen por la magia de un clic, clac de oscuridad o de luz:
(…)
Y entre encender y apagar
hay una fotogénesis de la noche
que aparece
a voluntad.
Clic, clac
René Daumal
clic, clac
Lota Macedo
clic, clac
Oscar Manesi
clic, clac
Alejandra Pizarnik
clic, clac,
yo, tú, él
blasfemia
error.
(…)
Y frente a la obligada necesidad de la luz la poeta inicia su tarea de traducir el universo, la puesta en escena de la noche viva sobre el papel, dejando el “Cuerpo a la deriva…”, maldiciendo las “funciones terrestres” de ese cuerpo, privilegiando la mano que va sola, en un tiempo que le es propio, “no humano” como apuntaba Maurice Blanchot, y que necesitaría de una oscuridad total, por eso “falla la noche”, porque “La oscuridad/ desordena el mundo a la vez/ que lo ordena”. Así es posible que su lámpara de Madrid alumbre su cuarto en París, nada más consecuente con las pulsaciones de este mundo nocturno que la invita a salir de sí y a volar con otras coordenadas, hasta liberarse de toda fuerza gravitatoria:
Me quiero arrollar en el edredón
con forma de cohete interespacial
para surcar el frescor de las galaxias…
No esta luz colorada
de la Tierra
sino el polvo de las estrellas,
precipitado súbitamente azul.
Cómo relativiza
el lenguaje…
(…)
Pasada la epifanía nocturna, la realidad del día ha sido renovada, reengendrada, lo que permite a la poeta reconocerse en el mundo:
Pero mi equilibrio es tan delicado
que yo puedo volver a ser yo:
algunos volvemos a repetirnos
por el placer de reconocernos…
Me imagino a Noni Benegas cerrando con esta hermosa frase su libro y esbozando una delicada y sabia sonrisa. De nuevo, “haber dicho por ímpetu/ lo imposible de transmitir” y, como ella también sabe, el resto es volver a recomenzar.
Madrid, noviembre de 2023
*(Lima-Perú). Poeta y escritora. Reside en España. Doctora en Literatura hispanoamericana por la Universidad Complutense de Madrid (España). Obtuvo el Premio Tomás Luis de Victoria (Salamanca-España, 1994) y el Premio Novela Corta del Banco Central de Reserva del Perú (1996). Ha publicado en poesía Como todos anduve en el invierno (1990), Zita y otros poemas (2001) La foudre demain (2013), Tiempo de sol (2014); en novela Memorias de Manú (1997); en relatos Las mañanas sagradas (2011), entre otros, así como varios ensayos alrededor de la literatura y la vanguardia peruana como La ciudad moderna en los poetas vanguardistas peruanos: Carlos Oquendo de Amat, César Moro y Emilio Adolfo Westphalen (2021) o el artículo “La vida peruana vista por las escritoras y artistas contemporáneas. Una mirada desde el Bicentenario”, en Tradición, 21, Lima, URP, 2021.
**(Buenos Aires-Argentina). Poeta y ensayista. Reside en Madrid (España). Obtuvo el Premio Platero (ONU, Ginebra) el Premio Nacional Miguel Hernández, el Premio Vila de Martorell, el Premio Rubén Darío y el Premio Esquío; obtuvo la beca Yourcenar (2009). Es madrina del Festival Voix Vives (Toledo-España). Se desempeña como conferenciante en universidades españolas y extranjeras. La exposición Ciudad Adentro, en el Centro Cibeles homenajeó su trayectoria con una exposición (2022, Correo Central de Madrid). Ha publicado El ángel de lo súbito, antología esencial de su obra (2014) con el título Burning Cartography traducido al inglés y Animaux Sacrés traducido al francés; es autora de la antología Ellas tienen la Palabra. Dos décadas de Poesía Española (2008), cuyo ensayo introductorio se reeditó como Ellas tienen la palabra. Las mujeres y la escritura (2018); Ellas resisten (2019) y Falla la noche (2022). Este 2023 se reditó De ese roce vivo.