«Etanol mortis» (2013), bajo la lupa de Miguel Ángel Curiel

ETANOL MORTIS

de Raúl Campoy Guillén

 

 

Por: Miguel Ángel Curiel

Crédito de la foto: Izq. Raúl Campoy G.

Der. www.eldiario.es

 

 

Un baile de palabras donde el ser se impregna de las sustancias aéreas de la poesía, o la última licuación del alcohol hacía la poesía, y sin llegar a la alucinación del delirium tremens, y sí a la antesala poética donde los versos de Campoy vuelven a pasar por el alambique del ser, y de nuevo ese arrebol de imágenes cortantes y a veces secas del cristal de las palabras con las que se raya el vidrio, la existencia:

 

JUVENTUD. Bebiste

con un kilómetro de lengua,

mataste a tu asesino

y ahora soy yo

el que muero por ti.

 

RAUL CAMPOY-23
El poeta español Raúl Campoy Guillén leyendo poemas de su último poemario «Etanol Mortis»

 

Versos de la página diecisiete del libro donde se ve claramente al ser desbordado entre las épocas o las fracturas de la existencia en un por venir que se va yendo rápido como el viento de  uno mismo, o si se quiere en lo atemporal que toda poesía finalmente conjuga en un no tiempo aéreo y subterráneo a la vez. Un arrebol de lenguaje en torno a la luz del sufrimiento, y de saliva alcohólica, enjuagado en las licuaciones de las sustancias tóxicas de alta graduación de la poesía. Un mea culpa en la aflicción de un lenguaje desvariado hacia la belleza platónica: el ser se bebe y se vomita. “Tus líquidos abrazos no son el camino” otro verso donde el poeta le habla al alcohol como a un tú que viene desde lo hondo del propio yo, como si el yo fuera el alambique donde se licúa el tú alcohólico que luego beberá el lector de Etanol Mortis. A mi juicio los libros de poesía son equinocciales o solsticiacos, y este libro es sobre todo un libro escrito en las líneas de los solsticios de la vida, o si se quiere, y a pesar de todo un libro que habla del ser arrebatado y prisionero de la toxicidad desde un hondo vitalismo, como si en cierta forma todas estas conjugaciones ingrávidas donde el lenguaje del poeta se sustenta le dieran alas para así buscar la luz en un lenguaje que baila consigo mismo en aras de la alucinación, y por otro lado el libro esta cosido de manera sobria, como si los grados del líquido que supura el ser solo pudieran sentirse en el sueño de ser:

 

Anoche abrí

la puerta de mi interior.

Saqué a mi alma.

A mi creencia única.

 

                        Anoche vomité.

 

versos de la página cuarenta y dos, que rebelan en cierta forma lo que sostengo. Y sin embargo la contradicción que rebela todo libro de poesía, siempre en su núcleo central, sea que este es un libro donde el alcohol, no es a mi juicio el leimotiv principal, aunque así lo aparente, pues encuentro otras fracturas existenciales mas escondidas, otras suturas más sutiles que rezuman por el lenguaje en arrebol y las piruetas donde se establece el ritmo básico y rápido de estos versos. El triple salto en la imagen, porque al final lo que rebela es que beber es vivir, y ahí es donde se genera la otra semiótica, el verdadero significado, la metáfora escondida o anulada en el que la vida es un alcohol de bastantes grados y que beberla es vivirla a fondo. La primera capa de la cebolla sería el alcohol, pero las siguientes, aún mas descarnadas e infinitas serían sin duda alguna la vida, y una vez arrancadas, una vez leídas en los ojos del lector viene lo desangelado, el frío de la resaca y que va entrando poco a poco en la madurez del poeta y de la persona: inseparables deberían ser, al menos en poesía vida, verdad y belleza, y es aquí donde Campoy nos ofrece este último libro como bisagra entre su obra anterior y la que está por venir: un libro puente entre los dos abismos de la escritura y que concreta el tiempo de la escritura hacia otros lugares mas cercanos a la existencia, hacia el lenguaje sin fin de la existencia y donde el ser va a ser el campo de batalla de la poesía: el yo en el tú. “Me encantaría beberme a mi mismo” ¿No lo está ya declarando este verso? ¿Y qué es lo que abre este libro a la vida? Sin duda alguna su lenguaje vivo, que no deja de suspenderse en las tensiones emocionales y por esas sintácticas, en las imágenes aéreas, en lo que yo llamo los arreboles sintácticos, y para nada en la quietud, como si se pudiera hablar de la borrachera existencial desde lo borracho. No es un libro de lenguaje resacoso donde el ser queda vencido por el tiempo y el pasado, todo lo contrario, es un libro de honda vida presente, de honda estima por la vida, un libro en el que el yo exorciza al tú degradado, al nosotros en la niebla del vosotros –y eso es lo extraño- Un libro de gran vitalismo, y desde la ebriedad vital, y eso se refleja en el lenguaje que quiere iluminar las zonas oscuras del ser, un lenguaje a veces festivo y abierto: “Con un solo pie de consistencia estaré más pájaro” Un libro a veces de tonos jazzísticos y fankis donde el poeta termina bailando agarrado a la muerte para darle mas aire y vida al ser, entre los vapores etílicos en los que el ser autodestructivo, se baña para construirse y purificarse con las palabras. “Porque me mantengo en un arrepentimiento constante”, que es como decir amo la vida y la vivo constantemente, la vivo y la sobrevivo, la bebo y la vomito.

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